domingo, 27 de julio de 2014

DOMINGO 17° DEL TIEMPO ORDINARIO


El Reino de Dios se parece a...

Estamos en el llamado tiempo ordinario, en que Jesús se hace presente y guía a su Iglesia. En estos domingos, la liturgia de la Palabra se vale, principalmente, de las parábolas evangélicas, que son narraciones de las que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral.

Y estamos, al menos en este hemisferio, en pleno verano. Este tiempo nos ofrece, estemos o no de vacaciones, por los caminos del mundo y de la vida, con sus calores y sus colores, charlas reposadas y descansos, paseos y baños… y también lecturas y reflexión, soledad y oración silenciosa, viajes y encuentros de amigos y familia, nuevas amistades, veladas de sobremesa y ratos de no hacer nada o quizás horas y días para poder hacer lo que un día no se hizo, tratando de llenar espacios, sentidos y alma de múltiples ideas y estupendas imágenes con que compensar imposibilidades del resto del año.

Qué oportunidad para volver la mirada hacia la vida y a los que nos rodean, como hacía Jesús al retirarse con sus discípulos… y pensar, dialogar con los nuestros…, con esas o parecidas sugerencias, parábolas, historias y recuerdos familiares…, ante la naturaleza, ante el mar, ante la mirada perdida en el horizonte… También nos llama a pararnos, a no quedarnos en la superficie de las cosas

Es como sacar, con “sabiduría”, de “un arca lo nuevo y lo antiguo…”, porque Jesús “todo lo ha hecho bien…” (Mc 7,31) y nosotros nos debemos dejar transformar por Él.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Lectura del primer libro de los Reyes 3, 5. 7-12

En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo:
- «Pídeme lo que quieras.»
Respondió Salomón:
- «Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?»
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo:
- «Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.»
Palabra de Dios

Salmo 118, 57 y 72. 76-7'7. 127-128. 129-136

R.     ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!

Mi porción es el Señor;
he resuelto guardar tus palabras.
Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. R.

Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo;
cuando me alcance tu compasión, viviré,
y mis delicias serán tu voluntad. R.

Yo amo tus mandatos
más que el oro purísimo;
por eso aprecio tus decretos
y detesto el camino de la mentira. R.

Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma;
la explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R.

II LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 28-30

Hermanos:
Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio.
A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos.
A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó, a los que justificó, los, glorificó.
Palabra de Dios
EVANGELIO

Ì Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 44-52

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
- «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.
El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos le contestaron:
- «Sí.»
Él les dijo:
«Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
Palabra del Señor

MEDITAMOS LA PALABRA

Con qué compararemos el Reino de Dios… (Mc 30)

Jesús utilizaba comparaciones conforme al tipo de sociedad y la manera de ser de la gente que se le acercaba para explicar el Reino, con quienes compartían momentos con él…: la naturaleza, las labores del campo, las faenas del mar, los usos domésticos o los negocios de la vida…

Hoy es “el tesoro escondido…”, “el comerciante de perlas finas…”, “la red de pesca…” y al final “el buen padre de familia…”

Jesús quiere destacar el valor del Reino de los cielos, que es mayor que cualquier cosa que existe en el mundo, y con la que nada se le puede comparar. Es un tesoro o perla tan rica que vale más que todo… Aunque el verdadero tesoro del hombre, el que es capaz de dar sentido a su vida, solo se encuentra en Dios, porque solo él sacia el ansia de infinitud que toda persona siente… Cada uno somos un abismo y solo un abismo más grande podrá saciarnos: “Quien a Dios tiene, nada le falta, solo Dios basta” dirá Teresa de Jesús.

El tesoro más importante de la vida

Quien encuentra a Dios, encuentra el tesoro más preciado de su vida, y a Dios solo le encontramos en Jesús y a través de aquellos con los que Jesús se identificó. Jesús es el revelador del Padre, y por él todos los hombres tienen acceso a Dios. Así se lo dice Jesús a su apóstol Felipe: “quien me ve a mí ve al Padre…” (Jn 14,9). Necesitamos de Cristo para ir al Padre, para conocer a Dios.

¿Dónde se encuentra hoy ese tesoro? En los hermanos, en la humanidad doliente. Dios está escondido como un tesoro en todos los hombres y mujeres de la tierra, en la persona que camina a nuestro lado o se sienta junto a nosotros o comparte nuestra relación familiar, o alienta nuestro trabajo o disfruta de nuestro espacio de ocio y descanso. Dios se encuentra escondido en el que sufre o llora en el interior de su corazón, en el emigrante que está sin saber dónde ir, en los desheredados de la fortuna, en los marginados y hasta en los perseguidos por causa de su nombre.

Y quien ha descubierto a Dios así, ha hallado un tesoro y es lo único que da sentido a la vida y en comparación con todo lo de este mundo… es tenido en nada.

¿Tendremos que pedir al Señor “capacidad para discernir el bien y el mal, para escuchar y gobernar…” (1 R 3,5ss), como Salomón? Eso nos podría ayudar a la hora de mirar al hermano.

La alegría de los cristianos: sentir el evangelio como fuente de alegría

Cuando un cristiano ha encontrado ese tesoro y está en disposición de dejarlo todo por él, todo se hace y vuelve más ligero. Suelta lastre, el corazón deja de pesarle y vuela con determinación y alegría. Está hasta en disposición de dejar todo por él. Se da cuenta de que el Evangelio, el Reino de Dios, no es una pesada carga que impide vivir la vida con espontaneidad, sino con amor y alegría, porque siempre nos invita a compartir con los demás. Y empieza la verdadera misión de un cristiano: ayudar a los demás a encontrar su perla, su tesoro escondido…

Al final del Evangelio de hoy, nos encontramos con otra brevísima parábola, “la de la red barredera”, semejante a la del trigo y la cizaña (Mt 13,24ss), con la referencia del juicio final entre los buenos y malos. Pero hasta entonces, no lo olvidemos, todos tenemos la oportunidad de optar por la salvación mediante la conversión.

