domingo, 27 de enero de 2013

DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO



“El Espíritu del Señor me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres”

La liturgia de hoy está centrada en lo que podíamos llamar la presentación del proyecto o programa de Jesús al iniciar su vida pública.

El evangelio (Lc.4,14-21), es la presentación del propio Jesús ante sus paisanos. Lucas nos presenta a Jesús, el hijo de José el carpintero de Nazaret, como el Mesías, el ungido del Señor anunciado por los antiguos profetas. Trae un mensaje nuevo, viene a restaurar a la humanidad caída, ofreciéndola un horizonte de felicidad, de liberación de todas sus angustias, es la sanación integral que empieza aquí en esta vida, en nuestro entorno y culmina en la casa del Padre. Este, va a ser el núcleo del mensaje de Jesús que se inicia en Galilea y se desplegará a lo largo de su vida pública hasta subir a Jerusalén, invitando a todos los hombres y mujeres que quieran seguir sus pasos.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

El texto nos muestra una gran celebración popular, presidida por la autoridad civil (Nehemías) y la autoridad religiosa (Esdras). Esto ocurrió cuando el pueblo, que estaba cautivo en Babilonia, regresó a su tierra luego de casi cincuenta años de exilio. Bien merecida es la fiesta de reencuentro con su tierra y con su identidad.

Lectura del libro de Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10

El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la Asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que podían entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes. Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera que habían hecho para esa ocasión. Abrió el libro a la vista de todo el pueblo -porque estaba más alto que todos- y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: "¡Amén! ¡Amén!". Luego se inclinaron y se postraron delante del Señor con el rostro en tierra. Los levitas leían el libro de la Ley de Dios, con claridad, e interpretando el sentido, de manera que se comprendió la lectura. Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: "Éste es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren". Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Después añadió: "Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene nada preparado, porque éste es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes".
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 18, 8-10. 15

R. Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida.

La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. R.

Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. R.

La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. R.

¡Ojalá sean de tu agrado las palabras de mi boca, y lleguen hasta ti mis pensamientos, Señor, mi Roca y mi redentor! R.


II LECTURA

Hermanos: Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 12-30

Hermanos: Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Si el pie dijera: "Como no soy mano, no formo parte del cuerpo", ¿acaso por eso no seguiría siendo parte de él? Y si el oído dijera: "Ya que no soy ojo, no formo parte del cuerpo", ¿acaso dejaría de ser parte de él? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato? Pero Dios ha dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo, según un plan establecido. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? De hecho, hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: "No te necesito", ni la cabeza, a los pies: "No tengo necesidad de ustedes". Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles también son necesarios, y los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera. Pero Dios dispuso el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios. ¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría. Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo. En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de sanar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de sanar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas?
Palabra de Dios.
EVANGELIO

"Esta es la misión de Cristo, llevar la buena noticia a los pobres, a los que solo reciben malas noticias, a los que no sienten más que el atropello de los poderosos, a los que ven pasar por encima de ellos, las riquezas que hacen felices a otros. Para estos viene el Señor, para hacerlos felices y decirles: no ambicionen, siéntanse dichosos y ricos con el gran don que les trae el que siendo rico se hizo pobre para estar con ustedes y saber que la mejor felicidad es compartir la alegría que Dios siente, con sus pobres".

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquéllos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas de ellos y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor". Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

El pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley

En la primera lectura de hoy encontramos un episodio del libro de Nehemías que nos ayuda a entender la Novedad del mensaje de Jesús. Es un episodio lejano de la historia de Israel, en el que el sacerdote Esdras, después del cautiverio de Babilonia, se reúne con todo el pueblo y de una forma solemne lee el libro de la ley (Torah) que para los judíos era el símbolo de la alianza de Yhave con su pueblo. Todos, hombres y mujeres, están atentos y lloran sobrecogidos al escucharle y sentir la responsabilidad de ser el pueblo escogido por Dios, pero Esdras les alienta y anima para que lo reciban con gozo y alegría. No lloréis porque hoy es un día de fiesta, les dice. La razón es porque el Señor se compromete con su pueblo Israel y será su fortaleza y su apoyo para cumplir la ley.

Podemos ver un paralelismo entre este texto y el evangelio de Lucas, pero a la vez hay una gran diferencia. Jesús, que dirá más tarde que no viene a abolir la ley ni los profetas, quiere mostrarnos, de entrada, el contraste, la novedad, la nueva identidad del pueblo de Dios fundamentada en el amor. Con su presencia, va a dar comienzo un Tiempo Nuevo, de libertad y de gracia, fundado en el amor de un Padre común de todos que no excluye a nadie. Por eso también su lenguaje va a ser nuevo, va a señalar a quienes va dirigida preferencialmente esta buena noticia, que como sabemos son los más necesitados, los que no cuentan para nada en la sociedad y solo pueden mirar con esperanza al Señor que es Padre y se compromete con ellos para liberarlos de sus angustias. Esta será la nueva identidad del Reino que luego predicará Jesús de Nazaret.

El Evangelio: Transmisión de la fe de las primeras comunidades cristianas

Antes de entrar en el núcleo del mensaje de las lecturas del día de hoy que fundamentalmente reside en el episodio de la Sinagoga de Nazaret, donde Jesús se presenta ante sus paisanos y señala su misión, leemos, como un inciso, los primeros versículos del evangelio de Lucas (Lc. 1,1- 4). Es una especie de preámbulo al tema principal que no podemos pasar por alto, ya que al meditar a lo largo de este ciclo litúrgico este evangelio, el autor quiere hacernos ver cómo lo ha redactado y a la vez recordarnos el proceso de la trasmisión y el origen de nuestra fe que llega hasta hoy.

Al evangelista Lucas le interesa destacar que lo que va a exponer, no es de su invención, sino que lo ha recogido de los primeros testigos y seguidores de Jesús, después de comprobarlo todo con exactitud. Es, por tanto, la trasmisión de algo que todavía está vivo en los hombres y mujeres que fueron testigos presenciales, y que escucharon las enseñanzas de Jesús. La intención de Lucas es ante todo catequética ya que quiere mostrarnos el fundamento de nuestra fe que se apoya en la experiencia vivencial de aquellos primeros cristianos que escucharon la palabra de Jesús, y nos la trasmiten recogida cuidadosamente por este evangelista. Su intención es llevarnos a vivir con la misma intensidad la misma experiencia que ellos vivieron.

El Señor me ha enviado para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.

Jesús, al presentarse ante sus paisanos de Galilea, quiere poner de relieve dos cosas, que él es el Mesías, el envido del Señor y a la vez exponer la a buena noticia que procede del Padre.

