domingo, 31 de agosto de 2014

DOMINGO 22° DEL TIEMPO ORDINARIO


"El que pierda su vida por mí, la encontrará"

En estos domingos, la lectura continuada del evangelio de Mateo, presenta la doble cara de la moneda en la relación de Jesús con sus discípulos y concretamente con Pedro.

El domingo pasado Pedro confesaba que el Hijo del hombre era el Mesías, “el Hijo de Dios vivo”; este domingo, Pedro es el mismísimo Satanás: “quítate de mi vista Satanás” le dice Jesús.

Para que no se interpretara mal la promesa de Cristo fue necesario que la aclarara: la actitud del verdadero seguidor es la del que “pierde” la vida por su causa, -pasando por la cruz para llegar a la resurrección- para “ganarla”.

El ajustarse a este “mundo” puede separar de Dios y de su voluntad. El diálogo salvífico con Jesús, como el de Jeremías, y la toma de conciencia de las dificultades de la fidelidad y seguimiento evangélicos, eliminan los equívocos al verdadero seguidor de Cristo.

La seducción por Jesús y su causa, induce al cristiano a modificar su voluntad sin miedo y no acomodarse a este mundo, empujándole a transformarlo según Dios e instaurar en él su Reino.

Su palabra es fuego que prende y purifica la mente; es acción que lleva a vivir conformados a él, agradándolo en todo lo perfecto. Lo contrario es otra cosa.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA

Lectura del libro de Jeremías 20, 7-9

Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste.
Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí.
Siempre que hablo tengo que gritar: «Violencia»,
proclamando: «Destrucción.»
La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día.
Me dije: «No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre»;
pero ella era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía.
Palabra de Dios

SALMO

Salmo 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9

R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándole.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R.

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R.

II LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 12, 1-2

Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable.
Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Palabra de Dios

EVANGELIO

Ì Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 21-27

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
- «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»
Jesús se volvió y dijo a Pedro:
- «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.»
Entonces dijo Jesús a sus discípulos:
- «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a si mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará.
¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, sí arruina su vida?
¿O qué podrá dar para recobrarla?
Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»
Palabra del Señor

MEDITAMOS LA PALABRA

Cuando el final de los días de descanso, sosiego familiar y “bienestar” se aproximan, (si es que no lo han hecho ya), la liturgia nos anima a no tener miedo en el seguimiento a Cristo a pesar de las dificultades que puedan darse por ello.

Gran dificultad: “El que pierda su vida por mí, la encontrará”.

¿Quién quiere entregar su vida a fondo perdido? o dicho evangélicamente ¿quién quiere perderla? La respuesta es evidente: nadie. Solo después de una reflexión serena y profunda, entregará su vida o “la perderá” quien esté convencido que le reporte un bien. La seducción (2ª lectura) por la causa del Reino y su utopía pueden dar sentido a ese “perder” la vida.

El diálogo del domingo pasado de Jesús con Pedro confesando el mesianismo de Cristo, fue signo de apertura a la revelación, lo que le convirtió en piedra sobre la que edificar la Iglesia. Este domingo, Pedro pierde los papeles, y la condición humana le lleva a buscar intereses humanos sin contar con el Padre, convirtiéndose en “Tentador satánico”. Nadie quiere perder.

Cuando la condición humana no cuenta con Dios (oración, reflexión, lectura meditada, etc.), no hay entrega ni servicio, y, la pasión por el Reino desaparece del horizonte. Todo lo contrario al proyecto de Jesús, que en palabras del papa Francisco, es “instaurar el reino de Dios”; misión para la cual vino Cristo al mundo (Cf. las parábolas de los domingos del mes pasado). La cultura del “estado del bienestar” se convierte así en pseudomesías y salvadora por el adormecimiento de costumbres, en las que el dinero, el poder y la fama son las píldoras analgésicas de esa cultura. Es ganar el mundo a cualquier precio, incluso a costa de perder la felicidad que da la libertad de trabajar por el Reino de Dios.

Las múltiples y abrumadoras ofertas de consumo, pueden producir a la larga en el ser humano una tristeza individualista propia de un corazón cómodo y avaro, por la búsqueda enfermiza de placeres superficiales y egocéntricos (Cf Evangelii Gaudium) que solo puede ser cambiada en alegría colectiva fruto del servicio generoso, con la ayuda de Dios,.
El seguidor de Jesús va contracorriente en el mundo, y solo la unión con Dios le da fuerza interior para decir sí al evangelio de la vida.

“Me sedujiste, Señor”.

¿Otra posible dificulta más? O ¿no es dificultad que la seducción de felicidad interior, se cambie en denuncia, hazmerreir, burla, etc.? Valorada la situación seductora, tiene que llevar al cristiano a ser fermento (como la levadura) para el cambio social de conducta: pasar de la cultura del mesianismo mundano (“bienestar”) a la cultura del servicio, (instauración del Reino y la pasión por él. Cf. 1ª lectura).

Calamidades, injusticias, violencia, terrorismo y demás noticias negativas, cuestionan y obligan al ser humano a un diálogo comprometido – diálogo salvífico- con Dios para poner fin a todo ello.

Es dar la vuelta a la moneda y pasar de lo que separa de Dios, a lo que une Él; pasar por la cruz, el servicio, la misericordia y el perdón; para llegar a lo bueno, lo perfecto, lo que le agrada (Rom. 12, 1-2).

Si el ser humano se ajusta a este mundo, el individualismo ahoga todo lo que significa comunitario. La seducción por el Señor puede acarrear mal sabor de boca al tener que denunciar y actuar contra toda opresión, (léase persona, ideología o sentimiento). La Iglesia tiene que aceptar la ley del sufrimiento de la misma manera a como Jesús la aceptó, y no valen los narcóticos adormecedores ni las evasiones o drogas espirituales placenteras para olvidar. En diálogo salvífico con Dios y el mundo, la Iglesia tiene que iluminar la conciencia sociedad para que se instaure en él la cultura del servicio como instrumento de paz y bienestar.

Aunque a veces en ese diálogo, Dios-hombre-iglesia, haya tensiones, el cristiano no deja por ello de ser mediador. El diálogo, (estudio y oración) al estilo de Jeremías es una de las soluciones.

“Que cargue con su cruz y me siga”.

La cruz, el martirio incruento de cada día, el peso constante del mal, la falta de cirineos en el mundo son fuerza para el discípulo de Jesús. El servicio humanizador compartido e instaurador del Reino de Dios asumido con el sufrimiento que pueda llevar, sin ser una postura de resignación estéril o mortificación falsa, ascetismo barato e individualista sino la aceptación de la inseguridad, el rechazo, la mofa y la persecución con la esperanza puesta en Cristo, aligeran grandemente el peso de la cruz.

