viernes, 31 de agosto de 2012

DOMINGO 22° DEL TIEMPO ORDINARIO



“dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres"

Aun más que los conflictos sobre el sábado, se considera como prueba de que Jesús había roto con la ley judía lo dicho en el evangelio de hoy sobre la pureza: Mc 7, 15: «Nada que entra de fuera puede manchar al hombre; lo que sale de dentro es lo que mancha al hombre». En ninguna otra parte puso Jesús en entredicho de manera tan radical la ley judía como en este pasaje del evangelista Marcos. Ahora bien, Jesús no se opone porque sí a las leyes que entonces estaban vigentes. Para Jesús, las leyes, las normas o las reglas están al servicio de valores, y no al revés. Cuando no hay un valor detrás de una norma, hay que suprimir dicha norma. Jesús predicó una imagen nueva de Dios, y este era un nuevo valor que requería unas leyes nuevas. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre, dice hoy la carta de Santiago, es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones. Para Jesús, culto a Dios y amor a los seres humanos son inseparables. Todas las leyes que broten de este supremo valor, el amor al hombre como criterio del auténtico amor de Dios, son puras; las demás, no.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

"No añadas nada a lo que yo mando, ni quites nada". Se entiende que esto estaba dirigido a los líderes de la comunidad, que debían cuidarse de no introducir sus decretos como similares a la Ley, y debían hacer saber a la gente, en cada ocasión, si lo que enseñaban se originaba en los maestros o en el texto de la Ley (W. G. Plaut, The Torah, a modern commentary).

Lectura del libro del Deuteronomio 4, 1-2. 6-8

Moisés habló al pueblo, diciendo: Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres. No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo. Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán: "¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!" ¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 14, 2-5

R. Señor, ¿quién habitará en tu Casa?

El que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua. R.

El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los que temen al Señor. R.

El que no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado. El que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así, nunca vacilará. R.

SEGUNDA LECTURA

El mensaje de esta carta sigue claramente una enseñanza básica de Jesús. El amor al prójimo no se declama con palabras, sino que se realiza con las obras concretas. Y esas obras deben tener como destinatarios especialmente a los más necesitados.

Lectura de la carta de Santiago 1, 17-18. 21-22. 27

Queridos hermanos: Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación. Él ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación. Reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos. La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo.
Palabra de Dios.

EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY

"Las autoridades religiosas criticaban a Jesús. Decían que él era infiel a la tradición. Jesús, a su vez, a través de palabras y de gestos, mostraba que no todo lo que se enseñaba en nombre de la tradición pertenecía a la verdadera tradición. Jesús fue fiel a la tradición de su pueblo. Ayudó a su pueblo a ser más judío, más fiel a sí mismo. Quería que la tradición fuese nuevamente un camino abierto para descubrir el sentido de la vida humana" (Carlos Mesters, Con Jesús a contramano, Ed. C. Bíblico Ecuménico).

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras, de la vajilla de bronce y de las camas. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?" Él les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos". Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Según nos dice la primera lectura, Moisés dio a su pueblo leyes que hicieron de él una nación sabia e inteligente. Como aquel pueblo de Israel organizó su vida en torno a Yavé, todas las leyes civiles se vivieron como leyes religiosas. Y así, comer sin lavarse las manos no era simplemente la infracción a una norma de higiene, sino a una ley religiosa: apartaba de Dios o, lo que es lo mismo, hacía impuro a quien no la cumplía.

Las normas, las leyes y las reglas sirven para conseguir valores

¿Por qué desde el inicio de la humanidad tuvieron y tienen tanta importancia las normas, las leyes, las reglas? Porque son el camino necesario para conseguir valores de calidad. Sin ellas, sería casi imposible alcanzar para el ser humano algo valioso que mereciera la pena. La comida que nos alimenta, la ciencia que nos instruye, el arte que nos deleita, la economía que regula nuestra producción, las comunidades a las que pertenecemos, etc., –todos valores importantísimos– están llenos de normas o reglas en su origen y en su desarrollo. Y como los valores son el alimento de la vida humana, no podemos vivir sin valores y sin sus respectivas normas. Pero ha de que quedar una cosa muy clara: las normas, las leyes, las reglas reciben toda su entidad e importancia de los valores, no al revés. Las normas por sí mismas no tienen valor.

También contravalores necesitan reglas

A lo dicho anteriormente hay que poner un añadido: las normas, las reglas, las leyes también son necesarias para alcanzar contravalores: uno que roba ha de cumplir una serie de pautas para que no le pillen en la fechoría; los mafiosos necesitan de la comunidad de los mafiosos para llevar a cabo sus proyectos, y por eso todos respetan escrupulosamente las reglas establecidas. Las normas, en este caso, sirven para fortalecer la maldad de la comunidad de los mafiosos, para hacer que éstos sean cada vez peores. Así pues, las normas son ambiguas: valen tanto para conseguir valores como contravalores. Por consiguiente, es esencial determinar cuándo una norma o regla se está utilizando para alcanzar un valor y cuándo para conseguir un contravalor. La norma no es buena ni mala en sí misma; lo son el valor o el contravalor al que sirven.

El Reino de Dios es un conjunto de valores que requiere para alcanzarlo normas muy específicas de conducta

Supongamos que el punto central de la sección del evangelio que hoy nos presenta la liturgia es la auténtica veneración de Dios. ¿De qué Dios se trata? nos preguntamos. ¿Son el mismo el Dios de Moisés y el Dios que nos fue revelado por Jesús de Nazaret? Seguro que no. De ahí que las leyes para conseguir el nuevo valor –el Dios de Jesús– sean diferentes de las que sirvieron para llegar a Yavé, el Dios de Moisés. Por eso Jesús pondrá en entredicho partes de la ley veterotestamentaria, aquellas que no servían para alcanzar los valores del Reino de Dios. La pureza de lavarse las manos no es camino para llegar al Dios que por medio de Jesús convocaba en Galilea a comidas de fraternidad, a las que estaban invitados en primer lugar los considerados “impuros” en aquella sociedad profundamente clasista: pobres, enfermos, leprosos, mujeres, etc. De este Dios, dice en evangelio de hoy, lo único que nos separa –nos hace impuros– son las ofensas que brotan de nuestro corazón contra los demás. En ninguna otra parte puso Jesús en entredicho de manera tan radical la ley como en este pasaje del evangelista Marcos. Es de suponer que esta crítica que Jesús hizo de la ley de Moisés fuera el motivo que llevó a las autoridades judías a actuar contra él y a procesarlo.