Le interesa hacerlo en Galilea, su pueblo natal, aquí le conocen sus paisanos, es el hijo de José el carpintero de Nazaret, procede del linaje de David, pero su identidad es más compleja, es el Mesías anunciado por los profetas y esperado por el pueblo, heredero de la promesa, es también el hijo de Dios. Quiere hacerlo de una manera solemne, en la Sinagoga de Nazaret, donde los judíos se reunían a escuchar la Torah, la ley de Moisés. Sabe también, que está hablando con judíos fervorosos, familiarizados con la Escritura, por eso se apoyará en ella.. Le invitan a comentarla y elige a propósito un texto muy conocido del profeta Isaías que nadie discutía, y que sintetiza perfectamente la función del Mesías. Se inicia con estas palabras: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido, me ha destinado para anunciar la buena noticia a los pobres, a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista…

Esta es su presentación. Es un punto de partida con el que quiere destacar que su mensaje no es suyo, que está anunciado en las Escrituras y que está hablado en nombre de su Padre Dios. Su programa está muy lejos de ser una exposición de la Ley, como hemos visto en la primera lectura. Es un anuncio nuevo, para un tiempo nuevo de gracia del Señor que se está iniciando. Es un mensaje fundado en el Amor que supera la Ley y los rituales propios de cualquier religión, como la judía.

La Buena Noticia de Jesús va dirigida, fundamentalmente, a todos aquellos excluidos hasta entonces del mensaje salvífico de Dios, como son los pobres, los ciegos, los marginados los que sufren la opresión del tipo que sea, a todos ellos quiere liberar de sus angustias ofreciéndoles un año de gracia del Señor, es decir abriéndoles una perspectiva de amor y de liberación.

Este programa que presenta hoy en la sinagoga de Nazaret va a desplegarlo a lo largo de su vida pública al anunciar lo que Jesús llamará más tarde el Reino de Dios, que está dentro de nosotros, por eso dirá también que ya ha comennzado, para que lo descubramos, pero tendrá su plenitud en la casa del Padre. Está fundamentado en el amor y se realiza a través del compromiso personal de todos los seguidores de Jesús con los hombres y mujeres que necesitan más nuestra ayuda para recobrar su dignidad perdida de hijos de Dios. Esta es la luz que ofrece a los ciegos, es la liberación de los cautivos rompiendo sus propias ataduras, la auténtica sanación del hombre. Pero para eso nos pide a todos el compromiso para crear unas nuevas estructuras sociales más justas, lejos del egoísmo y la ambición que está impidiendo a los pobres, a los marginado y a tantos otros realizarse en plenitud y vivir una vida en definitiva más humana y esperanzada. Es la fuerza del amor que procede de Dios, el único que puede liberarnos de todo tipo de angustia.

Hoy se cumple la Escritura que acabáis de oír.

Jesús, después de leer este pasaje puesto en pie ante la sinagoga, pendiente de sus palabras, les dice: Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír.

Con toda propiedad podemos pensar que estas palabras se siguen cumpliéndose cada día donde quiera que haya un solo seguidor de Jesús de Nazareno. San Pablo nos lo recuerda hoy en su carta a los Corintios, somos miembros del “Cuerpo de Cristo”. Sacramento de salvación en medio del mundo. Cada uno con su carisma, con una misión que cumplir, todos alentados por la fuerza de un mismo Espíritu. Todos somos necesarios. La misión del cristiano es comprometerse con el proyecto de Jesús que nos propone el evangelio, porque sigue teniendo validez en el mundo de hoy.


ESTUDIO BÍBLICO

El Evangelio: Una Buena Noticia de Salvación

Iª Lectura: Nehemías (8,1-10): La identidad de un pueblo en la Ley

I.1. La primera lectura está tomada del libro de Nehemías (8,1ss) y se quiere poner de manifiesto que cinco siglos antes el escriba Esdras había inaugurado la praxis de leer la Palabra de Dios, en esta caso la Torah (el Pentateuco), que es lo que le dio identidad a este pueblo después del destierro de Babilonia. Este es un dato incontrovertible, el pueblo de Israel tiene su identidad en la fidelidad a la Torah y de ahí nacerá el judaísmo como religión que llegará a nuestros días. Es solamente después del destierro de Babilonia cuando se puede hablar de la Torah como elemento determinante. Ni siquiera en tiempos de Josías, con su reforma y el descubrimiento del libro del Deuteronomio en el templo podíamos hablar de que ya existiera.

I.2. Es esto lo que ha creado el tópico de la “religión del libro” en el judaísmo que tiene su parte de verdad, aunque requiere sus matices. En el fondo, la descripción de la lectura de hoy es propia de una época que quiere exaltar un momento determinado. De hecho, si los sacrificios y holocaustos fueron muy importantes en la religión de Israel, la lectura y meditación de la Ley va a convertirse en el primer elemento de identidad de un buen judío. Esto sigue siendo hoy determinante. Y debemos decir que es una aportación religioso-cultural del judaísmo que tiene un gran valor. Es la espiritualización de una religión, donde ya no se ven de igual manera los sacrificios de animales, aunque se seguirá practicando hasta la destrucción de templo de Jerusalén por los romanos en el a. 70 de la C. E. Pero la identidad del nuevo pueblo no radica en la Ley, sino en el evangelio de Jesucristo, que es más liberador y más humano. Los cristianos leeremos el evangelio como identidad, no la Torah, porque entre una cosa y otra existe una diferencia profética.

IIª Lectura: 1ª Corintios (12,12-30): La diversidad vivida en comunión

II.1. La lectura segunda, vuelve sobre la 1ª Carta a los Corintios como relato continuo que se va a ir desmenuzando estos domingos. Para explicar la distribución de los dones y la necesidad de un buen funcionamiento de los diversos servicios y ministerios, recurre a un símil: la Iglesia, la comunidad, es como el cuerpo (sôma) humano, organismo que no puede subsistir mas que gracias a la diversidad de sus órganos y de sus funciones, y que a pesar de su multiplicidad, es una unidad inquebrantable en razón de sus misma diversidad: ¿quien quisiera estar sin manos, o sin pies, o sin ojos, o sin oído? Pues de la misma manera sucede con el cuerpo de Cristo, con la comunidad cristiana. La fuerza de su argumentación sobre la metáfora del cuerpo no es otra que la unidad y la pluralidad. Pues lo que sucede en el cuerpo, dice Pablo, “así es también en Cristo” para dar a entender la unión entre Cristo y la Iglesia. La Iglesia debe estar en Cristo y es su “cuerpo”.

II.2. Unos valdrán más que otros; unos pueden estar más preparados que otros; algunos gozar de una mayor dignidad; pero todos unidos forman la unidad del cuerpo de Cristo. Eso significa que en la Iglesia no podemos prescindir de nadie. Porque, como en el cuerpo humano, si un miembro sufre, todos sufren y todos nos necesitamos. Ese pluralismo en la unidad –que no uniformidad-, debe ser tenido muy en cuenta a la hora de saber vivir la experiencia cristiana en la Iglesia. El “vosotros sois el cuerpo de Cristo” es una afirmación que tiene su sentido en el contexto en que está hablando Pablo: los distintos carismas, servicios y actuaciones en la Iglesia. Esto, a su vez significa que el papel que cada uno juegue en la comunidad cristiana no es para sentirse superior a otros. La pluralidad se cura en la unidad, sin llegar a ser unificación de vida o de ideas; y la pluralidad se cura, como veremos en otro momento (1Cor 13), con la caridad.

