domingo, 23 de febrero de 2014

DOMINGO 7° DEL TIEMPO ORDINARIO


Ser como el Padre

Jesús nació en un pueblo, una cultura, una fe. Vivió en ese marco concreto como uno de tantos. Pero no se quedó anclado en la herencia recibida, dejándose llevar por la inercia, sino que elaboró su propia síntesis personal. En la experiencia de la vida, de las relaciones; en la escucha profunda de los acontecimientos, se fraguó su mundo interior. Tampoco este caudal se quedó contenido en su propia existencia sino que lo brindó como luz para todos. Como percibió el amor del Padre, así ofreció su amor a los demás.

I LECTURA    

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” es una de las formas en que se expresa lo que se ha dado en llamar “la regla de oro”. Esta “regla” aparece en varias versiones, positivas y negativas, pero todas consisten básicamente en que tengamos hacia los otros el mismo tipo de trato que tenemos con nosotros mismos. Rabi Akiba (sabio judío de los siglos I y II d.C.) declaró que esta regla era el gran principio de toda la ley. Por ella, nos vemos libres de celos o de envidias cuando a nuestro prójimo le está yendo bien.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

Lectura del libro del Levítico 19, 1-2. 17-18

El Señor dijo a Moisés: Habla en estos términos a toda la comunidad de Israel: Ustedes serán santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo. No odiarás a tu hermano en tu corazón; deberás reprenderlo convenientemente, para no cargar con un pecado a causa de él. No serás vengativo con tus compatriotas ni les guardarás rencor. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.
Palabra de Dios.
Salmo 102, 1-4. 8. 10. 12-13

R. El Señor es bondadoso y compasivo.

Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. R.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. R.

Cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados. Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles. R.

II LECTURA    

Los corintios corrían el peligro de quedar prendados de la sabiduría del predicador que habían escuchado: Pablo, Apolo, Cefas… Cuando damos prioridad a esas preferencias humanas, olvidamos que la sabiduría que queremos para nuestra vida es la que viene de Dios, es la que él nos comunica por su Espíritu Santo. Este espíritu vive dentro de nosotros, nos anima y nos da el discernimiento para la vida.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 3, 16-23

Hermanos: ¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo. ¡Que nadie se engañe! Si alguno de ustedes se tiene por sabio en este mundo, que se haga insensato para ser realmente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios. En efecto, dice la Escritura: “Él sorprende a los sabios en su propia astucia”, y además: “El Señor conoce los razonamientos de los sabios y sabe que son vanos”. En consecuencia, que nadie se gloríe en los hombres, porque todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo o Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente o el futuro. Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios.
Palabra de Dios.

EVANGELIO     

¿Cómo frenar la sucesión de odios, violencias y venganzas? Si obramos del mismo modo que quien nos agrede, solo lograremos multiplicar el mal. Pero ¿de dónde sacar fuerzas para sobreponernos a todo esto? De nuestra condición de hijos e hijas del Padre celestial, que ama con un amor sin límites a toda la humanidad. Él vive en perfecta comunión de amor con el Hijo y el Espíritu Santo. Ese mismo espíritu habita en nosotros y nos mueve al amor que nos hace capaces de superar la venganza y la enemistad.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 38-48

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado. Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

El Señor es compasivo y misericordioso

La belleza poética del salmo 102- a menudo desterramos la riqueza en contenido de los salmos- nos brinda la piedra angular en la que engarzar adecuadamente las tres lecturas de la liturgia de este domingo.

En el libro del Levítico se intuye el corazón de Dios y se constituye como referencia para la relación con los demás. Podríamos acentuar el hecho que subraya la responsabilidad que tenemos los unos para con los otros. Somos responsables de los demás, lo cual, no sintoniza esos criterios tan habituales de desapego, indiferencia y ese falso respeto que nos hace descuidados con respecto de los hermanos. Hemos de hacernos cargo unos de otros, la corrección fraterna es un modo de traducir que el otro nos importa de verdad.

Todo es vuestro, vosotros de Cristo

La profunda conciencia de nuestra dignidad nos sitúa en la realidad con dos implicaciones: la gratitud y la responsabilidad.

Gratitud por reconocernos en nuestra esencia constitutiva: imagen del Padre, hijos en Jesús, cauces del Espíritu.

Responsabilidad de traducir en actitudes concretas la presencia del modo nuevo de vivir como discípulos enviados.

Seréis hijos si hacéis el bien

El texto del evangelio de Mateo para este domingo, es la cristalización del espíritu de las bienaventuranzas. No se trata de vivir correctamente, ni siquiera generosamente, sino de vivir enteramente disponibles, siempre y para todos, creyendo de verdad que nuestra sencilla y constante siembra de bondad, puede y deber transformar el mundo.

Es preciso ser discípulos en Jesús, hacer de la relación con el Padre el centro de la existencia y de la experiencia del amor gratuito, la razón de la más profunda alegría.


ESTUDIO BÍBLICO

I. Lectura (Levítico 19,1-18): El amor en el judaísmo no llegaba al enemigo

La primera lectura de este domingo está tomada del Levítico, uno de los cinco que componen el Pentateuco. Sirve esta lectura como introducción y, además, como telón de fondo necesario para el texto del evangelio. Lev 19 es como una especie de decálogo o código de santidad. De este capítulo solamente se toman algunas cosas, entre las que sobresale la exigencia de Dios para que seamos santos. Pero en este caso el concepto de santidad no es algo que parezca inaccesible al hombre, sino que en la lectura de hoy se propone específicamente no vengarse de nadie de los que constituyen la comunidad de Israel; en esa comunidad, pues, se establece el concepto de prójimo; algo que se antoja demasiado restringido para lo que hemos de oír de las palabras de Jesús.

No obstante, debemos reconocer que en el ámbito religioso - cultural de la época, supone para Israel una aportación dignificadora frente a otros pueblos y otras culturas. El "amarás a tu prójimo como a ti mismo", desde luego, es un hito humano y teológico, aunque quedará empequeñecido con lo que Jesús pide. El Dios de Israel, el Dios creador del mundo, hubiera pedido algo más determinante, si no fuera porque son los hombres los que no saben interpretar adecuadamente cuál es la anchura del corazón de Dios. Solamente Jesús se atreverá a dar un paso mucho más decisivo y arriesgado interpretando a Dios como Padre que ama a todos sus hijos, aunque no sean de Israel.

II. Lectura (I Corintios 3,16-23): Cristo y la comunidad

En la segunda lectura vamos a concluir el tema de la sabiduría cristiana frente a la sabiduría del mundo que se ha ido proponiendo todos estos domingos. Ahora, en una especie de diatriba, Pablo quiere decir algo importante a la comunidad para que se percate de una vez por todas de la importancia de todo lo que les ha dicho en estos tres capítulos. Con la imagen del templo, del templo nuevo, del templo del Espíritu, el apóstol quiere enmarcar de nuevo, el principio de la sabiduría cristiana: si alguien en la comunidad, en la Iglesia, quiere ser considerado sabio, que no le importe que lo consideren necio, como que no vale. Porque los criterios de la comunidad cristiana deben ser distintos de los del mundo. Los que más valen, pues, no son los que triunfan en el mundo, porque el mundo construye sus triunfos en lo que fenece.