Las apocalípticas palabras del evangelio de hoy: “apartaos de mí…”, no las quisiéramos ver cumplidas en ningún hombre de la tierra, porque Dios al final de la Creación dijo que “vio que todo cuanto había hecho y estaba muy bien” (Gn 1,31), y en esa bondad misericordiosa confiamos todos.



ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: 1Reyes(3, 5.7-12): Sólo se es grande por la sabiduría

I.1. Dicen los especialistas que este c. 3 de 1º de los Reyes es un texto auténticamente "deuteronomista" que refleja el pensamiento y la teología de esa escuela que habría de encargarse de redactar y poner los fundamentos "espirituales" de la historia pura y dura -y a veces perversa-,del pueblo de Israel, de sus reyes y magistrados. Una escuela llena de sabiduría y de carisma profético. Esta oración de Salomón en Gabaón, como un sueño, bien puede ser el modelo teológico de la "reforma" que buscó dicha escuela que se amparaba en el libro del Deuteronomio.

I.2. La petición del Salomón del v. 9 es verdaderamente estimulante: "un corazón que escuche" (leb shomea), como escuchan los sabios a Dios, para hacer justicia al pueblo. Recién elegido rey de Judá e Israel, los deuteronomistas han sabido plasmar en la figura de Salomón lo que entonces necesitaba el pueblo y el reino. Después de las guerras y batallas de David, era necesaria un "etapa de sabiduría" para atender al pueblo mismo, a los pequeños, a los huérfanos y a las viudas. Porque un verdadero rey tiene su poder en esta sabiduría, que muchos reyes y magistrados han despreciado.

I.3. Un corazón que escuche, es decir, sabio, para poder discernir entre lo malo y lo bueno. El sabio, sin duda, es como el profeta que está abierto a la voz de Dios y a su voluntad. No es profeta el que anuncia el futuro como un adivino que echa las cartas, sino quien sabe escuchar la voz o los silencios de Dios para entregarlo todo después a los hombres. La escuela de la sabiduría es, como muy bien lo expresa nuestro texto, un "corazón escuchante", que quiere aprender a impartir justicia y a conceder lo necesario a los que han sido desposeídos de casi todo.

IIª Lectura: Romanos (8,28-30): El designio de salvación divino para el hombre nuevo

II.1. El texto de la "predestinación", como se conoce esta pequeña perícopa del c. 8 de la carta a los Romanos se presta a muchas lecturas y de hecho así ha sucedido a lo largo de la interpretación de esta carta paulina. Es un texto que parece estar imbuido de un carácter bautismal para comentar el sentido de la elección que Dios hace de aquellos que le aman. Quiere decir que probablemente se comentaba algo así a los bautizados que habían optado por ser cristianos, es decir, semejantes al Hijo, a Cristo.

II.2. Pero ¿verdaderamente estamos predestinados unos y otros a la salvación o a la condenación? No olvidemos que en el texto se está hablando única y exclusivamente del "designio" (próthesis) de Dios; pero Dios no tiene para la humanidad más que un proyecto de salvación que ha revelado en su Hijo Jesucristo. Porque Cristo no ha venido a otra cosa que a salvar a los hombres. En el mismo texto esto se expresa magistralmente en el sentido de que nos ha predestinado a "ser semejantes a la imagen de su Hijo", que no es otra cosa que la "glorificación" (edóxasen). Esto significa que Dios tiene sobre toda la humanidad el designio de lo que ha realizado ya en su Hijo: la resurrección, la vida nueva, que se expresa mediante ese término de la "glorificación".

II.3. El uso de la forma verbal(proôrisein) indica que se trata del inalterable plan de salvación trazado por Dios en favor de sus criaturas, gracias a la encarnación, muerte y resurrección de Jesús nuestro Salvador. El destino o la suerte de cada uno o de los nuestros (el fatum para los romanos; para los griegos están los vocablos moira y eimarmene) no es lo que está contemplado aquí directamente, aunque no podemos olvidar que para construir este hermoso capítulo, Pablo ha debido estar en esa sintonía inculturada. Pero lo que nuestro texto expresa es el plan salvador de Dios, en el que no quedan las cosas al azar, ni siquiera a un libre albedrío barato. Lo que se quiere afirmar rotundamente es que Dios tiene un designio de glorificación del que nadie podría apartarlo («nadie podrán apartarnos del amor de Dios», dirá al final Rom 8,39).

Evangelio: Mateo (13,44-52): El tesoro de la sabiduría del Reino

III.1. El texto evangélico de hoy es el final del c.13 de Mateo, el capítulo de las parábolas por antonomasia, en que una y otra vez se compara el "Reino de los cielos" con las cosas de este mundo, de la tierra, del campo, de la cizaña. En este caso, nos hemos de fijar en el tesoro del campo y la perla (vv. 44-46). Son como dos parábolas en una, aunque pudieran ser independientes en su momento. Las dos parábolas, tras una introducción idéntica, narran el descubrimiento de algo tan valioso que los protagonistas (un hombre cualquiera y un comerciante) no dudan ni un instante en vender todo lo que tienen para adquirirlo; lo hallado es tan extraordinario que están dispuestos a desprenderse de cuanto poseen con tal de apropiárselo. No todos los días tiene uno la suerte de descubrir un tesoro o una perla de inmenso valor. Cualquier hombre sería feliz con un descubrimiento semejante. Por eso, haría todo lo posible por obtenerlo, aunque para ello tuviera que pagar un alto precio. En las dos parábolas, los bienes que poseen los protagonistas del relato, pocos o muchos, son suficientes para que con su totalidad puedan adquirir lo que han encontrado. En ambos casos, el acento recae sobre el descubrimiento y sobre la decisión que toman los dos protagonistas.