Evangelio: Lucas (1, 1-4; 4, 14-21): La fuerza liberadora del evangelio

III.1. La lectura del evangelio se introduce con un prólogo (Lc 1,1-4) en el que el evangelista expone el método que ha seguido para componer su obra: ha usado tradiciones vivas, orales y escritas, e incluso, sabemos hoy, que ha usado el evangelio de Marcos como fuente. No quiere decir que lo siga al pie de la letra aunque, en grandes bloques, le sirve como estructura. Lo que sí está claro es que Lucas, con su mentalidad occidental, cuidadosa, historicista (en lo que cabe en aquella época) se ha informado cuanto ha podido para escribir sobre Jesús de Nazaret. No obstante, su obra no es la “historia de Jesús”, una historia más, sino que, como en el caso de Marcos, es el evangelio, la buena noticia de Jesús lo que importa. Por eso, en realidad, la lectura del evangelio tiene su fuerza en el episodio de Jesús en la sinagoga de Nazaret, donde se había criado (Lc 4, 14-21), después de presentarlo como itinerante en la sinagogas de Galilea, donde se comenzó a escuchar esa buena noticia para todos los hombres.

III.2. Es ya significativo que el evangelio no se origina, no aparece en Jerusalén, sino en el territorio que, como Galilea, tenía fama de influencias paganas y poco religiosas, de acuerdo con las estrictas normas de Jerusalén. De ahí el dicho popular: “y todo comenzó en Galilea”. Lucas, no obstante, concederá mucha importancia al momento en que Jesús decide ir hacia la capital del judaísmo, (9,51ss) ya que un profeta no puede evitar Jerusalén. Y Lucas es absolutamente consciente que Jesús es el profeta definitivo de la historia de la humanidad. Así nos lo presenta, pues, en ese episodio de la sinagoga del evangelio de hoy: dando la gran noticia de un tiempo nuevo, de un tiempo definitivo en que aquellos que estaban excluidos del mensaje salvífico de Dios, son en realidad los primeros beneficiarios de esa buena nueva.

III.3. El relato de la sinagoga de Nazaret, lo que leemos hoy (4,14-21) es una construcción muy particular de Lucas; una de las escenas programáticas del tercer evangelista que quiere marcar pautas bien definidas de quién es Jesús y lo que vino a hacer entre los hombres. Eso no quiere decir que la escena no sea histórica, pero está retocada por activa y por pasiva por nuestro autor para lograr sus objetivos. Es el programa del profeta de Galilea que viene a su pueblo, Nazaret y desde la sinagoga, lugar de la proclamación de la palabra de Dios, lanzar un mensaje nuevo. Por ello, el mensaje que nos propone Lucas sobre lo que Jesús pudo decir en Nazaret y en las otras sinagogas se inspira en textos bien precisos (Is 61,1-2; 58,6) que hablan de la buena nueva para los ciegos, cojos, pobres, excluidos o condenados de cualquier raza o condición.

III.4. Resaltemos, pues, que el texto que se lee en la sinagoga,-el que le interesa citar a Lucas-, es un texto profético, aunque también se leía y proclamaba la Ley (había una lectura continua que se conoce como parashâh). El cristianismo, -no olvidemos la primera lectura de hoy-, encuentra su fuente de inspiración más en las palabras de los profetas que en las tradiciones jurídicas del Pentateuco (halaka). Esto no lo podemos ignorar a la hora de entender y actualizar un texto como este que Lucas ha construido sobre la predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret. Jesús era un profeta y el pueblo lo veía como tal. Es eso lo que Lucas quiere subrayar en primer lugar y por eso ha “empalmado dos textos de Isaías para ajustar su mensaje liberador y de gracia.

III.5. Incluso se va más allá, ya que Jesús, como profeta definitivo, corrige las mismas experiencias de los profetas del Antiguo Testamento. En esos textos citados por Lucas se hace caso omiso de la ira de Dios contra aquellos que no pertenecen al pueblo de Israel. Dios, pues, el Dios de Jesús, no ama a un pueblo excluyendo a los otros, sino que su proyecto es un proyecto universal de salvación para todos los hombres. Por eso su mensaje es evangelio, buena nueva. Así concluye el mensaje fundamental del evangelio de este domingo, aunque la escena es mucho más compleja y determinante (no obstante, la continuación de la misma se guarda como lectura evangélica para el próximo domingo). Lo importante está dicho: en Galilea, Jesús profeta, rompiendo el silencio de Nazaret, nos trae la buena nueva a todos los que la anhelamos, aunque seamos pecadores. Nadie está excluido de la salvación de Dios.

domingo, 20 de enero de 2013

DOMINGO 2 DEL TIEMPO ORDINARIO C



 "Hagan todo lo que él les diga"

Con la fiesta del Bautismo de Jesús, en el Jordán, dábamos fin a las fiestas de Navidad; pero todavía no se han terminado los “signos de Jesús”, o epifanías, que significa “manifestación”, a través de las cuales Jesús, el Hijo de Dios y de María, nacido en Belén, se manifiesta a aquellos extraños personajes “venidos de Oriente”, anunciando a “todo el mundo” que Dios se ha hecho presente en nuestra Historia. En el bautismo, Jesús se hace oficialmente presente a su Pueblo a través de las palabras del Padre: “Este es mi Hijo amado, mi predilecto: escúchenlo”; y hoy escuchamos, en el evangelio de Juan, su primer milagro (epifanía) a instancias de María, con motivo de una fiesta familiar -una boda-, en la que comienza a faltar el vino (la alegría), que dice a los servidores de la fiesta: “Hagan todo lo que él les diga”; que nos recuerdan las palabras del Padre en el bautismo de Jesús: “escúchenlo”.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

El profeta anuncia un tiempo nuevo para su pueblo. Ya no será un pueblo devastado, sino que, por la gracia de Dios, tendrá vida y prosperidad. Justamente de esta condición surgirá la alegría y la fiesta. Nosotros también podemos hoy poner la confianza en Dios, en la espera de esta transformación para todo nuestro pueblo.