Por eso vuelve a mencionar a los "líderes" por los cuales la comunidad se dividía (Pablo, Apolo, Cefas-Pedro). Y por ello queda claro que todos los grandes y pequeños en la comunidad deben estar ante Cristo. De ahí podríamos inferir que los de Cristo no constituían un grupo aparte en la comunidad. Cristo, justamente, es el que unifica criterios, el que libera las ideas de todo personalismo de la sabiduría de este mundo. Y por eso la comunidad cristiana no debe tener personajes que deslumbren o líderes que se posesionen para ellos de la verdad del evangelio. Esa verdad es de cada uno, sean más inteligentes o tenga una misión más determinada. Porque el "cuerpo" de Cristo dignifica a todos aquellos que en el mundo no tendrían dignidad alguna.

Evangelio (Mateo 5,38-48): Frente a la violencia, el amor a los enemigos

El texto de Mt 5,38-48 es, como hemos adelantado, un hito prodigioso de luz y solidaridad para la humanidad. Nadie como Jesús se ha atrevido a hablar de esa forma y a jugarse la vida frente al odio del mundo y a la venganza entre enemigos. Es lo más típico y determinado de Jesús de Nazaret; así se reconoce en todos los ámbitos. Las antítesis veterotestamentarias, de las que sobresale la ley del talión, "ojo por ojo y diente por diente", no solamente quedan obsoletas, sino absolutamente anuladas en las propuestas de Jesús sobre el Reino. Las palabras de Jesús sobre el amor a los enemigos están insinuando el texto de Lev 19,18, la primera lectura de hoy. Es verdad que en el Antiguo Testamento, exactamente, no se dice "aborrecerás o odiarás a tu enemigo", pero como todos los que no son de la comunidad de Israel no pertenecen al pueblo de Dios, no había más que un paso para un tipo de relación de enemistad. Es decir, pueden ser excluidos del amor del buen israelita los que no son prójimo, los que no son de los nuestros. Aquí Jesús intenta poner el dedo sobre la llaga; intenta hablar y exigir que tengamos los mismos sentimientos de Dios, porque El no tiene enemigos, nadie es extraño para El, a nadie niega la lluvia y el sol. En las comunidades culturales-religiosas, como la de los esenios de Qumrán, se justifica más que sobradamente el odio a los que no pertenecen a la comunidad de la luz. Esta actitud está reflejada en la postura de interpretación religiosa de un judaísmo bien determinado. Jesús, pues, con estas antítesis, y principalmente con la última quiere incorporarnos a la "familia de Dios, del Dios como Padre", y en Él no cabe odio alguno. Por lo mismo, el amor al enemigo es la concreción más radical, por parte de Jesús, del amor al prójimo. No basta decir que el prójimo es el que piensa como yo, quien es de los míos; el prójimo son todos los hijos de Dios, y ningún hombre o mujer están excluidos de este derecho.

La quinta antítesis nos enfrenta a la no-violencia (5,38-42) teniendo como frontispicio la famosa ley del talión: "ojo por ojo y diente por diente". Las citas que están a la base de esta construcción tan particular y heterogénea son Ex 21,24; Lev 24,20; Dt 19,21. Y el texto, en término generales, es de Q (así se refleja en Lc 6,27-36), aunque los añadidos de Mateo son también realmente inconfundibles (vv. 38-39.41). Lo que se pide es tan extremo que muchos autores piensan que nos encontraríamos ante "dichos" auténticos de Jesús por el "criterio de disimilitud", es decir, que no pueden proceder ni del judaísmo ni de la comunidad cristiana, sencillamente porque Jesús "va más allá" siempre, en lo que piensa y en lo que dice, del judaísmo y del cristianismo primitivo; es más audaz, más profético y más arriesgado. Si la ley del talión había sido como un protocolo de no excederse en el mal que se ha causado, como casi todo lo de la Torá, quedará "cumplido" siendo más humano y más radical lo que se pide a un cristiano o a una comunidad cristiana. En el lenguaje popular la expresión de "poner la otra mejilla" ya tiene visos de leyenda para muchos y, sin duda, así se vive porque nadie está dispuesto a hacerlo. La bofetada en la "derecha" habla casi de infamia, del algo grave; de la misma manera el dúo túnica-capa y el quitar-dar es dejar a alguien desnudo, sin protección, sin personalidad, sin ser uno mismo. ¿Qué pretendía, pues Jesús con todo esto? Muchos se hacen esta pregunta y no encuentran fácil respuesta. Pero la cosa es más sencilla que todo eso: se trata de radicalizar la renuncia a la violencia... y todo lo demás podemos considerarlo como leyenda. Toda la comunidad cristiana debe saberlo y tenerlo en cuenta, aunque esté pasando por momentos críticos de persecución (en el caso de Mateo podía ser así) y de incomprensión. Estaríamos de acuerdo con el comentario de U. Luz, al respecto: "estos logia... tratan de causar extrañeza, de sacudir, de protestar simbólicamente contra el círculo de la violencia". Eso debe ser santo y seña de los seguidores de Jesús, porque él lo vivió personalmente así y de esa manera debe comportarse ideal y prácticamente una comunidad cristiana. Eso es lo que Jesús quiere que descubramos en el ámbito de la vida y en este estilo se muestra la categoría del Reino de Dios predicado por él. Así se explica el credo cristiano del rechazo a toda violencia, a la pena de muerte, a la respuesta de infamia y venganza por el mal que nos hayan podido hacer. El asunto no deja lugar a cualquier resquicio que justifique violencia o venganza. Este es uno de los aspectos más específicos del la verdad del Reino.

El amor a los enemigos (5,43-48) es la sexta y última antítesis de esa "plenitud" de la ley y los profetas que enmarca todo el conglomerado de las antítesis. Es la cumbre de todas ellas y el cenit de la radicalidad con que se pretendía esa plenitud de parte de Dios, revelado por Jesús. Así lo entiende Mateo quien sigue, no obstante, el texto de Q (Lc 6,27.32-35) e incluso reformula Q (Lc Lc 6,36) en el v. 48 de nuestro texto de hoy. En realidad el "odiarás a tu enemigo" no lo encontraremos en el AT, pero teniendo en cuenta que los que no son del pueblo de Dios, para el judaísmo, son pecadores, se entiende que se haya formulado de esta manera la exigencia de contraste del amor a los enemigos.

Estamos ante lo que es la esencia y el paradigma de lo verdaderamente cristiano; no hay algo más grandioso, más específico y más difícil de vivir que amar a quien nos odia, porque los enemigos son los que nos odian. Todos los elementos formarles o lingüísticos son de categoría y de contraste: amar, enemigos, hacer el bien, los que odian, bendecir, los que maldicen, orar, los que maltratan. Pero debemos tornar en consideración que en medio de estas oposiciones el punto de referencia es "el Padre del cielo", que es Dios. Esta antítesis no se puede entender sin esa referencia capital. El ejemplo del sol y de la lluvia es de una creatividad sin igual, que ningún humanista, filósofo o filántropo han podido imaginar. Hay que amar y perdonar a los enemigos, porque el "Padre del cielo" lo da todo a todos, es decir, no tiene enemigos. En el caso de Mateo, debernos entender que la "justicia" mayor que exige en el Sermón de la Montaña encuentra aquí toda su perfección. Es verdad que el amor o al menos la actitud del trato digno y justo o afirmaciones aproximadas las encontramos en otras religiones e incluso en círculos filosóficos o filantrópicos. Sin embargo, debemos reconocer que el amor a los enemigos es decididamente cristiano y por ello se entiende que el "logion" sale de la boca de Jesús. No podía ser de otra manera. Pero no es lo mismo la filfa o simpatía a todos los hombres incluso a los que nos son hostiles; en el mundo estoico nos encontramos con ciertas aproximaciones. Pero lo de Jesús va mucho más allá. No debemos olvidar que se habla de amar (agapaó) que es mucho más intenso y definitivo.