El servilismo a las reglas

A veces se les da más importancia a las normas y a las leyes que a los valores que las originan. Eso es legalismo. El “legalismo” ha sido un peligro en el que los cristianos hemos sucumbido no pocas veces. Para los legalistas, las normas eclesiásticas, una vez establecidas, son respetadas con más seriedad que la mismísima Palabra de Dios. Somos hipócritas porque hemos colocado la norma en el lugar que debía ocupar el valor Dios. Jesús demostró una gran responsabilidad, una total libertad y una enorme valentía para suprimir normas que no iban encaminadas al desarrollo del Reino de Dios entre los humanos. Quizás a los cristianos nos falte coraje para hacer lo mismo que hizo el Señor, y estemos empecinados en cumplir unas normas que no llevan aparejadas más que contravalores. Por ejemplo, las leyes que rigen la participación de la mujer en la vida de la iglesia.

Las normas económicas

Las leyes o normas económicas abundan hoy y están por encima de todas las demás. No podía ser de otro modo, ya que lo económico y lo referente a nuestro organismo son los valores fundamentales de nuestra cultura. Pero vemos que esas leyes no traen vida, sino muerte a una parte importante de la humanidad. Incluso los que pertenecemos al mundo rico nos vemos amenazados por leyes que nos hacen perder los mismísimos valores económicos. Tales leyes no brotan del Reino de Dios, sino de Satanás, porque sólo sirven a los valores de la producción, al provecho de los más ricos. No están al servicio también de los valores éticos, de la justicia sobre todo, que ha sido expulsada de nuestra cultura; sino para defender intereses turbios e inconfesables de hombres sin escrúpulos.

ESTUDIO BÍBLICO


Iª Lectura: Deuteronomio (4,1-8): La grandeza de los mandamientos

I.1. El libro del Deuteronomio, que es uno de los más famosos de la Torá judía, el Pentateuco cristiano, nos ofrece una bella lectura que nos habla de la grandeza de los mandamientos de Dios. Este libro tuvo una historia muy movida, ya que parece que estuvo escondido (al menos una parte) en el Templo de Jerusalén por miedo a las actitudes antiproféticas de algún rey de Judá, hasta que Josías (s. VII a. C), un gran rey, abrió las puertas de la reforma religiosa. Entonces, los círculos proféticos volvieron sus ojos a este libro, que recogía tradiciones religiosas muy importantes.

I.2. La lectura de hoy era el comienzo del libro en aquella época y se invita al pueblo a considerar con sabiduría los mandamientos de Dios. Porque los mandamientos no deben ser considerados como prohibiciones, sino como la forma en que Dios está cerca de su pueblo y por ello éste debe escucharlo, servirlo y buscarlo. La lectura nos invita, pues, a no avergonzarnos de los mandamientos cuando en ellos se expresa su voluntad salvífica. Es verdad que los mandamientos se entienden, a veces, en sentido demasiado legalista y, entonces, a algunos, les parecen insoportables. Y será Jesús quien libere los mandamientos de Dios de ser una carga pesada, con objeto de acercar a Dios a todos nosotros.

IIª Lectura: Santiago (1,17-27): Abrirse a los dones divinos

II.1. La carta de Santiago recoge la enseñanza de los dones de Dios. Su comparación con los astros del cielo que se eclipsan en momentos determinados, no afecta al Padre de las luces. Es un texto lleno de claves sapienciales en la mejor tradición de la teología judía. Dios ha querido darnos los dones verdaderos y se revelan, para el autor de la carta, en la palabra de Dios.

II.2. Valoramos aquí una legítima teológica de la palabra, ya que en ella está la salvación. Es una palabra que opera la salvación de nuestro corazón y de nuestras mentes. Es verdad que pide, para que pueda salvarnos, ponerla en práctica. Sabemos que la carta de Santiago es de una efectividad incomparable, como sucede en su discusión sobre la fe y las obras. ¿Cómo es posible ponerla en práctica? Atendiendo a los que nos necesitan: a los huérfanos, viudas y los que no tienen nada. Y eso, por otra parte, es la verdadera religión, es decir, la verdadera adoración de Dios.

Evangelio: Marcos (7,1-23): La voluntad de Dios humaniza

III.1. El evangelio, después de cinco domingos en que hemos estado guiados por Jn 6, retoma la lectura continua del segundo evangelio. El tema es la oposición entre mandamientos de Dios y tradiciones humanas. La cuestión es muy importante para definir la verdadera religión, como se ha puesto de manifiesto en la carta de Santiago. El pasaje se refiere a la pregunta que los fariseos (cumplidores estrictos de la tradiciones de los padres) plantean a Jesús, porque algunos seguidores suyos no se lavan las manos antes de comer. La verdad es que esta es una buena tradición sanitaria, pero convertida en precepto religioso, como otras, puede llegar a ser alarmante. Es el conflicto entre lo esencial y lo que no lo es; entre lo que es voluntad de Dios y lo que es voluntad de los hombres en situaciones religiosas y sociales distintas.

III.2. Este conjunto de Mc 7,1-23 es bastante complejo y apunta claramente a una redacción y unificación de tradiciones distintas: unas del tiempo de Jesús y otras posteriores. Son dos cuestiones las que se plantean: 1) la fidelidad a las tradiciones antiguas; 2) el lavarse las manos. En realidad es lo primero más importante que lo segundo. El ejemplo que mejor viene al caso es el de Qorbán (vv.9-13): el voto que se hace a Dios de una cosa, por medio del culto, lo cual ya es sagrado e intocable, si no irreemplazable. Si esto se aplica a algo necesario a los hombres, a necesidades humanas y perentorias, parece un “contra-dios” que nadie pueda dispensar de ello. Si alguien promete algo a Dios que nos ha de ser necesario para nosotros y los nuestros en tiempos posteriores no tendría sentido que se mantenga bajo la tradición del Qorbán. Los mismos rabinos discutían a fondo esta cuestión. La respuesta de Jesús pone de manifiesto la contradicción entre el Qorbán del culto y el Decálogo (voluntad de Dios), citando textos de la Ley: Ex 20,12;21,17; Dt5,16; Lv 20,9). Dios, el Dios de Jesús, no es un ser inhumano que quiera para sí algo necesario a los hombres. Dios no necesita nada de esas cosas que se ponen bajo imperativos tradicionales. La religión puede ser una fábrica inhumana de lo que Dios no quiere, pero si lo quieren los que reemplazan la voluntad de Dios para imponer la suya.

