domingo, 28 de abril de 2013

Domingo 5º de Pascua



“Conocerán que son mis discípulos”

Avanza el tiempo de Pascua, el más importante para los cristianos. Las luces de la resurrección no esconden la realidad que se sigue desarrollando en nuestro adentro, en el mundo que nos rodea. Las noticias de estos últimos días ponen delante de nosotros episodios de violencia, nuevos casos de corrupción, más crisis económica, historias de sufrimiento con rostros y nombres concretos. En medio de todo esto, ¿qué es lo importante? ¿Qué merece la pena y es eterno? Corremos el riesgo de desanimarnos y vivir sin pasión, de dejarnos llevar por la prisa, lo superficial, las alarmas sociales y los gritos interesados de los medios de comunicación. Jesús Resucitado sigue superando esas barreras para hacerse visible en nuestra vida, en la Iglesia -que es el nuevo cenáculo- , para hacernos propuestas de sentido y esperanza. Él vuelve a recordarnos cuál es el proyecto que ofrece a quienes desean seguirle: vivir amando, entregando la vida, transformando esta sociedad desde abajo, desde lo más hondo que es el amor. Estos principios siguen siendo una oferta de felicidad para los hombres de cualquier época.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

Este es el final del primer viaje misionero "entre los paganos". La Iglesia fue animada por el Espíritu a dejar el mundo conocido, el del ámbito judío, y a encontrarse con otras culturas. Toda esta novedad ahora "vuelve" a la comunidad para que se reflexione sobre ella y madure. Así crece la Iglesia, descubriendo la voluntad de Dios en los nuevos acontecimientos que día tras día se suscitan.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 14, 21b-27

Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía de Pisidia. Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada comunidad, establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Luego anunciaron la Palabra en Perge y descendieron a Atalía. Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir. A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 144, 8-13a

R. Bendeciré tu Nombre eternamente, Dios mío, el único Rey. O bien: Aleluya.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. R.

Que todas tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. R.

Así manifestarán a los hombres tu fuerza y el glorioso esplendor de tu reino: tu reino es un reino eterno, y tu dominio permanece para siempre. R.

SEGUNDA LECTURA

En la Alianza celebrada en tiempos de Moisés, Dios proclamaba: "Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo". Ese vínculo nos ha dado identidad como pueblo de Dios a lo largo de los siglos, a pesar de las infidelidades y el pecado. Llegará un día en que ya no habrá nada que menoscabe esa alianza, y viviremos plenamente como pueblo de Dios redimido y triunfante.

Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-5a

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: "Ésta es la carpa de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será con ellos su propio Dios. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó". Y el que estaba sentado en el trono dijo: "Yo hago nuevas todas las cosas".
Palabra de Dios.

EVANGELIO

"El mandamiento nuevo dice que hay que amar al prójimo con la medida con que ama Cristo ("como yo los he amado"). Se podría decir que esto es imposible como mandamiento: no se puede imponer o mandar que amemos como ama Cristo, porque eso supera nuestras posibilidades. Pero esto se puede entender correctamente dentro de la mística de San Juan. Así como la voluntad del Padre es aceptada y cumplida por Cristo, él ahora hace partícipes de esta voluntad a todos los creyentes para que también puedan amar con amor divino. No se trata entonces de un esfuerzo humano para ver quién puede amar más, sino de la gratuita donación de Dios que nos da la posibilidad de amar con un amor que viene de Dios. Por eso, se dice que el mandamiento nuevo se nos da"

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 13, 31-33a. 34-35

Durante la última cena, después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Las lecturas de este domingo V de Pascua nos ponen en contacto con el carácter misionero de la Iglesia, y a la vez nos recuerdan que la vida del cristiano tiene un cimiento fundamental: el amor, único criterio que verifica la experiencia religiosa, que da autenticidad a la misión y credibilidad al Evangelio. El valor central para cualquier vida humana y la puerta de acceso al misterio del Dios que se manifiesta en Jesús.

Hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios

Con frecuencia confundimos el amor con esa sensación de “estar bien”, “estar a gusto”, una experiencia meramente sensible, afectiva, superficial. Esa que cuando aprietan las dificultades desaparece de inmediato. No es el amor el antídoto que quite el dolor. La vida humana corre paralela a esas dos realidades, que la van marcando. Dios, la adhesión a Él, no evita el sufrimiento: al Reino no se accede sin haberse curtido, como humanos, en el dolor o la dificultad. La vida cristiana vivida en integridad trae, si cabe, un plus: experimentar la integridad del Evangelio supone un ir “contra corriente” que incomoda. Trascender las categorías superficiales de lo humano, apostar por un estilo de vida, unos valores profundos y exigentes. El Reino de Dios, para construirse, pide un esfuerzo amasado en amor.

Lo que Dios había hecho por medio de ellos

No se pierde el amor que damos, o el dolor con que en ocasiones lo revestimos para ofrecerlo a otros. ¡No se pierde el amor! Como el trigo enterrado que pudriendo da vida, toda pizca de amor ofrecida engendra bien, aporta vida, abre futuro. A nosotros o a otros, ¡qué más da! ¿No lo hemos experimentado en ocasiones? Dios nos necesita y se sirve de nosotros para que lo bueno se extienda. Somos capaces de obras grandes, que Él hace a través de nuestra frágil humanidad. El bien no surge de la nada sino que se da por gestos sencillos de personas sencillas.

Un cielo nuevo y una tierra nueva

Desde siempre hemos pensado que era tarea nuestra realizarlo. Nos decepciona ver que todavía no llega ése tiempo, y da la sensación de que está cada vez más lejos. Nos defraudan los políticos en quienes parece que hemos delegado su construcción. Nos desencantan muchos proyectos humanos que, cuando los hay, desaparecen como humo envueltos en palabras o trampas. ¿Llegará algún día? La Escritura termina anunciando su venida como un regalo, que se recibe más que se merece. “Ahora hago el universo nuevo”. Ya está aquí envuelto en fragilidades. Es cuestión de disponerse a acogerlo, de afinar la vista para reconocerlo y apuntarse a él. De superar la visión corta que sólo presenta lo feo y negativo. ¿Te atreves a mirarlo?