¿Es posible llegar a esta "justicia" tan perfecta? Lo que se nos dice en Mt 5,48 para rematar las antítesis es una propuesta de imitación: "sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto". Sabemos que ese es el sentido que tiene todo el sermón y las antítesis como elementos determinantes. Se nos pide que imitemos a Dios y no debe ser de otra manera, aunque nunca podamos ser como Dios, como el Padre. La "irnitatio Dei" es un planteamiento de la moral religiosa en todo su sentido cultural de la época y casi siempre ha sido así. Para Jesús, el modelo no puede ser sino Dios mismo, pero este como Padre. No obstante, la idea, tal como la formula Lucas 6,36 "sed compasivos" o "misericordiosos" (oiktírnzones) parece más conforme con lo que pudieron ser las palabras de Jesús, más en conformidad con el mismo hecho de tratar a Dios como Padre y no simplemente como Dios. Que a Dios se le considere perfecto es demasiado "jurídico" o "legal"; pero que a Dios-Padre se le considere como fuente de compasión y misericordia y que debamos hacer y sentir como El, es mucho más entrañable y humano. Querer ser perfectos como Dios es imposible, aceptar ser compasivos y misericordiosos como el Padre es lo propio de los seguidores de Jesús. En ese sentido no debemos tener miedo de tener a Dios, al Dios Padre, como modelo de nuestra vida, de la misma manera que lo experimentó Jesús.

Se ha hablado mucho de la utopía del amor a los enemigos como un imposible. Es verdad que es una propuesta "utópica", porque está fuera de lo normal, de lo que la antropología y la psicología nos dictan e incluso nos imponen. Pero si cambiáramos esta exigencia utópica del cristianismo toda caería por tierra. Si es imposible para cada uno de nosotros aceptémoslo, pero no por ello ignoremos las palabras de Jesús que lo llevó a la práctica, y de muchos seguidores. En todo caso, si es una utopía, se trata de una utopía irrenunciable que debe practicarse con todas nuestras fuerzas, las que tengamos, las que sintamos... lo demás, lo podemos dejar en las manos de Dios Padre que no ayudará a cambiar el corazón.


domingo, 16 de febrero de 2014

DOMINGO 6° DEL TIEMPO ORDINARIO


“Si no sois mejores que los fariseos, 
no entraréis en el Reino”

El Evangelio de hoy es una llamada a la madurez moral. Ésta, desde el punto de vista cristiano, implica dos cosas. En primer lugar, actuar guiados por un amor sincero, y no por el voluntarismo de cumplir ciertas normas ni por miedo a posibles penas o castigos. Y en segundo lugar, aceptar nuestras propias limitaciones: para alcanzar este ideal no nos bastan nuestras propias fuerzas, necesitamos la ayuda de Dios.

Queda claro en lo que Jesús nos plantea que lo que él quiere no es simplemente un mundo mejor, sino un mundo nuevo. No pide sólo un mundo más justo, sino que las personas se conviertan de corazón. Para que el bien sea verdadero no basta con evitar que haya mal en el mundo, también hay que desterrarlo del fondo de nuestro corazón.

Es un ideal muy elevado. Es lo que en su predicación llama "Reino de Dios" (o "Reino de los cielos", como prefiere Mateo probablemente por evitar la referencia directa a Dios, ya que su evangelio es el más próximo al contexto judío). Éste no se alcanza a través del cumplimiento de unos mandamientos, sino dejando que Dios nos dé una vida nueva.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Eclesiástico 15, 15-20

Si quieres, puedes observar los mandamientos y cumplir fielmente lo que agrada al Señor. Él puso ante ti el fuego y el agua: hacia lo que quieras, extenderás tu mano. Ante los hombres están la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que prefiera. Porque grande es la sabiduría del Señor, él es fuerte y poderoso, y ve todas las cosas. Sus ojos están fijos en aquellos que lo temen y él conoce todas las obras del hombre. A nadie le ordenó ser impío ni dio a nadie autorización para pecar.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 118, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34

R. Felices los que siguen la ley del Señor:

Felices los que van por un camino intachable, los que siguen la ley del Señor. Felices los que cumplen sus prescripciones y lo buscan de todo corazón. R.

Tú promulgaste tus mandamientos para que se cumplieran íntegramente. ¡Ojalá yo me mantenga firme en la observancia de tus preceptos! R.

Sé bueno con tu servidor, para que yo viva y pueda cumplir tu palabra. Abre mis ojos, para que contemple las maravillas de tu ley. R.

Muéstrame, Señor, el camino de tus preceptos, y yo los cumpliré a la perfección. Instrúyeme, para que observe tu ley y la cumpla de todo corazón. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 2, 6-10

Hermanos: Es verdad que anunciamos una sabiduría entre aquellos que son personas espiritualmente maduras, pero no la sabiduría de este mundo ni la que ostentan los dominadores de este mundo, condenados a la destrucción. Lo que anunciamos es una sabiduría de Dios, misteriosa y secreta, que él preparó para nuestra gloria antes que existiera el mundo; aquélla que ninguno de los dominadores de este mundo alcanzó a conocer, porque si la hubieran conocido no habrían crucificado al Señor de la gloria. Nosotros anunciamos, como dice la Escritura, "lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman?. Dios nos reveló todo esto por medio del Espíritu, porque el Espíritu lo penetra todo, hasta lo más íntimo de Dios.
Palabra de Dios.

EVANGELIO

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 17-37

Jesús dijo a sus discípulos: No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no quedarán ni una i ni una coma de la Ley sin cumplirse, antes que desaparezcan el cielo y la tierra. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos. Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: "No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal". Pero yo les digo que todo aquél que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquél que lo insulta, merece ser castigado por el Tribunal. Y el que lo maldice, merece el infierno. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo. Ustedes han oído que se dijo: "No cometerás adulterio". Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. También se dijo: "El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio". Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio. Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: "No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor". Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos. Cuando ustedes digan "sí", que sea sí, y cuando digan "no, que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

El Espíritu (Santo) y la letra.

Las palabras de Jesús del Evangelio de hoy se enmarcan en el sermón de la montaña, sermón que también recoge el capítulo 6 del evangelio de Lucas. Sin embargo, Mateo presta especial atención a la cuestión de la Ley y los mandamientos. Jesús se nos presenta como alguien que está por encima de Moisés, máxima autoridad para los judíos, pues matiza y corrige en parte los mandamientos que se dieron “a los antiguos”.

No debemos olvidar que Mateo escribe para cristianos de procedencia judía. Por este motivo, muestra un especial interés por mostrar, por un lado, el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento en Jesús y, por otro lado, la superación definitiva de la antigua religión judía. También esto le lleva a querer dejar claro que los mandamientos de la Ley no están siendo abolidos por Jesús, sino perfeccionados.

La comparación entre la “ley antigua” y la “ley nueva” es una cuestión relevante en la Biblia, especialmente presente en Mateo (por lo que acabamos de señalar) y también en San Pablo (que las presenta en oposición aunque más bien como recurso argumentativo). Tal es así, que los teólogos más importantes han reflexionado sobre este tema. Santo Tomás de Aquino lo hace en su “Suma Teológica”. Podríamos resumir su planteamiento de la siguiente forma: la diferencia entre la ley del Antiguo Testamento y la ley del Nuevo Testamento no está tanto en la letra como en el Espíritu, en el Espíritu Santo que se nos da por Jesús. El Espíritu Santo nos pide que aspiremos a la caridad perfecta y nos capacita para ir caminando hacia ella.