III.3. Los mandamientos de Dios hay que amarlos, porque los verdaderos mandamientos de Dios son los que liberan nuestras conciencias oprimidas. Pero toda religión que no lleva consigo una dimensión de felicidad, liberadora, de equilibrio, no podrá prevalecer. Si la religión, de alguna manera, nos ofrece una imagen de Dios, y si en ella no aparece el Dios salvador, entonces los hombres no podrán buscar a ese Dios con todo el corazón y con toda el alma. La especulación de adjudicar cosas que se presentan como de Dios, cuando responden a intereses humanos de clases, de ghettos, es todo un reto para discernir la cuestión que se plantea en el evangelio de hoy. Esta es una constante cuando la religión no es bien comprendida. Jesús lo deja claro: lo que mancha es lo que sale de un corazón pervertido, egoísta y absurdo. La verdadera religión nace de un corazón abierto y misericordioso con todos los hermanos.

viernes, 17 de agosto de 2012

DOMINGO 20º DEL TIEMPO ORDINARIO



Yo soy el pan vivo bajado del cielo

La liturgia de este domingo permite que nos fijemos en la propuesta de Jesús, que es la preparación e invitación a compartir el banquete del cordero pascual. Este banquete sellará por completo la alianza que Dios estableció con su pueblo. Ahora ese pacto queda cumplido en Jesucristo y está abierto a toda la humanidad, sin ninguna excepción.

Compartir el cuerpo y sangre de Cristo es la verdadera Eucaristía y es el compendio de su entrega al plan de Dios, que conocemos como Reino de Dios. Este dato puede abrirnos a una dinámica nueva de vida, basada en la alegría de compartir junto a Cristo y los hermanos, nuestra condición de ser hijos de Dios.

La mesa de la Palabra y de la Comida, como signos específicos cristianos, y fuente de la fe que profesamos. La Palabra es fuente de revelación, es donde Dios se comunica con el hombre y es el inicio de una relación y una alianza. El pan y el vino son alimentos sencillos, imprescindibles, que van a tomar un significado más profundo en Jesús a través de su entrega para dar la vida al mundo, es un mensaje que está abierto a la humanidad.

Saber reconocer al Señor como fuente de vida y de alegría es identificar a un Dios que apuesta por la vida, por la alegría de vivir el encuentro con Jesucristo que es nuestro fundamento. Así nuestra fe hay que vivirla en clave celebrativa, con entusiasmo e ilusión. Pero no de forma ilusoria, pues en el caminar humano existen momentos alegres y otros que más bien son tristes, pero integrando todo tipo de vivencias en Dios, como garantía de cercanía y de entrega total.

Demos Gracias al Señor por la Eucaristía

¡Qué afortunados somos, teniendo la eucaristía! Aquí está Jesús asegurándonos: “Yo estoy con ustedes y vivo en medio de ustedes, y les doy no un regalo cualquiera, sino me doy a mismo como alimento para el viaje de la vida. Coman mi pan de vida y beban mi vino de alegría y de redención. Esto es yo mismo que me doy por ustedes.” De esta manera Jesús nos hace también a nosotros capaces de entregarnos a Dios y a los hermanos.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

El texto nos invita a "saber vivir", a ser sabios, a beber de la experiencia y a enfrentar lo que tenemos que vivir cada día. Y esa invitación exige que nos movamos, que busquemos aprender a vivir, que decidamos acercarnos a una vida seria y sana. En definitiva, la vida será siempre un aprendizaje si nos atrevemos a vivirla en serio.

Lectura del libro de los Proverbios 9, 1-6

La Sabiduría edificó su casa, talló sus siete columnas, inmoló sus víctimas, mezcló su vino, y también preparó su mesa. Ella envió a sus servidoras a proclamar sobre los sitios más altos de la ciudad: "El que sea incauto, que venga aquí". Y al falto de entendimiento, le dice: "Vengan, coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé. Abandonen la ingenuidad, y vivirán, y sigan derecho por el camino de la inteligencia".
Palabra de Dios.
SALMO

Sal 33, 2-3. 10-15

R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor; que lo oigan los humildes y se alegren. R.

Teman al Señor, todos sus santos, porque nada faltará a los que lo temen. Los ricos se empobrecen y sufren hambre, pero los que buscan al Señor no carecen de nada. R.

Vengan, hijos, escuchen: voy a enseñarles el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que ama la vida y desea gozar de días felices? R.

Guarda tu lengua del mal, y tus labios de palabras mentirosas. Apártate del mal y practica el bien, busca la paz y sigue tras ella. R.

II LECTURA

San Pablo nos aconseja que ante las tormentas y oscuridades de esta vida, el camino inicial es la oración. Ella nos sostiene en la voluntad de Dios, cuando seguimos sus caminos. De otra manera, caminaremos errantes, perdidos y sin rumbo.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 5, 15-20

Hermanos: Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos. No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor. No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del Espíritu Santo. Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo corazón. Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.

Aleluya. "El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él", dice el Señor. Aleluya.

EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY

¿Sentimos que, al participar de la eucaristía, Jesús mismo quiere darnos una nueva vida? ¿O es una rutina semanal el acercarnos a recibir al Señor? Dejemos que el Señor nos transforme y nos haga siempre nuevos.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 51-59

Jesús dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente". Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

El pan y el cuerpo

La Palabra de Dios viene enmarcada este domingo por el tema de la sabiduría. A primera vista no parece tener una relación directa con el evangelio, en el que seguimos leyendo el discurso del pan de vida. El único vínculo visible es que la sabiduría divina se propone a sí misma por medio de un banquete. Para adquirir sabiduría hay que aceptar la invitación que ella misma cursa a todos los que la desean a participar de la mesa que ha preparado, a comer de su pan y beber de su vino. Una buena aclaración del sentido cristiano de esta sabiduría nos la ofrece Pablo en el texto de la carta a los Efesios. La sabiduría cristiana consiste en la sensatez y la sobriedad de vida, especialmente ante situaciones negativas. Ante los “malos tiempos”, como los que vivimos ahora, existe siempre la tentación no sólo de maldecir y poner mala cara, sino también de huir embotando nuestra conciencia, alienándonos del dolor que esa situación nos produce (y que puede ser global, social o estrictamente personal), por medio de la borrachera de vino, o de otras cosas: las drogas, los programas de televisión o el internet…

Pablo nos propone otra forma de embriaguez: no la de las bebidas espiritosas (y sus otros sucedáneos), sino la del Espíritu Santo, que, en vez de aturdir nuestra conciencia, la despierta y nos abre los ojos y el corazón para ver los bienes que, pese a todo, recibimos continuamente de Dios; así aprendemos a usarlos adecuadamente, de manera que no vivimos compulsivamente para ellos, sino que, sirviéndonos de ellos con sensatez y sobriedad, los convertimos en ocasión para alabar y dar gracias a Dios. Pablo nos exhorta a dar gracias “por todo”, luego también por esos bienes necesarios para vivir, en los que la sabiduría nos descubre los signos y la prenda de otros bienes más elevados y definitivos, a los que aspiramos mientras usamos con libertad y generosidad los de este mundo. Como vemos, y contra lo que con frecuencia se afirma, la experiencia religiosa guiada por el Espíritu de Jesús, no sólo no nos aliena de este mundo, sino que nos da la sabiduría para valorar y usar sus bienes con justicia. 

La síntesis y la vinculación armónica de estos dos tipos de bienes la vemos realizada precisamente en el discurso del pan de vida de Jesús: el pan que alimenta nuestro cuerpo y el vino que alegra nuestro espíritu se hacen en Cristo sacramentos de su cuerpo y de su sangre, prenda de salvación, alimento de vida eterna. Ya decíamos hace dos semanas que no hay contradicción entre el pan material y el pan que da la vida eterna.

En el diálogo sobre el pan de vida, Jesús hace una equiparación que no puede no causar extrañeza y escándalo. No sólo habla provocadoramente de sí mismo como el pan bajado del cielo, como el verdadero maná, sino que afirma con toda crudeza que ese pan es su carne, y que para alcanzar la vida eterna tenemos que comer su carne y beber su sangre. No debemos pensar que el escándalo se produce por una pretendida antropofagia. Se trata en realidad del escándalo de la cruz. La carne de los animales ofrecidos en sacrificio era destruida y, en parte, también era comida en un banquete ritual. Si Jesús habla de que su carne y su sangre han de ser comida y bebida, es porque está hablando de que su propio cuerpo tiene que ser ofrecido en sacrificio; y si él es el verdadero maná, quiere decir que su cuerpo es el objeto del verdadero y definitivo sacrificio agradable a Dios.

En el episodio de las tentaciones en el desierto, Jesús responde al diablo citando un texto del Deuteronomio (cf. Dt 8, 3) que habla precisamente del maná: “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4; Lc 4, 4). Pues bien, esa Palabra hecha carne (cf. Jn 1, 14), se ha entregado en sacrificio hasta la muerte. Y el pan y el vino de la Eucaristía son el memorial de esa pasión; no un mero recuerdo, sino actualización y presencia real de la muerte de Cristo en la cruz. El que come ese pan y bebe ese vino entra en comunión profunda con el Cristo que ha ofrecido su cuerpo y derramado su sangre en el altar de la cruz, de modo que Cristo habita en él y él en Cristo, y así como participa de su muerte, participa también de su resurrección.

Pero igual que en los discípulos de aquel tiempo, la perspectiva de la cruz suscita en nosotros rechazo y escándalo. Nos echamos atrás ante una carne comida, es decir, destrozada, destruida. No debemos olvidar que en la antropología unitaria de la Biblia la carne expresa no “una parte”, sino el ser entero del hombre desde el lado de su corporalidad, esto es de su presencia física, que en él es una presencia ofrecida y entregada; no sólo un ser-ahí (sum), sino un ser-para (adsum).

Jesús, llegados a este punto del discurso del pan de vida, nos está introduciendo en la sabiduría de la cruz. Entendemos ahora el marco ofrecido por la primera lectura y también por la segunda. Se trata de una sabiduría superior, que no es de este mundo (cf. 1 Cor 2, 6-8), que a los ojos de este mundo, tanto de las mentes piadosas, como la de judíos, como de los espíritus críticos, el de los griegos, es locura y necedad (cf. 1 Cor 1, 23).

Pero es precisamente esta sabiduría la que nos instruye en el uso armónico de los bienes de la tierra como prenda de los bienes futuros y nos enseña que, en caso de que surja entre ellos oposición o conflicto (lo que no está excluido), hay que saber renunciar con libertad de espíritu a los primeros, para poder adquirir los segundos. Una renuncia que puede llevar, como en el caso de Cristo, incluso a la de la propia vida. Esta es la esencia de la sabiduría cristiana: vivir con sensatez en este mundo, disfrutando con gratitud de los bienes que Dios nos ha concedido, pero aspirando a los bienes de arriba (cf. Col 3, 1-4), y siendo libres, capaces de renunciar como Cristo a aquellos cuando lo exigen la fe y el amor, la coherencia de vida y el bien de los hermanos.

ORAMOS CON LA PALABRA

Demos Gracias al Señor por la Eucaristía
Demos gracias al Padre por darnos a Jesús en la eucaristía.

Oh Padre, lleno de amor,
¿cómo podríamos conocer la profundidad de tu amor
si tu Hijo no se hubiera hecho carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre?
¿Cómo podríamos tener nunca el valor de vivir los unos para los otros
y, si fuere necesario, morir por ellos
si Jesús no hubiera entregado su cuerpo
y derramado su sangre por nosotros?