Como miembro de una sociedad, al igual que Jesús, el cristiano está atento a los lamentos y lágrimas de los que le rodean y vive para regalar a los demás el gran don de la vida recibida de Dios. Vida que enseña a renunciar a la satisfacción inmediata y caprichosa, a repartir el peso de la carga que hace madurar al ser humano dando un fruto nuevo que perdura; prepara a los hombres y mujeres de cada momento a un nuevo y definitivo resurgir (resurrección). Así es el camino hacia Jerusalén, camino en el que Cristo aclara las dos caras de la moneda a sus apóstoles. Es el camino de la pascua y de la resurrección.

Cada pequeña superación diaria, acerca al cristiano al prójimo y a Dios; crece en su libertad interior, se eliminan los miedos y temores y se convierten en alegría desbordante propia de resucitados.


ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Jeremías (20,7-9): la seducción de Dios

I.1. La Iª Lectura de este domingo es la última y más famosa "confesión" del profeta Jeremías. Los textos de las «confesiones» son verdaderamente reveladores de unas experiencias proféticas que determinan la psicología del hombre de Dios, que escucha la palabra en su interior y no puede resistirse a callar (el conjunto de las mismas es éste: Jr 11,18-23; 12,1-5; 15,10-21; 17,14-18; 18,18-23; 20,10-13.14-18). ¿Son palabra de Dios o sedimentación de un diálogo radical entre el profeta y Dios? Mucho se ha discutido sobre ello. Pero en el texto de nuestra lectura aparece la actitud provocativa de Dios que no le deja al profeta posibilidad de elegir: como una mujer violada por el que es más fuerte. Uno de los verbos más famosos del lenguaje profético "seducir" (patáh) está presente en esta confesión, que en el fondo, es un canto de amor inigualable a la "palabra de Dios". El profeta, confiesa, que él se dejó seducir.

I.2. ¿Es Dios un seductor de personas? No olvidemos que los seducidos son siempre enamorados, apasionados, fascinados. Todo esto sucede en la mente y en el corazón del profeta. En realidad, el profeta siente así a Dios: no puede resistirse. Pero por mucho que quisiera hablar de Dios, de su proyecto, de sus planes, el pueblo busca otros dioses y otros señores. En realidad es el profeta quien quiere seducir al pueblo con su Dios. El es el que lo tiene que vivir primeramente en su corazón y anunciarlo al pueblo; y no siempre es posible que lo entiendan y que lo acepten. La "palabra de Yahvé" lo ha herido, lo ha fecundado como a una madre y ya no puede olvidar el mensaje de Dios, el juicio radical, pero especialmente el amor que Dios tiene al pueblo.

I.3. Jeremías analiza aquí las consecuencias de su vocación: el profeta no tiene esa vocación por capricho, porque le guste, sino porque Dios se lo pide. Y el mensaje del profeta, que tiene que ver mucho con su vocación, no agrada a los que buscan otros dioses y otros señores más caprichosos. Dios, que aparentemente calla, es como un fuego devorador que inunda todo su ser. Es, desde luego, una experiencia psicológica, pero intensamente espiritual. Y así se fragua verdaderamente la "pasión" del profeta. Está herido de amor, seducido y quiere que todos sientan lo que él siente; pero es imposible. Los otros no se dejan vencer por el amor divino: quieren otras cosas, otros dioses, otras inmediateces. Por ello, pues, no matemos a los profetas que nos son enviados.

IIª Lectura: Romanos (12,1-2):El discernimiento cristiano

II.1. El apóstol Pablo, ahora, comienza lo que se llama la parte parenética (de praxis) de la carta a los Romanos, aquello que afecta al comportamiento de la vida cristiana, después de haber planteado a la comunidad de Roma la alta teología del la justificación, de la redención, de la gracia, del bautismo y de los dones espirituales. Esta exhortación se apoya en la misericordia de Dios (en este caso se usa el sustantivo oiktirmos), porque en toda la carta y especialmente en los cc. 9-11 se ha querido plantear la salvación de todos los hombres desde la misericordia divina. Dios no tiene otra razón para salvar a la humanidad que sus entrañas de misericordia. De la misma manera, las interpelaciones a la actuación cristiana están motivadas en que Dios ha sido y es misericordioso con nosotros.

II.2. Pide, primeramente, que dediquemos nuestra vida a Dios como ofrenda y sacrificio: ese debe ser el verdadero culto. Pide discernimiento en medio de este mundo. El cristiano debe vivir en este mundo y debe amarlo, porque es obra de Dios; pero debe tener la capacidad de discernimiento, que es algo interior, para no acomodarse a este mundo en lo que podamos encontrar de perverso e inhumano. Debemos actuar siempre, pues, tratando de discernir la voluntad de Dios. Cada uno desde su oficio, desde su misión en la vida, tiene que elegir los compromisos cristianos que revelan la voluntad de Dios. Ese es el verdadero culto que califica como razonable (logikos).

II.3. Se ha discutido mucho por qué Pablo ha usado este adjetivo, y no, en su caso, "espiritual" que sería más adecuado. Desde luego, el culto divino debe ser razonable, no ciego; ni puro sentimentalismo, ni demasiado estético: debe proceder de lo más valioso del hombre que es su inteligencia. Porque a veces los cultos, en el ámbito de lo religioso-popular, pueden tener mucho de irracional. El culto a Dios debe estar enraizado en una vida con sentido, hasta el punto de que eso es lo que debe transformar el mundo y la historia. Por tanto, el culto no aparece aquí simplemente como "adoración", ya que Dios no la necesita como la necesitan los "dioses" que no son nada. Pablo es sumamente razonable en su propuesta. El culto verdadero es hacer presente la voluntad de Dios, y la voluntad de Dios es la felicidad de la humanidad.

Evangelio: Mateo (16,21-27): El seguimiento liberador de Jesús

III.1. El evangelio de hoy, de Mateo, es la continuación de lo que se nos narraba el domingo pasado sobre la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo. Las cosas cambian mucho desde aquella confesión de fe, aunque el texto del evangelio las presenta sin solución de continuidad. Jesús comienza a anunciar lo que le lleva a Jerusalén y la previsión de lo que allí ha de suceder, como le había sucedido a todos los profetas; como Jeremías, estaba decidido a proclamar la Palabra de Dios por encima de todas las cosas. Jesús ve claro, porque a un profeta como él no se le escapa nada, aunque la formulación de este anuncio de su pasión se haya formulado así, después de los acontecimientos.

III.2. Pedro, como los otros discípulos, no estaba de acuerdo con Jesús, porque un Mesías no debía sufrir, según lo que siempre se había enseñado en las tradiciones judías; eso desmontaba su visión mesiánica. Entonces recibe de Jesús uno de los reproches más duros que hay en el evangelio: el Señor quiere decirle que tiene la misma mentalidad de los hombres, de la teología de siempre, pero no piensa como Dios. Y entonces Jesús mirando a los que le siguen les habla de la cruz, de nuestra propia cruz, la de nuestra vida, la de nuestras miserias, que debemos saber llevarla, como él lleva su cruz de ser profeta del Reino hasta las última consecuencias. No es una llamada al sufrimiento ciego, sino al seguimiento verdadero, el que da identidad a los que no se acomodan a los criterios de este mundo.