De la perfección del cumplimiento a la perfección de la caridad.

La persona de Jesucristo es la realización en plenitud de una vida totalmente orientada desde Dios, desde el amor. Él encarna la ley nueva que nace con el Evangelio: “Amaos como yo os he amado” (Jn 13, 34).

Tradicionalmente se decía, siguiendo a San Agustín, que mientras la ley antigua era la ley del temor, la ley nueva es la ley del amor. Santo Tomás explica esta distinción advirtiendo de que todos los mandamientos, ya sean los que encontramos en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, tienen como fin conducirnos hacia el reinado de Dios. La diferencia está en que la ley nueva nos introduce definitivamente en ese Reino que a los antiguos se les había prometido. ¿Por qué? Porque la ley nueva supone, ante todo, obrar movidos por el amor.

La caridad perfecta, a la que debemos aspirar, la ejemplifica Jesús afirmando su autoridad sobre la ley antigua al perfeccionar algunos mandamientos concretos. Pero lo fundamental de la ley nueva no es el cumplimiento externo de los mandamientos, como lo era en la antigua, sino la aceptación interior de la gracia transformadora, del amor de Dios. Por eso nos advierte: “Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Como “sepulcros blanqueados” (Mt 23, 27), ellos cumplían los preceptos, pero en su interior no había amor.

3. Dejarse transformar por el Espíritu. La ley nueva nos pide, antes que nada, pureza de corazón. Es más exigente en lo interior, pero más liviana en lo exterior, que la ley antigua. Dicha pureza de corazón -insistimos una vez más- es un don que viene de Dios, no de la voluntad del ser humano al cumplir esta o aquella norma. Un don que recibimos por la fe.

Se trata de “una sabiduría que no es de este mundo”, “Dios nos lo ha revelado por el Espíritu”, dice San Pablo. Estas palabras de la primera carta a los Corintios están dirigidas, especialmente, a aquellos que en su época defendían que los seres humanos pueden llegar por sí mismos al conocimiento de lo divino y, de este modo, a la perfección. Eran los llamados gnósticos. Vana presunción, advierte San Pablo. Sólo quien acoge al Espíritu, que viene de Dios, podrá comprender y vivir según la ley nueva, que es Cristo.

 La ley nueva: ley del Reino de Dios.

Resulta muy interesante otra consideración que hace Santo Tomás: la diferencia entre la ley antigua y la nueva no es -aunque su denominación pueda hacernos pensar lo contrario- estrictamente cronológica. Hubo personas en la época del Antiguo Testamento que quisieron vivieron desde el amor, como Moisés. “Amarás al prójimo como a ti mismo”, leemos ya en Lv 19, 18. Éstos recibieron el don del Espíritu Santo también por mediación de Cristo.

Esto supone, consecuentemente, que ha habido, hay y habrá personas que contribuyen a que el Reino de Dios continúe desarrollándose aun no siendo cristianas. La acción del Espíritu de Cristo no se da sólo en una época o en un grupo determinado. Puede estar presente implícitamente en la vida de muchas personas sin que ellas sean conscientes de ello.

Las palabras del libro del Eclesiástico, a la luz del Evangelio, parecen invitarnos hoy a no quedarnos en la ley antigua y aspirar a la nueva, a que nuestra voluntad se aúne y coopere con la gracia. Nos invita a pedirle a Dios que nos ayude a vivir como Jesús vivió.


ESTUDIO BÍBLICO

I. Lectura (Eclesiástico 15,20): Libertad, interioridad y decisión

Este texto del libro de Jesús Ben Sirac, conocido cristianamente como Eclesiástico, está enmarcada en un contexto sobre el misterio del pecado y la libertad humana. El problema se plantea como una respuesta al famoso origen del pecado o del mal; ¿acaso Dios es responsable del mal que experimentamos? El hecho de que el ser humano sea débil no es una desgracia, ni una limitación creacional. La respuesta del autor de este libro, en este caso, es precisamente de que tenemos toda la libertad para elegir entre el agua y el fuego, entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. Esta tesis bíblica, que ya arranca desde Gn 2-3, la tenemos a la orden del día en la antropología y la psicología

Es verdad que muchas situaciones configuran nuestra sensibilidad: historia familiar, de amistad, de fracasos. La psicología moderna tiene en ello mucho que enseñarnos, incluso frente a actitudes éticas y morales que debemos valorar. La afirmación de Ben Sirac es que Dios no obliga, no obstante, a pecar; es decir, lo sabio es que el hombre tiene en su interior una naturaleza buena, don divino, para elegir el bien y no el mal. Debemos, pues, elegir la integridad de la totalidad de nuestra existencia y de nuestras posibilidades y, desde ellas, valorar con sabiduría que hemos sido creados, no para el mal, sino para el bien, porque eso es lo que Dios ha puesto en nuestros corazones.

II. Lectura (1Corintios 2,6-10): La sabiduría escondida es oro

La segunda lectura, de la carta ICor (2,6-10), prosigue con el mensaje de la sabiduría cristiana. La sabiduría del "misterio de Dios" (1Cor 2,1) no puede imponerse con la palabra fácil, ni siquiera con el raciocinio helenista que es algo muy apreciado todavía en el ámbito de la ciudad de Corinto. Esa sabiduría, además, se explica desde la cruz, desde el fracaso de quien más nos ha hecho admirar el "misterio de Dios". Pero en este mundo domina el triunfo a costa de lo que sea, el buen vivir, aunque al final todos los que así piensan se encuentren con las manos vacías. Pablo sabía que tenía en contra todo ese mundo de sabios y entendidos al anunciar el misterio de Dios, pero se atreve con ello y así se lo hace ver a su comunidad. Sabe que lo que anuncia tiene su peso en oro, pero no reluce ante el mundo.

Pablo siente que los sabios de este mundo —bien paganos o bien religiosos—, le podían reprochar a los cristianos, de hecho le increparon: ¿qué sabiduría es la vuestra que os fiáis de un hombre crucificado? ¿Qué sabiduría es esa que niega al hombre ser libre y hacer lo que le plazca? Pero el apóstol no se avergüenza por ello; está convencido de que el cristianismo tiene una sabiduría, la de su Dios, que es misteriosa, escondida, contradictoria: aquella que sabe perdonar y amar; que construye un mundo de relaciones, no en el poder, en el dinero, en la fuerza, sino en dar a los que no tienen posibilidad, ser algo, ser personas, tener una dignidad aunque no tengan muchos conocimientos. No es una sabiduría que se fundamenta en especulaciones, sino aquella que hace posible el Espíritu de Dios, para el que están dotados todos los hijos de Dios.

Evangelio (Mateo 5,17-37): La alternativa de Jesús a la ley

Con el evangelio de hoy nos introducimos en la dinámica de las antítesis, que quieren poner de manifiesto la justicia cristiana frente a la justicia del judaísmo que Jesús combate con la pretensión de dejar muchas cosas obsoletas. El próximo domingo culminará este conjunto, uno de los más difíciles del Sermón de la Montaña. Estamos ante una de las partes más significativas del Sermón de la Montaña, que tiene su correspondencia en el Sermón del Llano de Lucas (6,20-49). Sabemos que Jesús no pronuncia este conjunto así, sino que es una composición de la "escuela judeo-cristiana" con que se designa, a veces, el resultado final de la redacción de nuestro evangelio de Mateo. Son distintas fuentes las que le suministran, pero hay que resaltar muy especialmente la fuente de "dichos" (los logia, del famoso documento o evangelio Q). En el caso que nos ocupa nos encontramos con un material muy específico como son las famosas "antítesis", de las que en este caso se nos ofrecen cuatro. Estas de hoy no las encontraremos en el texto de Lucas, por lo que se piensa en un material que no podemos identificar. En este evangelio, pues se apunta claramente a la praxis cristiana, tal como lo necesita o lo entiende la misma comunidad mateana, que no puede desprenderse de su "judaísmo", aunque éste sea ya un judaísmo verdaderamente cristiano.