Gracias, Padre, por hacer posible
que Jesús permanezca con nosotros en la eucaristía
y que se convierta aquí para nosotros
en nuestro “pan de cada día”.
En nuestro viaje a través de la vida
haz que este pan vivo sea el alimento que nos dé fuerza
para, como él, vivir y morir por nuestro prójimo
y por ti, nuestro Dios de vida, por los siglos de los siglos.

ESTUDIO BÍBLICO

Tema general: el banquete de la Sabiduría y el banquete eucarístico que ofrece Jesús.

Primera lectura: Proverbios 9,1-6.

Marco: El c. 9 pertenece a una amplia colección de proverbios que constituyen el prólogo. El fragmento que proclamamos hoy podría titularse o la Sabiduría prepara su banquete que ofrece a los hombres o la Sabiduría se presenta como hospitalaria para los hombres.

Reflexiones:

1ª: ¡La Sabiduría se presenta como una anfitriona que prepara un banquete!

La Sabiduría ha preparado el banquete... mezclado el vino y puesto la mesa. Es frecuente en la Escritura presentar literariamente a la Sabiduría en términos domésticos y familiares. Preparar el vino es la prima preocupación y tarea de un buen anfitrión. Si ahora ocurre algo parecido, en el medio ambiente hebreo el vino es un elemento fundamental para celebrar cualquier acontecimiento familiar o nacional. De ahí que se entienda por qué en la cena pascual judía sea obligatorio beber, aunque sólo fuera un poco, de cuatro diferentes copas rituales que expresan la solemnidad de la celebración. La Sabiduría prepara el vino quiere decir que invita a los hombres a acercarse a ella como a una fiesta para ser felices, para conseguir el bienestar y la comunión entre los comensales. En la misma línea habría que entender la frase “prepara la mesa”. Anteriormente nos ha dicho el autor que la Sabiduría “se ha construido una casa”. Todo respira ambiente de comunión, de intimidad, de bienestar. Sería conveniente insistir en toda esta simbología que rodea la presentación y actividad de la Sabiduría.

Segunda lectura: Efesios 5,15-20.

Marco: Seguimos la proclamación del capítulo 5, como en el domingo anterior, de tal manera que el fragmento que proclamamos hoy pertenece también a la exhortación con el tema de la vida nueva en Cristo. El autor de esta carta desciende a la vida concreta del creyente en medio del mundo.

Reflexiones:

1ª: ¡Observar e interpretar los signos de los tiempos!

Fijaos bien cómo andáis... Sabed comprar la ocasión, porque vienen días malos. En todos los momentos de la historia ha sido necesario estar capacitados para la comprensión y la interpretación de lo que acontece alrededor. Pero el autor de esta carta piensa en la situación de la comunidad y de los creyentes en general. La situación es preocupante tanto mirando a la comunidad en sí misma como mirándola frente al exterior. En sí misma porque se han infiltrado maestros que discuten la primacía de Cristo. Y la consecuencia inmediata es el riesgo de la unidad y de la comunión entre los hermanos, de la que ha hablado en el capítulo anterior. La unidad es un valor imprescindible para vivir el evangelio y para anunciarlo con unas garantías mínimas de que va a ser aceptado. Desde el exterior, la comunidad cristiana es, sociológicamente hablando, todavía una realidad minúscula en medio de la gran ciudad. Es necesario todo tacto y toda prudencia en el comportamiento. La Iglesia de hoy debe estar atenta también a los signos de los tiempos para realizar su misión en medio de este mundo en el que está inmersa y para el que es sacramento de salvación. Es necesario que el Evangelio sea presentado de una manera inteligible para los hombres de nuestro tiempo. Los creyentes poseen la clave interpretativa de los acontecimientos que suceden en la historia recurriendo a la Escritura meditada y saboreada constantemente. Y pueden ofrecer a sus hermanos los hombres otras perspectivas que sólo aparecen implícitamente en los hechos. Y estos hechos con frecuencia abruman a nuestros hermanos los hombres y a nosotros mismos. Ofrecer la clave en que nos apoyamos para entenderlos es una obligación y una excelente prueba de solidaridad verdadera y genuina. Y también hoy la comunión y la unidad son imprescindibles para una adecuada evangelización.

Evangelio: Juan 6,51-59.

Marco: seguimos en el capítulo 6 del evangelio según san Juan. El fragmento que proclamamos hoy está centrado plenamente en Jesús ofrecido al mundo como Pan-Eucaristía.

Reflexiones:

1ª: ¿Pide Jesús lo irracional?

Disputaban entonces los judíos entre sí: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Hemos recordado repetidamente que en la presentación del evangelio de Jesús Juan utiliza dos elementos fundamentales, pero el uno supeditado al otro, como son los signos realizados por Jesús y los discursos que tienen lugar a continuación del signo. Pues bien, el lector no puede perder de vista que en el capítulo 6 de Juan se narran dos signos: la multiplicación de los panes y Jesús caminando sobre las aguas venciendo las leyes de la gravedad. Este signo está presentado por Juan para que se pueda comprender lo que aparentemente es irracional. Esa es su dinámica y solo teniéndola en cuenta en su globalidad podemos entender su mensaje. Si Jesús puede caminar sobre las aguas sin hundirse (signo) prepara para la afirmación de que es necesario comer su carne y beber su sangre. De nuevo aparece el malentendido entre sus oyentes. Bien es cierto que nosotros leemos un texto redactado a finales del s. I de nuestra era. ¿Cómo se planteó este asunto directamente con sus primeros oyentes? Es un asunto difícil de determinar. En todo caso, lo que nos interesa es que Jesús tiene previsto un modo de que ello sea posible. Todo menos que Jesús invite a la antropofagia. El es la Sabiduría que prepara la mesa, que ofrece un espléndido banquete. Él hace realidad lo que la primera lectura ofrecía como anuncio preparatorio. Sabemos que ha querido ocultarse en el pan y el vino que son alimentos básicos para la humanidad y que expresan fuertemente la comunión y solidaridad entre los hebreos.

2ª: ¡La participación en la carne y en la sangre necesaria para disfrutar de la presencia de Jesús en el hombre y entre los hombres!