III.3. Pedro quiere corregir al profeta con un mesianismo fácil, nacionalista, tradicional, religiosamente cómodo. Y Jesús le exige que se comporte como verdadero discípulo. La expresión "detrás -opísô- de mí, Satanás", (vendría a significa algo así como: “no estés detrás de mi como Satanás”) es decir, que no lleve la iniciativa de su vida. Es una expresión que se puede traducir con toda la energía de un rechazo: “¡Vete! y no vengas conmigo como si fueras Satanás”; “¡quítate de mi vista!”.Pero también ven algunos que el rechazo de Pedro “vete de mi vista” (hýpage: expresión semejante a la de las tentaciones Mt 4,10), estaría “compensado” en este texto con una invitación a ir detrás, a seguirle (el opísô moû). En la mentalidad de la época Satanás representa lo contrario del proyecto de Dios, el Reino, predicado por Jesús, que es, a su vez, causa de su vida y de su entrega.

III.4. Jesús, en nombre de Dios, quiere llevar la iniciativa de su vida, de su entrega y caminar hasta Jerusalén. Y eso es lo que pide también a sus discípulos: seguirle y que tomen la iniciativa de su propia vida (el texto dice, con razón, "su cruz"). No es la cruz de Jesús la que hay que llevar, sino nuestra propia cruz. Jesús está decidido a llevar la “cruz” del Reino de Dios como causa liberadora para el mundo. Pedro, y todos nosotros, estamos invitados a asumir “nuestra cruz” en este proceso de identificación con la vida y la causa de Jesús. El reproche a Pedro, como si sus ideas fueran las de Satanás, se explicitan en la expresión dialéctica “las cosas de Dios versus las cosas de los hombres” (tà toû theoû allà tà tôn anthôpôn). Porque Pedro, al rechazar la “pasión” de quien consideraba el Mesías, estaba mostrando los mismos intereses nacionalistas de la religiosidad judía de la época (esas son las ideas de los hombres). La cruz de Jesús era llevar a cabo la voluntad de Dios con todas sus consecuencias (esas son las cosas de Dios en el texto).

III.5. La identificación, en el texto, entre cruz y vida personal es indiscutible. La cruz es signo de lo ignominioso y de crueldad para los hombres. Pero desde una perspectiva de “martirio”, de radicalidad y de consecuencia de vida, la cruz es el signo de la libertad suprema. Lo fue para Jesús en su causa de Dios y de su Reino y los es para el cristiano en su opción evangélica y sus consecuencias de vida. Y muchas veces, nuestra vida, es una cruz, sin duda. Pero se ha de aseverar con firmeza que la vida cristiana no es estar llamados a "sacrificarse" tal como se entiende ordinariamente, sino a ser felices en nuestra propia vida, que es un don de Dios y como tal hay que aceptarla. Y si en esa vida no es oro todo lo que reluce, también hay que amarla y transformarla con decisión profética. No basta con afirmar que el discípulo está llamado a sacrificarse y martirizarse como ideal supremo, porque tampoco Jesús deseó y buscó su muerte en la cruz que le dieron, sino que le vino como consecuencia de una vida radicalmente de amor y de entrega a los demás. Pues de la misma manera deben ser sus discípulos. El ideal supremo es amar la vida como don de Dios y llevarla a plenitud. Pero por medio “está siempre Satanás” (expresión mítica, sin duda) que nos aleja del don de la vida verdadera.





domingo, 24 de agosto de 2014

DOMINGO 21 DEL TIEMPO ORDINARIO


“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.”

Necesariamente tenemos que preguntarnos qué nos dice a nosotros el texto del evangelio de Mateo que leemos hoy. Podemos seguir interpretándolo como nos enseñaron hasta ahora: que es la confirmación de que el Papa es el sucesor de Pedro, y de que éste recibe de Jesús todos los poderes; mejor dicho, todo el poder. Pero nada más ajeno al texto de Mateo y, desde luego, nada más inconveniente para el Reino de Dios y para los cristianos de hoy. Esos aparentes privilegios que se conceden a Pedro, en realidad no son tales. El servicio a Jesús Mesías, Hijo de Dios, que el apóstol acaba de confesar, conlleva preocuparse de los pobres, de las viudas que no tienen protección, de los enfermos, de los niños –totalmente desvalidos en aquella época–, de los huérfanos, de los excluidos. Y esta preocupación, además de compasión, era una crítica contra los poderosos de entonces, y, lógicamente, también contra los de ahora. Por eso, ser servidores de ese reino de Dios que Jesús implantó, lleva a estar expuesto continuamente a persecuciones de todo tipo. Pedro, que es alabado por confesar a Jesús como Mesías, a renglón seguido es tildado como un Satanás porque el mesianismo que él creía y esperaba era el del poder, no el del servicio y del consiguiente sufrimiento. Y Jesús de ninguna manera pasaba por eso.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA

Lectura del libro de Isaías 22, 19-23

Así dice el Señor a Sobná, mayordomo de palacio:
«Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo.
Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elcías:
le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes;
será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá.
Colgaré de su hombro la llave del palacio de David:
lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá.
Lo hincaré como un clavo en sitio firme,
dará un trono glorioso a la casa paterna.»
Palabra de Dios
SALMO

Salmo 137, 1-2a. 2bc-3. 6 y 8bc

R. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre. R.

Por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
Acreciste el valor en mi alma. R.

El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R.

II LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 11, 33-36

¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!
¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva?
Él es el origen, gula y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.
Palabra de Dios
EVANGELIO

Ì Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-20

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
- «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
- «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó:
- «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
- «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
-«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Palabra del Señor

MEDITAMOS LA PALABRA

Cesarea de Filipo está íntimamente ligada al poder imperial de Roma.

La localización de la escena en la región de Cesarea de Filipo no es un dato intrascendente para ver el alcance de lo que se nos narra en el texto evangélico. Todo en Cesarea, empezando por el hombre, hablaba del poderío militar, económico, político e ideológico de Roma y de su emperador. El César de Roma ostentaba los títulos de Divino, Hijo de Dios, Dios, Dios de Dios, Señor, Redentor, Liberador y Salvador del mundo. De ahí que, cuando Pedro confiesa y aplica eso mismo a Jesús, está cometiendo una alta traición al emperador; para el evangelista, es claramente una sustitución del reino de Roma por el reino de Dios. Si la actuación romana dirigida por el divino Augusto traía la paz mediante la guerra, la violencia y la victoria, la actuación cristiana encarnada en el divino Jesús traía la paz mediante la justicia.

¿Quién dice la gente y quién decís vosotros que soy yo?

Los discípulos enumeran los personajes que la gente asocia con Jesús. Los cuatro señalados sitúan a Jesús en la tradición profética, que se caracterizó por el rechazo al sufrimiento del pueblo y a los poderes que lo originaban. Los profetas, al hablar de un mundo alternativo al que su pueblo vivía, siempre resultaban incómodos para las elites. Jesús era visto por la gente en esa línea profética de rechazo al poder, que en aquellos momentos venía de Roma.