III.2. Efectivamente, la decisión que toman parece desproporcionada o, al menos, arriesgada. Pero hemos de considerar que tienen una seguridad en esa decisión que les lleva hasta ese destino. ¿Es sabiduría o coraje (parresía)? Las dos cosas. Los elementos secundarios de las narraciones -si entendemos que son dos-, no dejan de tener sentido, aunque ya sabemos que en la interpretación de los parábolas no debemos exagerar o alegorizar cada una de las cosas que aparecen. Bien es verdad que en la primera hay un elemento sorpresa, porque es como el hombre que está en el campo, muy probablemente contratado, y encuentra el tesoro por casualidad. En el caso del mercader que recorre los bazares, sin duda, que siempre espera encontrar algo extraordinario y por eso porfía.

III.3. Como en los dos casos la comparación es con el “reino de los cielos” (bien en el caso del tesoro, bien en el caso del mercader) entonces el sentido no puede ser otro que este: cuando uno encuentra el Reino de Dios, bien porque ha tenido la suerte inesperada de encontrarse un tesoro o bien porque lo iba buscando habiendo oído hablar de él, entonces todo está en poner en marcha la sabiduría y el coraje de que uno es capaz, los cinco sentidos, arriesgarlo todo, entregar todo lo que uno tiene, por ello.

III.4. ¿Es que el reino de Dios es un tesoro? Naturalmente que sí. Porque es el acontecimiento de un tiempo nuevo de gracia y salvación, de felicidad y amor que Jesús ha predicado y que ha convertido en causa de su vida y de su entrega. Por eso lo importante de estas dos parábolas es la decisión que toman ambos protagonistas y más todavía la alegría de esta decisión en el caso de tesoro en el campo (extraña que el mercader de perlas no tenga esta reacción primera, aunque sea la misma decisión). No he encontrado mejor conclusión que esta: «El Reino aparece así como un don al alcance de todos, de los afortunados y de los inquietos, de los que sin buscarlo se lo encuentran por casualidad y de los que lo descubren al final de una búsqueda. Para responder adecuadamente a ese don, aceptándolo y haciéndolo suyo, el ser humano ha de estar convencido de que el Reino es lo más valioso que se le puede ofrecer y, en consecuencia, ha de estar dispuesto a anteponerlo a cualquier otro bien» (cf. F. Camacho Acosta, Las parábolas del tesoro y la perla, Isidorianum, 2002).



domingo, 20 de julio de 2014

DOMINGO 16° DEL TIEMPO ORDINARIO


“El que tenga oídos, que oiga”

Estamos en el tiempo que llamamos “tiempo ordinario”, el más largo del año litúrgico, que transcurre desde Pentecostés hasta Adviento. Un tiempo “ordinario” puede sugerir monotonía, un tiempo liso, semanas y meses sin relieve especial, sin nada extraordinario. Puede que hasta parezca un tiempo gris, parecido al invierno. Sin embargo, este tiempo –a pesar de su triste apariencia- tiene su misterio, su riqueza escondida.

Es el tiempo de la siembra y el tiempo de la vida. En invierno, bajo una aridez aparente, fecundan las semillas. Parecería que no hay señales de vida porque la vida late bajo la tierra fértil. Día a día, semana tras semana, penetra en nosotros la semilla, la Palabra que Dios que el sembrador esparce en nuestra tierra, en las tierras diversas de las que Jesús hablaba (Mt 13, 1-8; 18-23). Mientras vivimos el “tiempo ordinario” atendemos a la profundidad de nuestras vidas personales, acogemos en nuestra entraña creyente la semilla; el Espíritu, la fecunda y van naciendo en nuestra entraña brotes de vida. El “tiempo ordinario” es tiempo de interioridad, de madurez, de silencio y contemplación, de lluvias y fríos y rocíos, de vida latente que crece y empuja. Tal vez es por eso, que el color verde sea el color de este tiempo.

En este clima de serenidad, Jesús nos va a hablar, durante varios domingos, del “Reino de los cielos”, de la misma manera como lo hizo a los suyos, durante cuarenta días, después de resucitar (Hch 1, 3). El “reino de los cielos” o “reino de Dios”, enunciado por Jesús, fue su divina y humana obsesión, la “utopía” que anunció y en cuya realización se comprometió de por vida. Él nunca explica en qué consiste ese “reino”; lo que hace es sugerir, con un lenguaje poético, cómo actúa Dios y cómo sería el mundo si hubiera gente que actuara como él.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Al pecador le das tiempo para que se arrepienta.

Sabiduría: 12, 13. 16-19

No hay más Dios que tú, Señor, que cuidas de todas las cosas. No hay nadie a quien tengas que rendirle cuentas de la justicia de tus sentencias. Tu poder es el fundamento de tu justicia, y por ser el Señor de todos, eres misericordioso con todos.

Tú muestras tu fuerza a los que dudan de tu poder soberano y castigas a quienes, conociéndolo, te desafían. Siendo tú el dueño de la fuerza, juzgas con misericordia y nos gobiernas con delicadeza, porque tienes el poder y lo usas cuando quieres.

Con todo esto has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser humano, y has llenado a tus hijos de una dulce esperanza, ya que al pecador le das tiempo para que se arrepienta.
Palabra de Dios
SALMO

Del salmo 85

R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente.

Puesto que eres, Señor, bueno y clemente y todo amor con quien tu nombre invoca, escucha mi oración y a mi súplica da respuesta pronta. R/.

Señor, todos los pueblos vendrán para adorarte y darte gloria, pues sólo tú eres Dios, y tus obras, Señor, son portentosas. R/.

Dios entrañablemente compasivo, todo amor y lealtad, lento a la cólera, ten compasión de mí, pues clamo a ti, Señor, a toda hora. R/.

II LECTURA

El Espíritu intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.

Romanos: 8, 26-27

Hermanos: El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que conoce profundamente los corazones, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen.
Palabra de Dios
EVANGELIO

Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha.

Ì Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 24-43

En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: "El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.

Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: `Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?' El amo les respondió: `De seguro lo hizo un enemigo mío'. Ellos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?' Pero él les contestó: `No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo.

Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y luego almacenen el trigo en mi granero' ".

Luego les propuso esta otra parábola: "El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas".

Les dijo también otra parábola: "El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar".

Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas, y sin parábolas nada les decía, para que se cumpliera lo que dijo el profeta: Abriré mi boca y les hablaré con parábolas; anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.

Luego despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron sus discípulos y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo".

Jesús les contestó: "El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga".
Palabra del Señor

MEDITAMOS LA PALABRA

El grano de mostaza.

Esta parábola indica el ritmo de crecimiento, de transformación y consolidación de la Iglesia del reino. En la diminuta semilla de mostaza se encierra algo inmensamente grande, que irá creciendo de a poquito, al abrigo de la tierra fecunda.

La pequeñez se transfigura en grandeza, la humildad en exaltación; en el reino los últimos son los primeros, los poderosos son los últimos, los que pierden su vida, la ganan. Todo esto acontece en la Iglesia del reino. Esta parábola sugiere algunos rasgos que han de configurar el rostro de la Iglesia del reino. He aquí algunos:

La pequeñez e insignificancia como garantía y augurio de crecimiento y consolidación. La Iglesia del reino se amolda a gusto en lo pequeño; no tiene aspiraciones de grandeza ni afanes de poder porque quiere ser decididamente sacramento de Cristo entre los hombres; quiere “parecerse a Jesús”, que a pesar de su condición divina, se vació de sí mismo, se hizo esclavo y obediente hasta la muerte (Cf Fil 2, 5-11). No es una Iglesia presuntuosa ni vanidosa porque es consciente de que, como Jesús, ha nacido en la pobreza. Sabe que ella es la comunidad de los pobres, porque a ellos les pertenece el reino (Mt 3,3). Está dichosa de ser pobre y de parecerlo. Cuando esta Iglesia hace memoria de sí misma, de sus orígenes, recuerda que fue como una semilla de mostaza, tan minúscula como prometedora. No se acomoda a la mentalidad este mundo, sino que se transforma interiormente con una “mentalidad nueva” para discernir la voluntad de Dios, lo que res bueno, y aceptable y perfecto" (Cr Rm 12, 2).
Se hace un árbol, vienen los pájaros y anidan en sus ramas. La semilla de mostaza es potencia de vida, vigor exuberante. Poco a poco, de acuerdo a su propio ritmo lento pero firme, crece y se hace arbusto. La Iglesia del reino no atropella los ritmos vitales de sus comunidades sino que los cuida atentamente; tampoco se saltea las etapas precisas de su misión evangelizadora. No busca “lo eficaz” ni “lo pragmático” -tantas veces irrespetuoso e incluso, violento- sino que atiende con cuidado y responsabilidad a los “tallos” verdes que brotan porque son vida y, además, primicias y promesas del reino.

El trigo y la cizaña

La Iglesia del reino -la que es trigo bueno- ha aprendido a convivir pacientemente con la cizaña. No se precipita en arrancarla, sino que espera al final de la cosecha. No es que la Iglesia del reino desconozca, o no le importe la cizaña, sino que con paciencia y esperanza, intenta que, mientras el trigo y la cizaña germinan juntos, La cizaña se marchite y el trigo crezca. La iglesia del Reino imita la paciencia Dios; no juzga las conductas de los hombres con ligereza porque, como Jesús, no ha sido enviada para juzgar sino para salvar. El juicio ocurrirá al final del tiempo, cuando los cosechadores arrancarán la cizaña y la echarán al fuego; cosecharán el trigo y lo guardarán en los graneros del reino.

La levadura en la masa

La Iglesia del reino está inmersa en las realidades cotidianas de este mundo. No puede vivir separada, al margen de ellas y, menos aún, en contra de ellas. Es la “Iglesia en el mundo” del Vaticano II. Esta Iglesia pequeña es como un puñado de fermento mezclado con las realidades de este mundo: políticas, culturales, económicas, sociales. Es la levadura nueva de la Pascua -la “levadura de la sinceridad y la verdad”- que fermentará la “masa nueva”, el reino de Dios. (Cf 1Co, 5, 6-8).

La Iglesia del Reino, como fermento vivo, actúa lentamente en el mundo, tratándolo con la paciencia de Dios que, por ser eterno, no tiene prisas. Ella no compite con el mundo ni es su rival sino que lo ama entrañablemente y lo respeta en su autonomía de criatura de Dios. Es una Iglesia persuasiva, acogedora, compasiva, más preocupada por salvar al mundo que por juzgarlo (Cf Jn 12, 47) El juicio ocurrirá -asegura Jesús- al final del tiempo.


ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: (Sabiduría 12,13.16-19)

Marco: El contexto es el segundo bloque del libro en el que el autor ofrece una interpretación de la historia de Israel: la Sabiduría ha acompañado todas las etapas de la historia salvífica de Israel. El autor adopta un método, habitual en tiempos de Jesús, que consiste en actualizar para el momento presente una palabra o un acontecimiento del pasado de Israel con la finalidad pedagógica de iluminar este momento presente y ofrecer su verdadera significación y valor del mismo. La lectura nos reconduce a la experiencia de Israel en Egipto y, más en concreto, el castigo progresivo y moderado de los cananeos.

Reflexiones

1ª) ¡Simbiosis equilibrada del poder, justicia, perdón y soberanía de Dios!

No hay más Dios que tú, que cuidas de todo... La afirmación de la unidad y de la unicidad de Dios es una verdad que comparte el autor de este libro. Esta situación única en que se encuentra Dios, que ha actuado en Israel y que es reconocido por Israel, no permite pensar en rivales. Esta rivalidad existía en la comprensión mitológica de los dioses que comparten los griegos y que conoce este autor. La primera afirmación conduce al lector al reconocimiento de esta verdad fundamental.

