domingo, 24 de febrero de 2013

Domingo 2° de Cuaresma



"Éste es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo".  

El domingo anterior, de la mano de los textos litúrgicos, el Espíritu nos condujo con Jesús al desierto requiriendo nuestra profesión explícita de fe en medio de las pruebas. Es el mismo Espíritu el que vuelve ahora nuestra mirada hacia los orígenes de nuestra fe, anclada en la promesa abrahámica, para desvelar, en la prefiguración del Tabor, la suerte gloriosa que espera a los hijos de Dios, conscientes de su ciudadanía del cielo. De acuerdo con el ritual primitivo de la alianza, Yahvé sella su pacto de fidelidad con Abrahán, nuestro padre en la fe, pasando, bajo los símbolos del horno humeante y de la antorcha de fuego, entre los animales sacrificados (1ª lectura). Será Jesucristo, el Señor, quien, transfigurando nuestra humilde condición humana a imagen de su cuerpo glorioso, culmine la alianza definitiva revelándonos la plenitud de su Ser (2ª lectura).

Con estas sencillas pero evocativas pinceladas queda enmarcado el misterioso camino de la revelación de Dios –nuestro camino de la fe-, centrado este domingo en la Transfiguración del Señor.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

"A diferencia de lo que ocurre en otras ocasiones, en que el cumplimiento de la promesa depende de la fe posterior, en este caso, la Biblia habla de un acuerdo incondicional de parte de Dios. Esta alianza obliga a Dios pero no demanda nada del hombre. Dios no solo ha creado el universo con incontables leyes físicas. Él también ha establecido las inmutables leyes del mundo espiritual. Él es un Dios fiel; la fidelidad es una de sus manifestaciones. En la Alianza, Dios se revela como el Dios fiel, seguro y digno de confianza".

Lectura del libro del Génesis 15, 5-12. 17-18

Dios dijo a Abrám: "Mira hacia el cielo y, si puedes, cuenta las estrellas". Y añadió: "Así será tu descendencia". Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación. Entonces el Señor le dijo: "Yo soy el Señor que te hice salir de Ur de los caldeos para darte en posesión esta tierra". "Señor, respondió Abrám, ¿cómo sabré que la voy a poseer?". El Señor le respondió: "Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, todos ellos de tres años, y también una tórtola y un pichón de paloma". Él trajo todos estos animales, los cortó por la mitad y puso cada mitad una frente a otra, pero no dividió los pájaros. Las aves de rapiña se abalanzaron sobre los animales muertos, pero Abrám las espantó. Al ponerse el sol, Abrám cayó en un profundo sueño, y lo invadió un gran temor, una densa oscuridad. Cuando se puso el sol y estuvo completamente oscuro, un horno humeante y una antorcha encendida pasaron en medio de los animales descuartizados. Aquel día, el Señor hizo una alianza con Abrám diciendo: "Yo he dado esta tierra a tu descendencia".
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 26, 1. 7-9. 13-14

R. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.

¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz, apiádate de mí y respóndeme! Mi corazón sabe que dijiste: "Busquen mi rostro". R.

Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí. No alejes con ira a tu servidor, Tú, que eres mi ayuda; no me dejes ni me abandones, mi Dios y mi salvador. R.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R.

SEGUNDA LECTURA

Vamos hacia una transformación, una vida más plena y luminosa. Participar de la Pascua de Jesús es pasar por esa experiencia transformadora, en la que lo malo queda atrás. Éste es el espíritu de la Cuaresma: caminar viviendo esa renovación.

Lectura de la carta de san Pablo a los Filipenses 3,17 – 4,1

Hermanos: Sigan mi ejemplo y observen atentamente a los que siguen el ejemplo que yo les he dado. Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz  de Cristo. Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que los cubre de vergüenza, y no aprecian sino las cosas de la tierra. En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio. Por eso, hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes que son mi alegría y mi corona, amados míos, perseveren firmemente en el Señor.
Palabra de Dios.

EVANGELIO

Moisés y Elías hablaban acerca de lo que le pasaría a Jesús en Jerusalén. ¿Acaso todo terminaría en la muerte? La transfiguración en el monte es un anticipo de que el final no es la muerte. La promesa de Dios no es para la destrucción, es para la vida. Algo de esta vida se les deja atisbar a los discípulos en esta escena: un Jesús radiante y glorioso, tal como lo encontraremos al final del camino. El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de la Alianza, ha enviado a su Hijo al mundo para realizar su promesa de vida.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 28b-36

Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Él no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: "Éste es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo". Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

El escenario: dudas y desconcierto sobre la identidad mesiánica de Jesús

El tetrarca Herodes Antipas se preguntaba perplejo sobre Jesús: “¿Quién es éste de quien oigo tales cosas?” (Lc 9,9). Por otra parte, los discípulos acababan de confesarlo en Cesarea de Filipo como Mesías (9,18-21), si bien el inmediato anuncio de la pasión les desconcertó del todo dejándolos perplejos y sumidos en un mar de dudas. ¿Era realmente el Mesías que cumplimentaría las promesas selladas con la alianza?
Se podía entender que muchos lo abandonaran decepcionados por su mesianismo. Tampoco resultaba extraño el que las autoridades políticas y religiosas lo criticaran, desautorizan y hasta persiguieran. Pero, ¿cómo entender la incertidumbre de los suyos después de su larga y confidencial convivencia? ¿Dónde quedaban el fervor y el entusiasmo con que acogieron la primera llamada del Maestro?

Jesús comparte con los suyos la revelación de su destino

Aunque medio adormecidos y cargados de sueño, como les ocurrirá más tarde en Getsemaní (Lc 22,45), Jesús quiere hacerles partícipes de una experiencia personal que marcará y condicionará el resto de su misión. Como era habitual en él, un día más se retira a orar, pero esta vez llevándose consigo a lo alto del monte a sus tres más íntimos. Ensimismado en su mundo interior y ante la presencia testimonial de Moisés y Elías, comparte con ellos la revelación del destino que le espera: su éxodo definitivo al Padre pasando por la muerte en Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas (13,33-34).