Pedro es portavoz porque tiene una vinculación especial con Jesús.

Pedro reitera la confe¬sión que todos los discípulos hicieron ya en la barca después del milagro de Jesús caminando sobre el agua. De igual modo, no sólo Pedro, sino todos los discípulos habían sido felicitados ya antes por Jesús. Pedro es portavoz de los discípulos. Pero, además, la figura histórica singular de Pedro viene a concretar al¬go que, para Mateo, debe ser un rasgo permanente de la Iglesia: su vinculación a Jesús. Pedro es fundamental para la Iglesia porque está unido a Jesús, que sí es el fundamental. Vinculación ciertamente ambivalente, porque Pedro confiesa a Jesús como Mesías e Hijo de Dios, pero lo entiende como poderoso, no como sufriente; como otros discípulos, no es capaz de velar en Getsemaní; reniega de Jesús con un juramento y, arrepentido, llora amargamente. Este es Pedro al que Jesús sostiene, y que se nos aparece como el prototipo de discípulo de Jesús.

No se puede entender el diálogo entre Jesús y Pedro sin la conexión que tiene con la profecía de la pasión que le sigue.

Los tres evangelios sinópticos sitúan inmediatamente después de la confesión de Pedro el primer anuncio de la pasión. La predicción que hace Jesús de su pasión señala el verdadero alcance del tipo de Mesías que Pedro acaba de confesar. La protesta de Pedro ante las palabras de Jesús sobre la necesidad de su pasión es una prueba de que, al confesar la mesianidad de Jesús, Pedro deja ver que su idea del Mesías es más bien como la de todos los demás discípulos: totalmente judía, de poder, motivo que le vale una dura repulsa de labios de Jesús.

Pedro es una roca en tanto que esta roca encarna la fe y no el poder.

Jesús edificará su Iglesia sobre Pedro en cuanto que ha confesado públicamente a Jesús de Nazaret. Así pues, en las palabras de Jesús hacia Pedro hay una alabanza y una promesa referidas, no tanto a su persona, como a su actitud de fe. Dice santo Tomás que Cristo es el fundamento de la iglesia por sí mismo, y que Pedro lo es sólo en tanto que confesó a Cristo. La exigencia para ser congregado en la iglesia de Jesús, por tanto, no es otra que el tener la misma fe que confesó Simón en Cesarea. Y esta comunidad de Jesús prevalecerá mientras sea inquebrantable nuestra fe en él. Pedro, que es felicitado por su fe, inmediatamente pasa a ser llamado Satanás por Jesús, porque entendía el mesianismo como poder. A este Pedro–Satanás, Jesús no lo hubiera considerado como una roca para fundamentar su Iglesia.

El atar y el desatar del buen pastor.

La expresión atar y desatar designaba entre los judíos de la época la potestad para interpretar la ley de Moisés con autoridad. Según eso, Jesús confiere a Pedro la autoridad para interpretar las exigencias del Reino de Dios según las palabras y actuaciones de Jesús –buen pastor–, y adaptarlas a nuevas necesidades y situaciones. Pedro no está recibiendo de Jesús un poder absoluto sobre la disciplina, como si fuera un emperador romano o un rey. La misión que reciben él y los apóstoles es exponer la voluntad de Dios a la luz de Jesús para conducir a los hombres al reino de los cielos. Y en estas enseñanzas de Jesús no cabe la autoridad monárquica para Pedro, que si quiere ser el primero, ha de ser el servidor.

Las puertas del Hades no podrán contra una comunidad empeñada en dar vida.

El Hades –o el infierno– es el reino de la muerte. Hay una interpretación que ve en la frase de Jesús una promesa a los miembros de la Iglesia de su futura resurrección. Pero aquí, más que una promesa, posiblemente se trate de un encargo que hace Jesús a los discípulos de luchar y vencer a los destructivos poderes del reino de la muerte. Como lo hizo él. La muerte es la destrucción de todo lo que tiene vida. Pero la vida humana no es monolítica y uniforme, sino que se ramifica en muchos y diferenciados ámbitos vitales. Lo mismo hay que decir de la muerte: no existe la muerte en general, sino muchas muertes: en cada ámbito vital se produce un tipo de muerte específico y apropiado. Hay muerte en la negación de la vida biológica, pero también en la destrucción o deterioro de la vida psíquica, la vida sensitiva, la vida económica, la vida del conocimiento, la vida de la justicia, la vida de las relaciones con Dios, la vida de la belleza, la vida del juego y la vida de las relaciones sociales. La pobreza es muerte; la ignorancia, también; las injusticias y el odio entre hermanos, entre vecinos o entre razas, también. ¡Vaya si el creyente en el Reino de vida de Jesús de Nazaret tiene variedad de campos de muerte humana donde luchar para erradicarlos! Entonces sí que las puertas de la muerte no podrán contra una comunidad de Jesús que esté empeñada en poner vida allí donde haya muerte.

 La interpretación de este texto por el papado romano.

El Obispo de Roma se autodenomina el sucesor de Pedro. En la cúpula de la basílica de San Pedro de Roma pueden leerse, sobre fondo dorado, las palabras de Mateo: «Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella». Es todo un símbolo. Sin embargo, hoy gran parte de los exégetas más prestigiosos –también los católicos– está de acuerdo en que «del Pedro de la Biblia al papa de la ciudad eterna sólo se puede pasar dando un salto cualitativo». Mateo no está pensando en la escena de Cesarea en una sucesión explícita en el ministerio de Pedro. Los factores que llevaron, entre los siglos II-IV, a la formación de la primacía romana en la Iglesia fueron muy diversos: Roma era capital del imperio; la comunidad era numerosa y relevante por su actividad caritativa; era un centro importante de la ortodoxia; contaba con unos fundadores apostólicos y con sepulcros de apóstoles, en particular el sepulcro de Pedro. Más tarde, la estructura política del imperio favoreció en la Iglesia, y demandó de ella unas estructuras jerárquicas y una cúspide monárquica. Por eso el camino del papado desde un ministerio de soberanía a un ministerio de servicio es, dada su historia, especialmente arduo.

Cualquiera que sea el ministerio conferido a Pedro, lo que sí está fuera de toda duda es que ha de entenderse y ejercerse según el Evangelio, y que hay que medirlo con este Evangelio. Remite siempre al mensaje de Jesús, que, con su palabra y con su obrar, se dirigió de manera preferente a los pobres, y estuvo entre aquellas gentes no como el que manda, sino como quien sirve.

ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Isaías (22,19-23): La autoridad de la justicia

I.1. La Iª Lectura se refiere probablemente a una serie de acontecimientos políticos y de la corte del rey Ezequías, que tienen conexión, de alguna manera, con el momento en que Senaquerib, emperador de Asiria, invadió la tierra santa (701 a. C.). Jerusalén estuvo a punto de caer, pero algo sucedió que impidió la conquista de la ciudad de Sión. Se han dado distintas opiniones al respecto, siendo la más probable una rebelión de Babilonia… y esto era más urgente que la caída de Jerusalén. El profeta Isaías siempre entendió que eso se debía a la acción de Dios que conduce todos los momentos de la historia. El pueblo, sin embargo, parece que se lo agradeció más al rey que a Dios. Todo esto se cuenta en 2Re 18-20. El reino quedó totalmente destruido, aunque Jerusalén no cayera en manos asirias.