Pero el autor de este libro no pretende ofrecer un tratado sobre Dios (aunque lo supone, a su manera, por ser un pensador convencido creyente), sino las consecuencias que ello comporta para el hombre y su presencia en el mundo. El gobierno que Dios realiza sobre el mundo no se ajusta a los parámetros o modelos que dirigen el comportamiento de los reyes de este mundo. Precisamente porque Dios es único y universal para todos ejerce su poder de forma desconcertante: practicando el perdón. Su soberanía, por ser universal, es justa. Pero Dios, excelente pedagogo, actúa de modo adecuado: a quienes se abren sinceramente a su poder y soberanía los conduce por el camino de la paz; a los que desconfían o ignoran su soberanía la realiza con fuerza y energía. Sólo así se puede esclarecer o ofrecer a los hombres la respuesta que necesitan del actuar de Dios para la salvación.

2ª) ¡Armonía de moderación, humanidad e indulgencia en Dios poderoso soberano!

Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación... Dios manifiesta su poder en el perdón y en la indulgencia. Esta afirmación acerca del único Dios, brinda al autor la ocasión para dirigir la mirada a todos los hombres. En un mundo en el que la venganza –y, con frecuencia, dura venganza– era una costumbre convertida en casi ley general, estas palabras suponen una renovación singular. Los ejércitos conquistadores eran devastadores. Dios es presentado como el Bienhechor por excelencia. Israel fue llamado a hacer presente en el mundo esta comprensión singular de su Dios al presentarlo como un moderador justo e indulgente.

La lección que el autor quiere inculcar en sus lectores es que, a imitación de su Dios Bienhechor, deben adoptar en la vida un generoso humanismo. El sentido humanitario debe ser una característica del pueblo de Dios. Ya los redactores teólogos deuteronomistas* habían insistido en esta cualidad de la misión de Israel. En la historia el pueblo no respondió a este programa. La verdadera fe en Dios conduce a una actitud humanitaria en aquellos que aceptan esta fe y tratan de vivirla con coherencia. También este rasgo de nuestro Dios debería ser presentado a los hombres y mujeres de nuestro tiempo con mayor intensidad y fidelidad. Nuestro mundo actual es muy sensible a los planteamientos humanitarios, aunque no sea una praxis generalizada todavía.

Segunda lectura: (Romanos 8,26-27)

Marco: Seguimos proclamando el capítulo 8. El tema que enmarca estas palabras proclamadas hoy es el premio que esperamos y que supera con creces a lo que el hombre desea.

Reflexiones

1ª) ¡En el itinerario de la esperanza la acción del Espíritu es insustituible!

El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad... Este capítulo viene precedido por el capítulo 7 en que Pablo contempla la realidad del hombre abandonado a sus propias fuerzas. En ese capítulo leemos una autobiografía de Pablo (con toda probabilidad) y una radiografía del hombre (con toda seguridad). Desde aquella descripción sangrante de la realidad del hombre sin el recurso de la fe que le conduciría a Jesús, podemos leer estas palabras con otra luz y con otro vigor. Estas palabras responden a la realidad humana. La debilidad es un término que alcanza con singular virulencia al orden moral.

El hombre es arrastrado por un gran deseo de vida y de bienestar o felicidad, pero no atina a dar con el camino que le conduciría a satisfacer este deseo. La respuesta se le ofrece en Jesús. Pero no basta, es necesario conectar con esa respuesta. Esa tarea ha sido reservada para el Espíritu. Estos pensamientos son particularmente desarrollados en la promesa del Espíritu recogida e interpretada por los redactores joánicos en los discursos de despedida (Jn 13-17). La presencia y actuación del Espíritu es imprescindible para encontrar la luz que dirige los pasos del hombre por la senda adecuada.

La fraseología paulina dirige ahora nuestra atención al modo de actuar del Espíritu: ¡con gemidos indescifrables!. Estas expresiones indican la experiencia pneumática que se daba en las primitivas comunidades. Se hacía presente el Espíritu en un lenguaje indescifrable y misterioso, pero eficaz y consolador. La esperanza del cristiano es posible contando con esta intercesión. Los discípulos de Jesús, alentados por la interpretación autorizada del último Concilio Ecuménico –Constitución Gaudium et Spes–, deben vivir los logros de los hombres con gozo y agradecimiento a la vez que deben pedir al Espíritu la pedagogía adecuada para conectar profundamente con nuestro mundo actual y ofrecerle la verdadera solución que arranca del Evangelio.

2ª) ¡El Espíritu conoce muy bien dónde nos encontramos y dónde deseamos llegar!

El que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios. «Dios está lejos, alejado, no se ocupa de los hombres ni se interesa por sus problemas!,» afirman con frecuencia nuestros contemporáneos. Esta dolorosa experiencia la vivieron nuestros primeros hermanos cuando entraban en el camino de Jesús. El propio evangelio, al narrar el itinerario seguido por Jesús, provocaba indirectamente estas preguntas.

¿Cómo es posible que Dios salve al hombre en el escándalo y la locura de la cruz? ¿Cómo encaja la experiencia dolorosa de los hombres en el marco de una bondad de Dios sin límites? Pablo afirma y enseña a sus lectores que el Espíritu conoce realmente la intimidad del hombre. Y además sin engaño posible. Lo que todavía es más llamativo en esta enseñanza de Pablo es que el deseo del Espíritu, cuando es escuchado sinceramente, hace coincidir con él el deseo del creyente. El propio Espíritu asume nuestros anhelos y deseos y los hace suyos, pero dirigiéndolos por el camino de la verdad y fecundidad.

Esta coincidencia posibilita que la opción adoptada por el hombre, bajo la suave dirección del Espíritu, converjan en uno solo. Y esta comunión total se produce en el encuentro con la voluntad de Dios que el Espíritu conoce muy bien y que sabe que es la única que puede ofrecer al hombre la respuesta que realmente necesita. La comprensión pneumatológica de Pablo, además de ser vigorosa doctrinalmente, ofrece a los hombres que caminan en la historia una respuesta válida.