Como ocurrió en el pasado con Moisés en la cumbre del Sinaí (Ex 34) y con el profeta Elías en el monte Horeb (1 Re 19,11-13), es Dios mismo quien se revela en la voz celeste bajo la nube protectora de su presencia. Confirmaba de este modo el reciente y sorprendente anuncio premonitorio de su pasión en medio del majestuoso esplendor de su gloria: será rechazado, maltratado y matado, pero resucitará al tercer día. Jesús era plenamente consciente de la suerte que le esperaba, la asumía con serenidad y entereza. No así sus discípulos predilectos, que asisten atónitos y desconcertados a la escena: “callados, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto”.

Si en la petición de Moisés: “muéstrame tu gloria”, Yahvé se le revela solo en parte, de espaldas, en la escena de la transfiguración Dios se nos revela plenamente en su Hijo, el Elegido, apuntando hacia el final de su destino salvífico. No era otro el tema de conversación de los dos testigos proféticos con Jesús. Y es que el hombre está llamado a vivir la permanente paradoja de la muerte en la vida y de la vida en la muerte. Mensaje que entraña lo más nuclear de la sabiduría evangélica a raíz de la profunda experiencia que envuelve la existencia humana y a la que los cristianos nos acogemos por la fe.

Muéstranos tu rostro, Señor

La escena evangélica nos invita a contemplar la faz del Transfigurado y a escuchar la voz de lo alto: “Éste es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle”. Ese rostro manifestado en “el resplandor del glorioso evangelio de Cristo, imagen de Dios, quien ha hecho brillar su luz en nuestros corazones” (2 Cor 4, 4-6). Rostro de Jesús manifestado en el evangelio que requiere a su vez ser ubicado e insertado en la propia historia de su pueblo, representada en las figuras de Moisés y Elías.

Si cada cristiano ha de reflejar la luz del rostro de Cristo, es normal que recemos con el salmista: “Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro”. En esta sintonía de sentimientos, nos hemos sumado también en más de una ocasión a la pregunta de Felipe en la última cena: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. La respuesta de Jesús fue clara y contundente: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,8-9).

Pidamos a Dios que nos siga cubriendo la sombra de esa “nube” bienhechora para que vaya destilando, cual lluvia pausada, los secretos de su inagotable misterio. Por la fe en el Transfigurado, no sólo reconocemos su rostro sino que nos adherimos a su persona y seguimos sus pasos en espera de poder disfrutar un día de su encuentro en la atienda definitiva de su Reino.

ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: (Génesis 15,5-12.17-18)

Marco: Este acontecimiento está en el centro mismo de la historia de Abrahán. Conviene recordar la importancia de la descendencia y de la tierra para un nómada como era Abrahán.

Reflexiones

1ª) ¡Abrahán vive en la convicción de que Dios dirige su vida!
Dios sacó afuera a Abrahán y le dijo: Mira al cielo, cuenta las estrellas si puedes. Y añadió: así será tu descendencia... Yo soy el Señor que te sacó de Ur de los caldeos, para darte en posesión esta tierra. Dios promete a Abrahán dos cosas: en primer lugar, una descendencia que es la más importante. La descendencia significa y garantiza la continuidad, la seguridad del futuro. Las circunstancias personales de Abrahán, según la presentación bíblica, no favorecen esta promesa. Pero el peregrino de la fe sigue adelante apoyado en la alianza que Dios pacta con él. Entre aquellos antiguos orientales, como lo demuestran los incesantes descubrimientos, la alianza era el modo habitual de asegurar la paz y el bienestar de los vasallos por obra de los soberanos así como la obediencia leal de aquellos a éstos (formulario hitita). Dios se compromete con Abrahán por pura iniciativa suya. Abrahán solo ha de responder con la fe-confianza leal en su Soberano. Abrahán ha sido elegido como signo de salvación y bendición para todos los pueblos (Gn 12, 1ss). Pero la historia posterior pondrá en peligro la lealtad a su Soberano, porque se le anuncia que serán esclavizados en Egipto durante cuatrocientos años. En segundo lugar, la promesa de la tierra que es un motivo firme de esperanza para el pueblo de Israel. La descendencia y la tierra son bienes que tienen especial importancia y significación para un nómada. Bien es verdad que la fe de Abrahán es puesta a prueba cuando las promesas tardan en realizarse. Aunque aquí son selladas con una alianza. Todo es futuro todavía. Y el futuro, cuando se retarda, compromete la esperanza, hasta quebrarla en muchos casos. Abrahán debe poner en acción toda la capacidad de su fe-esperanza para seguir fiándose de ese misterioso El Shaday que se le revela y conduce su vida. En nuestro mundo esta actitud de fe incondicional sorprende y nos parece imposible. Dios garantiza siempre el cumplimiento de lo que promete.

Segunda lectura: (Filipenses 3,17-4,1)

Marco: Esta carta ha sido escrita desde la cárcel. Algunos se aprovechan de esta situación para hacerle la vida más dura y difícil entrometiéndose en su comunidad para arrebatar a los creyentes la libertad del Evangelio cimentada en la cruz de Cristo.

Reflexiones 

1ª) ¡La fe pura en el Evangelio corre el peligro de perder su lozanía!
Como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo... Sólo aspiran a cosas terrenas. El apóstol no puede quedar ajeno a esta situación de su entrañable comunidad de Filipos. Una vez más atisbamos la intimidad del apóstol. Muchos cristianos, así llamados criptocristianos, procedentes del judaísmo y que entraron a formar parte de las comunidades cristianas, en este caso en Filipos, no quieren correr el riesgo de ser perseguidos por su fe. A esos se refiere el apóstol cuando dice que muchos viven como enemigos de la cruz de Cristo. La fe en Cristo, que proporciona la libertad, entraña un leal compromiso. La fe compromete la vida en su totalidad; no admite rivales junto a ella. Por fe hay que entender la adhesión a todo el Evangelio, es decir, todo el misterio salvador de Cristo y sus consecuencias para la vida. Somos peregrinos en la fe y en la esperanza. Nuestra meta está en otra parte. Somos parroquianos en este mundo, es decir, no tenemos casa fija y estable aquí. Y Dios tiene poder para mantenernos firmes en esa fe y en esa esperanza.