I.2. En este oráculo de hoy, bajo el simbolismo de las llaves, que aparecerá en el evangelio, se quiere mostrar la actuación de Dios con el secretario Sobná, hombre rico y ambicioso, que se estaba construyendo un mausoleo que escandaliza al profeta frente a la situación de tributos, injusticias y pobreza que vive el pueblo. El profeta anuncia su destitución por Eliaquín, el mayordomo, que debía ser un hombre más consecuente con la situación posbélica.

I.3. El oráculo lo dice todo: un padre para el pueblo y en sus manos estarán las llaves del reino de David; era el hombre de confianza que necesitaba Ezequías en aquellos momentos, quien fue un rey reformador. Con las llaves se cierra y se abre. Será un administrador de justicia para un pueblo destrozado, donde los pobres son más pobres y los ricos más ricos. Esa es la situación que debe cambiar. Quien tiene las llaves, debe saber que es el administrador de Dios. Y que no tiene derecho a coartar libertades ni a permitir miserias.

II.ª Lectura: Romanos (11,33-36): Himno a la Sabiduría

II.1. El c. 11 de Romanos termina con un maravilloso himno a la sabiduría divina. Viene a cerrar los cc. 9-11, en los que el apóstol se ha planteado en profundidad el misterio del pueblo de Israel, su destino, su futuro. Y esto lo hace porque a través de toda la carta ha venido hablando de un pueblo nuevo, de una comunidad nueva, que no se fundamenta en otra cosa que en la fe en Jesucristo, quien ha dado su vida por toda la humanidad. Pero Pablo era judío, su raza no era determinante, pero en la lectura que hace del Antiguo Testamento lo ve como el pueblo que recibió las promesas de Dios, con un papel histórico y teológico que no se puede olvidar. Con este himno, Pablo concluye la parte doctrinal de la carta a los Romanos, y deja en manos del misterio de Dios, de su divina sabiduría, el destino de su pueblo por el que siente una cierta fascinación.

II.2. Algunos apuntan a que Rom 11,33-36 sería el himno conclusivo de la parte doctrinal de la carta (Rom 1-11). Pero no debemos olvidar la famosa y discutida doxología de Rom 16,25-27, también en forma de himno, que algunos manuscritos desplazan a Rom 14,23 o a Rom 15,33 y que ha dado lugar a la polémica sobre la autenticidad de Rom 16. ¿Pertenece Rom 16 a la carta dirigida a los Romanos? No es necesario entrar en esa discusión crítica de manuscritos. Podemos suponer, pues, que piezas como éstas se creaban o recreaban en las comunidades paulinas, para la liturgia, en las que no falta cierta influencia del judaísmo helenista. Pablo, por su parte, las aprovecha en momentos bien señalados para cerrar o rematar ciertas ideas decisivas. Este es uno de ellos, porque debemos estar de acuerdo que Rom 9-11 es una sección reflexionada y de largo alcance.

II.3. El himno pone de manifiesto algo que debemos tener muy presente. Desde luego, es un himno a Dios y nos recuerda mucho lo que podemos leer en el libro de Job (35,7;41,1-3), es decir, la impotencia del hombre frente al misterioso designio de la historia que no la podemos abarcar en profundidad, por muy alto que haya volado la humanidad. Encontrarse con Dios es “un misterio” y nadie puede exigirle algo, porque nadie le ha dado nada. Al contrario, todo lo hemos recibido de Él. Y resuena explícitamente la grandeza de la fidelidad de Dios al hombre, a la humanidad entera, no solamente a Israel.

II.4. En Rom 9-11 ni Israel ni los paganos, que ahora forman parte del proyecto salvador, son los verdaderos protagonistas de las afirmaciones y de los argumentos que se ponen sobre la mesa. Consideramos que el verdadero protagonista es Dios que quiere salvar a todos los hombres sin que eso sea faltar a su fidelidad a la alianza con Israel. Pero su fidelidad salvadora con Israel forma parte de este mismo proyecto. De ahí que este himno final venga a ponerse en el centro de todo esta acción salvadora de Dios como una decisión de su sabiduría. Tanto los paganos como Israel deben admirar la sabiduría divina. Las preguntas sapienciales de los vv. 34-35, inspiradas en dos textos de la Escritura (Is 40,13; Job 41,3) son suficientemente elocuentes al respecto. Nadie puede ni debe discutir la soberana libertad de Dios para salvar a todos los hombres y a Israel. Los pueblos han sido llamados a la salvación porque Dios lo quiere así. Israel será salvado, porque Dios así lo ha decidido.

Evangelio: Mateo (16,13-20): Confesión de fe viva y verdadera

III.1. El evangelio de hoy es uno de los textos más específicos de la teología de este evangelista. El simbolismo de las llaves, de atar y desatar, se aplica ahora a Pedro, el apóstol que habría de negar a Jesús. ¿De dónde nacen estas palabras, cuyo fondo arameo es innegable? Mc 8,27-29 no contiene las palabras sobre las llaves, lo cual resulta ciertamente extraño. Mateo nos ofrece una verdadera confesión de fe de Pedro en sentido pospascual y unas palabras de Jesús otorgándole un poder precisamente por esa confesión de fe. Por lo tanto, ese poder, en lo que se refiere a la comunidad de Mateo, tiene que ver con una promesa y función en la Iglesia. Este es uno de los textos más discutidos en torno al «primado» de Pedro y sus sucesores.

III.2. El texto de la confesión mesiánica de Pedro nos ofrece una de las lecturas más discutidas de la exégesis de Mateo. En su probable fuente, Mc 8,27ss, la confesión es de otro tono y, además, no están presentes las palabras sobre el “primado”. Es evidente que la tradición “católica” ha hecho un tipo de lectura que viene marcada por la sucesión apostólica de Pedro. Es, desde luego, de valor histórico que Simón, uno de los Doce, recibió el sobrenombre o apodo de Kefa (en arameo; kephas, en griego) y que sería traducido como Petros en griego, que significa “roca”. El que haya sido en este momento o en otro todo lo que se explica del sobrenombre en Mateo, no es relevante históricamente (pudo ser en otro momento cf Jn 1,42; Mt 4,18; 10,2), pero sí es significativo. Pedro pudo recibir este sobrenombre del mismo Jesús y haber sido llamado de esa manera durante su ministerio. Se seguirá discutiendo si las palabras de Jesús sobre la “piedra” se refieren a la persona de Pedro, o a la confesión que Pedro proclama (no olvidemos que es una confesión pospascual en toda regla). Pero aquí se funda, en la tradición católica, el primado y la misma “infalibilidad” papal. Pero ¿de qué valdría la "infalibilidad" si solamente se tiene en cuenta lo doctrinal?, porque la doctrina cambia con el tiempo en expresiones y en comprensión. Esta "vexata quaestio" no debería ser el fondo del texto de Mateo, sino precisamente la necesidad que tenemos de vivir en la "comunión" de la fe que nos salva, más que en la afinidad doctrinal. La Iglesia, pues, no se fundamenta sobre la doctrina, sino sobre la fe de Pedro, que es un misterio de confianza (emunah) en la palabra de Jesús, quien nos ha revelado la salvación de Dios. Ni el mismo Pedro sería nada sin la confesión de su fe en Cristo e Hijo de Dios (con todo lo que ello implica), ni la Iglesia tendría sentido sin el Cristo e Hijo de Dios confesado por Pedro. Pedro, por ello, no está situado por encima de la Iglesia, sino que recibe esa misión y lleva a cabo ese servicio en el seno de la misma comunidad a la que sirve con la confesión de su fe.