Lectura del libro de Isaías 62, 1-5

Por amor a Sión no me callaré, por amor a Jerusalén no descansaré, hasta que irrumpa su justicia como una luz radiante y su salvación, como una antorcha encendida. Las naciones contemplarán tu justicia y todos los reyes verán tu gloria; y tú serás llamada con un nombre nuevo, puesto por la boca del Señor. Serás una espléndida corona en la mano del Señor, una diadema real en las palmas de tu Dios. No te dirán más "¡Abandonada!", ni dirán más a tu tierra "¡Devastada!" sino que te llamarán "Mi deleite", y a tu tierra "Desposada". Porque el Señor pone en ti su deleite y tu tierra tendrá un esposo. Como un joven se casa con una virgen, así te desposará el que te reconstruye; y como la esposa es la alegría de su esposo, así serás tú la alegría de tu Dios.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 95, 1-3. 7-10a.c

R. Anuncien las maravillas del Señor por todos los pueblos.

Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre. R.

Día tras día, proclamen su victoria. Anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los pueblos. R.
Aclamen al Señor, familias de los pueblos, aclamen la gloria y el poder del Señor; aclamen la gloria del Nombre del Señor. R.

Entren en sus atrios trayendo una ofrenda, adoren al Señor al manifestarse su santidad: ¡que toda la tierra tiemble ante él! R.

Digan entre las naciones: "¡El Señor reina! El Señor juzgará a los pueblos con rectitud". R.

SEGUNDA LECTURA

Es muy frecuente pensar que los problemas en la comunidad vienen "de la comunidad", o lo que es lo mismo, "de los otros". Pero la comunidad la hacemos entre todos. Y todos aportamos tanto lo negativo como lo positivo. Es muy bueno preguntarse "¿cuál es mi don, mi carisma, para que la comunidad crezca?". De esta manera, podemos desplegar nuestra mirada desde lo positivo y constructor, en lugar de observar nuestro alrededor con una mirada negativa.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 4-11

Hermanos: Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también en el mismo Espíritu. A éste se le da el don de sanar, siempre en ese único Espíritu; a aquél, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a éste, el don de lenguas; a aquél, el don de interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere.
Palabra de Dios.


EVANGELIO

"Como los novios de Caná, invita a Jesús y a su madre a ser parte de tu vida diaria y de los momentos especiales. Cuando tengas una preocupación, se te acabe la alegría y se agote tu motivación a la compresión, el servicio y la solidaridad, recurre a María. Ella te ayudará a identificar el 'vino que se está terminando', te motivará a acercarte a la Eucaristía y le pedirá a su Hijo: 'Mira, se le está acabando el vino' y a ti te dirá 'Haz lo que él te diga'; si lo haces, Jesús transformará tu vida y te dará nuevos ánimos".

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 2, 1-11

Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y, como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino". Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía". Pero su madre dijo a los sirvientes: "Hagan todo lo que él les diga". Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde. "Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete". Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y, como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: "Siempre se sirve primero el buen vino y, cuando todos han bebido bien, se trae el de calidad inferior. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento". Éste fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Los signos de Jesús

Con la fiesta del Bautismo de Jesús, en el Jordán, dábamos fin a las fiestas de Navidad; pero todavía no se han terminado los “signos de Jesús”, o epifanías, que significa “manifestación”, a través de las cuales Jesús, el Hijo de Dios y de María, nacido en Belén, se manifiesta a aquellos extraños personajes “venidos de Oriente”, anunciando a “todo el mundo” que Dios se ha hecho presente en nuestra Historia. En el bautismo, Jesús se hace oficialmente presente a su Pueblo a través de las palabras del Padre: “Este es mi Hijo amado, mi predilecto: escúchenlo”; y hoy escuchamos, en el evangelio de Juan, su primer milagro (epifanía) a instancias de María, con motivo de una fiesta familiar -una boda-, en la que comienza a faltar el vino (la alegría), que dice a los servidores de la fiesta: “hagan todo lo que Él les diga”; que nos recuerdan las palabras del Padre en el bautismo: “escúchenlo”.

“Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora”

María, la Madre de Jesús y nuestra, es la gran mediadora entre Dios y la humanidad: entre Dios, porque ella engendró en su seno a la Palabra Eterna del Padre, “por obra del Espíritu Santo”, al decirle al Ángel: “he aquí las esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”; y nuestra, porque de ella nació el Hijo de Dios hecho Hombre, con nuestra propia carne y sangre, capaz de compartir todo lo humano, menos el pecado, como nos dice San Pablo; y como el mismo Pablo dice, Él es la Cabeza del cuerpo, de la Iglesia y nosotros somos sus miembros; y San Juan exclama lleno de fe y alegría: “Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”.

En las bodas de Caná María, la Mediadora, “adelanta”, con su súplica de Madre, el comienzo de las manifestaciones milagrosas o epifanías, de su Hijo, Jesús. El vino (la alegría), se va acabando y peligra la alegría y el festejo de la boda; y María, como buena mujer siempre atenta a las cosas insignificantes aparentemente, pero en realidad importantes, como es la alegría de unos recién casados y sus invitados, solamente insinúa a su Hijo: “Jesús, no tienen vino…” Y Jesús, a instancias de su Madre, para que continúe la alegría de la fiesta, “¡adelante su hora…!

“Hagan todo lo que Él les diga”

El alcance de estas palabras de María van más allá del milagro de la conversión del agua en vino, -primer milagro o epifanía de Jesús-; es la experiencia vital de una Mujer que, como primera “discípula de Jesús”, vivió la radicalidad de una entrega plena a la voluntad de Dios. Su “hágase en mí según tu palabra”, fue la entrega plena de su vida a Dios en la persona de su Hijo.

Jesús, en una ocasión, ante el entusiasmo de una mujer que le dice: “bendito sea el vientre que te llevó y los pechos que te amantaron”, responde: “bienaventurado el que escucha la palabra de Dios y la pone en práctica”. Y, como nos dice San Agustín, jamás hubo una criatura que llegara a poner en práctica la voluntad de Dios como María: siempre a la escucha de esa Palabra, entregándose de tal manera que la encarno en su seno, llegando a ser la Madre de la Palabra: Jesús Hijo de Dios e Hijo de María.

Ella, a nosotros hoy, como les dijo a los servidores de la boda, nos dice y nos insiste: “¡Hagan todo lo que Él les diga!”. Pues en hacer la voluntad de Dios está la fuente de nuestra felicidad, nuestra alegría y nuestra grandeza humana y cristiana.

ESTUDIO BÍBLICO

Jesús inaugura una religión de vida

         Después de Navidad y Epifanía, y antes de llegar a la Cuaresma, se intercala un tiempo intermedio, en la liturgia de los domingos, que se toma del tiempo común en el que se siguen las lecturas del Ciclo C. Pero en realidad este “segundo domingo” siempre ha sido un domingo de transición que ha tenido como marco los capítulos primeros del evangelio de Juan, que es leído, normalmente, en los tres ciclos, durante el tiempo de Cuaresma y Pascua.