Evangelio: (Lucas 9, 28b-36)

Marco: Se trata de la transfiguración del Señor. Jesús se encuentra a las puertas del largo viaje que le conducirá hasta Jerusalén. Durante el viaje les enseñará las condiciones del verdadero discipulado. Este acontecimiento es como un avance del final glorioso, como una primicia de su gloria ante la dureza del camino que conduce a la muerte de cruz, que provocará un profundo escándalo en los discípulos. El final es la victoria, el triunfo y la gloria.

Reflexiones

1ª) ¡Dios ofrece a los discípulos un anticipo de la gloria de Jesús!
Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una montaña, para orar. Y mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blanco. La trasfiguración ha sido un acontecimiento de la vida de Jesús que ha llamado la atención de los estudiosos. Pero se trata de un acontecimiento transmitido por los tres evangelistas y en los tres relacionado con el acontecimiento pascual. Un núcleo histórico, hoy reinterpretado a la luz de la Pascua, es muy difícil ponerlo en duda. Jesús quiere apuntalar la fe de sus discípulos en su persona. Las circunstancias: en un monte alto. En un monte alto antaño se produjo la gran revelación a Moisés. El monte es un lugar preferente para las manifestaciones y revelaciones de Dios a sus enviados y a su pueblo; se trata, por tanto, de un acontecimiento especial de revelación de la persona y de la misión de Jesús. Para indicar la presencia de Dios se recurre a uno de los símbolos más significativos en la tradición: una nube que les envuelve. La nube asegura la presencia protectora y salvadora de Dios, como podemos leer en el relato épico del éxodo de Egipto. Su presencia, así simbolizada, da firmeza a la fe y a la esperanza en las dificultades y durezas del camino. La liturgia actualiza siempre los acontecimientos salvadores de Jesús. La actualización es teológica y es parenética, es decir, en Jesús mismo y como impulso para la comunidad que celebra. Este aspecto de la trasfiguración revela al creyente de hoy que Dios no defrauda, que en su pedagogía, siempre acertada y oportuna, ofrece en cada momento lo que se necesita para seguir caminando en el claroscuro de la fe siguiendo los pasos de Jesús.

2ª) ¡Moisés y Elías hablaban con Jesús de su futura muerte!
Dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Los personajes que aparecen hablando con Jesús son Moisés y Elías. Sabemos que ambos representan las dos corrientes más fuertes de Israel: la ley, en sentido bíblico integral, y los profetas. La ley-toráh que significa y transmite la llamada de los patriarcas y, sobre todo, las gestas de la liberación de Egipto y la peregrinación por el desierto con los acontecimientos providenciales de la revelación sinaítica. Y toda la tradición profética. Jesús aparece como el cumplimiento de cuanto se anunció en figuras. La humanidad entera está invitada a participar en la salvación. La figura del Padre aparece con la confesión e invitación solemne: éste es mi Hijo muy amado, escuchadlo. En adelante su presencia ya no será en una nube. Su propio Hijo, hecho uno de tantos y entre los hombres, es el lugar de nuestro encuentro con Él.

3ª) ¡El hombre ha de encontrar espacios para la escucha de la Palabra!
Una voz desde la nube decía: este es mi Hijo, el escogido; escuchadlo. Los hombres son invitados a una actitud fundamental: escuchar a Jesús que tiene palabras de vida eterna. Sólo por la escucha de la Palabra de Jesús, a través de sus apóstoles, podremos poseer y vivir nuestra fe apostólica. A lo largo de la historia de la salvación aparece una y otra vez, especialmente en los profetas, la invitación a escuchar la voz de Dios. Y también la historia de la salvación nos enseña la respuesta y el resultado por parte de los hombres. La palabra de Dios, que siempre ha sido una oferta de libertad y de sentido, ha encontrado múltiples obstáculos para ser acogida y vivida. Es una de las paradojas de la historia de la salvación. Aunque en muchos aspectos sea incomprensible para el hombre, la palabra de Dios no destruye ni coarta la libertad del hombre porque procede de la misma voluntad divina de la que participa la propia libertad humana ya que nos hizo a su imagen y semejanza. Esta invitación del Padre para que presten atención a su Hijo, escuchando su palabra, se inscribe en la historia de la fidelidad de Dios. Ya no tiene otra Palabra, el Hijo es toda su Palabra que antaño llegó a los hombres por boca de los profetas y en forma de libro y que ahora se hace presente a través de un hombre en el que la Palabra se hizo historia personalmente. No es posible buscar otra Palabra de Dios. Escuchar, he ahí la recomendación del Padre. Escuchar primero a su Hijo y después a sus apóstoles. No solo ruego por éstos, sino también por aquellos que creerán a través de su palabra. Escuchar a Alguien muy cercano que tiene respuestas para las preguntas y necesidades de los hombres. Pedro ha experimentado que la cercanía de Dios entra en lo hondo de su ser humano: ¡qué bien estamos aquí!. Es necesario seguir proclamando con fuerza esta experiencia y esta oferta al hombre de ayer y de hoy. La fe ha de ir precedida, y acompañada, por la Palabra de Dios y por la experiencia de su cercanía que da sentido a la experiencia más genuinamente humana.

domingo, 17 de febrero de 2013

DOMINGO I DE CUARESMA


"No tentarás al Señor, tu Dios"

1.       Lo que en un principio fue el ofrecimiento a la divinidad de las primicias de las cosechas del campo, con anterioridad a la historia del pueblo, pasó a motivar el primer acto de fe israelita en el que se resume la historia del pueblo de Israel desde los orígenes vinculados a Abraham y los patriarcas pasando por la bajada a Egipto en donde el pueblo vivió en calidad de esclavo de los egipcios durante 450 años, hasta que el Señor les saca de Egipto con mano fuerte y brazo extendido haciéndoles pasar a pie enjuto por las aguas del mar rojo y deambulando por la aridez del desierto durante 40 años hasta introducirles en la tierra prometida, tierra que mana leche y miel, y en la que tendrán que confrontar su fe con la fe de los otros pueblos que encontrarán a su alrededor. Durante la Cuaresma, el Señor nos quiere sacar del país de la esclavitud y del pecado para introducirnos en la tierra prometida de la Pascua haciéndonos pasar durante cuarenta días por el desierto de la cruz acompañando a Cristo que se dirige hacia el cumplimiento de su Hora, en la que va a dar al Padre el máximo testimonio de amor y de fidelidad.