III.3. El texto de Mt 16,13-20 es campo de batalla entre católicos y protestantes y no lo debemos ignorar. Todavía en ello debemos tener grandes expectativas ecuménicas, con la esperanza de los pasos que hemos de dar con las respectivas interpretaciones que corresponden a las “tradiciones” cristianas de unos y de otros. Los católicos siempre interpretarán que “piedra” (petra) se refiere a Pedro (petros); los protestantes afirmarán que petra, por ser femenino, no se refiere a Pedro, sino a la confesión anterior: “tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. ¿Qué nos está permitido interpretar exegéticamente? La verdad es que las dos cosas son posibles. Pero hay muchos problemas por medio: ¿es una tradición unitaria? ¿son dos tradiciones unidas por el redactor de Mateo? Todas estas cosas quedan para un análisis crítico-literario-exegético de envergadura. En principio, nos parece más razonable interpretar que “sobre esta roca” ha de referirse a la confesión que Pedro acaba de pronunciar. Vendría a ser como decir que Simón recibe un nombre nuevo Petros, porque ha hecho una confesión decisiva y fundamental sobre la que ha de construirse (petra) la Iglesia.

III.4. Cada evangelista ha redactado la confesión de Pedro según sus preocupaciones teológicas y eclesiales. Las de Mateo están bien claras por el conjunto del texto de hoy. El problema, pues, sería si las palabras laudatorias de Jesús, después de la confesión de Pedro, son del mismo Jesús o de la Iglesia primitiva. Esto, desde luego, tiene divididos a los especialistas, aunque es más coherente pensar que la Iglesia posterior necesitó reivindicar la figura de Pedro como testigo cualificado y como “primero” entre los Doce. No deberíamos exagerar, como se hace frecuentemente, sobre los arameismos de las palabras laudatorias de Jesús, como si estas nos llevaran directamente a las mismas palabras de Jesús. De hecho, otros autores dan a entender que la construcción griega de estas palabras es más armónica de lo que parece; que no hay tanto arameismo en las mismas y que estamos ante la teología de un autor (en este caso Mateo) más que ante una “profecía” del Jesús histórico. Y eso sin entrar en la discusión, hoy no tan relevante, de si las palabras del “tu es petrus” son una interpolación posterior como defienden algunos especialistas.

III.5. Estas palabras, pues, significan que Pedro ha de ser el defensor de la Iglesia contra todas las asechanzas a las que está y estará sometida. La pregunta es ¿dónde está fundamentada la Iglesia, en Pedro o en Cristo? En Cristo, claro está (cf 1Cor 3,11; Ef 2,20), y es eso lo que confiesa Pedro en el evangelio de Mateo. Por lo mismo, no se puede echar sobre las espaldas del pescador de Galilea todo el peso de la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios que ha ganado Cristo con su vida, con su entrega y su resurrección. Y otro tanto habría que decir de los sucesores de Pedro. De la misma manera, pues, la metáfora de “atar y desatar” se ha de interpretar en este tenor de defensa de la comunidad, del nuevo pueblo, de la Iglesia. Porque no debemos olvidar que esa misma metáfora la usará después Mt 18,15-20 para aplicarla a los responsables de la comunidad ante el pecado de los que son recalcitrantes y rompen la comunión.

III.6. En definitiva, el texto de Mateo, la fuerza del “tu es petrus” no debe hacernos olvidar que Pedro fue elegido por Jesús no para ser Papa, que es una institución posterior, reafirmada con la “infalibilidad” doctrinal, sino al servicio de la salvación de los hombres; aunque será inevitable tenerlo en cuenta en la historia de la interpretación del papado. Pero no podemos echar encima del texto de Mateo más de lo que dice y de lo que afirma; sin olvidar, además, la Iglesia o comunidad en la que aparece, una comunidad judeo-cristiana que necesitó de transformaciones muy radicales en confrontación con el judaísmo tradicional. Desde luego, los seguidores de Jesús que aceptamos el evangelio tenemos como “roca” de salvación la confesión de fe que hace Pedro. Pero no es la confesión de un hombre solitario y cargado de responsabilidad personal para “atar y desatar”, porque tiene las “llaves” del Reino de los cielos. Es la confesión de una Iglesia a la que él representa. Porque la salvación de cada uno de los cristianos o de cualquier hombre o mujer, no dependen de Pedro tampoco, sino de la gracia y la misericordia de Dios, revelada en Jesucristo, y a quien Pedro confiesa.




domingo, 17 de agosto de 2014

DOMINGO 20° DEL TIEMPO ORDINARIO


También los perros se comen 
las migajas que caen de la mesa de los amos

La liturgia de la palabra de este domingo encuentra en el extranjero una densidad especial del ejercicio de la fe. Curiosamente a los ojos de los judíos los paganos no eran más que perros. De ahí que la frase resaltada al inicio tal vez no nos resultaría tan dura, impactante y sorpresiva si no saliera de los labios de Jesús.

Sin embargo, si logramos trascender los condicionamientos inherentes al texto y el marco en el que ha sido conformado, podremos atisbar el modo misterioso e igualmente sorprendente en el que el Dios de Jesús actúa en la historia. De modo que a quien tenemos por el ajeno, el otro, el diverso, es decir, todos aquellos que “no son de los nuestros” tienen una voz, un papel en la historia salvífica y, aún más, pueden enseñarnos a vivir la fe en su sentido auténticamente evangélico y, por tanto, liberador.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA

Lectura del libro de Isaías 56, 1. 6-7

Así dice el Señor:
«Guardad el derecho, practicad la justicia,
que mi salvación está para llegar, y se va a revelar mi victoria.
A los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo,
para amar el nombre del Señor y ser sus servidores,
que guardan el sábado sin profanarlo y perseveran en mi alianza,
los traeré a mi monte santo, los alegraré en mi casa de oración,
aceptaré sobre mi altar sus holocaustos y sacrificios;
porque mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos.»
Palabra de Dios

SALMO

Salmo 66, 2-3. 5. 6 y 8

R. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga;
que le teman hasta los confines del orbe. R.

II LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 11, 13-15. 29-32

Hermanos:
Os digo a vosotros, los gentiles:
Mientras sea vuestro apóstol, haré honor a mi ministerio, por ver si despierto emulación en los de mi raza y salvo a alguno de ellos.
Si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su reintegración sino un volver de la muerte a la vida?
Pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables.
Vosotros, en otro tiempo, erais rebeldes a Dios- pero ahora, al rebelarse ellos, habéis obtenido misericordia.
Así también ellos, que ahora son rebeldes, con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzaran misericordia.
Pues Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos.
Palabra de Dios

EVANGELIO

Ì Lectura del santo evangelio según san Mateo 15, 21-28

En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
- «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.»
Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
- «Atiéndela, que viene detrás gritando.»
Él les contestó:
- «Sólo me han enviado a las ove as descarriadas de Israel.»
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: -«Señor, socórreme.» Él le contestó:
- «No está bien echar a los perros el pan de los hijos.»
Pero ella repuso:
- «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.»
Jesús le respondió:
- «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»
En aquel momento quedó curada su hija.
Palabra del Señor

MEDITEMOS LA PALABRA

“Atiéndela, que viene detrás gritando”

Al parecer el otro se nos presenta casi siempre detrás y muchas veces gritando, aunque sea con un escandaloso silencio. En este último caso, nos puede resultar difícil interpretar las necesidades de nuestro prójimo, pero ello no significa que no estén presentes. Y así el otro se me convierte en obviedad, en costumbre, en alguien a quien respeto tanto que procuro no inmiscuirme en el más mínimo de sus asuntos. Al final, es un respeto que raya en la indiferencia, en la falta de empatía, en no tener compasión. Esto puede darse con cierta frecuencia en relación a nuestros prójimos cercanos.

Es cierto que en los tiempos que corren es sumamente positivo que seamos capaces de abrirnos a los que se encuentran lejos, que podamos sentir el sufrimiento del otro aunque se encuentre a grandes distancias de nuestro territorio geográfico, psicológico, político, religioso e incluso afectivo. Pero es igualmente importante no perder de vista los gritos a los cuales estamos acostumbrados o que aún no hemos podido reconocer porque nos cuesta transformar nuestros sentidos. Esos gritos cotidianos que nos urgen ser atendidos: gente que reclama enojada, cercanía; autonomía, en compañía que le deje ser el mismo; y así tantos otros modos que expresan la necesidad del que está próximo a mí, de liberación personal, de afecto, de búsqueda de sentido, de sanación.

El pasaje evangélico de este domingo pone en escena a una mujer cananea, a un “prójimo lejano” que lanzaba gritos a Jesús, que clamaba hasta el punto de reconocerle Mesías, cosa bastante inusual viniendo de una pagana. Jesús no se inmuta, tan sólo la petición por parte de los discípulos abre la puerta a un diálogo que deja ver, aparentemente, la actitud de Jesús. De cualquier modo la escena final concluye con la curación de la hija de aquella mujer.

De manera que el evangelio nos muestra, a pesar de su crudeza, que asumir la compasión como clave relacional con el otro supone, primero, reconocerle con su voz propia y, la más de las veces, acoger el sentido profundo del reclamo silencioso o a gritos que nos hace. En el caso de la mujer cananea, por ejemplo, el reclamo no es solo la liberación de su hija, sino que bien puede ser el poder acercarse a Aquél que es el Mesías y desde un diálogo entre dos libertades ser objeto de su compasión, aunque no se forme parte del pueblo escogido.

“Mujer, qué grande es tu fe”.

Esta declaración encierra la manifestación de una fe honda que es la que en definitiva consigue el milagro de la curación. Sin lugar a dudas este es uno de los pasajes evangélicos más sugerentes por las connotaciones que pueden suscitar en nosotros los creyentes del presente siglo. Esta mujer es cananea. No es depositaria de la promesa, y Mateo ha puesto en su boca, no obstante, el título “Hijo de David” por el que se reconoce al Mesías esperado. No conforme con esto, nos la presenta como objeto de la compasión de Dios. Ello nos sugiere que la acción de Dios no está supeditada a una religión, cualquiera que esta sea, ni a nuestros esquemas mentales ni a nuestra idiosincrasia, lo cual nos lleva indefectiblemente a aprender a aquilatar los fundamentos de nuestra propia fe.

En consecuencia, la fe puede brotar de “lugares insospechados”, no suscritos a la ortodoxia. He aquí la gran novedad de la pedagogía divina, que nos ensancha en el camino hacia nuestra plenitud personal mientras vamos junto a otros, cercanos o lejanos, nacionales o extranjeros, cristianos o no cristianos, enseñándonos mutuamente que, a fin de cuentas, la fe es patrimonio de cualquier corazón humano capaz de abrirse a la presencia de un Dios que se manifiesta siempre actual, inabarcable e incontenible en la historia humana y más allá de ella.

ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Isaías (56,1. 6-7): Algo nuevo está por llegar

I.1. El "Trito Isaías" (56-66) es un conjunto literario-profético que ha dado mucho que hablar entre los especialistas, porque se presta a numerosas hipótesis. Este conjunto podría atribuirse a uno de los discípulos del "Deuteroisaías" (40-55), o podría aceptarse como un conjunto de oráculos de distintos personajes de la "escuela isaiana". Algunos piensan que son del s. V a. C., cuando la situación ha cambiado. La lectura de hoy está tomada del primer oráculo en el que después de promover el derecho y la justicia propone, incluso, que los extranjeros, los que no pertenecen al pueblo, también tendrán acogida en la casa del Señor. Se superará eso de ser hijo o hijas. Es decir, ese nombre quedará un poco obsoleto si ese nombre se entiende exclusivamente desde el nacionalismo religioso. He aquí la clave de las lecturas bíblicas de este domingo.

I.2. La exigencia del derecho y la justicia es como el frontispicio de un templo, y todo el que entre en él, sea de la raza que sea y de la religión que sea, está invitado a sentirse en su casa y en su mundo. Este proyecto utópico es social y religioso a la vez, porque la religión debe estar en el corazón de la vida. Y esa es una de las claves de la salvación que Dios quiere llevar a cabo, aunque la lleva acabo por medio de los hombres, que son los que también ponen todos los obstáculos e impedimentos para que esto no se cumpla de hecho. El profeta, sin embargo, confía en la palabra de Dios que siente en su corazón. Es un reto, un desafío y toda una provocación, porque lo que propone no es normal, ni para Israel, ni para los otros pueblos.

I.3. Esa es la victoria de Yahvé, el derecho y la justicia; lo que más anhelan los pueblos, los pobres, los parias, los desasistidos. Identificar justicia y salvación no es normal, porque los estereotipos religiosos no lo permiten. Diríamos que el signo de la nueva alianza, en la que se mueve el profeta, es la práctica de la justicia. Esa es la nueva situación que en este conjunto de oráculos del Trito-Isaías se va a poner de manifiesto. Por tanto aquí están insinuadas muchas cosas, que van mucho más allá de texto y que requieren su actualización.