Evangelio: (Mateo 13,24-43)

Marco: Seguimos proclamando el discurso parabólico. La lectura incluye tres parábolas y la explicación de la parábola de la cizaña. La primera parábola tiene un sentido muy preciso: la coexistencia de buenos y malos en la etapa actual del reino, en espera de un reino perfecto. Las otras dos tienen un tema común: los comienzos del reino son humildes y ocultos, pero se convertirán en una realidad universal capaz de acoger a gentes de toda raza, lengua, pueblo y nación. La explicación de la parábola de la cizaña es una adición realizada por la Iglesia para adaptarla a los que ya forman parte de la Iglesia. Se trata de una alegorización catequética.

Reflexiones

1ª) ¡El sembrador sembró cuidada semilla en el campo, la cizaña viene de otra parte!

Un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Sin descender a todos los detalles el relato nos invita a considerar que hay distintos agentes que intervienen en la historia de los hombres. Cada uno realiza su misión y su tarea. El sembrador bueno siembra semilla escogida destinada a producir un fruto excelente. Frente al sembrador bueno, hay otro sembrador que siembra la cizaña. Las dos especies de semillas no pueden conducir al mismo destino ni producen el mismo fruto. El primero es de vida y el segundo es de muerte.

La cizaña a que se refiere el relato tiene gran parecido con la caña de trigo. De tal manera que cuando las dos comienzan a brotar y crecen se parecen mucho. Sólo más tarde se puede percibir la diferencia entre las dos formas de cañas. Es necesario aceptar que en la existencia histórica de la humanidad ésta se encuentra sometida a dos principios contradictorios que intentan orientar sus pasos. El Dios bueno sólo siembra semilla buena. Y lo mismo hace su lugarteniente y plenipotenciario Jesús. De ellos sólo procede semilla que tiene como finalidad la producción de abundantes y benéficos frutos.

Los hombres y mujeres de nuestro tiempo tienen la tentación de caer y sucumbir a un difuso determinismo. Los mensajeros no siempre hemos capaces de transmitir esta consoladora verdad. Hoy estamos urgidos a vivir en la convicción del sumo respeto de Dios por el hombre. Este puede elegir el camino del bien o del mal. El discípulo de Jesús necesita vivir en la convicción de las dos realidades y pedir al Espíritu que le conceda la acertada pedagogía para ser útil a los hombres que les rodean.

2ª) ¡El escándalo de la coexistencia de buenos y malos en la etapa actual del reino!

Dejadlos crecer juntos hasta la siega... ¿De dónde procede el mal en el mundo? Un mal que alcanza con tanta fuerza al corazón del hombre. ¿Qué hacer con él? Tratar de hacerlo desaparecer, pero sin comprometer el bien. Se trata de una parábola, por tanto no hay que descender excesivamente a los detalles narrativos. La situación que el narrador de la parábola quiere inculcar en sus oyentes es que en el desarrollo de la historia, en el camino, los hombres se decantan por el bien o por el mal.

Pero el hombre es algo más hondo, es importante para Dios. Y es necesario dejarlos coexistir. Siempre queda una esperanza de salvación. Y Dios, en Cristo Jesús, se manifiesta al mundo como el salvador universal que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. La impaciencia de los colaboradores en este proyecto podría comprometer el éxito feliz del plan de Dios. A vosotros no os toca el juicio, sino el cuidado de la siembra. Dios tiene asignada a cada uno su tarea.

El peligro del excesivo celo es que arrastraría también el trigo. Esta imagen se entiende mejor si observamos cómo crece el trigo. Ha sido sembrado a voleo, pero las cañas de trigo nacen y crecen en manojos, de tal manera que si se arranca una se llevan consigo otras. La cizaña está en medio de esos manojitos de cañas. Cuando se intenta arrancarla se llevan tras de sí las cañas de trigo. La preservación del bien exige un cuidadoso trato del mal. Los hombres son los importantes para Dios.

Esta visión que el creyente tiene del hombre, inspirado en la seguridad de que es imagen de Dios y destinado a ser su hijo en Cristo Jesús, debe proclamarla insistentemente. El Evangelio perfecciona al hombre, no lo destruye. La aceptación gozosa de esa realidad es el punto de encuentro de los hombres de nuestro tiempo y de los creyentes que conviven con ellos. Aunque es verdad que el creyente debe ser sagaz y astuto o sabio para discernir adecuadamente entre las dos realidades contrarias: el bien y el mal.





domingo, 13 de julio de 2014

DOMINGO 15° DEL TIEMPO ORDINARIO


"El resto cayó en tierra buena y dio grano"

Es un mensaje de esperanza, para el que espera y tiene fe. Sólo el que tiene sed, el que se deja llenar y el que tiene hambre es saciado, por tanto habla de que los cristianos hemos de tener una actitud activa, de esperanza en eso se nos tiene que notar que nos sentimos hijos de Dios.

Además, habla desde lo sencillo, habla de lluvia y no de tormenta, de procesos de enriquecimiento desde lo pequeño y cotidiano sin grandes revoluciones y sin embargo con cambios intensos y duraderos.

Si bien es verdad que en la vida terrenal hay sufrimientos que no son enviados por nuestro Padre sólo si tenemos fe en la salvación nos liberaremos, también es importante que esta palabra libertad, sepamos de qué nos libera más allá del sentimiento de libertad en cuanto a libre elección. Nos libera de todo aquello que nos hace sentirnos afligidos, sin esperanza, que no nos deja ser felices, encontrando una felicidad completa en la fe.

Por tanto estas palabra nos llevan a un mensaje de optimismo de alegría y de esperanza pero también a la responsabilidad, si es que nos sentimos hijos de Dios, será necesario demostrarlo con un estilo de vida que sea testimonio de lo que creemos y que a la vez ayude a los que están a nuestro alrededor como testigos de la Palabra de Dios.