Todo comienza a ser difícil en nuestro evangelio si no acertamos a leer bien Mt 5,17; con los elementos de que se compone (los verbos "llevar a plenitud" —pléróó— y "anular" —katalvó—; e incluso la significación exacta de "nomos" —ley— y de sus "preceptos"). La discusión es del todo proverbial, inacabada e incluso patológica, tanto en la reforma como en el catolicismo en su confrontación con el mismo judaísmo rabínico. Los comentarios a nuestro texto y contexto nos llevarían muy lejos y debemos renunciar a ello. La distinción de los rabinos entre preceptos leves y preceptos graves no es significativa directamente en la lectura, pero de alguna manera las "antítesis" irán poco a poco subiendo un peldaño hasta la último sobre el amor a los enemigos (Mt 5,43-48) que es lo más radical; no obstante las cinco anteriores son también, en su exigencia, un órdago a la grande. Por ello no es una buena hermenéutica esa distinción entre lo grave y lo menos grave, sino que todo apunta a una propuesta de radicalidad y de exigencia que Mateo asume con decisión para su comunidad judeo-cristiana. Es ahí donde debemos centrar la plenitud de la ley y los profetas.

El Sermón de Jesús, para Mateo, es un imperativo y una exigencia, que no queda simplemente en una praxis jurídica, ritual, ni incluso moral, aunque no esté descartado por principio. Esta exigencia se inserta en la historia del pueblo, que es un pueblo que debe ser fiel a Dios, y por ello se habla de "plenitud". La "Ley y los Profetas" no son simplemente las dos partes esenciales de la Biblia, sino que debemos entenderla como la "historia de Dios con su pueblo" que debe llegar a la plenitud de la justicia y, más concretamente, de la gracia. Las "iotas" y las "tildes" (cosas mínimas) de la Ley no pueden quedar para nosotros en simples exigencias rituales o morales; si fuera así volveríamos a caer en un judaísmo que tendría poco que ver con la alternativa de la misma ética de Jesús, que es la ética revolucionaria del amor y de la gracia. Es decir, para Mateo, las "iotas" y las "tildes", símbolos de lo pequeño, forman parte de una plenitud que exigía la misma ley que todavía se venera y se asume en la comunidad mateana. Pero se está dando un giro decisivo, porque en la reflexión mateana, ya se sabe que Jesús no se queda simplemente en los preceptos veterotestamentarios. Ni la Torá judía, ni los Profetas, dejan de tener sentido, porque Jesús era un judío y no cambia de Dios ni de exigencias fundamentales frente a la maldad y al sinsentido de la vida y la religión. Es lo que deberíamos entender por encima de todo: la religión de la ley y los profetas llega a su "plenitud" (plerósai) si pensamos y sentimos como Jesús pensó y actuó como profeta de Galilea. Si se nos ocurriera interpretar en sentido fundamentalista que la ley y los profetas tienen vigencia para Jesús en sus pormenores, entonces deberíamos "desleer" el evangelio mismo y la historia de Jesús de Nazaret. Por tanto "plenitud" ética, pero más que eso plenitud en la fidelidad al Dios de la ley y los profetas que Jesús realiza con su vida y su entrega, con su mensaje radical sobre el Reino que ha llegado, o mejor, está ya presente.

Si nos fijamos concretamente en las antítesis, la primera (5, 21-26) nos habla de "matar", pero en realidad, desde el punto de vista formal, son tres elementos es uno: matar, encolerizarse contra el hermano, adversario-juicio. La radicalidad, pues, se da en que matar a alguien es un infierno. Pero se comienza a matar de muchas formas y de muchas maneras, aunque no nos sea permitido establecer una coordinación de los tres momentos del conjunto. Consideramos, pues, que lo pequeño y lo grande, las iotas y las tildes de la vida, forman un tejido en el comportamiento de la sociedad, que la moral o la religión no pueden desatender. En ese caso, "plenitud" es no hacer real a nadie, ni dejar espacio en nuestro corazón a la ira, ni tener adversarios en tribunales ni a la hora de practicar la religión, porque todo eso nos aparta de las bienaventuranzas que han abierto el Sermón de la Montaña.

La segunda de las antítesis (5,27-30) nos habla del adulterio. Sabemos que este tema tiene su paralelo en Mt 9,43-47 y 18,8s. ¿Es tan importante este propósito como para que forme parte de las antítesis o del Sermón de la montaña? También aquí se concatenan tres elementos formales: adulterio-concupiscencia, el ojo que se escandaliza y la mano. Estamos hablando de algo que afecta al matrimonio y a la familia, como base fundamental de la sociedad y de la sociedad judía. Entre otras razones porque el matrimonio es casi una obligación para un judío y eso que Jesús, con absoluta seguridad, no decidió casarse por dedicar su vida al "anuncio del Reino de Dios". En una sociedad de relaciones familiares, pues, el adulterio es un atentado a lo más esencial de la familia judía. Cosa que no hubiera sucedido para culturas "polígamas". ¿Fue eso esencial para Jesús de Nazaret? ¿Es una defensa de la santidad del matrimonio en la escuela de Mateo? Desde la antropología cultural debemos decir que sí, porque la moral tiene mucho de antropología cultural. Por lo mismo la radicalidad debemos aplicarla con el mismo criterio que hemos señalado en "matar", aunque la diferencia sea abismal para una ética simplemente natural. Se trata pues, de radicalizar algo sagrado en el mundo familiar judío. Pero hay más desde el punto de vista de Jesús: su amor por los pequeños, por la mujer, por los que no cuentan. En la praxis judía, los que habían sido cazados en adulterio podrían ser condenados a muerte por lapidación (cf Dt 12,21-24;Jn 8,lss), pero se encontraban, a veces, razones e interpretaciones para no aplicarlo, quizás porque los varones siempre encuentran sus privilegios. ¿No intentaría Jesús defender a la mujer, casada o no, con esta radicalidad? Podríamos aplicar aquí una hermenéutica en la que se pide que la mujer no sea solamente objeto de deseo, sino persona que es igual que los varones, madre de sus hijos, como lo es el varón padre de sus hijos. Es una radicalidad de mente y de corazón lo que se pide, pues, para el hombre y para la mujer; una radicalidad de relaciones no simplemente sexuales, sino de respeto mutuo, de integración social y religiosa a todos los efectos. Por ello "sacar", "arrojar, "cortar" ojos y manos no es más que un simbolismo para exigir la purificación del corazón, por la llegada del Reino de Dios, donde el hombre y la mujer se deben amar de verdad más allá de lo erótico.