La morada de Dios con los hombres

El Apocalipsis hace referencia a la Iglesia, nuevo Cenáculo. Pero es más. Hay muchas señales que indican que Dios ya ha puesto su morada en esta tierra. Tal vez en la bondad del ser humano, capaz de obras grandes. En experiencias de entrega y generosidad. En la gente que apuesta por la verdad y la belleza. En el silencio de un corazón que ama y que busca. El mundo nuevo no sale demasiado en la prensa pero ya existe tímidamente. La Pascua nos pone en la pista de la obra nueva de Dios en este mundo viejo. Todo está habitado por Él, que nos sale al encuentro en lo que vivimos.

Que os améis unos a otros…

¡Qué pocas cosas hay realmente importantes en la vida! El desprendimiento, los años o el sufrimiento nos hacen tomar conciencia de ello. Lo que merece la pena es el amor. Y no es que sea una obligación darlo: es que es una necesidad para recibirlo. “Que os améis” dice el Señor en el momento trascendental de su vida, y ése es el mandato principal que de Él hemos recibido y a Él nos remite como si fuera un sacramento. Y éste debiera ser el mayor criterio para examinar la plenitud de nuestra vida: el amor que damos, que nos damos “unos a otros” y no guardamos de forma egocéntrica.

… Como yo os he amado

¡Es una medida inalcanzable! Pero una aventura apasionante escalar semejante calidad y plenitud de amor. El amor de Jesús, amar “como” Él, supone asumir el dolor, acercarse a los demás, comprender a los otros, esforzarse en acoger. No es un amor que se queda en palabras sino que va a hechos concretos. Que sabe de desprendimiento y de cruz. Que apunta a la Pascua. Por eso siempre debemos preguntarnos: “¿cómo amaría Jesús?”

Conocerán que sois mis discípulos

Siempre nos ronda la tentación de confundir el signo de identidad de los discípulos de Jesús. Hemos puesto demasiadas normas -algunas muy pesadas y otras un tanto discriminatorias- donde sólo debe estar el amor. Cumplir mandamientos no resulta del todo difícil; quedarse en lo externo es muy cómodo. La raíz y el centro, la razón de nuestra fe es exclusivamente el amor: el que experimentamos de Dios (“Él nos amó primero”) y el que vivimos con pasión y exigencia: ¡del amor seremos examinados al final!

Tal vez no sean momentos fáciles los que vivimos. Pero son tiempos en los que amar al estilo de Jesús es un desafío. Porque creemos que el amor da sentido y plenitud a lo humano seguimos anunciando el Evangelio. ¡El Resucitado nos anima y acompaña!



ESTUDIO BÍBLICO

Resurrección es amarse como hermanos

Iª Lectura: Hechos (14,21-27): La Iglesia, comunión de comunidades

I.1. Esta es la descripción del primer viaje apostólico en que Lucas ha resumido la actividad misionera de la comunidad de Antioquía, y de Pablo más concretamente. Durante este primer viaje apostólico se nos presenta a Pablo y a Bernabé trabajando denodadamente por hacer presente el Reino de Dios en ciudades importantes de Cilicia, y de la provincia romana de la Capadocia, al sur de Turquía. En realidad deberíamos tener muy presente los cc. 13-14 de los Hechos, que forman una unidad particular de esta misión tan concreta. Son dignos de destacar los elementos y perfiles de esta tarea, que implica a todos los cristianos, que por el hecho de serlo, están llamados a la misión evangelizadora. Resalta el coraje para anunciar la palabra de Dios y el exhortar a perseverar en la fe. Todo se ha preparado con cuidado, la comunidad ha participado en la elección y, por lo mismo, es la comunidad la que está implicada en esta evangelización en el mundo pagano. Está a punto de terminar el primer viaje apostólico con el que Lucas ha querido resumir una primera etapa de la comunidad primitiva.

I.2. Jerusalén, de alguna manera, había quedado a la espera de este primer ciclo en que ya los primeros paganos se adhieren a la nueva fe. Y es la comunidad de Antioquía, donde los discípulos reciben un nombre nuevo, el de cristianos, la que se ha empeñado, con acierto profético, en abrirse a todo el mundo, a todos los hombres, como Jesús les había pedido a los apóstoles (Hch 1,8). La iniciativa, pues, la lleva la comunidad de Antioquía de Siria, no la de Jerusalén. Pero en definitiva es la “comunidad cristiana” quien está en el tajo de la misión. Ya sabemos que algunos de Jerusalén, ni siquiera veían con buenos ojos estas iniciativas, porque parecían demasiado arriesgadas.

I.3. No obstante, no se debe olvidar el gran protagonista de todo esto: el Espíritu, que se encarga de abrir caminos. Por eso, si no es Jerusalén y los Doce, será Antioquía y los nuevos “apóstoles” quienes cumplirán las palabras del “resucitado”: ¿por qué? porque el mensaje no puede encadenarse al miedo de algunos. En esas ciudades evangelizadas, algunos judíos y sinagogas no aceptarán a éstos con su doctrina, porque todavía pensaban que eran judíos. Pero ni siquiera en la comunidad cristiana de Jerusalén, por parte de algunos, se aprobarán estas iniciativas. Es más, al final de este “viaje” habrá que “sentarse” a hablar y discernir qué es lo que Dios quiere de los suyos. La asamblea de Jerusalén está esperando (Hch 15).

IIª Lectura : Apocalipsis (21,1-5): En Dios, todo será nuevo

II.1. Esta es una lectura grandiosa, porque es una lectura típica de este género literario. Leemos, pues, un texto que tiene todas las connotaciones de la ideología apocalíptica. Tiene toda la poesía de lo utópico y de lo maravilloso. En realidad es algo idílico, no puede ser de otra manera para el “vidente” de Patmos, como para todos los videntes del mundo. Jerusalén, lugar de la presencia de Dios para la religión judía alcanza aquí el cenit de lo que ni siquiera David había soñado cuando conquistó la ciudad a los jebuseos. Todo pasará, hasta lo más sagrado. Porque se anuncia una ciudad nueva, un tabernáculo nuevo, en definitiva una “presencia” nueva de Dios con la humanidad.