Iª Lectura: Isaías (62,1-5): El enamoramiento de Dios desde la justicia

I.1. La lectura profética está tomada de la tercera parte del libro de Isaías (se le llama el Tritoisaías); y el profeta discípulo, o de la escuela de Isaías en sentido amplio, anuncia una nueva Jerusalén, la ciudad de Sión, bajo el lenguaje poético del enamoramiento y el amor divinos. La gran pasión del profeta Isaías fue Jerusalén, donde estaba el templo de Dios o, lo que es lo mismo, su presencia más determinada según la teología de los especialistas. Pero ni siquiera la presencia de Dios se garantiza eternamente en un lugar o en una ciudad, si allí, sus habitantes y todos los que deseen venir a ella, no se percatan de la necesidad de la justicia como signo de salvación. La estrecha unión, en los profetas, entre la presencia de Dios y la justicia es algo digno de resaltar. Es evidente que Dios no puede comprometerse con un pueblo que no cuida a los pequeños, a los desgraciados y a los que no tienen casi nada. Si la religión es “religarse” a Dios.

I.2. Conceptos y palabras fuertes son las que podemos oír en este bello poema profético (que debemos leer desde 61,10): amor, justicia, salvación. Es como la descripción de la boda de un rey victorioso con su esposa, que en este caso es Sión, Jerusalén. La boda, en realidad, es una victoria, la victoria de la justicia (sdqh). Esa es su corona y su triunfo: desposar a la amada Jerusalén. Por lo mismo, hablar de una Jerusalén nueva es anunciar una religión nueva, revivida por el amor eterno de Dios. Jerusalén es la esposa, pero ¿qué hace una esposa desposada si en sus bodas falta el vino nuevo del amor? Eso es lo que sucedió en las bodas de Caná, en Jerusalén, en la religión judía, hasta que interviene Jesús ofreciendo el vino nuevo del amor divino. Una religión sin amor es como unas bodas sin amor. Y muchas veces nos acostumbramos a practicar ese tipo de religión: vacía, sin sentido, sin enamoramiento.

IIª Lectura: 1Corintios (12,4-11): Los carismas y el bien común de la comunidad

II.1. En el pasaje de la carta a los Corintios de San Pablo que leemos hoy encontramos la teología de los carismas en la comunidad. Este texto está elaborado por dos conceptos que se atraen: unidad y diversidad. Hay diversidad de carismas, de ministerios y de funciones, pero en un mismo  Espíritu, en un mismo Señor, en un mismo Dios (he aquí la unidad). Pero sobresale el papel del Espíritu como fuente inmediata de los carismas, servicios y actuaciones. No es ahora el momento de fijarnos en la diversidad o en la misma enumeración y orden que Pablo establece. Podría ser curioso el orden y el sentido de los mismos, pero no es el momento de hacer una lectura exegética que, además, debería tener en cuenta todo el conjunto de 1Cor 12-14 para mayor alcance. Quizás los dos últimos, el de hablar en lenguas (glosolalia) y el de interpretarlas estarían en el fondo de un problema que se ha suscitado en la comunidad y sobra lo que han consultado al apóstol. El criterio, no obstante, es que los dones especiales que cada uno tiene, por el Espíritu, deben estar al servicio de la comunidad cristiana.

II.2. El fenómeno de la glosolalia es extático y tiene que ver con algunos elementos de este tipo en el mundo helenista, como en Delfos o las Sibilas.  Quizás habría de tomar en consideración las palabras de K. Barth, quien decía que este tipo de oración podría llamarse «expresión de lo inexpresable». El apóstol san Pablo en 1Cor 14,18 apunta, incluso, que él mismo es capaz de «hablar en lenguas» y no parece que haya ironía en sus palabras. Algunos corintios estaban deslumbrados con este carisma que consideraban de los más brillantes y celestes, casi como un meterse en lo divino. Pero ¿quién lo puede entender? Tiene que haber alguien que lo interprete. Pablo no habla con ironía sobre este caso, repetimos, pero su criterio es decisivo: el bien de la comunidad.

II.3. Estamos ante una teología que pone de manifiesto la vitalidad de una comunidad cristiana donde el Espíritu (como el vino nuevo de la vida) concede a cada uno su papel en el servicio en beneficio de los otros: unos predican, otros alaban, otros consuelan, otros profetizan, otros se dedican a los pobres y desheredados; todo bajo el impulso del Espíritu de Jesús. Pablo les habla de esta manera a una comunidad que no era precisamente un prodigio de unidad, sino que había algunos que pretendían imponerse sobre los otros en razón de roles que podían resultar extraños y donde se buscaba más el prestigio personal que el servicio a la comunidad. Estos dones, pues, si no saben ponerse al servicio de todos no vienen del Espíritu.

Evangelio: Juan (2,1-11): Llenar la religión de alegría y vida

III.1. El evangelio de hoy nos propone el relato de las bodas de Caná como el primer signo que Jesús hace en este evangelio y que preanuncia todo aquello que Jesús realizará en su existencia. Podríamos comenzar por una descripción casi bucólica de una fiesta de bodas, en un pueblo, en el ámbito de la cultura hebrea oriental. Así lo harán muchos predicadores y tienen todo el derecho a ello. Pero el evangelio de Juan no se presta a las descripciones bucólicas o barrocas. Este es un relato extraño que habla de unas bodas y no se ocupa, a penas, de los novios. La novia ni se menciona. El novio solamente al final para reprocharle el maestresala que haya guardado el vino bueno. La “madre y su hijo” son los verdaderos protagonistas. Ellos parecen, en verdad, “los novios” de este acontecimiento. Pero la madre no tiene nombre. Quizás la discusión exegética se ha centrado mucho en las palabras de Jesús a su madre. “¿qué entre tú y yo”? o, más comúnmente. “¿qué nos va ti y a mi”? Y el famoso “aún no ha llegado mi hora”. Cobra mucha importancia el “vino” que se menciona hasta cinco veces, ya que el vino tiene un significa mesiánico. Y, además, esto no se entiende como un milagro, sino como un “signo” (semeion), el primero de los seis que se han de narrar en el evangelio de Juan.

III.2. La fuerza del mensaje del evangelio de este domingo es: Jesús, la palabra de vida en el evangelio joánico, cambia el agua que debía servir para la purificación de los judíos -y esto es muy significativo en el episodio-, según los ritos de su religión ancestral, en un vino de una calidad proverbial. El relato tiene unas connotaciones muy particulares, en el lenguaje de los símbolos, de la narratología y de la teología que debemos inferir con decisión. El “tercer día” da que pensar, pues consideramos que es una expresión más teológica que narrativa. El tercer día es el de la pascua cristiana, la resurrección después de la muerte. No es, pues, un dato estético sino muy significativo. También hay una expresión al tercer día en el Sinaí (Ex 19,11) cuando se anuncia que descendería Yahvé, la gloria de Dios.