2.       La segunda lectura nos hace ver la absoluta necesidad que tenemos de la fe, una fe auténtica, para que este itinerario sea un itinerario cristiano. Este itinerario lo podemos hacer por costumbre o sin darnos cuenta de que le hacemos. Solamente será provechoso en la medida en que nos identifiquemos con Cristo en la muerte, muerte al pecado y a todos sus vicios colaterales, para entrar con él victoriosos, en la noche del Sábado Santo, en la gloria de la Pascua.

3.       Todos los años, en este primer domingo de Cuaresma, leemos uno de los tres evangelios sinópticos sobre las tentaciones de Jesús. Este año nos toca el de San Lucas. De la misma manera que el pueblo hubo de pasar por el desierto durante cuarenta años y ser tentado para entrar en la tierra prometida, así Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para estar allí durante 40 días y ser tentado por el diablo. El paralelismo es claro. Pero hubo una diferencia: el pueblo cayó en la tentación. Jesús rechazó al diablo en las tres tentaciones a las que fue sometido.


I LECTURA

En este credo, el pueblo de Israel expresa su fe en el único Dios. Esta fe no se funda en un razonamiento ni en un sistema filosófico, sino en una experiencia: este es el Dios que ha caminado la historia con nosotros. La fidelidad a este Dios es la expresión agradecida del pueblo que sabe que su historia no sería igual si no tuviera a Dios al lado suyo.

Lectura del libro del Deuteronomio 26, 1-2. 4-10

Moisés habló al pueblo diciendo: Cuando entres en la tierra que el Señor, tu Dios, te da en herencia, cuando tomes posesión de ella y te establezcas allí, recogerás las primicias de todos los frutos que extraigas de la tierra que te da el Señor, tu Dios, las pondrás en una canasta, y las llevarás al lugar elegido por el Señor, tu Dios, para constituirlo morada de su Nombre. El sacerdote tomará la canasta que tú le entregues, la depositará ante el altar, y tú pronunciarás estas palabras en presencia del Señor, tu Dios: "Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y se refugió allí con unos pocos hombres, pero luego se convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura servidumbre. Entonces pedimos auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz. Él vio nuestra miseria, nuestro cansancio y nuestra opresión, y nos hizo salir de Egipto con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios. Él nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra que mana leche y miel. Por eso ofrezco ahora las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me diste". Tú depositarás las primicias ante el Señor, tu Dios, y te postrarás delante de él.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 90, 1-2. 10-15

R. En el peligro, Señor, estás conmigo.

Tú que vives al amparo del Altísimo y resides a la sombra del Todopoderoso, di al Señor: "Mi refugio y mi baluarte, mi Dios, en quien confío". R.

No te alcanzará ningún mal, ninguna plaga se acercará a tu carpa, porque él te encomendó a sus ángeles para que te cuiden en todos tus caminos. R.

Ellos te llevarán en sus manos para que no tropieces contra ninguna piedra; caminarás sobre leones y víboras, pisotearás cachorros de león y serpientes. R.

"Él se entregó a mí, por eso, yo lo libraré; lo protegeré, porque conoce mi Nombre; me invocará, y yo le responderé. Estaré con él en el peligro, lo defenderé y lo glorificaré". R.

SEGUNDA LECTURA

Creer con el corazón y proclamar con los labios... Eso hizo el pueblo de Israel, eso hizo Jesús ante las tentaciones del diablo. Y todos los creyentes seguimos haciendo esto mismo en el lugar donde nos toca estar. La fe nos lleva a depositar con confianza nuestra vida en Dios.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 10, 5-13

Hermanos: Moisés escribe acerca de la justicia que proviene de la Ley: "El hombre que la practique, vivirá por ella". En cambio, la justicia que proviene de la fe habla así: "No digas en tu corazón: ¿quién subirá al cielo?", esto es, para hacer descender a Cristo. O bien: "¿quién descenderá al Abismo?", esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos. Pero ¿qué es lo que dice acerca de la justicia de la fe? "La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón", es decir, la palabra de la fe que nosotros predicamos. Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación. Así lo afirma la Escritura: "El que cree en él, no quedará confundido". Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que "todo el que invoque el nombre del Señor se salvará".
Palabra de Dios.
EVANGELIO

La palabra diablo (dia-bolo en griego) significa literalmente "el que separa". El diablo quiere separar a Jesús de la misión que el Padre le ha confiado. El diablo propone un mesianismo que resuelva los problemas mágicamente, obrando al modo de los reinos de este mundo y sin pasar por el dolor. A esas tentaciones, Jesús responde con la fe del pueblo de Israel, con las palabras tomadas del Antiguo Testamento. Jesús, con la fe de su pueblo, reafirma que sólo quiere caminar la historia en la línea del plan de Dios. Hoy, primer domingo de Cuaresma, la Iglesia nos propone estas lecturas para que también nosotros volvamos a cimentar nuestra fe en el único Dios y optemos por vivir nuestra existencia unidos a él.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 4, 1-13

Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan". Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan". Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá". Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto". Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: Él dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra". Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios". Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

1.       Creo que se debe tener en cuenta esta historia del pueblo de Israel para iniciar la cuaresma en la perspectiva amplia del proyecto liberador y salvador revelado en la Biblia.

-       El Señor saca a su pueblo de Egipto, el país de la esclavitud y del pecado
-       El pueblo lleva visibles los signos de la presencia del Señor con él en la columna de fuego y la nube
-       Le hace pasar por el mar rojo (símbolo del bautismo)
-       Hace Alianza con Yahvéh por la que se compromete a cumplir los mandamientos mientras que Yahvéh le protegerá y le introducirá en la tierra prometida.

2.       La Cuaresma está puesta bajo el número simbólico de los 40. Este número hace referencia a los episodios importantes de la historia de la salvación. Unos episodios que se leen a lo largo de estos 40 días en la Liturgia.