En resumen, la esperanza con mayúsculas que nos trae la Palabra, es una cuestión de actitud en todo lo que hacemos y en como lo sentimos en dejarnos y prepararnos para ello.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS LA PALABRA.

I LECTURA

Lectura del Profeta Isaías 55,10-11.

Esto dice el Señor: Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.
Palabra de Dios

SALMO

Salmo 64,10abcd. 10e-11. 12-13. 14

R/. La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.
Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua. R/.

Tú preparas los trigales:
riegas los surcos, igualas los terrenos,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes. R/.

Coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría. R/.

Las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses
que aclaman y cantan. R/.

II LECTURA

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 8,18-23.

Hermanos:
Considero que los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación expectante está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto.

Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Palabra de Dios

EVANGELIO

Ì Evangelio  de N. S. J. C. según San Mateo 13,1-23.

Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas:
-Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron.
El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta.
El que tenga oídos que oiga.
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron:
-¿Por qué les hablas en parábolas?
El les contestó:
-A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de los Cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías:
«Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure.
Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador:
Si uno escucha la palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la Palabra, pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o setenta o treinta por uno.
Palabra del Señor

MEDITAMOS LA PALABRA

San Pablo nos habla de que a pesar de todos los sufrimientos que hay en la vida presente por el hecho de ser hijo de Dios nos espera la gloria, nos llama a la esperanza en este momento, por un lado aparecen palabras como frustración, sufrimiento y esclavitud en la vida terrenal y por otro se nos invita a un futuro de libertad.

Sentirnos lejos de Dios o negarnos a El, no nos libra del sufrimiento, pero sin embargo los que sí creemos nos hace conocer, al menos, la esperanza de la Salvación, sólo los que queremos creer podemos tener la esperanza de esa salvación y una redención futura.

La lectura de Mateo nos habla como Jesús se sirve de las parábolas para explicar su mensaje, a las personas que aun teniendo la verdad cerca, no son capaces de entenderla y necesitan de las parábolas para poder ver a Dios a pesar de tener a Jesús en carne y hueso para hablar de Dios. En aquel tiempo mucha gente era la que tenía curiosidad por escuchar lo que Jesús les decía. Esta palabra nos habla de algo tan humano como la capacidad de entender de cada uno, el mensaje, la semilla, es la misma para cada uno de nosotros, pero estamos con disposición y cualidades diferentes, incluso con los oídos cerrados unos y otros abiertos, de nada sirve hablar más alto, si el que escucha no está dispuesto a oír. A todos nos han enseñado que la comunicación es algo tan sencillo como emisor, receptor y mensaje, pero también sabemos que muchas veces la comunicación o transmisión del mensaje no se produce en la vida corriente, mucho más difícil será el proclamar el Reino de Dios a todos nosotros.

En aquel tiempo, el hijo de Dios se hizo carne para transmitirnos el mensaje de su Padre. Jesús era capaz de concentrar multitudes, era alguien que traía un mensaje curioso, atractivo y sobre todo novedoso, eso nos sigue sonando ahora que estamos en la época de las nuevas tecnologías y los mensajes viajan a gran velocidad y muchas personas, pero cuantas de esas personas creían en las palabras de Dios, por qué acudir a las parábolas en lugar de hablar de un mensaje claro y directo. Tradicionalmente pensamos que utilizó esta forma de transmisión por la falta de conocimientos o formación de la personas que le escuchaban, nada tiene que ver con eso y puede ser que sea una forma de simplificarlo, cuando lo que se explica es claro y sencillo no hace falta más vuelta, sin embardo el problema tanto hoy como entonces, no estaba en la falta de cultura de los que escuchaban sino más bien a sus y nuestros oídos duros.

Hoy también tenemos los oídos duros, tal vez ahora tengamos más estudios, pero lo que está claro es que la semilla sigue cayendo en barbecho y tierra estéril, nuestros oídos están más pendientes de otros mensajes, quizás de resultados y promesas más inmediatas ya que no es propio de la naturaleza humana, tener paciencia y esperar, ya que al fin y al cabo el mensaje de Dios habla de la Salvación en la otra vida!

Otro tema interesante es saber si cada uno de nosotros nos sentimos de esos privilegiados a los que se nos ha concedido conocer los secretos del Reino como los discípulos y por tanto no es necesario que nos hablen a parábolas o si por el contrario somos de los que nuestro corazón está embotado y no dispuesto a oír la Palabra de Dios.

Si aceptamos la Palabra con alegría perseverancia y la ponemos en práctica como testigos de esa buena nueva conseguiremos ser luz para los demás. La buena nueva no es sólo para nosotros sólo se hace fértil cuando nosotros somos testigos y mensajeros de la esperanza.


ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Isaías (55,10-11): La palabra profética, transforma la historia humana

I.1. El libro de Isaías, o mejor dicho, el Deuteroisaías (40-55), termina con un capítulo de altos contenidos teológicos que podemos interpretarlo como «la fuerza de la palabra de Dios que cambia la historia», que hace historia, que no se limita a los ámbitos espirituales, aunque estos son su ser natural. Efectivamente, el texto de la Iª Lectura de hoy forma parte de ese capítulo del que hablamos; sus imágenes, los símbolos que se usan, ponen de manifiesto esta teología sobre la fuerza de la palabra profética como Palabra de Dios. Lo que se quiere poner de manifiesto es la dimensión creadora y transformadora de la Palabra de Dios.

I.2. Sabemos que los profetas de Israel y Judá han marcado la religiosidad de su época y por eso su mensaje sigue siendo para nosotros un mensaje de alternativa. La Palabra de Dios que viene sobre el pueblo desencadena juicio y salvación a la vez. En el texto de hoy nos encontramos con la singularidad de que la Palabra de Dios, como la lluvia y la nieve, no vuelven a lo alto de vacío; así sucede con la Palabra de Dios que se hace presente por medio de sus profetas. Los corazones, es decir, las personas, reciben lluvia y nieve espirituales de la palabra de los profetas que interpretan la voluntad de Dios en la historia personal y comunitaria.