II.2. Un cielo nuevo y una tierra nueva, de la que desciende una nueva Jerusalén, que representa la ciudad de la paz y la justicia, de la felicidad, en la línea de muchos profetas del Antiguo Testamento. Se nos quiere presentar a la Iglesia como el nuevo pueblo de Dios, en la figura de la esposa amada, ya no amenazada por guerras y hambre. Es el idilio de lo que Pablo y Bernabé recomendaban: hay que pasar mucho para llegar al Reino de Dios. Dios hará nueva todas las cosas, pero sin que sea necesario dramatizar todo los momentos de nuestra vida. Es verdad que para ser felices es necesario renuncias y luchas. El evangelio nos dará la clave.

III. Evangelio: (13,31-35): La batalla del amor

III.1. Estamos, en el evangelio de Juan en la última cena de Jesús. Ese es el marco de este discurso de despedida, testamento de Jesús a los suyos. La última cena de Jesús con sus discípulos quedaría grabada en sus mentes y en su corazón. El redactor del evangelio de Juan sabe que aquella noche fue especialmente creativa para Jesús, no tanto para los discípulos, que solamente la pudiera recordar y recrear a partir de la resurrección. Juan es el evangelista que más profundamente ha tratado ese momento, a pesar de que no haya descrito la institución de la eucaristía. Ha preferido otros signos y otras palabras, puesto que ya se conocían las palabras eucarísticas por los otros evangelistas. Precisamente las del evangelio de hoy son determinantes. Se sabe que para Juan la hora de la muerte de Jesús es la hora de la glorificación, por eso no están presentes los indicios de tragedia.

III.2. La salida de Judas del cenáculo (v.30) desencadena la “glorificación” en palabras del Jesús joánico. ¡No!, no es tragedia todo lo que se va a desencadenar, sino el prodigio del amor consumado con que todo había comenzado (Jn 13,1). Jesús había venido para amar y este amor se hace más intenso frente al poder de este mundo y al poder del mal. En realidad esta no puede ser más que una lectura “glorificada” de la pasión y la entrega de Jesús. Y no puede hacerse otro tipo de lectura de lo que hizo Jesús y las razones por las que lo hizo. Por ello, ensañarse en la pasión y la crueldad del su sufrimiento no hubiera llevado a ninguna parte. El evangelista entiende que esto lo hizo el Hijo del hombre, Jesús, por amor y así debe ser vivido por sus discípulos.

III.3. Con la muerte de Jesús aparecerá la gloria de Dios comprometido con él y con su causa. Por otra parte, ya se nos está preparando, como a los discípulos, para el momento de pasar de la Pascua a Pentecostés; del tiempo de Jesús al tiempo de la Iglesia. Es lógico pensar que en aquella noche en que Jesús sabía lo que podría pasar tenía que preparar a los suyos para cuando no estuviera presente. No los había llamado para una guerra y una conquista militar, ni contra el Imperio de Roma. Los había llamado para la guerra del amor sin medida, del amor consumado. Por eso, la pregunta debe ser: ¿Cómo pueden identificarse en el mundo hostil aquellos que le han seguido y los que le seguirán? Ser cristiano, pues, discípulo de Jesús, es amarse los unos a los otros. Ese es el catecismo que debemos vivir. Todo lo demás encuentra su razón de ser en esta ley suprema de la comunidad de discípulos. Todo lo que no sea eso es abandonar la comunión con el Señor resucitado y desistir de la verdadera causa del evangelio.


domingo, 21 de abril de 2013

DOMINGO 4° DE PASCUA



“Escuchan mi voz, yo las conozco”

No siempre mostramos una apertura de mente y corazón hacia lo nuevo que nace.

También rechazamos la luz que se nos brinda de Dios, de los hermanos, de la palabra, del consuelo. No permitimos que se nos ayude. Cerramos puertas a Dios, a la humanidad, y optamos por cerrar los ojos a la vida que nace y se nos ofrece como oportunidad de salvación.

Pero siempre hay destinatarios e interlocutores válidos, donde la Palabra de Dios se recibe con alegría. Aunque no sean de nuestra raza, cultura, generación, pueblo o nación. Aquellos, para quienes Dios no se ha vuelto una costumbre inamovible.

La experiencia de los que lavaron su túnica en la sangre del Cordero, serán calmados en su llanto, enjugados en sus lágrimas por el Cristo Resucitado. Por la fe vivida, por la vida entregada, por los miedos superados. Aquellos que no guardaron su vida por la fe.

Aquellos conocieron y amaron la vida con coraje, reconocieron una verdad, y fueron reconocidos por el Hijo, ante el Padre. Un reconocimiento mutuo de Dios y su semejanza. Han procurado conocer su voz, su palabra, su camino, su verdad. Identificar su propia persona con todo lo que Jesús, el Hijo, nos ofreció con su vida. Han procurado seguirte y reconocer el lugar donde habitas. Se han ofrecido para que pueda Dios acampar, cultivar y cuidar su campo sagrado, para que el ser, la existencia, la historia personal, el camino, sean un lugar posible donde Dios pueda habitar.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

No tenemos asegurado el "éxito", ni por predicar bien ni por preparar mucho nuestras catequesis o reuniones. Nos corresponde esparcir la semilla, y los resultados dependerán de lo que haya en el corazón del otro. Los "fracasos", como el que narra este pasaje, pueden ser la señal de que hay que buscar nuevos horizontes y reencausar los esfuerzos, pues muchos de los que están lejos siguen esperando una buena noticia.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 13, 14. 43-52

En aquellos días: Pablo y Bernabé continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron. Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé. Éstos conversaban con ellos, exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios. Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra de Dios. Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias contradecían las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron: "A ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra del Señor, pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos. Así nos ha ordenado el Señor: 'Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra'". Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y todos los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe. Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región. Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la aristocracia y a los principales de la ciudad, provocando una persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de su territorio. Estos, sacudiendo el polvo de sus pies en señal de protesta contra ellos, se dirigieron a Iconio. Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 99, 1b-3. 5

R. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Aclame al Señor toda la tierra, sirvan al Señor con alegría, lleguen hasta él con cantos jubilosos. R.

Reconozcan que el Señor es Dios: Él nos hizo y a él pertenecemos; somos su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

¡Qué bueno es el Señor! Su misericordia permanece para siempre, y su fidelidad por todas las generaciones. R.