-       Cuarenta fueron los días del diluvio, al final de los cuales Dios salvó a una familia de justos.
-       Cuarenta fueron los días que Moisés estuvo en la cima del monte, al final de los cuales Dios le entregó las tablas de la ley.
-       Cuarenta fueron los años que el pueblo anduvo por el desierto después de salir de Egipto, al final de los cuales Dios le introdujo en la tierra prometida.
-       Cuarenta fueron los días que anduvo Elías hasta el monte del Señor, al final de los cuales Dios le renovó su vocación de profeta.
-       Cuarenta fueron los días que Jesús pasó en el desierto, sometido a las tentaciones del demonio, al final de los cuales el demonio fue vencido y él comenzó a predicar el reino de Dios.
-       Y cuarenta son los días que dura la cuaresma, al final de los cuales el Señor nos introducirá en la gloria de la Pascua.

3.       Ninguno de todos estos hechos está cerrado en sí mismo, sino que todos están abiertos a otros acontecimientos a los que conducen y preparan. Sustancialmente, el número bíblico de los 40 nos dice que Dios introduce a los individuos y a los pueblos en el ámbito de la salvación haciéndole pasar por ciertas pruebas. Unas pruebas que aquilatan la fidelidad, espían las culpas, purifican el corazón, abren a la gracia y disponen al encuentro.

4.       Hemos comenzado la cuaresma y hemos recordado las tentaciones de Cristo. Es el anuncio de que comienza para nosotros un período de tentaciones y de pruebas, pero nosotros sabemos que tenemos asegurada la victoria imitando el ejemplo de Jesucristo. El comportamiento de Jesús en las tentaciones es de rechazo

Di que estas piedras…, no solo de pan vive el hombre…
Si tú te arrodillas delante de mí…, al Señor tu Dios adorarás
Tírate abajo, los ángeles cuidarán de ti…, no tentarás al Señor

5.       Todo diálogo con el tentador es admitir la posibilidad de llegar a un acuerdo con él. A partir de la derrota que Jesús le inflige, el demonio comienza a batirse en retirada maltratando, por ej. a algún endemoniado. Pero a Jesús ni le toca. Sabe que tiene perdida la batalla. En nosotros se puede producir una cosa parecida si logramos vencer al tentador en temas y en momentos decisivos. Con todo, con nosotros nunca dejará de intentar un nuevo asalto. Hay que estar preparado en todo momento para la batalla. En Jesús tenemos asegurada la victoria. Y el Señor quiere vencerle una vez más en nosotros.

6.       Tenemos que recordar

-       Que no hay tentación que no sea humana
-       Que fiel es Dios que no permitirá que seamos tentados con mayor intensidad de nuestra capacidad de resistencia
-       Que al que hace lo que puede Dios no le niega su gracia
-       Si Dios está con nosotros ¿quién podrá militar contra nosotros?

7.       Vale la pena pasar por estas pruebas para experimentar la gloria y la alegría de la Pascua.



ESTUDIO BÍBLICO

La fidelidad a Dios nos otorga la liberación de la Pascua

La Cuaresma es uno de los tiempos litúrgicos más determinantes de la vida cristiana porque nos prepara para celebrar la Pascua: es decir, la muerte y la resurrección del Señor. Alguna vez hemos oído que se llama “cuaresma” porque recuerda el número cuarenta, bien los cuarenta años del pueblo en el desierto antes de entrar en la tierra prometida y gustar definitivamente la liberación de Egipto; o bien los cuarenta días en que Jesús se nos presenta en el desierto preparándose, como el pueblo, para su gran misión.

Iª Lectura: Deuteronomio (26,4-10): Dios libera a su pueblo

I.1. En este primer domingo de Cuaresma nos encontramos, primeramente, con una lectura muy significativa, porque es uno de los textos más primitivos del Antiguo Testamento. En esa lectura se nos da un “confesión de fe”, lo que el pueblo creía y repetía frecuentemente: que ellos son descendientes de un arameo errante, un hombre oriental, nuestro padre Abrahán, que lo dejó todo por el Dios que se acercó a los hombres para reconducir la historia de la humanidad, que había perdido su rumbo. La confesión de fe, aparentemente, es pobre, porque es un fórmula y como tal no ofrece detalles; pero tiene la fuerza de la experiencia vital, de los que consideran que su vida tiene una orientación determinada y determinante. El pueblo descendiente de Abrahán ha pasado por numerosas vicisitudes hasta ser un pueblo, una nación.

I.2. Importante es poner de manifiesto también que todo se lo deben a Dios. No a un dios innominado, sino a un Dios que se compromete en la historia de un pueblo concreto y de una comunidad concreta. Ese pueblo es Israel, quien ha dado a la humanidad una de las experiencias religiosas más radicales: porque es un pueblo que ha sentido la liberación de Dios. Ha sido Dios quien se ha hecho notar primero, quien buscó a este pueblo, no ha sido el pueblo quien buscó a Dios. Es verdad que éste no es un privilegio de elección para encerrarse en él mismo, ni para presumir orgullosamente, ya que debe abrirse a todos los demás pueblos y naciones para que conozcan a ese Dios: Yahvé, liberador de Israel y liberador de todos los hombres. Todo lo expresa el Deuteronomio en esa formulación de su fe más radical.

IIª Lectura. Romanos (10,8-13): Toda la humanidad, en Cristo

La segunda lectura es muy expresiva, es confesión de fe también, pero va mucho más allá de lo que Dios puede hacer por nosotros. Lo que hizo con Israel es solamente una pequeña manifestación de lo que ha proyectado sobre todos los hombres. Y eso que piensa hacer con nosotros, lo ha hecho con Jesucristo, su Hijo, a quien ha resucitado, lo ha liberado de la muerte. Es eso lo que nos espera a todos de parte del Dios de Israel y del Dios de Jesucristo. Todos, judíos y paganos, deben encontrarse en ese Dios resucitador, porque hemos sido llamados a la vida verdadera. Ese es el sentido de la Pascua cristiana que marca todo el horizonte de este tiempo cuaresmal.