El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. Estas afirmaciones de Jesús se entenderán un poco mejor si recordamos lo que significa para los hebreos comer del mismo pan o beber de la misma copa. Entre ellos, más que entre nosotros, el comer un bocado del mismo pan establece una corriente vital muy intensamente experimentada. El proceso es relativamente sencillo: el pan se convierte en el cuerpo del que lo come en sangre; han comido del mismo pan, por tanto esa sangre es idéntica entre los dos que comieron el mismo pan. Y como la sangre es la expresión de la vida, comparten profunda y realmente la misma vida. Entendidas así las expresiones de Jesús tienen otro sentido más comprensible. La solidaridad entre los hebreos es muy fuerte por el sentido familiar y tribal que tienen. Las palabras de Jesús son, de este modo, elocuentes. Me atrevo a recordar una anécdota entre los árabes. Ellos significan, en cierto modo, también la continuidad de esta mentalidad. Y tienen muy fuerte el sentido de clan y tribu y la venganza ante algún agravio a un miembro de la propia tribu. Pues bien, si alguien comete un agravio grave contra algún miembro de un determinado clan o familia que merece la muerte como reivindicación pero logra entrar en una tienda perteneciente al mismo clan y probar bocado o sólo un poco de sal con ellos, ya no lo ejecutarán la reivindicación sometiéndolo a la muerte reparadora. Ese bocado les ha hermanado a todos y a un hermano no se le mata como reivindicación del agravio cometido. Sólo es posible la comunión con los demás si se realiza esta comunión interpersonal con Jesús a través del Sacramento. Es necesario recuperar entre nosotros algunos aspectos de este modo de ver las cosas para revitalizar, en nuestra Iglesia, el sentido profundo de auténtica comunión y sincera y comprometida solidaridad.


miércoles, 15 de agosto de 2012

ASUNCIÓN DE LA SSMA. VIRGEN MARÍA



Los que creemos en la Asunción de María afirmamos el destino final al que todos estamos llamados. Nuestro cuerpo no constituye un obstáculo para la plena unión y relación con Dios, con los seres humanos, con la creación; por el contrario, lejos de ser un alma prisionera del cuerpo, éste es vehículo de comunicación, de amor, y expresión de nuestra identidad personal. En la resurrección, nuestra corporeidad es rescatada y transfigurada en lo absoluto de Dios. Aquello que creemos y esperamos es ya realidad en María.

«Dichosa tú, porque has creído»

Esta fiesta celebra que «la Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste» (Constitución apostólica Munificentissimus Deus de Pío XII del 1/11/1950). En muchos pueblos se celebraba desde antiguo este misterio, pero durante muchos siglos esta creencia no tuvo la oficialidad que hoy tiene. Se tenía la convicción de que el sepulcro servía como crisol para dejar ese cuerpo limpio para la resurrección. Si embargo, desde antiguo ya se veía la muerte de María como una «dormición», el descanso de la vida. Así expresaban que la muerte de María no tenía la condición trágica que nosotros experimentamos, sino que había sido un paso imperceptible: se había dormido, pero estaba viva. María, la Madre de Dios, fue objeto de glorificación corporal después de su muerte y en ella se manifiesta el fin y la plenitud de toda la creación. Con esta sanción oficial del dogma de la Asunción se proclama el misterio de fe sobre el destino de María y de todos nosotros.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

Como en la primera lectura de ayer, también en este texto se asocian simbólicamente el Arca y la Mujer. Pero aquí aparece otra figura: el Dragón, el que se opone a Dios y a su plan. Esta lucha tiene un fin, y la victoria final es para Dios. La Mujer, radiante, vestida de sol, participa de esta victoria y es María.

Lectura del libro del Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab

Se abrió el Templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el Arca de la Alianza. Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz. Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema. Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera. La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio. Y escuché una voz potente que resonó en el cielo: "Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías".
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 44, 10b-12. 15b-16

R. ¡De pie a tu derecha está la Reina, Señor!

Una hija de reyes está de pie a tu derecha: es la reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir. R.

¡Escucha, hija mía, mira y presta atención! Olvida tu pueblo y tu casa paterna, y el rey se prendará de tu hermosura. Él es tu señor: inclínate ante él. R.

Las vírgenes van detrás, sus compañeras la guían, con gozo y alegría entran al palacio real. R.

SEGUNDA LECTURA

"Sabemos bien que todo lo que Jesucristo llevó a cabo y sufrió no se circunscribe a su vida personal, sino que es parte de un designio divino en el que nosotros también estamos incluidos. El es el Redentor, lo que quiere decir que toda su obra redentora nos concierne. Jesucristo no vino a la tierra solamente para morir; vino para unirnos a él y asociarnos a su triunfo". (Pablo VI, audiencia general del 13/4/1966).

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 20-27a

Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos; luego, aquellos que estén unidos a él en el momento de su Venida. En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte, ya que Dios "todo lo sometió bajo sus pies".
Palabra de Dios.
  
EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY

María fue una mujer alegre. A pesar de las dificultades e imprevistos que tuvo en su vida, ella sabía en quién confiaba. Por eso tenía ese gozo certero y esa serenidad interior que la llevaron a descubrir la obra de Dios en este mundo y a cantar, por eso, su alabanza.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 39-56

Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquéllos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

La Asunción de María, fiesta de la devoción popular

La glorificación corporal de María después de su muerte la atestigua la devoción espontánea de los fieles. En realidad estas tradiciones encontraron su lugar más apropiado en la inspiración poética de los himnos de la fiesta de la Dormición. Era para los fieles la enseña y el estandarte del destino de toda la humanidad como consecuencia de la resurrección de Cristo. Los textos hablan de la muerte natural de la Virgen. En realidad muchas expresiones de devoción mariana de los antiguos cristianos no son más que ilustraciones de la fe en la unión hipostática de la divinidad y la humanidad en Cristo, por la que se comunican sus propiedades.

Pero con la figura de María nos sucede, a veces, que nos encantamos tanto con su figura que terminamos por elevarla a una criatura tan nimbada de gloria que no nos dice nada sobre nuestras tristezas y angustias. Todas las gracias que podamos atribuir a María, no deben ocultar que continúa siendo una mujer de nuestra raza. El camino no es atribuirle lo que ni es ni tiene. Pero también sucede, otras veces, que la reducimos a nuestras limitadas perspectivas de la vida sin reconocer la singular dignidad de la Madre de Dios. Así ocultamos lo que es y tiene. Sin duda que el reconocimiento de su excelencia es el mejor camino para conducirnos a su Hijo, nuestro Salvador. En su obediencia a Dios reconocemos al modelo acabado de humanidad.