SEGUNDA LECTURA

El Apocalipsis nos presenta el triunfo sobre el mal y la muerte. Triunfo de Jesucristo que se comunica a todos los que han seguido sus pasos en la tierra. Se trata de todos esos hombres y mujeres que ahora descansan en los verdes prados, donde los ha conducido el Pastor.

Lectura del libro del Apocalipsis 7, 9. 14b-17

Yo, Juan, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano. Y uno de los Ancianos me dijo: "Éstos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios y le rinden culto día y noche en su Templo. El que está sentado en el trono extenderá su carpa sobre ellos: nunca más padecerán hambre ni sed, ni serán agobiados por el sol o el calor. Porque el Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos".
Palabra de Dios.

EVANGELIO

Jesús usa una imagen con hondo simbolismo: el pastor va delante, como guía, y las ovejas lo siguen en un grupo que camina detrás de él, todas para el mismo lado. Eso es lo que él hace por nosotros, y eso es lo que espera de nosotros: que lo sigamos, pero no con una espiritualidad o práctica individualista, sino en comunidad, como rebaño, todos unidos. En ese grupo, él nos distingue y nos conoce uno por uno.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 10, 27-30


Jesús dijo: "Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Luz y alegría de los gentiles (Hch. 13, 14. 43-52):

Los Hechos de los Apóstoles sitúan a Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia. Su predicación era envidiada por los judíos, ya que congregaban a mucha gente que deseaban escucharlos. Su predicación y anuncio, fue ofrecido a los judíos, pero despertó insultos en lugar de interrogantes, escucha o adhesión. Rechazaron el mensaje. No había acogida en su corazón.

Pablo y Bernabé, no se detuvieron en contemplaciones, hablaron con claridad ante la actitud de rechazo, por no considerarse dignos de recibir la vida eterna, nosotros nos dedicaremos a los gentiles. Y lo asumen, como un mandato del Señor: “Te hago luz de los gentiles, para que seas la salvación hasta el extremo de la tierra”. Estas palabras colmaron de alegría a los gentiles, a los despreciados porque no eran como los judíos, a los pueblos extranjeros, desconocedores de Dios, de Jesús y de su propuesta de vida eterna.

El rechazo, la no aceptación, el insulto conduce a un abrir caminos de dignidad. Dignidad para la escucha, dignidad para la acogida, dignidad donde el respeto sea un camino transitable. Donde la alegría pueda compartirse, donde la persecución se transforme en una actitud de acogida y reconocimiento mutuos.

La Salvación y la Luz de Cristo Resucitado son ofrecidas, pero no impuestas. Es la libertad humana la que reconoce, acepta y acoge, y es también la que rechaza, insulta, persigue y amenaza. Aunque estos últimos viven cegados por la envidia. Son los dos polos opuestos de las consecuencias de la libertad.

Los conocedores de Dios muchas veces se muestran rechazando la novedad de Dios, la nueva promesa, la nueva alianza. El lenguaje nuevo, la vida nueva propuesta por Dios. Aunque sea el mismo contenido, siempre habrá una resistencia al cambio. Una resistencia porque ese cambio no cubre mis expectativas. Podemos entrar en el desaliento, pero también podemos dirigir nuestra voz y nuestra mirada a quien sepa amarnos y acogernos, que no siempre son los de casa, los de nuestro pueblo, los creyentes, los hombres y mujeres de Iglesia.

A veces, la Palabra de vida, resuena como novedad a quien nunca se ha sentado a escuchar. Cercano o lejano. La prueba y la satisfacción de predicar será la alegría que experimenten otros, cuando supieron sentarse a escuchar, comprendiendo la luz, la vida, y la verdad que se les ofrecía. Si Pablo y Bernabé cambiaron el rumbo, dejaron a los judíos y dirigieron sus esfuerzos a los gentiles; nosotros hoy tendríamos que descubrir cuáles son nuestros gentiles del siglo XXI, y tener el coraje y la valentía, primero de denunciar el rechazo, y segundo de abrir un camino hacia otro interlocutor válido, capaz de acoger y escuchar la bondad de la vida que se propone. Por eso, hemos de estar convencidos en que la promesa de vida, que parte de Jesucristo, no está ni permanece restringida a ningún pueblo, ni a ninguna generación. Es oferta común y universal.

Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos (Ap 7,9. 14-17)

Más allá de los límites que la historia humana nos imponga, hemos de vivir el mensaje del resucitado como una experiencia no sólo personal, sino sobre todo, como una experiencia de identidad, conocedores de pertenecer a un nuevo pueblo, una comunidad nueva de creyentes. La resurrección, lo mismo que el compartir el pan tiene esa dimensión comunitaria, eclesial, no acontece en la soledad, sino en un caminar juntos.

Aquellos que lavaron sus túnicas en la sangre del Cordero, la muchedumbre que dio la vida por la fe en Jesús - el Cordero que quita el pecado del mundo, el que nos reconcilia con la vida y con el amor- son los que vienen de la gran tribulación. Por eso, el que se sienta en el trono, el Hijo de Dios, el que reina en nuestros corazones con humildad, bondad, paz, amor y reconciliación, ese habitará entre ellos. Los cuidará, cultivará sus corazones, permanecerá a su lado, conduciéndolos como pastor hacia fuentes de aguas vivas, donde Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.

Recibirá nuestras lágrimas, y nos consolará una vez vencidos los miedos de la vida, los avatares de nuestra historia: soledad, persecución, rechazo, insulto, abandono, acusaciones; todos aquellos avatares que provocan sufrimiento por la violencia humana, porque han pretendido impedir la felicidad, los sueños, la vivencia de la esperanza, la libertad de amar y creer.