Evangelio: Lucas (4,1-13): En las manos de Dios

III.1. La lectura del evangelio de Lucas nos expone el relato de las tentaciones, una de las narraciones más expresivas, aunque bien es verdad que no exenta de dificultades. Podemos resumir así el significado del evangelio: Jesús afronta tres tentaciones. Esto viene de la tradición. No es que el número tres sea determinante y no se explica solamente recurriendo al pueblo en el desierto, aunque es posible que esa es la inspiración de este relato. Pero en definitiva son el simbolismo de toda la lucha entre el bien y el mal, entre la elección de uno mismo y la opción por Dios. Todas las tentaciones tienen como objetivo, en definitiva, romper la "comunión" con Dios. Para Lucas, Jesús es el nuevo Adán, como se expresa por su genealogía (Lc 3,1ss), por eso no tiene otro proyecto de vida que el vivir la comunión con Dios, que el primer Adán había perdido.

III.2. Lucas ha leído esta escena de la tradición según su perspectiva personal. Para él no se trata especialmente de releer en Jesús las pruebas del desierto (como en el caso muy evidente de Mateo) y ni siquiera de contemplar a Jesús vencedor sobre Satanás como el Mesías que rechaza el mesianismo glorioso y político. Lo que él considera en Jesús en el desierto es esencialmente el designio del Padre que está cumpliéndose. Y esto lo interpreta según la mentalidad de que no puede suceder sin que se encuentre en su camino al adversario, el que trabaja para que la humanidad se pierda en sí misma.

III.3. Este encuentro es solamente la anticipación de otro que será definitivo: en la Pasión y la Cruz, que es la consecuencia de su vida. De ahí que haya reorganizado la tradición primitiva para que todo acabe en Jerusalén, donde Jesús vivirá su Pasión. En el caso de Mateo el orden de las tentaciones es distinto y termina en un monte muy alto, que es toda una figuración. Ambos han leído este episodio en el evangelio galileo de Q (algunos prefieren llamarlo así). En Lucas todo termina  en Jerusalén porque para este evangelista Jerusalén es el final y el comienzo de la vida de de Jesús y de la comunidad cristiana primitiva. Es en Jerusalén, además, donde han de tener lugar las experiencias del Resucitado a los discípulos y, por lo mismo, este triunfo de Jesús en lo más alto del Templo es todo un apunte de la victoria sobre la muerte que ha de anunciarse desde Jerusalén hasta los confines de la tierra.

III.4. Si Lucas ha querido presentar la filiación divina de Jesús en la dimensión del nuevo Adán (como en la genealogía), su relato de las tentaciones debe leerse en esa clave. De ahí que su cristología, con sus intereses parenéticos, no es descriptiva, sino que busca llevar a la comunidad las posibilidades de vivir una experiencia como la de Jesús. La Iglesia que escucha este relato, la comunidad, vive también bajo el Espíritu, como Jesús, y es conducida por El. Por eso, bajo esa experiencia, los poderes del mal también quieren envolverla en una carrera ciega hacia una desobediencia radical a Dios. En definitiva: Lucas quiere que aprendamos a ser personas libres, como Jesús, en nuestra fidelidad a Dios. Porque Dios es para el hombre, como para Jesús, el que garantiza nuestra libertad y nuestra realización.



domingo, 10 de febrero de 2013

DOMINGO 5º DEL TIEMPO ORDINARIO C



"Navega mar adentro, y echen las redes".

Los textos litúrgicos nos ofrecen este domingo un “modelo”, algo así como una posibilidad para que descubramos cuál es la imagen de Dios que nos muestran hoy las lecturas y que reclaman la atención de nuestra fe. Para descubrir en qué consiste este modelo proponemos cerrar los ojos, tranquilizarnos e imaginar, de la mano de Isaías, el escenario, casi teatral, que describe frente a nosotros y nosotras. Quizá entonces descubramos que sus palabras despiertan nuestra imaginación y nos introducen en un espacio en el que la Gloria se hace presente, pero su grandeza no avasalla la libertad humana, sino que interroga y llama al compromiso.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

"Con todo, el sentido de la experiencia de Isaías es que pese a la absoluta santidad de Dios, esa santidad no aniquila al ser humano. Éste puede ir poco a poco alcanzando mejores grados de calidad humana. Calidad de vida y santidad forman parte de la misma vocación humana".

Lectura del libro de Isaías 6, 1-2a. 3-8

El año de la muerte del rey Ozías, yo vi al Señor sentado en un trono elevado y excelso, y las orlas de su manto llenaban el Templo. Unos serafines estaban de pie por encima de él. Cada uno tenía seis alas. Y uno gritaba hacia el otro: "¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos! Toda la tierra está llena de su gloria". Los fundamentos de los umbrales temblaron al clamor de su voz, y la Casa se llenó de humo. Yo dije: "¡Ay de mí, estoy perdido! Porque soy un hombre de labios impuros, y habito en medio de un pueblo de labios impuros; ¡y mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos!". Uno de los serafines voló hacia mí, llevando en su mano una brasa que había tomado con unas tenazas de encima del altar. Él le hizo tocar mi boca, y dijo: "Mira: esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido borrada y tu pecado ha sido expiado". Yo oí la voz del Señor que decía: "¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?". Yo respondí: "¡Aquí estoy: envíame!".
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 137, 1-5. 7c-8

R. Te cantaré, Señor, en presencia de los ángeles.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque has oído las palabras de mi boca. Te cantaré en presencia de los ángeles y me postraré ante tu santo Templo. R.

Daré gracias a tu Nombre por tu amor y tu fidelidad. Me respondiste cada vez que te invoqué y aumentaste la fuerza de mi alma. R.

Que los reyes de la tierra te bendigan al oír las palabras de tu boca, y canten los designios del Señor, porque la gloria del Señor es grande. R.

Tu derecha me salva. El Señor lo hará todo por mí. Tu amor es eterno, Señor, ¡no abandones la obra de tus manos! R.

SEGUNDA LECTURA

El Evangelio es, antes que una colección de escritos que conocemos, un anuncio. Este anuncio no es nuestro. Es el anuncio de la salvación que hacemos con la Iglesia desde los tiempos apostólicos.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 1-11

Hermanos, les recuerdo la Buena Noticia que yo les he predicado, que ustedes han recibido y a la cual permanecen fieles. Por ella son salvados, si la conservan tal como yo se la anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano. Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Cefas y después a los Doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto. Además, se apareció a Santiago y a todos los Apóstoles. Por último, se me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto. Porque yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. En resumen, tanto ellos como yo, predicamos lo mismo, y esto es lo que ustedes han creído.
Palabra de Dios.