La Asunción en cuerpo y alma a los cielos es el término normal de su vida. La Asunción manifiesta la fe de la Iglesia en el triunfo de María, realidad que todos esperamos alcanzar. Es expresión de la resurrección y de la plenitud de ser, consecuencia de toda una vida entregada enteramente a Dios. La última palabra sobre nuestro destino no la tiene la muerte.

La dureza de la realidad, sobre todo la muerte, contradice el mensaje de la Asunción

El problema de la muerte no deriva de que algunos ambientes la consideren como una herencia maldita y fatal, sino en que su poder devastador fácilmente nos induce a renegar de Dios. No se trata, pues, de negar la muerte biológica, sino de asumir la muerte como finitud de las tareas presentes. El problema aparece cuando tenemos que enfrentarnos a la realidad última de nuestra existencia como experiencia tenebrosa, que produce alejamiento y huida de Dios. Ante esta realidad de toda vida humana no vale cualquier actitud. Cercana o lejana, prevista o imprevista, esperada o imprevisible la muerte es siempre un aguijón para nuestras vidas. Es preciso buscar una respuesta a este corte definitivo de la vida humana. Cerrar los ojos ante esta realidad para vivir en la ilusión de liberarse de su condición de «aguijón» y de sus interrogantes, sería una solución demasiado artificial y fácil de la vida. Por eso, la manera de morir de María es una necesaria lección para todos.
Nosotros vivimos preocupados por la vida física o biológica, pero a Jesús le preocupa todavía más la angustia y la desesperación ante la ausencia de sentido de la vida, como si todo fuera absurdo. La Biblia no trata de la muerte biológica, la que los médicos certifican, sino de la experiencia personal y concreta que el hombre tiene de la muerte como corte y ruptura desoladora y absurda, la muerte dolorosa y terrible, de la que todos nos defendemos. La voluntad de vivir, que alienta en el hombre, lo induce a rebelarse contra esa devastación irreparable. Por eso algunos han querido calmar esta rebeldía definiendo al hombre como «ser para la muerte». Así pretenden apagar todos los anhelos de transcendencia que anidan en el corazón de los hombres. La dormición de María enciende esa luz en los corazones de los fieles.

El canto de María proclama que la muerte no tiene la última palabra

Necesitamos una figura que nos ayude a asociarnos a la grandeza de la salvación otorgada en Cristo. Por suerte está María para llevarnos a lo esencial, para conducirnos a la sabiduría. En el umbral de la casa de Zacarías, nace el himno mariano del Magníficat. La visitación da paso a un desahogo espiritual de María por lo que ha vivido en Nazaret. La Iglesia lo repite en la liturgia. En el saludo Isabel llama a María, primero, «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre» y, luego, expresa elocuentemente la actitud de María: «Dichosa tú, porque has creído». Estas dos bendiciones «bendita y dichosa», no son una cortesía, sino que se refieren directamente a la fe de María en el momento de la anunciación.

La alegría de la fe parece una paradoja. Para algunos aparece como un obstáculo para la felicidad, porque nos coarta la libertad. Dios no alegra nuestro rostro, sino que más bien parece ensombrecerlo. Así desaparece del horizonte de nuestras vidas la fe que hizo feliz a María. La fe es la mejor gracia que podemos pedir a Dios para ir hasta el fondo del misterio de las cosas: la realidad es siempre mucho más grande y sorprendente que lo que vemos. La fe no es el límite que vemos desde el valle, sino el horizonte que se vislumbra desde la montaña.

Así María puede cantar a pleno pulmón que «todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí». La madre de Dios es la realización más plena de cuantas posibilidades están inscritas en la naturaleza humana, capaz de recibir la plenitud del Ser divino. Toda su vida es expresión del uso correcto del don de la libertad. Es la llena de gracia por antonomasia. El canto que María dirige en el evangelio a Dios ensalza a la humanidad redimida por la divina misericordia frente a cuantos quieren erigirse en dueños de nuestro destino en esta historia. Por eso puede cantar que la muerte no es la última respuesta a las aspiraciones humanas. La gracia de Dios la cubrió desde el principio con su sombra. Su fidelidad hizo que se uniera más y más a Dios, de modo que toda su persona estaba preparada para entrar en el cielo. Esta es la verdad que hoy celebramos.

Es necesario promover imágenes de esperanza

Hay que confesar que las imágenes usadas para representar el misterio de la esperanza eterna (supervivencia postmortal, visión beatífica, los novísimos...) serán siempre muy débiles. Conviene advertir que este género literario religioso, muy presente en la Biblia, sobre las últimas cosas de la vida y de la historia es una literatura para tiempos de crisis. Tiene la ventaja de defender la identidad religiosa frente a los que pretenden arrasar con todo, incluido Dios, pero tienen el inconveniente de ser refugio de los que sólo pronostican amenazas terroríficas en nombre de Dios. De esto sabemos demasiado los predicadores. Pero más allá de esas imágenes está la fe en Dios. El problema es que las imágenes con las que hemos traducido las últimas realidades de la historia son más espectáculo impresionante que serena esperanza.

Pero no podemos dejar de advertir que al desaparecer esas imágenes podemos quedarnos sin el contenido religioso de las mismas. Es alarmante que se abandone la escatología cristiana por falta de fe, pero es todavía más alarmante que se rechace, porque ofende a la razón. Hemos perdido las representaciones escatológicas y nos perdemos también su mensaje. Seguramente que nuestra vida religiosa estuvo sobrecargada de imágenes celestiales o infernales, pero lo cierto es que la ausencia de unas y otras puede obscurecer el acceso a las profundas y esperanzadoras realidades que anunciaban.

La Iglesia inmersa en la historia es consciente de que el triunfo final no ha llegado todavía, pero puede dirigir la mirada a aquélla que es para nosotros «señal de esperanza cierta y de consuelo». La Asunción de María quiere decir que, por la resurrección de Cristo, su cuerpo y alma, su plenitud de ser, viven para siempre. El resto de los mortales debemos esperar al momento final del tiempo para se produzca esa reconstrucción de la naturaleza humana que la muerte rompió. María ya lo consiguió. Y esto es una viva imagen de esperanza para los fieles.