La tercera antítesis (5,31-32), es sobre el divorcio. Es toda una consecuencia de lo anterior. El tema lo encontramos en el mismo Mt 19,9 (=Mc 10,11) y Lc 16,18. Desde luego que hay diferencias de formulación y no está clara la fuente que ha usado nuestro evangelista, aunque muchos se inclinan por el Documento Q ¿Por qué prohibe esta antítesis que nadie se case con una repudiada? Si la mujer ha obtenido el libelo de repudio se debería entender que está libre. El tema del divorcio de Dt 24,1 viene aquí como regulado o justificado por el caso famoso de la "pomeía" (fornicación=adulterio), aunque algunos autores piensan que el término "parektós" no se debe entender como una excepción, sino en sentido inclusivo ("incluso por fornicación" se debería traducir), pero no es lo más aceptado. Esta antítesis no parece estar en la línea radical de las dos anteriores; ¿Es una concesión de la escuela de Mateo por respeto a la tradición del judaísmo rabínico? El tema ha sido muy discutido, por activa y por pasiva, con planteamientos distintos entre protestantes y católicos. En síntesis, debemos afirmar que la radicalidad existe; que el divorcio no puede quedar como algo trivial, sino que es un atentado contra el amor. Pero el texto nos quiere decir más (salvo la excepción de porneía): el divorcio no es permitido porque es un atentado a la mujer, ya que las escuelas rabínicas dejaban claro su pretensión de que el hombre era quien tenía el privilegio del acta de divorcio. Aunque está formulado de forma un tanto jurídica, la exigencia de exponer a un varón al adulterio por casarse con una mujer repudiada está en la línea radical de cómo han sido construidas las antítesis. En todo caso, en ésta se da una crítica contra el derecho de divorcio porque el divorcio es romper el amor familiar. Pero si nos fijamos bien, no es la mujer la causante de adulterio, sino el hombre que repudia y el hombre que se casa con una repudiada. Son los varones los que han hecho la ley de Dt 24,1 en su favor y por eso el Sermón no acepta esa ruptura del amor familiar de los fuertes en contra de la voluntad de Dios. Pero si nos atreviéramos a darle un sentido concreto, aunque no inclusivo, al término "porneía", entendido como una imposibilidad de seguir manteniendo el matrimonio cuando es un "infierno de desamor", entonces seguiríamos la excepción de la escuela de Mateo y podríamos, incluso, defender que la porneía puede ser "el maltrato" a uno de los cónyuges, o a los hijos. Eso no contradice, creo, el pensamiento de Jesús según tenemos en Mc 19,11 y Lc 16,18. El pensamiento de Jesús o de la comunidad cristiana primitiva era: el divorcio, el repudio de la mujer, es un atentado contra el amor verdadero que no puede sostenerse ni siquiera en el precepto de la Torá de Dt 24,1, porque ese precepto va en contra del amor matrimonial en el que el varón (el fuerte) despide y degrada al débil (la mujer). Jesús no acepta esa ley de los fuertes frente a los débiles. No es posible decir más al respecto, siendo un tema tan definido y de influencias tan señalas en las distintas confesiones cristianas; cada matrimonio cristiano debe leer esta antítesis y las consecuencias pertinentes desde su conciencia personal y familiar.

La cuarta antítesis nos habla del juramento (5,33-37). Debemos reconocer que se trata de un texto espinoso y sorprendente hasta el punto de que el análisis literario distingue entre elementos secundarios y añadidos de la redacción mateana. Simplificando se podría entender que jurar en falso no es propio de los seguidores de Jesús. Encontramos un texto sobre ello en St 5,12. No se debe jurar, ni por Dios, ni por los hombres, ni por uno mismo, ni en nombre de lo más sagrado ¿Por qué? Porque no se jura para apoyar nuestra verdad o para reafirmar nuestra mentira o nuestra maldad. La verdad o la mentira resplandecen por sí solas. Es verdad que se quiere subrayar que la justicia cristiana no puede estar engolfada en la mentira. Pero como la antítesis tiene varios circunloquios respecto a Dios (el cielo y el templo como presencia de Dios), lo que se condena es apoyar la mentira en Dios. Es una antítesis por la que se intenta poner de manifiesto que Jesús exige la veracidad humana, pero va mucho más allá. Con ello se quiere poner en evidencia una costumbre muy extendida en la antigüedad sobre el juramento, especialmente ante tribunales. Pero en realidad esto debe entenderse como un "no" absoluto a la mentira con la cual se construye en este mundo el poder, la fama, la riqueza, el honor... La radicalidad de esta antítesis, desde luego, llega a rozar lo irreal, porque eso llevaría consigo no confiar en la palabra de inocencia en muchos casos de la vida. Es verdad. Muchas personas no tienen más que su palabra para proclamar su inocencia ante la sociedad y la ley, y no les quedaría más que apoyarse en su Dios para fundamentar su verdad. Pero podríamos entender que lo que la antítesis enseña es que le basta al ser humano su verdad, porque la verdad es el juramento mismo de su inocencia. Se entiende que por muy compleja que haya sido la praxis de esto en la comunidad primitiva y el que un precepto como este se exprese de esta manera para formar parte de las antítesis o programa del "reino" predicado por Jesús, se resuelve en la misma vida de Jesús de Nazaret que no tuvo que jurar ni por el cielo ni por la tierra. Este sería el derecho del reino de Dios que se enraíza en la verdad y no en la mentira del mundo. Y por ello, abusar del juramento podría estar en contra del planteamiento liberador de Jesús en su proclamación del reino.

Entre las muchas posibilidades de puntos diferentes de las antítesis y entre las posibles interpretaciones que tenemos, debemos señalar que existe un planteamiento bien determinado: "si vuestra justicia no es más grande que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos". Es toda una provocación, porque no se trata de una justicia más complicada en preceptos y en exigencias, sino cabalmente más perfecta en cuanto a que sea más simple, generosa y entregada. Lo más perfecto no es aquello que cumple los requisitos legales pormenorizadamente, sino lo que renueva verdaderamente la vida, la felicidad. Precisamente, en el caso del evangelio de hoy, lo que va más allá de la ley es lo que supera todo tipo de venganza, odio o el desamor; se propone la justicia que emana de unas nuevas relaciones entre Dios y el hombre, y de ahí de los hombres entre ellos mismos. Esa es la propuesta catequética de Mateo a su comunidad, en la que se intuye, claramente, que no se pueden justificar actitudes porque estén legalizadas. Sucede, a veces, que lo que está legalizado es injusto. Y contra ello está la justicia del Reino.



domingo, 9 de febrero de 2014

DOMINGO 5° DEL TIEMPO ORDINARIO


“Vosotros sois sal de la tierra y Luz del mundo”

Hemos iniciado ya los domingos del llamado “tiempo ordinario”, tiempo que se encuentra entre los dos polos de la vida de Jesús, su nacimiento y su muerte - resurrección. Tiempo que nos permite vivir la vida de Jesús, día tras día, para que se vaya convirtiendo en nuestra propia vida. Y para ello comenzamos reflexionando en varios domingos sobre el llamado “sermón de la montaña” (Mt. 5-7).

En él Jesús muestra todo su programa de vida a sus discípulos y a la gente. Expresado ya su programa de “felicidad” -los valores que hacen nuestra vida y la vida de la gente más feliz-, convendrá hoy tomar conciencia de que vivir esos valores supone ser “sal” y ser “luz”, personal y comunitariamente, en nuestro mundo tan confuso y perdido. Ser sal y luz que ya nos sugiere el profeta Isaías como hacerlo (1ª lectura), ser sal y ser luz que como a Pablo nos lleva a anunciar con palabras y obras a Jesús crucificado”.

Ser sal y luz con nuestro compromiso de fraternidad que surge de la llamada de Jesús a ser felices y hacer un mundo más habitable.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA    

Las palabras de Isaías conservan totalmente su actualidad. El cristiano comprometido con Dios y con el hermano tiende a unir la liturgia y la vida. Es un desafío constante donde debemos estar involucrados con el mensaje de la palabra, para llegue a nuestro corazón y allí puedan unirse la oración y la acción. Esta es la liturgia de la nueva alianza, que busca reconciliar la oración y la acción, el sacrificio y la misericordia.