Conocen mi voz y yo las conozco (Jn 10, 27-30):

Jesús admite y reconoce a quienes les siguen. Usando un símil pastoril, con la excelencia de un buen pastor, conoce a cada uno de sus ovejas, y ellas saben, intuyen y conocen, cómo es su voz. Yo les doy la vida eterna, nadie podrá arrebatársela de su mano, ni de la mano de Dios Padre, porque hay una unidad en el cuidado del Padre y del Hijo.
Podemos situarnos en la experiencia de nuestros seres queridos. Cómo los hemos visto nacer, crecer, y cómo siempre hay una mirada de reconocimiento del recién nacido ante su madre, o ante su padre, por el que se siente cuidado, protegido, alimentado, y animado para la vida. Su llanto sólo se calma cuando reconocen la seguridad de aquellos que identifica como a sus padres: los reconoce por el cuidado diario recibido. Así es la actitud de Jesús, el Buen Pastor y así se muestra la actitud confiada de cuantos creyeron en él, y le siguen. Un reconocimiento mutuo por el camino andado y la vida compartida.

En este domingo, en que también oramos por las vocaciones, a la vida consagrada, a quienes se sienten llamados a ser dominicos, hemos de preguntarnos sobre cómo nos conocen, y si realmente reconocen nuestra voz. ¿Hemos puesto demasiadas fronteras generacionales? ¿Demasiadas exigencias o criterios evaluativos de orientación vocacional? ¿Éstos están dirigidos más a cómo deben ser entre nosotros? Y ¿nos hemos olvidado de cómo se nos ha de conocer? de ¿cómo hemos de cuidarlos, alimentarlos y animarlos para que ellos reconozcan nuestra vida y nuestra voz? ¿Qué esperanza ofrecemos? ¿Qué llanto enjugamos? ¿Qué tribulación calmamos para que ellos sientan la experiencia de que Dios habita en ellos, acampa y permanece en ellos?

¿Qué palabra y qué gesto les impulsará a seguirnos y a quedarse con nosotros? ¿Qué vida le ofrecemos? Si no asumimos la actitud de cultivar, de cuidar, de enjugar los llantos ¿cómo se va a regenerar nuestra vida con savia nueva? ¿Hemos dado por perdida nuestra vida, porque la hemos dejado envejecer, y la libertad y verdad de los jóvenes nos molesta? ¿Será que también hemos olvidado el cómo enjugar el llanto de quien vive a nuestro lado? ¿Le hemos quitado el protagonismo de su historia vocacional, y cortado las alas antes de andar?

Los jóvenes de hoy han vivido muchas experiencias en su vida de dolor, y mucha experiencia precoz de libertad: ¿estamos preparados para acoger y orientar con una pedagogía liberadora esa libertad para encaminarla a la docilidad y a la obediencia? ¿Buscamos amoldarlos a nuestra vida? ¿Pero esta vida que proponemos como verdad y sentido de nuestra vocación, contiene palabras de salvación que enamoren?

No busquemos poner en un molde personalidades, ni voluntades, ni libertades, cuando se ha optado dejar casa, familia, trabajo, y un futuro para estar con nosotros, cuando nosotros hemos olvidado tantas cosas. Más que rezar por las vocaciones, tendríamos que rezar por nuestra vida, para que esa vida que postulamos regrese del olvido, de la desesperanza, de los corazones viejos. El mundo les abrió fronteras, y nosotros se las hemos cerrado: quizás buscando tener discípulos clonados a nuestra individualidad, a nuestro parecer, a nuestra voluntad. Nos falta resucitar, volver abrir nuestros corazones antes que nuestras casas, y escuchar y acoger la voz de Dios y contemplar la luz que nos ofrece. Ellos podrán tener el mismo coraje de Pablo y Bernabé, para decir con valentía: os hemos ofrecido la vida, y no se sintieron dignos de merecerla. La rechazasteis, por eso, nos vamos a los gentiles, donde nos sepan aceptar, acoger y querer.

Algunos pensadores nos muestran señales de una auténtica acogida, que nos pueden ayudar a reflexionar:

•       Nos volvemos sabios cuando sabemos que el amor es la respuesta a todas las preguntas.
•       Con la gratitud, tu mente se convierte en el mejor lugar para pasar el tiempo.
•       El trabajo es amor hecho visible. Y si no podéis trabajar con amor sino sólo con disgusto, es mejor que abandonéis el trabajo y que os sentéis a la puerta del templo a recibir la limosna de quienes trabajan con alegría (Khalil Gibran).
•       Se ha de ser un gran hombre para saber escuchar.
•       La gratitud nos abre a la plenitud de la vida. Convierte lo que tenemos en suficiente y más. Convierte la negación en aceptación, el caos en orden, la confusión en claridad… Transforma los problemas en dones, los fracasos en éxitos, lo inesperado en lo que llega en el momento perfecto y los errores en acontecimientos importantes. La gratitud da sentido a nuestro pasado, nos da paz en el presente y crea una visión del mañana (Melodie BEATTIE).
•       Lo único que vemos de una persona en cualquier momento es una instantánea de su vida, ya sea de su riqueza o pobreza, felicidad o desesperación. Las instantáneas no muestran el millón de decisiones que la condujeron a ese momento (RICHARD BACH).
•       Si juzgas a las personas, no tienes tiempo para amarlas (Madre Teresa).
•       Cuando mires atrás, te darás cuenta de que: cuando realmente has vivido, ha sido en aquellos momentos en que has hecho cosas con el espíritu del amor (Henry Drummond).

La gratitud con amor, es una escucha esperanzada, y una actitud de acogida mutua, donde el respeto hace posible el convivir atrayente de la verdad que contemplamos, y predicamos.



ESTUDIO BÍBLICO

El Buen Pastor es quien da la vida

Iª Lectura: Hechos (13,43-52): La gracia de Dios es para todos los hombres

I.1. La primera lectura de este cuarto domingo de Pascua es la consecuencia de otro discurso axial, kerygmático, de los que aparecen frecuentemente en el libro de los Hechos. Pero esta vez es Pablo su artífice y ante un auditorio judío, pero con presencia de paganos que se habían hecho prosélitos o temerosos de Dios. Ya se han rotos las barreras fundamentales entre cristianismo y judaísmo. Los seguidores de Jesús han recibido un nombre nuevo, el de “cristianos”, en la gran ciudad de Antioquía de Siria, y esta comunidad ha delegado a Bernabé y Pablo para anunciar el evangelio entre los paganos.