I.3. Eso no quiere decir que todos los acontecimientos de la historia están desencadenados por la Palabra de Dios, y en eso deberemos tener cuidado para no caer en fundamentalismos; pero la Palabra divina salva, anima, consuela, juzga las injusticias y a los poderosos. Esa palabra llega de muchas formas y maneras por medio de los que han puesto su confianza en Dios. Y desde esa confianza y energía, Dios actúa en la historia. Por eso, el compromiso de los que cuentan con Dios en sus vidas no debe reducirse al ámbito personal-espiritual. El mundo, la sociedad, las instituciones de justicia y de altas decisiones no deberían hacer oídos sordos a los "profetas" de salvación y de gracia.

IIª Lectura: Romanos (8,18-23): Una ecología teológica

II.1. La IIª Lectura nos muestra unos de esos textos que podemos llamar actualmente «ecológicos». Sabemos que la ecología está siendo campo de batalla de numerosas ideologías contrapuestas y contradictorias. Pablo, con el lenguaje de la apocalíptica, al que era tan cercano como buen judío, nos presenta la suerte del mundo, de la creación, unida estrechamente a la suerte de los hombres y de su redención. No es un texto negativo, como a veces le han reprochado. Ya Teilhard de Chardin había hecho una lectura muy positiva, no solamente válida, con su “himno a la materia”, en la línea de la esperanza de redención de todo el universo. Este mundo de la creación no puede estar llamado a lo obsoleto. San Pablo está usando el término ktisis, que viene a significar la creación, la materia como misterio en el que subsistimos en este mundo.

II.2. La verdad es que, en este mundo, la obra de Dios es para el hombre, está en sus manos, pero ¿qué estamos haciendo de este mundo nuestro? La creación también tiene que consumarse en la liberación; lo que ha formado parte de nuestra historia, de nuestro ser, anhela gracia y salvación. Es verdad que para los que conciben el mundo y la creación solamente como «naturaleza», esto es un antropomorfismo; pero, en todo caso, en nuestra redención personal y comunitaria, el mundo, el arte, la música, el cielo, la tierra, el sol... todo adquirirá sentido, todo es anhelo de dolores de parto para vivir en una armonía que está verdaderamente en las manos de Dios.

II.3. Es muy probable que detrás de este texto exista una reflexión teológica del mismo judaísmo sobre Gn 3 y las consecuencias del pecado de la humanidad, del hombre creado a imagen y semejanza de Dios y las consecuencias para el mundo. Pablo quiere hacer una lectura nueva desde Cristo. El pecado de la humanidad no queda solamente en el ámbito de lo interior, sino que lo exterior, la naturaleza, se resiente si el hombre no sabe llevar a cabo la misión que Dios le ha encomendado. Porque la humanidad está llamada a un estado de paz con la naturaleza, pero cuando la humanidad se aleja del proyecto divino de justicia, de armonía, de paz, entonces, las guerras o la acumulación de bienes de unos pocos se refleja en la misma naturaleza. La creación, no lo olvidemos, está ligada al destino del hombre. Ahí está la fuerza argumentativa de la verdadera ecología teológica.

Evangelio: Mateo (13,1-23): La Palabra de Dios, semilla que engendra

III.1. La parábola del sembrador y su explicación abre estos domingos de lectura continua en los que se nos van a presentar distintas parábolas, que Mateo concentra precisamente en el c. 13. Podemos decir también que esta es una parábola ecológica, por sus símbolos. La semilla que cae en distintas tierras, que después se compara con distintas actitudes, debe ser la Palabra de Dios que conduce nuestra historia, que crea una relación hermosa y llena de sentido.

III.2. Cuando la historia no se contempla desde el horizonte de la Palabra de Dios, entonces todo se resiste a la armonía, a la fraternidad, a la paz, e incluso a la calidad de vida digna para todos. En todo caso, Jesús, con su parábola -ya que la explicación probablemente procede de la iglesia primitiva que era más timorata-, intentaba decir que, pase lo que pase, la Palabra de Dios siempre produce fruto; basta acogerla desde nuestras posibilidades. Unas veces producirá más y otras menos, pero siempre será luz de nuestra vida. Porque en esto de la luz, de la gracia y de la salvación, la cantidad no cuenta de verdad.

III.3. Es muy probable que haya sido la iglesia posterior y su moralismo excesivo, la que se haya propuesto acentuar eso de la cantidad como un perfeccionamiento anhelado, y así se refleja en la explicación de la parábola, donde ya todo se centra en el campo que acoge, no en la semilla. Sin embargo, el profeta de Nazaret era menos perfeccionista y quería trasmitir una confianza inaudita en la fuerza de Dios que nos llega por la palabra profética y por la parábola profética del sembrador. El sembrador sabe que no todo lo que siembra se recoge al final, sino que siendo más realista confía "en conjunto" en la semilla que esparce, es decir, en la palabra que ilumina y que salva.

III.4. Cuando alguien solamente ha podido entregar el 20, o el 60 de su vida (incluso el 30 y el 40), Dios no lo desprecia, sino que lo tiene muy en cuenta. Su amor a los hombres y mujeres que viven en este mundo no le hace despreciar lo que su amor engendra, aunque sea una mínima parte de lo que debería haber sido. Porque para Jesús, en este caso, se trataba de poner de manifiesto la fuerza de la semilla, de la palabra, del evangelio de vida. Porque sin esa semilla, sin esa palabra de gracia y de buenas noticias, no hay manera de que los seres humanos se puedan fiar de Dios y serle fieles. Jesús está sembrado, en esta parábola “el evangelio” frente a le Ley (la Torá).

Con el evangelio se entiende que la semilla es gracia; con la ley, lo que vale es la “producción” en cantidades semejantes a la inversión.