ESTUDIO BÍBLICO


La Asunción

1ª Lectura: Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6.10: ¡El cielo siempre nos espera!

I.1. Se ha querido comenzar esta lectura poniendo la manifestación celestial del Arca de la Alianza, que ya había desaparecido del Santuario de Jerusalén, probablemente con la conquista de los babilonios. ¡Es imposible encontrarla en alguna parte, a pesar de que se alimente la leyenda de mil maneras! Y ni siquiera será necesaria en un cielo nuevo, porque entonces habrá perdido su sentido. En nuestro texto es todo un símbolo de una nueva época escatológica que revela las nuevas relaciones entre Dios y la humanidad.

I.2. Y si de signos se trata, el de la mujer encinta ha sido identificado en María durante mucho tiempo. Esta lectura ya no tiene sentido, aunque se haya escogido este texto para la fiesta de la Asunción. No es posible que el niño que ha de nacer se identifique con Jesús que sería arrebatado al cielo para evitar que sea destrozado por el dragón. Si fuera así, toda la historia de Jesús de Nazaret, el Señor encarnado que vivió como nosotros y fue crucificado, perdería todo su sentido. La transposición no sería muy acertada.

I.3. El símbolo del cielo, apocalíptico desde luego, es el de la nueva comunidad, la Iglesia liberada y redimida por Dios que engendra hijos a los que les espera una vida nueva más allá de la historia. También María es “hija” de esa Iglesia liberada y salvada que vive como nosotros, siente con nosotros y es resucitada como nosotros, aunque sea madre de nuestro Salvador. Y por eso es también “madre” nuestra.

2ª Lectura: Primera a los Corintios 15, 20-26: En Cristo, todos tendremos una vida nueva

II.1. Cuando Pablo se enfrenta a los que niegan la resurrección de entre los muertos, se apoya en la resurrección de Cristo que ha proclamado como kerygma en los primeros versos de esta carta (1Cor 15,1-5). En el v. 20 el apóstol da un grito de victoria, con una afirmación desafiante frente a los que afirman que tras la muerte no hay nada. Si Cristo ha resucitado, hay una vida nueva. De lo contrario, Cristo que es hombre como nosotros, tampoco habría resucitado.

II.2. Podríamos decir muchas más cosas que Pablo sugiere en este momento. Él le llama “primicia” (aparchê), no en el sentido temporal, sino de plenitud. En Cristo es en quien Dios ha manifestado de verdad lo que nos espera a sus hijos. Él es el nuevo Adán, en él se resuelve el drama de la humanidad; por eso es desde aquí desde donde debe arrancar la verdadera teología de la Asunción, es decir, de la resurrección de María. Porque la Asunción no es otra cosa que la resurrección, que tiene en la de Cristo su eficiencia y su modelo; lo mismo que sucederá con nosotros.

Evangelio según san Lucas 1, 39-56: Un canto de “enamorada” de Dios

III.1. La visitación da paso a un desahogo espiritual de María por lo que ha vivido en Nazaret ¡había sido demasiado!. El Magnificat es un canto sobre Dios y a Dios. No sería adecuado ahora desentrañar la originalidad literaria del mismo, ni lo que pudiera ser un “problema” de copistas que ha llevado a algunos intérpretes a opinar que, en realidad, es un canto de Isabel, tomado del de Ana, la madre de Samuel (1Sam2,1-10) casi por los mismos beneficios de un hijo que llena la esterilidad materna. En realidad existen indicios de que podía ser así, pero la mayoría piensa que Lucas se lo atribuye a María a causa de la bendición como respuesta a las palabras de Isabel. Así quedará para siempre, sin que ello signifique que es un canto propio de María en aquel momento y para esa ocasión que hoy se nos relata.

III.2. Se dice que el canto puede leerse en cuatro estrofas con unos temas muy ideales, tanto desde el punto de vista teológico como espiritual; con gran sabor bíblico, que se actualiza en la nueva intervención de Dios en la historia de la humanidad, por medio de María, quien acepta, con fe, el proyecto salvífico de Dios. Ella le presta a Dios su seno, su maternidad, su amor, su persona. No se trata de una madre de “alquilér”, sino plenamente entregada a la causa de Dios. Deberíamos tener muy presente, se mire desde donde se mire, que Lucas ha querido mostrarnos con este canto (no sabemos si antes lo copistas lo habían transmitido de otra forma o de otra manera) a una joven que, después de lo que “ha pasado” en la Anunciación, es una joven “enamorada de Dios”. Esa es su fuerza.

III.3. Los temas, pues, podrían exponerse así: (1) la gozosa exaltación, gratitud y alabanza de María por su bendición personal; (2) el carácter y la misericordiosa disposición de Dios hacia todos los que le aceptan; (3) su soberanía y su amor especial por los humildes en el mundo de los hombres y mujeres; y (4) su especial misericordia para con Israel, que no ha de entenderse de un Israel nacionalista. La causa del canto de María es que Dios se ha dignado elegirla, doncella campesina, de condición social humilde, para cumplir la esperanza de toda doncella judía, pero representando a todas las madres del mundo de cualquier raza y religión. Y si en el judaísmo la maternidad gozosa y esperanzada era expectativa del Mesías, en María su maternidad es en expectativa de un Liberador.

III.4. Este canto liberador (no precisamente libertario) es para mostrar que, si se cuenta con Dios en la vida, todo es posible. Dios es la fuerza de los que no son nada, de los que no tienen nada, de los que no pertenecen a los poderosos. Es un canto de “mujer” y como tal, fuerte, penetrante, acertado, espiritual y teológico. Es un canto para saber que la muerte no tiene las últimas cartas en la mano. Es un canto a Dios, y eso se nota. No se trata de una plegaria egocéntrica de María, sino una expansión feminista y de maternidad de la que pueden aprender hombres y mujeres. Es, desde luego, un canto de libertad e incluso un programa para el mismo Jesús. De alguna manera, también así lo ha concebido Lucas, fuera o no su autor último.