I.2. Todavía son tímidas estas iniciativas, pero resultarán concluyentes. Ahora, en la otra Antioquía, en la de Pisidia, se nos ofrece un discurso típico (independientemente del de Pedro en casa de Cornelio, c. 10). El sábado siguiente, el número de paganos directos se acrecienta, y los judíos de la ciudad no lo podrán soportar. Sobre el texto de Is 49,6 se justifica que los cristianos proclamen el evangelio de la vida a aquellos que la buscan con sincero corazón. El evangelio es ese juicio crítico contra nuestras posturas enquistadas en privilegios que son signos de muerte más que caminos de vida. La consecuencia del primer discurso de Pablo en los Hechos de los Apóstoles no se hará esperar. El autor, Lucas, le ha reservado este momento en que ya se dejan claras ciertas posturas que han de confirmarse en Hch 15, sobre la aceptación definitiva de los paganos en el seno de la comunidad judeo-cristiana.

IIª Lectura: Apocalipsis (7,9.14-17): Dios enjugará las lágrimas de la muerte

II.1. La visión de este domingo, siguiendo el libro de Apocalipsis, no es elitista, es litúrgica, como corresponde al mundo simbólico, pero se reúnen todos los hombres de toda raza, lengua y lugar: son todos los que han vivido y han luchado por un mundo mejor, como hizo Jesucristo. Los vestidos blancos y la palma de la mano denotan vida tras las muerte violenta, como la victoria del mismo Señor resucitado.

II.2. Si en su vida cada uno pudo luchar por una causa, el iluminado de Patmos ve que ahora todos viven en comunión proclamando y alabando la causa del Señor Jesús como la suya propia. No habrá más hambre, ni sed, y todos beberán de la fuente de agua viva. Es toda una revelación de resurrección. Eso es lo que nos espera tras la muerte, por eso merece la pena luchar aquí por la causa de Jesús.

Evangelio: Juan (10,27-30): Dios da su vida a los hombres en Jesús

III.1. Siempre se ha considerado éste el domingo del Buen Pastor a causa del evangelio del día que habla de las ovejas, retomando el comienzo de Jn 10,1-10.. El texto del Apocalipsis que se ha leído como segunda lectura también apunta a este simbolismo. Está situado en el marco de la fiesta de la dedicación del Templo de Jerusalén y le acosan a preguntas sobre si es verdaderamente el Mesías. Jesús, aparentemente, no quiere contestar a esa pregunta intencionada, pero en realidad no desvía la cuestión, sino que les habla con un lenguaje más vivo, más radical y en consonancia con una forma de entender el mesianismo en clave distinta de los judíos.

III.2. No viene para ser un personaje nacionalista, sino aquél que sabe bien la necesidad que tienen los hombres de vida y de vida verdadera; de una forma nueva de comprender a Dios, y por ello va a dar la vida. Los judíos nunca esperaron un Mesías que sufriera y que fuera, por tanto, capaz de dar la vida como Jesús se empeña en hacer. El evangelio de Juan, pues, pretende desmontar una concepción equivocada de mesianismo y nos descubre la opción radical tomada por Jesús. El verdadero Mesías es el que sabe dar “la vida por las ovejas”, es decir, por el pueblo.

III.3. Esta polémica, pues, de Jesús con los judíos, revela el sentido ejemplar, global, del buen pastor, símbolo de la gracia y del juicio que se opera en el seno de su pueblo. La altura desde la que Juan nos presenta a Jesús, “uno con el Padre”, es una provocación teológica, sin duda; pero es una realidad incuestionable. Tenemos que reconocer que el Jesús histórico no habló así, de la forma que lo hace en Juan; ni siquiera hablaba de sí mismo, pero siempre de Dios y del Reino de Dios. Pero el evangelio de Juan tiene otro tono, menos histórico, aunque más teológico. No entramos en la cuestión de la conciencia personal de Jesús, no es el caso. Decir que “el Padre y yo somos uno” es alta cristología, sin duda. Pero es verdad que Jesús nos reveló al verdadero Dios, y es eso lo que le discuten los adversarios.

III.4. Es un escándalo, porque toda la vida de Jesús es un juicio contra los que pensaban que el mismo Dios debía ajustarse a su dogmática. Así, pues, lo que decide de un modo definitivo el sentido de este evangelio es la actitud que tenemos ante la verdad que Jesús propone: quien se encuentra de verdad con Él, se encuentra con Dios. Si Él escucha nuestras súplicas, Dios hace lo mismo. Si Él da la vida por nosotros, eso es lo que hace Dios por nosotros. No estamos ante una ficción teológica con estas palabras de Jesús, sino que estamos ante el “dador de vida”.


domingo, 14 de abril de 2013

Domingo 3º de Pascua



"Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero".

¿Hemos visto al Señor Resucitado?

La Iglesia cuando anuncia el evangelio de la resurrección de Cristo, y no simplemente mantiene un voluntariado de ayuda social, no puede convencer a la gente con argumentos; necesita ser creíble; necesita ejemplos atrayentes, como el Papa Francisco.

El cristiano antes de predicar debiera preguntarse, ¿qué credibilidad tengo yo ante este auditorio para poderles hablar de Jesucristo y de la nueva vida que ha venido a traernos mediante el perdón de nuestros pecados? Sólo quien se ha librado de las ataduras del pecado y goza de la alegría de la vida pascual puede hablar con pasión y abrir las puertas a la esperanza.

En consecuencia, el ministro, antes de predicar, debiera rezar en la presencia de Dios para ver el rostro vivo de Dios y examinar su propia vida, de manera que pueda hablar al corazón de las personas con el fuego de la caridad; porque cuando se habla sólo con la inteligencia se corre el peligro de agradar, deslumbrar o cansar. Y hay demasiadas homilías que sólo aburren.

Parece que ha llegado el momento de abandonar la plaza y retirarse al desierto, pues es tiempo más de autenticidad que de oratoria. La lección de Benedicto XVI ha sido convincente. Ha llegado el momento de la verdad; ya no hay tiempo para los juegos de atracción. O somos testigos que hemos visto al Señor Resucitado o de lo contrario sería mejor realizar una cura de silencio.

O hemos muerto al pecado durante la cuaresma para poder resucitar con Cristo en la Pascua, o todo ha sido un teatro, quizá bello: la aspersión del agua bendita y otros signos sacramentales. Pero la paciencia de Dios es grande y ahora nos da el tiempo de Pascua para invocar al Espíritu y poder recobrar la vida en Cristo Jesús. El papa Francisco, evangelio sin ropajes, es un ejemplo a seguir por todos, especialmente por los sacerdotes. 