III.3. La teología del evangelio de Juan quiere poner de manifiesto, a la vez, varias cosas que solamente pueden ser comprendidas bajo el lenguaje no explícito de los signos. Jesús y su madre llegan por caminos distintos a estas bodas; falta vino en unas bodas, lo que es inaudito en una celebración de este tipo, porque desprestigia al novio; la madre (no se nos dice su nombre en todo en relato, ni en todo el evangelio) y Jesús mantienen un diálogo decisivo, cuando solamente son unos invitados; incluso las tinajas para la purificación (eran seis y no siete) estaban vacías. Son muchos vacíos, muchas carencias y sin sentidos los de esta celebración de bodas. El “milagro” se hace presente de una forma sencilla: primero por un diálogo entre la madre y Jesús; después por la “palabra” de Jesús que ordena “llenar” las tinajas de unos cuarenta litros cada una.

III.4. María actúa, más que como madre, como persona atenta a una boda que representa la religión judía, en la que ella se había educado y había educado a Jesús. No es insignificante que sea la madre quien sepa que les falta vino. No es una boda real, ni un milagro “fehaciente” lo que aquí se nos propone considerar primeramente: es una llamada al vacío de una religión que ha perdido el vino de la vida. Cuando una religión solamente sirve como rito repetitivo y no como creadora de vida, pierde su gloria y su ser. Jesús, pues, ante el ruego de las personas fieles, como su madre, que se percatan del vacío existente, adelanta su hora, su momento decisivo, para tratar de ofrecer vida a quien la busca de verdad. Su gloria no radica en un milagro exótico, sino en salvar y ofrecer vida donde puede reinar el vacío y la muerte. Esa será su causa, su hora y la razón de su muerte al final de su existencia, tal como interpreta el evangelio de Juan la vida de Jesús de Nazaret. De una religión nueva surgirá una comunidad nueva.

III.5. Podríamos tratar de hacer una lectura mariológica de este relato, como muchos lo han hecho y lo seguirán haciendo. El hecho mismo de que este relato se haya puesto como el segundo de los “misterios de luz” del Rosario de Juan Pablo II es un indicio que impulsa a ello. Pero no debemos exagerar estos aspectos mariológicos que en el evangelio de San Juan no se prodigan, aunque contemos con la escena a los pies de la cruz (Jn 19,26-27) que se ha interpretado en la clave de la maternidad espiritual de María sobre la Iglesia. Nuestro relato es cristológico, porque nos muestra que los “discípulos creyeron en él”. Eso quiere decir que la mariología del relato (el papel de María en las bodas de Caná) debe estar muy bien integrada en la cristología. María en el evangelio de Juan puede muy bien representar a una nueva comunidad que sigue a Jesús (como el discípulos amado) y que ve la bodas de esos novios que se quedan sin vino como una lectura crítica de un “judaísmo” al que combaten “los autores” del evangelio de Juan. De ahí que la respuesta de Jesús a su madre en el relato, si lo hacemos con la traducción  más común: “¿qué nos va a ti y a mí?”, puede tener todo su sentido si el evangelista quiere marcar diferencias con un judaísmo que se está agotando como religión, porque ha perdido su horizonte mesiánico. Y unas preguntas finales: ¿y a nuestra religión qué le está sucediendo? ¿es profética; trasmite vida y alegría?.

domingo, 13 de enero de 2013

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR


EL BAUTISMO DE JESÚS

"Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección".

Esta fiesta es también una "epifanía", una "manifestación". Dios creador se manifestó en el comienzo en el Espíritu, que soplaba sobre las aguas. De esta misma manera, en el bautismo de su Hijo, el Espíritu Santo recrea sobre las aguas del Jordán a la humanidad toda. Con esta fiesta damos por concluido el tiempo litúrgico de la Navidad y comenzamos el "tiempo ordinario" o "tiempo durante el año", en el cual no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo, sino que se procura profundizar el conjunto de la historia de salvación.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

"Esta parte del libro de Isaías se abre con un grito de consuelo a un pueblo que gime en el destierro: ha terminado el tiempo de la esclavitud. Es el anuncio feliz de la visita de Dios que pone en movimiento a los desterrados. El profeta ve a Dios caminar delante de su pueblo, en marcha hacia la patria definitiva”.

Lectura del libro de Isaías  40, 1-5. 9-11

¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está pagada, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados. Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor. Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, di a las ciudades de Judá: "¡Aquí está su Dios!". Ya llega el Señor con poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 103, 1b-4. 24-25. 27-30

R. ¡Bendice al Señor, alma mía!

¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Estás vestido de esplendor y majestad y te envuelves con un manto de luz. Tú extendiste el cielo como un toldo. R.

Construiste tu mansión sobre las aguas. Las nubes te sirven de carruaje y avanzas en alas del viento. Usas como mensajeros a los vientos, y a los relámpagos, como ministros. R.

¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! Allí está el mar, grande y dilatado, donde se agitan, en número incontable, animales grandes y pequeños. R.

Todos esperan de ti que les des la comida a su tiempo: se la das, y ellos la recogen; abres tu mano, y quedan saciados. R.

Si escondes tu rostro, se espantan; si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. R.

SEGUNDA LECTURA

La gracia de Dios ya se ha manifestado. Su amor por la humanidad se ha hecho patente en Jesucristo, y permanece en nosotros por la obra del Espíritu. Con esta convicción y viviendo junto a él, aguardamos la manifestación futura, la realización plena de nuestra condición de hijos e hijas de Dios.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a Tito 2, 11-14; 3, 4-7

Querido hijo: La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres, no por las obras de justicia que habíamos realizado, sino solamente por su misericordia, él nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo. Y derramó abundantemente ese Espíritu sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador, a fin de que, justificados por su gracia, seamos en esperanza herederos de la Vida eterna.
Palabra de Dios.

EVANGELIO

Jesús compartió las expectativas de su pueblo, y por eso, como todos, se hizo bautizar. Hoy también el pueblo tiene muchas expectativas. Algunos falsos profetas aprovechan eso para hacer su negocio. Hagamos realidad nuestra condición de bautizados compartiendo el anhelo de Dios, deseo que está en muchos corazones, y hagámosles llegar la Buena Noticia.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 3, 15-16. 21-22

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan Bautista no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego". Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Los elementos originales de la escena

Lo que nos recuerda la fiesta de hoy no es una escena colorista o una anécdota ni una moda o un rito lejano y tradicional, sino que al comienzo de la vida pública de Jesús sucedió algo significativo en orden a la proclamación del evangelio. La escena del bautismo presenta a un Jesús adulto, que había crecido en edad, gracia y sabiduría ante Dios y ante los hombres. Había llegado el momento de tomar posiciones ante la vida. Con ello se quiere indicar que aquí Jesús pasa a ser un hecho clave en la historia de la salvación: en Oriente se convirtió en fecha bautismal, pues unen el bautismo a la epifanía.