EVANGELIO

Pescadores de hombres: "El primer servicio que la Iglesia hace a los hombres es anunciar la verdad sobre Jesucristo. La crisis es para la Iglesia un gigantesco desafío ante la impostergable tarea de proseguir realizando la Nueva Evangelización. Ella nos exige responder con todos los esfuerzos que sean necesarios para lograr la inculturación del Evangelio, que propone una verdad sobre el hombre, que implica un estilo de vida ciudadano comprometido en la construcción del bien común".

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 5, 1-11

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y echen las redes". Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes". Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador". El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres". Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

La tierra está llena de tu gloria

En este lugar se manifiesta la presencia de la divinidad. El profeta habla de un trono, de un manto, pero sobre todo, de la gloria y santidad que todo lo inundan. Entonces, imaginar esta presencia arrebatadora nos permite fácilmente sentir desconcierto, mareo e incertidumbre. Las personas creyentes no estamos acostumbradas a estas visiones y podemos fácilmente sentir que estamos perdidos. Sin embargo, puede que también, al igual que Isaías, descubramos que la divinidad se hace presente en nuestra vida a pesar de nuestra pequeñez o precisamente a través de nuestra vulnerabilidad.

Acreciste el valor en mí

Siguiendo el modelo que proponen los textos, tras acercarnos a Dios, contemplar su presencia a nuestro alrededor y ver su gloria, algo se ha transformado. Imaginemos de nuevo alguna de las características de esta contemplación y que el salmo describe a través de los términos: misericordia, lealtad, promesa, escucha y valor. Sabemos que son cualidades que pertenecen al ámbito divino, pero fácilmente se deslizan hacia nosotros interrogándonos si son estas las características que también describen nuestras vidas comunitarias, eclesiales o sociales. De nuevo, los textos parecen prever nuestra reacciones de extrañeza o de desánimo y quieren tranquilizarnos. De este modo, el Salmo 137 nos indica que esta contemplación es un primer paso, un comienzo, que necesita continuamente ser plenificado y nos anuncia que su Sabiduría “completará sus favores conmigo”.

Parece entonces que la clave que recorre los textos de este domingo sea la “confianza” que actúa alejando temores y abriendo novedades. Pero esta actitud, básica para los seres humanos requiere, como siempre, del empuje de nuestra fe.

Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído

Tras la resurrección de Jesús nos ha sido anunciado el Evangelio. La carta primera a los Corintios dice que esa proclamación ha sido fundamento, y a la vez, aquello que nos ha salvado. Este anuncio nos advierte sobre los lugares, modos y formas en las que apoyar la vida. De nuevo aparece la confianza. Pablo escuchó que Cristo murió a causa de nuestra incapacidad para el Amor, que se apareció a sus discípulos y amigas, y que esta predicación no ha cesado de ofrecer sentido y salvación a todas las gentes. De ahí que la predicación, sea transmisora, generadora y posibilitadora de gracia. Pero, una vez más se insiste en que ha de ser una predicación aceptada para que pueda ser fundamento de nuestras vidas.

Remar mar adentro

El texto de Lucas nos presenta un nuevo escenario. Ahora se trata de un hombre al que algunos y algunas siguieron, y que sentado, enseñó desde una barca. A diferencia de Isaías no se muestra la gloria, sino que las personas, a través de su entendimiento, son las que a cada momento han de decidir en qué palabras o en quién depositar su confianza.

Jesús parece indicar el camino, apuntar posibilidades. No aparecen tronos, sino barcas que deben ser empujadas por brazos humanos. Ahora se presenta nuestra posibilidad para remar mar adentro. Es momento de recordar cuáles son las palabras que merecen nuestra credibilidad. De lanzar redes sobre las situaciones de debilidad, miedos, miserias o pecados. Y también es tiempo de bregar en otras direcciones que nos alejen de los conformismos, de la individualidad y nos permitan atisbar cambios revolucionarios a un sistema que mata las personas y los sueños.



ESTUDIO BÍBLICO

Todos somos llamados a ser profetas y pescadores de hombres

            En el centro de las lecturas de este domingo aparece como mensaje fundamental la fuerza de la Palabra de Dios para cambiar la vida de aquellos que la escuchan, la acogen y la siguen. Esto es bien manifiesto en el evangelio y en la primera lectura profética; pero no lo es menos en el “credo” que Pablo propone a la comunidad de Corinto, recordándoles que si ellos son una comunidad de creyentes, se debe a que han acogido el mensaje, que él, a su vez, había recibido de los testigos de Jesús: que Cristo murió por nosotros y ha resucitado para darnos a todos la vida.

Iª Lectura: Isaías (6,1-2ª.3-8): La palabra de Dios que transforma

I.1. En la lectura profética se nos describe la experiencia de Isaías en el templo de Jerusalén cuando es llamado para ser enviado y hablar al pueblo en nombre de Dios. El profeta se siente indigno, porque ha tenido una experiencia tan intensa de lo que es Dios, de lo que es su Palabra, que no se atreve a hablar a un pueblo infiel, ya que él mismo se considera parte de ese mismo pueblo. Pero con un simbolismo de purificación de uno de los serafines (serafín tiene una raíz hebrea que significa “arder”), en definitiva de la acción curativa y purificadora de la Palabra de Dios, se siente impulsado a hablar a los hombres de Dios. La Biblia sabe muy bien expresar la transformación de la situación de pecado del hombre por medio de la intervención salvífica de Dios.

I.2. Lo que se quiere poner de manifiesto en esta experiencia del propio profeta, no es algo que solo vivirá él, sino todo el pueblo a causa de su palabra profética, que es Palabra de Dios. Quien es llamado a ser profeta siente que le arde el alma y el corazón. ¡Da miedo, claro! Pero la misma Palabra transforma el miedo en valentía y audacia. Cuando ruge el león (como dice Amós 3,8 “Ruge el león, ¿quién no temerá?   Habla el Señor Yahvé, ¿quién no profetizará?). Dios tiene esas intervenciones extraordinarias, a base de experiencia personales, que arranca de la indolencia y la trivialidad. El profeta que tiene la “suerte” no dormirá tranquilo. Ya verá la vida y la religión de otra manera. A cada uno le ocurre en su “status”. Es probable que Isaías fuera de familia distinguida, quizás sacerdotal. Ahí llega también la palabra de Dios para purificar y transformar.