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

La comunidad crece ante el conflicto social cuando vive con fidelidad el evangelio. No hay renuncias a la verdad, no hay pactos ocultos ni miedos a perder poder. El mismo conflicto impulsa y fortalece.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 27-32. 40b-41

Cuando los Apóstoles fueron llevados al Sanedrín, el Sumo Sacerdote les dijo: "Nosotros les habíamos prohibido expresamente predicar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina. ¡Así quieren hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre!". Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir suspendiéndolo del patíbulo. A él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen". Después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron. Los Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el Nombre de Jesús.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 29, 2. 4-6. 11-12a. 13b

R. Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste. O bien: Aleluya.

Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R.

Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.

"Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor". Tú convertiste mi lamento en júbilo. ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R.

SEGUNDA LECTURA

Muchos poderes, muchos hombres y mujeres, pueden exigirnos que nos postremos ante ellos, para adularlos o mostrarles nuestra sumisión. Sin embargo, solo Cristo, muerto y resucitado, debe recibir alabanzas y adoración.

Lectura del libro del Apocalipsis 5, 11-14

Yo, Juan, oí la voz de una multitud de Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Su número se contaba por miles y millones, y exclamaban con voz potente: "El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza". También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían: "Al que está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de los siglos". Los cuatro Seres Vivientes decían: "¡Amén!", y los Ancianos se postraron en actitud de adoración.
Palabra de Dios.

EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY

"Tú lo sabes todo, tú sabes que te amo"; ¿y si repetimos esta frase varias veces ante el Señor, en una actitud de oración? ¿Y si nos arrodillamos ante él reconociendo que a él nada se le puede ocultar? "Señor, tú sabes que te amo", con mi limitación, con mi pecado, con mis egoísmos y mis incoherencias, pero aún así, tú sabes que te amo.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 21, 1-19

Jesús resucitado se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No". Él les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar". Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres?", porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?". Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos". Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras". De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

¡Pascua es haber visto al Señor Resucitado! (Evangelio)

Los apóstoles habían vuelto a pescar; era lo que sabían hacer. Al final, Cristo había muerto; es verdad que se decía había resucitado, pero el futuro era incierto y había que pensar en comer. Mas Jesús nunca se cansa de nosotros y por tercera vez se manifestó a sus discípulos; ahora a la orilla del Lago de Tiberíades.

¿Qué hizo Jesús? Sorprenderlos en su mismo trabajo. ¿Qué tenemos que hacer nosotros? Hacer lo que Él nos diga, como dijo la Virgen María en las bodas de Caná. Si echamos la red, porque Cristo lo ha dicho, no podremos arrastrarla por la cantidad de peces. Pero no basta la obediencia a Jesús, es necesario haber visto al Señor, es decir, en la Santa Misa no basta la palabra, se necesita también el sacramento, partir el pan, para poder ver al Señor.

Entonces, fue Juan quien dijo a Pedro ¡Es el Señor! Y todos se acercaron a Jesús; estaban viendo al Señor, quien tomó el pan y se lo dio.

Lo mismo hizo con el pescado. Ahora, durante el misterio de la Santa Misa debemos decir con fe: ¡Señor mío y Dios mío!, advirtiendo la presencia del Señor en medio de nosotros; nosotros, todo, está bajo la providencia divina.

Éste es el fruto de la Eucaristía

Después de la experiencia de ver al Señor Jesús, viene la manifestación de nuestra vocación. Jesús dijo a Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Cierto, Señor, tú sabes que te amo. Apacienta mis ovejas. Y por tres veces se repite el mismo diálogo. Pedro se inquieta, y le dice: Señor, tú lo sabes todo, y sabes que te amo. Y, al final, Jesús le promete: Cuando eras joven…, cuando seas viejo…, Cristo le estaba indicando con qué clase de muerte le glorificaría.

En la primera parte del evangelio, Jesús nos da una obediencia; en la segunda parte se manifiesta a sus discípulos en su cuerpo y en su sangre; en la última parte, Jesús señala a Pedro su vocación: amar de tal modo a Jesús, que pueda cuidar del mundo. Recemos por el Papa, sucesor de San Pedro, y contemplemos todos al Señor, que nos dice: Sígueme.

Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres (1ª Lectura)

Los apóstoles hablan claro, diciendo lo que hizo el pueblo con Jesús y lo que hizo Dios con Jesús. Vosotros matasteis a Jesús, pero Dios lo ensalzó como jefe y salvador para dar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Los flagelaron y los dejaron en libertad, prohibiéndoles de hablar de Jesús. Y ellos se fueron contentos , pues habían testimoniado a Jesús, sufriendo por él.

Sólo los testigos hablan al corazón de las personas y entregan la vida por el otro, porque hablan de lo que previamente han escuchado a Dios.

De la oración contemplativa brota la palabra de vida.

¡Entremos en el misterio! (2ª Lectura)

El cielo proclamaba: “El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir la potencia, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la bendición”. Y la tierra confirmaba: “A aquél que está sentado en el trono y al Cordero alabanza, honor, gloria y potencia por los siglos de los siglos”. Amén, respondieron los cuatro seres vivientes, y los ancianos se postraron.

El Apocalipsis nos presenta una liturgia del cielo, invitándonos a participar en su misterio, mas para ello es preciso tener un corazón limpio y una mente ordenada. Sin estar evangelizados y convertidos no hay posibilidad de participación litúrgica.


ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Hechos (5,27-32.40-41): Testigos: El Espíritu y la Comunidad

I.1. La primera lectura nos presenta el discurso de defensa que Pedro hace ante el Sanedrín judío, que ha comenzado a perseguir a los primeros cristianos, después que los saduceos y las clases sacerdotales (los verdaderos responsables también de la condena de Jesús) se han percatado de que lo que el Nazareno trajo al pueblo no lo habían logrado hacer desaparecer con su muerte. Los discípulos, que comenzaron tímidamente a anunciar el evangelio, van perdiendo el miedo y están dispuestos a dar razón de su fe y de su nuevo modo de vida. Fueron encarcelados y lograron su libertad misteriosamente.