I.4. La casa de Dios ya no será un monumento, un templo hecho por manos humanas, sino el mundo y la historia de todos aquellos que se dedican al Señor y que recibirán un nombre nuevo, más expresivo y radical que el de hijos e hijas. Todos los hombres que practican el derecho y la justicia están construyendo el "mundo nuevo", la casa de la salvación, porque no hay cosa que más anhele Dios que todos vivamos en la justicia y en la paz. Ese es el principio fundamental de la salvación y del universalismo.

IIª Lectura: Romanos (11,13-15. 29-32): Comunión con nuestros “hermanos mayores”

II.1. Del conjunto de Rom 9-11 del que ya leíamos algo el domingo pasado se han entresacado estos versículos que interpelan a los cristianos (que son como el acebuche injertado en el olivo) para que comprendan que la gracia que han recibido es a causa del pueblo judío que no ha sido fiel a Dios, ni a su alianza. No obstante en esa infidelidad judía, Pablo ve, como los profetas, un "resto" que hace posible que también los judíos puedan ser salvados en Cristo.

II.2. Sobre la teología del resto, pues, se quiere llamar la atención de los que ahora, con pleno derecho, han heredado la salvación y han sido injertados en las raíces santas. Esto es lo que se pone de manifiesto en Rom 11, 16-24 con la alegoría de los dos olivos. Es como si Pablo estuviera desmontando ciertas cosas que se han afirmado en los cc. 9-10, aunque son irrenunciables. Eso no puede llevar al nuevo Israel, el de la salvación - aquellos que han aceptado la gracia de la salvación por la fe y no por las obras-, a olvidar que antes de ellos ha existido y existe el pueblo de las promesas que no lo ha perdido todo, a pesar de su "infidelidad". Esa infidelidad de ellos es la que se convierte en causa de que otros puedan heredar, porque han sido injertados sobre "raíces santas".

II.3. Aquí es donde se debe fundamentar toda una interpretación ecuménica en la que se ponga de manifiesto que los cristianos no pueden nunca ignorar a los judíos, que son los hermanos mayores de un proyecto de gracia y de salvación de parte de Dios en Cristo. No se trata simplemente a una actitud que condene el antisemitismo ideológica y prácticamente. Hay más en juego: debemos asumir toda una teología y espiritualidad del judaísmo, aunque transformadas y purificadas de todo aquello que signifique particularismo y vanagloria.

II.4. Lo que todo esto revela, no es otra cosa que la bondad (chrestotes) de Dios que es la que ha hecho posible que un olivo salvaje (acebuche) haya sido injertado en un olivo cultivado. Si los judíos han buscado ardientemente encontrar su propia justicia, en la nueva situación no es esto lo que cuenta. Lo que cuenta es aceptar la bondad con todas sus consecuencias. El espléndido intento de Pablo de relacionar el destino de Israel con la misión de los paganos (Rom 11,11-24), pone de manifiesto que ese destino depende de la gracia y de la misericordia de Dios. Porque ha sido por gracia y misericordia por lo que los paganos han heredado lo que estaba destinado a Israel. Ahora el nuevo pueblo de la gracia debe ser generoso con Israel.

II.5. De esa manera, Pablo se atreve a dar un paso, que si se nos hubiera dicho al comienzo de conjunto de Rom 9-10 nos parecería escandaloso. El apóstol, con Rom 11,25-32, parece que se quita un peso de encima. Lo llama "misterio", ¡nada más y nada menos!. Ese misterio consiste en que todo Israel se salvará (Rom 11,26). Y es misterio porque, según el evangelio que ellos han rechazado, no deberían esperar la salvación de Dios al haber rechazado lo que han rechazado... a Cristo ¿Cómo, pues, es posible? Porque, sin embargo, Dios no ha revocado su alianza ni ha disertado de su pueblo, por razón de los mismos Patriarcas. Así quedan las cosas de una forma definitiva. Al comienzo de Rom 11,1 se preguntaba el apóstol ¿acaso Dios ha rechazado a su pueblo? ¡Desde luego que no!

Evangelio: Mateo (15, 21-28): La fe de los que están fuera

III.1. El evangelio de hoy es como el reverso de la lectura de la carta a los Romanos, porque Jesús está representando un papel. Vemos el caso de una mujer fenicia, cananea, que se acerca a Jesús, aunque en territorio pagano (Tiro y Sidón). Jesús, al principio, está escenificando miméticamente, la actitud de un judío ortodoxo y exigente. Se ha dicho que es un evangelio difícil, pero no lo es tanto. Ya que las palabras de Jesús, duras al principio como el pedernal, no son suyas, sino de la teología oficial judía. Los discípulos quieren quitarse de encima a la mujer que inoportuna y Jesús quiere darles una lección majestuosa.

III.2. La mujer no es hija de Israel y no tiene derecho a pedir lo que pide y a decir lo que dice. Esta mujer cananea ha sido alabada por su coraje y por su fuerza maternal, por la que quiere echar fuera de su hija a todos los "demonios" de su vida (un demonio muy malo). No olvidemos que el relato está enhebrado con mentalidad de la época. Jesús quiere decir que a él, siendo judío, no le está permitido "oficialmente" hacer el bien a una mujer pagana, a una cananea, que es como los perros o como los cerdos. Eso es importante para entender el texto y la propuesta de Jesús. Un judío no debe hacer lo que la mujer cananea le pide. Jesús lo recalca para dejar más en evidencia la “oficialidad” de la ortodoxia judía. Como decimos, pues, todo es una representación, porque ni Jesús pensaba así, ni estaba de acuerdo con la mentalidad oficial que no le permitía ni siquiera acercarse a los paganos, y menos a una mujer.

III.3. La lección es para sus discípulos: esta mujer se comporta mejor que los judíos, es más que una hija de Israel, es capaz de mover el mundo y llegarse al corazón de Dios por tal de "desdemonizar", de liberar,a su hija. Jesús sabe, como experiencia personal que en realidad "ha sido enviado para salvar a todos" ("no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores"). Y una vez que queda en evidencia toda la "oficialidad" teológica y religiosa del judaísmo de su tiempo, Jesús muestra quién es y qué ha venido a hacer: llamar a todos, salvar a todos, "desdemonizar" a todos, liberarlos.

III.4. Esto era lo que se podía contemplar como lejano, pero real, en el oráculo de Is. 56,1.5-6 (nuestra Iª Lectura del día). Jesús no había ido al territorio de Tiro y Sidón, país pagano, por miedo o por cobardía, sino para poner de manifiesto que "algo nuevo había llegado". No quiere despedir a la mujer porque le inoportuna, como piden los discípulos, sino que pretendía algo más grande de ella. Al principio se siente como un "perro" con sus amos, pero Jesús quiere elevar su categoría de mujer pagana y de madre. Su fe es capaz de mover montañas y eso, precisamente, no ocurría ni en la religión ni en la patria de Jesús. La lección está dada. El demonio de la incomprensión, de la incomunicación, de la inhumanidad entre pueblos y religiones ha sido expulsado. La suerte está echada: el reino de la salvación llega para todos.