La antigua representación de la escena es una composición sencilla en que sólo aparecen las dos figuras de Jesús y Juan. El bautismo de Juan era una inmersión en el Jordán, era un baño completo del cuerpo, no una aspersión. Es preciso recordar que palabra bautismo, en uso en las lenguas occidentales, deriva del vocablo griego baptizo, que significa sumergir, zambullir, bautizar. Además de describir el rito tal como se realizaba en la antigüedad, esta palabra indica la identidad propia del bautismo como inmersión o introducción en una nueva dimensión. Juan llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en la Tierra prometida) para comenzar, por una era nueva donde fuera posible volver a tener conciencia e identidad de pueblo de Dios. En el marco solemne de un bautismo colectivo Jesús es presentado ante los pueblos: Una voz vino del cielo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy (Lc 3, 22). Lucas lo presenta entronizado en el bautismo para establecer el reino de Dios en el mundo. Lo que cuenta es que es "el Hijo predilecto", que puede conectar con todos.

Para comprender el significado del bautismo será básico el elemento natural del agua.

En la inmersión en las aguas de la piscina bautismal se ha visto desde antiguo una participación en la muerte de Cristo y en la posterior emersión la participación en la resurrección del Señor. El simbolismo del acto central del bautismo hace referencia directa al misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo. La fe de la Iglesia ha creído, desde los orígenes, que en la celebración bautismal se actualiza el misterio pascual, de suerte que los bautizados unen su existencia con la de Cristo en una muerte como la suya y son resucitados juntamente con Él. El sacramento introduce al creyente en la dinámica redentora del acontecimiento pascual.

El bautismo, el acontecimiento más determinante de nuestra fe

En diversos pueblos y culturas se celebraba con ritos peculiares el acontecimiento del ingreso o pertenencia de nuevos miembros a los grupos sociales o religiosos. Era una forma de mostrar la satisfacción que produce todo nuevo nacimiento. Las abluciones y los baños eran en aquella mentalidad los medios más expresivos para obtener la purificación de todo mal ante Dios. Una práctica habitual eran los baños lustrales, que purificaban a las personas que los recibían. Estos ritos incorporan el simbolismo común del agua en orden a significar la vida y la muerte, la purificación y la regeneración, el comienzo de una vida nueva. Los simbolismos del agua, por tanto, estaban muy arraigados y eran muy conocidos en las antiguas religiones.

Por otra parte, la Iglesia primitiva practicó, describió e interpretó teológicamente el bautismo con tanta naturalidad, que en ningún lugar hay indicios de la más mínima prueba de que este sacramento fuera discutido. En los mismos evangelios aparecen los discípulos bautizando en seguida después de pascua, porque éste era el encargo que les había dado el mismo Resucitado (Mt. 28, 19 y de Mc. 16, 16). Estos dos pasajes reflejan que las más antiguas comunidades cristianas conocían la práctica de bautizar. Por eso, el bautismo se convierte en el momento fundamental y normativo de la existencia cristiana. El bautismo del Señor siempre ha sido reconocido como el fundamento y el mejor elogio de la importancia de nuestro bautismo, porque es el que da valor a nuestros bautismos.

En la Navidad y Epifanía celebramos un acontecimiento determinante de la historia del mundo religioso: Dios ha hecho una opción por nuestra humanidad, por cada uno de nosotros, y se ha revelado como Aquél que nunca nos abandonará a un destino ciego y a la impiedad del mundo. Esa es la fuerza del misterio de la encarnación: la humanidad de nuestro Dios que nos quiere comunicar su divinidad a todos por su Hijo Jesucristo. Los Padres hablaban del misterio de la Encarnación como de un encuentro maravilloso y un admirable intercambio salvífico entre dos seres que se buscan y que se enriquecen con la colaboración mutua. Es lo que los griegos llamaban la sinergia, es decir, que dos fuerzas que colaboran entre sí, como la gracia y la libertad, aumentan más su poder que aisladamente.

Juan anuncia "al que está en medio de vosotros"

En la agitada atmósfera de aquel momento de la historia el pueblo judío estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías (Lc. 3, 15). Sus tiempos estaban cargados de presagios y mensajes de que algo grande iba a ocurrir, tal como lo habían anunciado los profetas. El Bautista no se identificaba ni con los custodios de la ley ni con los responsables del templo. No vale el privilegio de pertenecer a un pueblo, pues Dios puede hacer hijos de Abran de las piedras. La salvación de Juan no dependía de títulos, sino de una vida real. Tampoco forma parte de esos grupos selectos, que esperaban un Mesías que se impusiera con la fuerza terrible del juicio de Dios, salvando a un reducto privilegiado. Juan rechaza la expectación política nacional, por eso pone su esperanza en un juicio escatológico de Dios, antes que en cualquier otro grupo, que devolverá a todos a la situación original de la creación. Con la imagen del juicio pide el retorno al principio de la historia bíblica. Volver a la situación original de la creación. El mensaje de Juan evoca la certeza de que este mundo (esta economía, esta política) no salvarán a los hombres. Por eso es necesario someterlo todo al juicio de Dios para que los grandes poderes reinantes de este mundo (dinero, violencia imperial ) no terminen destruyendo todo. Su misión y su mejor condición es ser signo de la presencia del Mesías.

Juan pertenece todavía a la ley, en cambio Jesús es el evangelio. El evangelio tiene interés en dejar bien clara la superioridad de Jesús: sólo Cristo es imprescindible. El Bautista no era la luz, como algunos discípulos suyos pretendían, sino que venía como "precursor", como amigo del esposo. Juan, como profeta, no se anuncia a sí mismo, sino al que viene que "ya está en medio de vosotros". En la tradición cristiana va desdibujándose cada vez más el carácter penitencial del bautismo de Juan y se va haciendo más fuerte la referencia al hecho salvador de Dios por Jesús y en Jesús. Por eso el evangelio es explícito en declarar que su bautismo no era más que un rito penitencial de agua, que señalaba más allá: será el bautismo de Jesús en el Espíritu. En estos relatos evangélicos el bautismo pasa a segundo término y todo tiene el sentido de la "unción profética por medio del Espíritu". La tradición siempre ha subrayado que no son los ritos bautismales los que salvan por sí mismos, sino el agua purifica porque Cristo entró en ella. Jesús acepta este rito, pero lo complementa porque el Espíritu que le garantiza su misión profética más personal.

ESTUDIO BÍBLICO

Con la fiesta del Bautismo del Señor que celebramos en el segundo domingo de Enero se cierra el tiempo de Navidad para introducirnos en la liturgia del tiempo ordinario. En la Navidad y Epifanía hemos celebrado el acontecimiento más determinante de la historia del mundo religioso: Dios ha hecho una opción por nuestra humanidad, por cada uno de nosotros, y se ha revelado como Aquél que nunca nos abandonará a un destino ciego y a la impiedad del mundo. Esa es la fuerza del misterio de la encarnación: la humanidad de nuestro Dios que nos quiere comunicar su divinidad a todos por su Hijo Jesucristo.