I.2. Para dar razón de su fe, de nuevo, recurren al kerygma que anuncia con valentía la muerte y la resurrección de Jesús, con las consecuencias que ello supone para los responsables judíos que quisieron oponerse a los planes de Dios. La resurrección, pues, no es ya solamente que Jesús ha resucitado y ha sido constituido Salvador de los hombres, sino que “implica” también que su causa continúa adelante por medio de sus discípulos que van comprendiendo mucho mejor lo que el Maestro les enseñó. Esta es una expresión que ha marcado algunas de las interpretaciones sobre el acontecimiento y que no ha sido admitida. Pero en realidad se debe tomar en consideración.

I.3. No podemos centrarnos solamente en el “hecho” de la resurrección en la persona de Jesús, sino que también debemos considerar que la resurrección de Jesús cambia la vida y el horizonte de sus discípulos. Y esto es muy importante igualmente, ya que sin ello, si bien se proclame muchas veces que “Jesús ha sido resucitado” no se hubiera ido muy lejos. Es decir, la resurrección de Jesús también da una identidad definitiva a la comunidad cristiana. Ahora la causa de Jesús les apasiona, les fascina, y logran dar un sentido a su vida, que es, fundamentalmente, “anunciar el evangelio”.

IIª Lectura: Apocalipsis (5,11-14): Liturgia pascual en el cielo

II.1. La segunda lectura nos narra una segunda visión del iluminado de Patmos, en la que se adentra en el santuario celeste (una forma de hablar de una experiencia intensa de lo divino y de la salvación) donde está Dios y donde aparece una figura clave del Apocalipsis: el cordero degollado, que es el Señor crucificado, aunque ya resucitado. Con él estaba toda la plenitud de la vida y del poder divino, como lo muestra el número siete: siete cuernos y siete espíritus.

II.2. La visión, pues, es la liturgia cósmica (en realidad todo el libro del Apocalipsis es una liturgia) del misterio pascual, la celebración y aclamación del misterio de la muerte y resurrección del Señor. Toda la liturgia cristiana celebra ese misterio pascual y por medio de la liturgia los hombres nos trasladamos a aquello que no se puede expresar más que en símbolos. Pero para celebrar y vivir lo que se ha hecho por nosotros.

Evangelio: Juan (21,1-19): La Resurrección, experiencia de amor

III.1. El evangelio de este domingo, como todo Jn 21, es muy probablemente un añadido a la obra cuando ya estaba terminada. Pero procede de la misma comunidad joánica, pues contiene su mismo estilo, lenguaje y las mismas claves teológicas. El desplazamiento de Jerusalén al mar de Tiberíades nos sitúa en un clima anterior al que les obligó a volver a Jerusalén después de los acontecimientos de la resurrección. Quiere ser una forma de resarcir a Pedro, el primero de los apóstoles, de sus negaciones en el momento de la Pasión. Es muy importante que el “discípulo amado”, prototipo del seguidor de Jesús hasta el final en este evangelio, detecte la presencia de Jesús el Señor y se lo indique así a los demás. Es un detalle que no se debe escapar, porque como muchos especialistas leen e interpretan, no se trata de una figura histórica, ni del autor del evangelio, sino de esa figura prototipo de fe y confianza para aceptar todo lo que el Jesús de San Juan dice en este escrito maravilloso.

III.2. Pedro, al contrario que en la Pasión, se tira al agua, “a su encuentro”, para arrepentirse por lo que había oscurecido con sus negaciones. Parece como si todo Jn 21 hubiera sido escrito para reivindicar a Pedro; es el gran protagonista, hasta el punto de que él sólo tira de la red llena de lo que habían pescado para dar a entender cómo está dispuesto ahora a seguir hasta el final al Señor. Pero no debemos olvidar que es el “discípulo amado” (v. 7) el que delata o revela situación. Si antes se ha hablado de los Zebedeos, no quiere decir que en el texto “el discípulo amado” sea uno de ellos. Es el discípulo que casi siempre acierta con una palabra de fe y de confianza. Es el que señala el camino, el que descubre que “es el Señor”. Y entonces Pedro… se arroja.

III.3. El relato nos muestra un cierto itinerario de la resurrección, como Lucas 24,13-35 con los discípulos de Emaús. Ahora las experiencias de la resurrección van calando poco a poco en ellos; por eso no se les ocurrió preguntar quién era Jesús: reconocieron enseguida que era el Señor que quería reconducir sus vidas. De nuevo tendrían que abandonar, como al principio, las redes y las barcas, para anunciar a este Señor a todos los hombres. También hay una “comida”, como en el caso de Lc 24,13ss, que tiene una simbología muy determinada: la cena, la eucaristía, aunque aquí parezca que es una comida de “verificación” de que verdaderamente era el Señor resucitado. Probablemente el relato de Lc 24 es más conseguido a nivel literario y teológico. En todo caso los discípulos descubrieron al Señor como el resucitado por ciertos signos que habían compartido con El.

III.4. Todo lo anterior, pues, prepara el momento en que el Señor le pide a Pedro el testimonio de su amor y su fidelidad, porque a él le debe encomendar la responsabilidad de la primera comunidad de discípulos. Pedro, pues, se nos presenta como el primero, pero entendido su “primado” desde la experiencia del amor, que es la experiencia base de la teología del evangelio de Juan. Las preguntas sobre el amor, con el juego encadenado entre los verbos griegos fileô y agapaô (amar, en ambos casos) han dado mucho que hablar. Pero por encima de todo, estas tres interpelaciones a Pedro sobre su amor recuerdan necesariamente las tres negaciones de la Pasión (Jn 18,17ss). Con esto reivindica la tradición joánica al pescador de Galilea. Sus negaciones, sus miserias, su debilidad, no impiden que pueda ser el guía de la comunidad de los discípulos. No es el discípulo perfecto (eso para el evangelio joánico es el “discípulos amado”), pero su amor al Señor ha curado su pasado, sus negaciones. En realidad, en el evangelio de Juan todo se cura con el amor. Y esta, pues, es una experiencia fundamental de la resurrección, porque en Tiberíades, quien se hacen presente con sus signos y pidiendo amor y dando amor, es el Señor resucitado.