IIª Lectura: Iª Corintios (15,1-11): El credo fundamental del cristianismo primitivo

II.1. En el contexto de 1Cor 15, estos versos iniciales marcan una pauta determinante porque están construidos en torno a la fe primitiva de los cristianos que se resumen, con solemnidad, anunciando la muerte y resurrección de Jesús. ¿En que se apoyan? En la experiencia que tienen de Él después de su muerte. La muerte no ha sido para Él una derrota; no es necesaria, ni lo será para nadie una segunda muerte. No sería justo ni para Dios, ni para ningún hombre. Por tanto, tampoco para Jesús. La resurrección se impone en sus vidas como una experiencia de vida. Esto es una revelación de Dios, que tienen que aceptar por la fe. Así fue y así lo recibió Pablo, y de la misma manera se lo trasmitió a su querida comunidad de Corinto en el mismo momento de la fundación. A eso le llama Pablo, concretamente, el Evangelio.

II.2. Como ya hemos dicho es un "credo", una confesión de fe trasmitida por Pablo. Es verdad que Pablo pretende legitimar su papel de Apóstol para combatir a algunos que niegan la necesidad de la resurrección, y por lo mismo, el hecho fundamental de que Jesucristo hubiera resucitado de entre los muertos. Él, Pablo, se considera como un apóstol abortivo (significa que la experiencia del Señor resucitado para él es como un nacimiento imprevisto, inesperado, casi imposible, ya que él estaba bien convencido de su judaísmo y del valor de la ley, e incluso había perseguido a la comunidad que confesaba a Jesús resucitado), no lo merecía. Pero ahí está dando a conocer en el mundo entero la gran noticia de la resurrección de Jesús y de todos los hombres.

II.3. Pablo les recuerda esto, porque está poniendo unas premisas indiscutibles, ya que intenta responder a una noticia que le ha llegado: que algunos no ven necesario hablar de la resurrección con lo que esto significa desde la mentalidad antropológica de un judío, pero en confrontación con la mentalidad griega. Si comienza así, con esa solemnidad, es porque este “Evangelio” es el principio y la base de toda su argumentación posterior. Debemos reconocer que esta es una de las piezas maestras de los textos de Pablo. Si no se acepta que Cristo ha sido resucitado por Dios, el cristianismo que ellos han aceptado, el evangelio, no tiene sentido. Si Cristo no vive con una vida nueva entonces… el cristianismo no tiene nada que ofrecer a los hombres. ¡Pero no! Cristo ha resucitado… y él mismo ha tenido experiencia de ello, de la misma manera que los otros apóstoles la tuvieron antes que él.

Evangelio: Lucas (5,1-11): La palabra de Dios que cambia la vida de los hombres

III.1. El evangelio nos relata la vocación de Pedro en un pasaje propio de Lucas, distinto de la vocación de los primeros discípulos narrada por Mc 1,16-20; está más próximo de Jn 21,1-11 sobre el momento de las experiencias que tuvieron los apóstoles después de la resurrección de Jesús. Los inconvenientes que Pedro pone a salir a pescar con Jesús y echar las redes en el agua tienen cierto parecido con la objeción de Isaías para desempeñar la misión de profeta. Han estado toda la noche y no han encontrado nada; ahora, casi de día, es más difícil aún, los peces no acuden. Pero en este caso van con Jesús, con el Señor que trae la Palabra viva de Dios. Es eso lo que les hará dejarlo todo para seguirle; dejarán incluso la pesca milagrosa que han recogido para emprender una misión nueva, para pescar a los hombres en el mar de la vida y anunciarles la salvación de Dios.

III.2. Ciertos detalles del texto son dignos de mención: Jesús está en el lago, y la muchedumbre acude para escuchar la “palabra de Dios” (logos tou theou, que es una expresión que es frecuente en la obra de Lucas: 8,11.21; 11,28, Hch 4,31; 6,2.7; 8,14; 11,1; 13,5.7.44.46; 16,32; 17,13; 18,11). Pero esa palabra de Dios, se va a convertir es una fuerza transformadora que haga que Simón y los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, tengan que dejar de ser pescadores, que estaban asociados (koinoi) en el lago, para seguir a Jesús como “pescadores de hombres”. Lo extraordinario de la pesca también tiene su significado, especialmente porque no era la hora de pescar, por la noche, sino a la luz del día. La orden de Jesús, su palabra, hace posible lo que no es normal. Así sucede, pues, con el evangelio que trasforma el miedo en alegría. Pedro se confiesa pecador, indigno, como los profetas. Pero eso no importa… lo importante es seguir a Jesús.

III.3. Por lo mismo, en todas las lecturas, vemos cómo se impone la Palabra de Dios, Dios mismo, Jesucristo resucitado, en la vida de todos aquellos que deben colaborar en el proyecto salvífico sobre este mundo y transforma la existencia de cada uno. La Palabra de Dios tiene una eficacia que motiva la respuesta de Isaías, de Pedro y los apóstoles y de Pablo. No eran santos, sino pecadores y alejados de la “santidad divina”. La Palabra, Jesucristo, su evangelio, se impone en nuestra vida, pero no nos agrede: nos interpela, nos envuelve misteriosamente, nos renueva, cambia los horizontes de nuestra existencia y nos lleva a colaborar en la misión profética del evangelio, que es la misión fundamental de la Iglesia en el mundo. Si al principio dan un poco de miedo las respuestas, estas se hacen radicales, porque no es necesario ser santo o perfecto para colaborar con Dios. Hace falta prestarle nuestra voz, nuestro trabajo y todo será distinto. Se nos propone una vida nueva, en perspectiva de futuro, sin cálculos...y todo cambiará, como cambiaron Isaías y como cambiaron Pedro y Pablo. No somos santos, no somos perfectos ¿cómo podremos? Cuando aprendemos a fiarnos de Jesús y de su evangelio; cuando queremos salir de nuestros límites, la Palabra de Dios es más eficaz que nuestras propias razones para no echar las redes en el agua, en la vida, en la familia, entre los amigos, en el trabajo... y seremos profetas, y seremos pescadores.