Iª Lectura: Isaías (42,1-4.6-7): Te he hecho luz de las naciones

I.1. De las lecturas de la liturgia de hoy, debemos resaltar que el texto profético, con el que comienza una segunda parte del libro de Isaías (40), cuya predicación pertenece a un gran profeta que no nos quiso legar su nombre, y que se le conoce como discípulo de Isaías (los especialistas le llaman el Deutero-Isaías, o Segundo Isaías), es el anuncio de la liberación del destierro de Babilonia, que después se propuso como símbolo de los tiempos mesiánicos, y los primeros cristianos acertaron a interpretarlo como programa del profeta Jesús de Nazaret, que recibe en el bautismo su unción profética.

I.2. Este es uno de los Cantos del Siervo de Yahvé (Isaías 42, 1-7) nos presenta a ese personaje misterioso del que habla el Deutero-Isaías, que prosiguió las huellas y la escuela del gran profeta del s. VIII a. C.) como el mediador de una Alianza nueva. Los especialistas han tratado de identificar al personaje histórico que motivó este canto del profeta, y muchos hablan de Ciro, el rey de los persas, que dio la libertad al pueblo en el exilio de Babilonia. Pero la tradición cristiana primitiva ha sabido identificar a aquél que puede ser el mediador de una nueva Alianza de Dios con los hombres y ser luz de las naciones: Jesucristo, el Hijo encarnado de Dios.

IIª Lectura: Tito (2,11ss): la maravilla de la "gracia de Dios"

II.1. La lectura tomada de la carta a Tito es verdaderamente magistral y en ella se habla de la “gracia de Dios” como salvación de todos los hombres. Dios es nuestro Salvador, que ha manifestado su bondad y su ternura con los pecadores. Esta lectura pretende ser, en la liturgia de este domingo, como la forma práctica de entender qué es lo que supone el bautismo cristiano: un modo de entroncarnos en el proyecto salvífico de Dios; un acto para acogernos a la misericordia divina en nuestra existencia; un símbolo para expresar un proyecto de vida que se fundamenta en una vida justa y religiosa y no en la impiedad mundana; una opción por la salvación que viene de Dios, como gracia, como regalo, y no por nuestros méritos.

II.2. La teología de la gracia que se nos propone en esta segunda lectura de la fiesta del Bautismo de Jesús, pues, marca expresamente la dimensión que llama al hombre a la vida y a la felicidad verdadera. Quien se adhiere a la Palabra de Dios toma verdadera conciencia de ser su hijo. Si no somos capaces de vivir bajo esa conciencia de ser hijos de Dios, estamos expuestos a vivir sin identidad en nuestra existencia.

Evangelio. Lucas (3,15-16;21-22): Bautismo: ponerse en las manos de Dios

III.1. La escena del Bautismo de Jesús, en los relatos de los evangelios, viene a romper el silencio de Nazaret de varios años (se puede calcular en unos treinta). El silencio de Nazaret, sin embargo, es un silencio que se hace palabra, palabra profética y llena de vida, que nos llega en plenitud como anuncio de gracia y liberación. El Bautismo de Jesús se enmarca en el movimiento de Juan el Bautista que llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en la Tierra prometida) para comenzar, por la penitencia y el perdón de los pecados, una era nueva donde fuera posible volver a tener conciencia e identidad de pueblo de Dios. Jesús quiso participar en ese movimiento por solidaridad con la humanidad. Es verdad que los relatos evangélicos van a tener mucho cuidado de mostrar que ese acto del Bautismo va a servir para que se rompa el silencio de Nazaret y todo el pueblo pueda escuchar que él no es un pecador más que viene a hacer penitencia; Es el Hijo Eterno de Dios, que como hombre, pretende imprimir un rumbo nuevo en una era nueva. Pero no es la penitencia y los símbolos viejos los que cambian el horizonte de la historia y de la humanidad, sino el que dejemos que Dios sea verdaderamente el “señor” de nuestra vida.

III.2. Es eso lo que se quiere significar en esta escena del Bautismo del evangelio de Lucas, donde el Espíritu de Dios se promete a todos los que escuchan. Juan el Bautista tiene que deshacer falsas esperanzas del pueblo que le sigue. El no es el Mesías, sino el precursor del que trae un bautismo en el Espíritu: una presencia nueva de Dios. Lucas es el evangelista que cuida con más esmero los detalles de la humanidad de Jesús en este relato del bautismo en el Jordán, precisamente porque es el evangelista que ha sabido describir mejor que nadie todo aquello que se refiere a la Encarnación y a la Navidad.  No se duda en absoluto de la historicidad del bautismo de Jesús por parte de Juan, pero también es verdad que esto, salvo el valor histórico, no le trae nada a Jesús, porque es un bautismo de penitencia.

III.3. Jesús sale del agua y “hace oración”. En la Biblia, la oración es el modo de comunicación verdadera con Dios. Jesús, que es el Hijo de Dios, y así se va a revelar inmediatamente, hace oración como hombre, porque es la forma de expresar su necesidad humana y su solidaridad con los que le rodean. No se distancia de los pecadores, ni de los que tensan su vida en la búsqueda de la verdadera felicidad. Por eso mismo, a pesar de que se ha dicho muy frecuentemente que el bautismo es la manifestación de la divinidad de Jesús, en realidad, en todo su conjunto, es la manifestación de la verdadera humanidad del Hijo de Dios. Diríamos que para Lucas, con una segunda intención, el verdadero bautismo de Jesús no es el de Juan, donde no hay diálogo ni nada. Incluso el acto de “sumergirse” como acción penitencial en el agua del Jordán pasa a segundo término. Es la oración de Jesús la que logra poner esta escena a la altura de la teología cristiana que quiere Lucas.

III.4. El bautismo de Jesús, en Lucas, tiene unas resonancias más proféticas. Hace oración porque al salir del agua (esto se ha de tener muy en cuenta), y estando en oración, desciende el Espíritu sobre él. Porque es el Espíritu, como a los verdaderos profetas, el que cambia el rumbo de la vida de Jesús, no el bautismo de penitencia de Juan. Lucas no ha necesitado poner el diálogo entre Juan y Jesús, como en Mt 3,13-17, en que se muestra la sorpresa del Bautista. Las cosas ocurren más sencillamente en el texto de Lucas: porque el verdadero bautismo de Jesús es en el Espíritu para ser profeta del Reino de Dios; esta es su llamada, su unción y todo aquello que marca una diferencia con el mundo a superar del AT. Se ha señalado, con razón, y cualquiera lo puede leer en el texto, que la manifestación celeste del Espíritu Santo y la voz que “se oye” no están en relación con el bautismo, que ya ha ocurrido, sino con la plegaria que logra la revelación de la identidad de Jesús. El Hijo de Dios, como los profetas, por haber sido del pueblo y vivir en el pueblo, necesita el Espíritu como “bautismo” para ser profeta del Reino que ha de anunciar.