Lectura del libro de Isaías 58,7-10

Así habla el Señor: Si compartes tu pan con el hambriento y albergas a los pobres sin techo, si cubres al que ves desnudo y no te despreocupas de tu propia carne, entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: “¡Aquí estoy!”. Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna; si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como al mediodía.
Palabra de Dios.
Salmo 111, 4-9

R. Para los buenos brilla una luz en las tinieblas.

Para los buenos brilla una luz en las tinieblas: es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo. Dichoso el que se compadece y da prestado, y administra sus negocios con rectitud. R.

El justo no vacilará jamás, su recuerdo permanecerá para siempre. No tendrá que temer malas noticias: su corazón está firme, confiado en el Señor. R.

Su ánimo está seguro, y no temerá. Él da abundantemente a los pobres: su generosidad permanecerá para siempre, y alzará su frente con dignidad. R.

II LECTURA    

“Pablo está en Éfeso; de Corinto, donde ha trabajado más de un año, le llegan noticias de que la comunidad está olvidando su trascendencia y está poniendo sus ojos en la sabiduría de la tierra; que hay muchos cristianos que se glorían de seguir a Apolo, el gran retórico de Alejandría; griegos que se escandalizan de la Cruz de Cristo; judíos convertidos que también tienen la cruz como una locura y se van apartando del Crucificado y van buscando apoyo en las cosas de la tierra: en el dinero, en la política, en ser tenidos con ciertos privilegios en lo humano. ¡Qué fácil tentación es ésta, hermanos!” (Mons. Romero, homilía del 5° domingo del tiempo Ordinario, 5/2/1978).

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 2, 1-5

Hermanos, cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes débil, temeroso y vacilante. Mi palabra y mi predicación no tenían nada de la argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran demostración del poder del Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Palabra de Dios.
EVANGELIO    

Tenemos una gran responsabilidad, y no podemos eludirla. El mundo necesita luz y sentido. Nosotros somos enviados a iluminar y a ponerle ese sentido. De nada vale que nos quejemos diciendo “a dónde iremos a parar” o “qué mal que está todo”. El Señor nos envía justamente a presentarle al mundo hacia dónde tiene que ir.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 13-16

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Un mundo nuevo un proyecto común

Jesús ha presentado en las bienaventuranzas, en los versículos anteriores del evangelio de San Mateo, los valores que conforman el mundo nuevo. Pero no los propone solamente a sus discípulos y gentes que le rodean. Han de extenderse a todo el mundo. Han de convertirse en un proyecto común de todos los pueblos y de todas las naciones. Para ello los discípulos han de salir del círculo cerrado de la comunidad al mundo que les rodea e incluso ir más allá de las fronteras geográficas, lingüísticas y culturales. Han de ser fermento de ese mundo nuevo animando a otros a implicarse en ese proyecto. En esta jornada marcada por la llamada de Manos Unidas no se nos ha de olvidar la voluntad de Jesús de extender la fraternidad a todo el mundo hasta hacer de ella un proyecto común. Empecemos por nuestro entorno familiar, parroquial y de barrio; pero ampliemos nuestras fronteras a la implicación en la sociedad civil y en el espacio político. La crisis que padecemos nos está haciendo olvidar que los pueblos del sur llevan en crisis más fuertes muchos años más que nosotros. Y por si fuera poco los países del Norte hemos recortado también las ayudas al desarrollo de esos pueblos. Hasta la corrupción ha hecho mella en los fondos para el desarrollo desviándolos a cuentas particulares como hemos sabido recientemente de alguna comunidad autónoma. Hoy es más necesario que nunca el compromiso personal y también el compromiso sociopolítico aunque encontremos dificultades. Jesús no se las esconde a los suyos: “bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan, y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa” (Mt, 5,11). San Pablo tampoco oculta las dificultades en el trozo de la carta a los Corintios que leemos hoy.

Dios es Dios de los pobres, de los oprimidos y de los que lloran y sufren

Si algo aparece claro en los textos proféticos del Antiguo Testamento, incluido el texto que leemos este domingo en primer lugar, es la opción preferencial de Dios por los pobres. A su vez en los textos proféticos aparece como una religiosidad falsa aquella que no va unida al compromiso con los derechos humanos. Incluso aparecen ya promesas de Dios que Jesús recogerá en el evangelio de hoy: A quien se entrega al bien de los demás“…entonces romperá tu luz como la aurora”, “…brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía." Indudablemente el culto a Dios unido a la opción por los pobres son el trasfondo profético en el que bebe Jesús y el que le lleva a su compromiso por un mundo nuevo al que El llama el Reino de Dios y cuya “constitución” son las ocho bienaventuranzas o felicidades que nos recuerdan que no podemos ser felices sin hacer felices a los demás, sobre todo a los que peor lo pasan. En la misma línea se mueven los primeros cristianos: “La gloria de Dios es que el hombre viva” (San Ireneo) y también los cristianos de nuestra época: “La gloria de Dios es que el pobre viva” (Oscar Romero) “ En medio de la apatía social en la que vivimos –dice José Antonio Pagola- se hace todavía mas significativa la fe cristiana en un Dios amigo de los que sufren, un Dios crucificado, que ha querido sufrir junto a los abandonados de este mundo” manifestado a través de la luz de los creyentes.

Evangelizar es dar sabor a la vida de las personas

Cuando hablamos de evangelizar casi siempre lo entendemos en clave doctrinal: llevar la doctrina de Jesucristo contenida en el catecismo de la Iglesia a aquellos mirando palabras de José Antonio Pagola- no significa solo anunciar verbalmente una doctrina, sino hacer presente en la vida de las gentes la fuerza humanizadora, liberadora y salvadora que se encierra en el acontecimiento y la persona de Jesucristo”. Para ello es necesario contar con personas que sean testigos vivientes del evangelio en su vida diaria, en su familia, en su lugar de trabajo, en su barrio, en la sociedad civil. “Personas capaces de sanear esta sociedad introduciendo en ella honestidad… que no se dejen corromper por la ambición del dinero, ni por el atractivo del éxito fácil” . Personas que desarrollen “la solidaridad responsable frente a tantos corporativismos interesados”; personas que introduzcan compasión en una sociedad despiadada que parece reprimir cada día más la civilización del corazón”. ¿No van por ahí los mensajes del Papa Francisco que quiere apuntar una nueva primavera para la Iglesia, para las religiones y para el mundo?

La familia, la comunidad de base, la parroquia son sal y luz

Si en la familia, en la comunidad cristiana, en la parroquia tomamos como eje los valores de Jesús contenidos en las bienaventuranzas y en todo el “sermón del monte” no cabe duda que seremos sal y seremos luz. Pero para ello debemos de “salir”. Una nueva evangelización nos pide implicarnos allí donde se vive la vida de cada día mirando al mundo como Dios lo mira: unas veces con ojos de compasión y otras veces con ojos de indignación. Y esa implicación no ha de tener miedo a mezclarse con otros grupos o personas de cualquier ideología que trabajan por un mundo mejor: asociaciones de vecinos, plataformas, organizaciones no gubernamentales, sindicatos, partidos políticos… Nuestra sal se vuelve sosa si no salamos; nuestra luz no alumbra si queda escondida.



ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Isaías (58,7-10): Solidaridad y compromiso

I.1. La primera lectura de la liturgia de hoy la encontramos en el libro de Isaías (TritoIs) que es como el texto de Is 1,10-20, acomodado a una nuevas circunstancias por las que pasa el pueblo de Judá, precisamente en el período postexílico. Todo está casi destruido, y como siempre, los pobres son los que soportan lo peor. Sabemos que es un texto de la escuela de Isaías. Se plantea en la comunidad la necesidad de un día de ayuno, mortificación y humillación para conseguir el favor divino. Entonces el profeta habla, dice, interpreta e interpela. Lo que Dios quiere, como ayuno, como mortificación, es no cerrarse al prójimo, a “tu propia carne”, en el lenguaje antropológico-semítico del AT. Con ello se revelan las causas de la situación: la falta de identificación con el que sufre, el no sentirnos afectados personalmente por el hambre, la desnudez o la pobreza de los otros, considerando esos hechos como datos fríos de noticias o de encuestas sociológicas.

I.2. Pero el profeta dice que cuando alguien pasa hambre eres tú quien la pasas; cuando te desentiendes de tu prójimo, te desentiendes de ti mismo. Si se hace todo eso: partir el pan con el hambriento, hospedar al pobre, vestir al desnudo, habrá justicia; y si hay justicia allí está la gloria de Dios. No hay ayuno mejor que este para ganarse el favor de Dios. Es un texto que Lucas tomó como programa para la lectura de Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,14ss). Las promesas de luz, son exigencias de justicia; esto la sabe el mundo entero.

IIª Lectura: Iª Corintios (2,1-5): La experiencia de Cristo crucificado en Pablo

II.1. La segunda lectura, continuando con 1 Corintios, es de una fuerza inexorable: la fuerza del poder más pobre del mundo: la cruz, la sabiduría de la cruz, del fracaso. Pablo, predicador, apóstol, se presentó en Corinto consciente de lo poco que podía presumir ante los ojos del mundo, ante la sabiduría de los filósofos griegos, del mensaje que predicaba. Incluso había tenido un fracaso grande en Atenas, la ciudad más sabia del mundo (Hch 17), porque les había anunciado la resurrección del un crucificado. Pero la sabiduría de Dios, está claro, no encaja con la de este mundo. Corinto era una ciudad distinta, donde frente a los potentados económicamente por ser una ciudad comercial, había muchos marginados, pobres, trabajadores de sol a sol. ¿Aceptarán este mensaje del cristianismo? Corinto fue distinta; difícil ciudad y difícil comunidad, heterogénea, pero allí encontró Pablo a los que aceptaron el mensaje de Cristo, y éste, crucificado. Maravilloso pasaje donde Pablo expresa la convicción de que Jesucristo, el crucificado, es el liberador de los oprimidos.

II.2. Se trata, pues, de ponerse como modelo para la comunidad en el mejor sentido de la palabra. En realidad Pablo, el judío, podía haberse presentado como un buen rabino cristiano y un buen retórico, sabio y de cultura helenista, pues lo era según los mejores datos que tenemos. Pero como apóstol de Jesucristo, no entiende que los altos discursos de sabiduría pudiera trasladar el mensaje de “Cristo crucificado”. Eso hubiera sido un infidelidad a quien lo llamó y por ello la comunidad que había sido llamada desde su experiencia de pequeñez no puede renunciar a sus orígenes “crucificados”. Cuando la comunidad, la Iglesia, quiere vivir la “grandeza y la gloria, el poder y la influencia incluso de su teología y de su ética no vive en plenitud el mensaje del Crucificado. Si la Iglesia no entiende que pueda ser perseguida e incluso rechazada… entonces no hay “theologia crucis” en su seno. La Iglesia debe ser discutida… y sentirse por ello muy cerca de su Señor.

Evangelio: Mateo (5,13-16): Sal de la tierra y luz del mundo

III.1. El evangelio de Mateo, hoy, prosigue el sermón de la montaña con dos comparaciones -no llegan a parábolas-, sobre el papel del cristiano en la historia: la sal de la tierra y la luz del mundo. Todos sabemos muy bien para qué es la sal y cómo se degrada si no se usa. De la misma manera, desde las tinieblas, todos conocemos la grandeza de la luz, del día, del sol. Probablemente son de esas expresiones más conocidas del cristianismo y de las más logradas. En los contratos antiguos se usaba la sal como un símbolo de “permanencia”. Ya sabemos que la sal conserva las cosas, los alimentos… y era un signo de la Alianza en el ámbito del judaísmo por ese sentido de la fidelidad de Dios a su pueblo y de lo que Dios pedía al pueblo. Entonces entenderemos muy bien el final de la comparación: “si la sal se vuelve sosa”… hay que tirarla. Pierde su esencia. No olvidemos que esta comparación viene a continuación de las bienaventuranzas y por lo mismo debemos interpretarla a la luz de la fuerza de las mismas. El cristiano que pierde la sal es el que no puede resistir viviendo en la opción de las bienaventuranzas.

III.2. La luz del mundo, y la ciudad en lo alto del monte… tienen también todo su sabor bíblico. Sobre la luz sabemos que hay toda una teología desde la creación… Pero también se usa en sentido religioso y se aplicaba a Jerusalén, la ciudad de la luz, porque era la ciudad del templo, de la presencia de Dios. Por eso “no se puede ocultar una ciudad”… hace referencia, sin duda a estos simbolismos de Jerusalén, de Sión, de la comunidad de la Alianza. El cristiano, pues, que vive de las opciones de las bienaventuranzas no puede vivir esto en una experiencia exclusivamente personal.. Es una interpelación a dar testimonio de esas opciones tan radicales del seguimiento de Jesús, de la fuerza del evangelio.

III.3. Con estos dichos del Señor se quiere rematar adecuadamente el tema de las bienaventuranzas, que fue el evangelio del domingo anterior. Efectivamente, esto que leemos hoy debemos ponerlo en relación directa, no solamente con el estilo literario de las bienaventuranzas, sino más profundamente aún con su teología. El Reino de Dios tiene que ser proclamado y vivido y el Sermón de la Montaña es una llamada global a llevarlo a la práctica. De la misma manera que la Alianza fue sellada en el Sinaí, después el pueblo está llamado a vivirla en fidelidad. La nueva comunidad que tiene su identidad de estas palabras del Sermón tiene que iluminar como una nueva Jerusalén, como una espléndida Sión. Ella misma es el templo vivo de la presencia de Dios, luz de luz. Y la comunidad, y el cristiano personalmente, deben estar en lo alto del monte, de la vida, de la historia, de los conflictos, de las catástrofes, no solamente para mostrar su fidelidad, sino para iluminar a toda la humanidad. Como los profetas soñaban de Sión.

III.4. Los que han hecho las opciones por el mundo de las bienaventuranzas han hecho una elección manifiesta: ser sal de la tierra y luz del mundo. Esto quiere decir sencilla y llanamente que las bienaventuranzas no es para vivirlas en interioridades secretas, sino que hay que comprometerse en una misión: la de anunciar al mundo, a todos los hombres, eso que se ha descubierto en las claves del Reino de Dios. Las bienaventuranzas, son un compromiso, una praxis, que debe testimoniarse. No puede ser de otra manera para quien se ha identificado con los pobres, con la justicia, con la paz. Eso no puede quedar en el secreto del corazón, sino que debe llevarnos a anunciarlo y a luchar por ello. Porque esto de ser sal de la tierra y luz del mundo se ha usado muchos para “santos” especiales; pero no deja de ser un despropósito… es sencilla y llanamente la identificación de la verdadera vocación cristiana. Todo cristiano está llamado a ser la sal de la tierra y la luz del mundo… aunque no llegue a esa santidad desproporcionada.