domingo, 26 de abril de 2015

DOMINGO 4° DE PASCUA


«Yo soy el buen pastor y conozco a mis ovejas 
y ellas me conocen a mí»


Las lecturas de este domingo tienen como tema central el amor personal y concreto que Dios nos tiene a cada uno de nosotros.

En Hechos de los Apóstoles san Pedro proclama ante el Sanedrín que el enfermo que pedía en la puerta del Templo (cf. Hch 3,1-10) ha sido curado por Jesucristo, aquel al que ellos enviaron a la Cruz, y al que Dios resucitó.

En el Salmo responsorial le damos gracias a Dios y le bendecimos por todo el bien que nos ha hecho.

San Juan, en su Primera Carta, nos hace ver que Dios, por amor, nos ha constituido en hijos suyos. Esto nos ha de llenar de esperanza, porque cuando resucitemos seremos semejantes a Él.

Y también san Juan en el Evangelio nos habla del amor de Dios por medio de la imagen del Buen Pastor, que cuida de sus ovejas porque las quiere, no porque le paguen por cuidarlas.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Jesucristo es la piedra dejada de lado. En él cobra sentido toda la historia que Dios va construyendo con la humanidad. Los Apóstoles denuncian a sus jefes religiosos porque no han sabido reconocer quién es Jesús. Este es también un llamado para que reconozcamos el lugar que tiene Jesús en nuestra vida. No existe algo que pueda dar más solidez a nuestra vida que el nombre de Jesucristo.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 4, 8-12

En aquellos días: Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: “Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue sanado, sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: Este hombre está aquí sano delante de ustedes por el Nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre lo muertos. Él es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. Porque, en ningún otro existe la salvación, ni hay bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos”.
Palabra de Dios.

Salmo 117, 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29

R. Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor.

¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres; es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los poderosos. R.

Yo te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. R.

¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor: Tú eres mi Dios, y yo te doy gracias; Dios mío, yo te glorifico. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! R.

II LECTURA

Cada palabra de esta Carta merece ser considerada en todo su valor. “Seremos semejantes a él”, significa que Dios no quiere negarnos nada de su ser, sino que quiere establecer con nosotros una comunión total. “Lo veremos tal cual es”, significa este conocimiento de Dios que ahora es imperfecto, será pleno, nuestra mente se iluminará y nuestro corazón se llenará de gozo.

Lectura de la primera carta de san Juan 3, 1-2

Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 10, 14
Aleluya. “Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Jesús tiene un trato cercano y familiar con el Padre. Y del mismo modo y con el mismo estilo, mantiene el conocimiento y la relación con cada uno de nosotros, sus ovejas. ¿Qué podemos temer? Nuestro Pastor conoce todas nuestras necesidades y sabe de nuestra debilidad. Dejemos que nos cargue, dejemos que nos lleve al lugar del descanso donde nuestras fuerzas se reparan. Con él tendremos el gozo que tienen en su mutuo amor el Padre y el Hijo.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 10,11-18

Jesús dijo: “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: Conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí –como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre– y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: Ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: Este es el mandato que recibí de mi Padre”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

No es difícil encontrar a personas que se relacionan con Dios como si fuera una «máquina expendedora». Le rezan buscando únicamente que les resuelva problemas y les consiga caprichos. Consideran que el rezo es como la moneda que un mete en la máquina para que automáticamente salga lo que se ha pedido. Desgraciadamente, ésta es una tentación en la que todos podemos caer en un momento dado.

Asimismo, en ciertas religiones y espiritualidades se considera a la Divinidad como un ente con el que no nos podemos relacionar personalmente. Consideran que la Divinidad ha dado origen a todo y da sentido a todo, pero no es capaz de relacionarse personalmente con las partes de ese todo, sino que se limita a ser una fuente inagotable de felicidad. Sería algo así como el Sol: todos podemos aprovecharnos de su luz y calor, pero el Sol no nos envía sus rayos pensando personalmente en cada uno de nosotros. Los rayos del Sol que yo recibo son los mismos que puede recibir cualquiera.

En la espiritualidad cristiana, sin embargo, nuestra relación con Dios es muy diferente. Las Escrituras nos dicen claramente que Dios no se limita a crear y regir el mundo sino que, además, nos conoce personalmente a cada uno de nosotros y nos trata de forma personalizada. Así lo expresa el Salmo 138,1-5: «Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda. Me estrechas detrás y delante, me cubres con tu palma».

Precisamente, en el Salmo responsorial de la Eucaristía de hoy, le hemos agradecido a Dios que nos atienda personalmente y nos ayude en nuestras necesidades: «Te doy gracias pues me has escuchado, tú fuiste para mí la salvación» (Sal 117,21). En cambio, los seres que son como máquinas o como el Sol, no escuchan, se limitan a dar indiscriminadamente.

Sabemos que Dios no es una máquina, ni es como el Sol. Dios es un Padre, que conoce muy bien a cada uno de sus hijos. O, también, Dios es como un buen pastor, que conoce a cada oveja y la conduce hacia pastos saludables.

Pues bien, la clave de que Dios sea un ser personal es el amor. Ni el Sol ni las máquinas aman, por eso no se comunican de corazón a corazón con nosotros. Dios nos ha hecho con amor, nos ayuda con amor y nos espera en el Cielo con amor. El suyo es un amor que, además, le impide forzar nuestra libertad. Como un buen padre, deja que sus hijos seamos responsables de nuestra vida.

San Lucas, en el capítulo 3 de Hechos de los Apóstoles, narra una curación acaecida en la entrada del Templo de Jerusalén. Resulta que cuando Pedro y Juan entraban en el Templo para orar, un tullido les pidió que le diesen una limosna. Pedro, entonces, le dijo que no podía darle dinero, pero sí algo mucho mejor: la salud. Y así fue, aquel tullido se fue andando.

En la escena que hemos escuchado hoy de Hechos de los Apóstoles, Pedro le explica al Sanedrín, es decir, a las máximas autoridades judías, qué ha pasado en dicha curación, y entonces aprovecha para anunciar la resurrección del Señor. Les dice: «…este hombre se encuentra ahora sano ante vuestros ojos gracias a Jesús de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios ha resucitado» (Hch 4,10). Efectivamente, Dios no tuvo reparos en curar a aquel tullido cuando san Pedro se lo pide en nombre de su Hijo. Fue un milagro que Dios obró de forma personal a ese enfermo que pedía en la puerta del Templo, porque san Pedro así se lo pidió.

Todos nosotros hemos sentido cómo, de un modo u otro, Dios ha actuado en nuestra vida para ayudarnos. Y también hemos sentido cómo su amor se ha dirigido personalmente a nosotros. Por eso sabemos por experiencia que la clave de nuestra relación con Dios está en el amor.

Pues bien, san Juan, en su Primera Carta, nos dice que este amor que Dios nos tiene es lo que nos constituye en hijos suyos. Nos conoce perfectamente y nos quiere con todo su corazón, como el padre del hijo pródigo (cf. Lc 15,20-24), que por amor le deja marchar libremente, por amor espera su regreso y por amor le acoge con una gran fiesta.

Como ven, las lecturas de hoy nos dicen que Dios no es un ser impersonal, parecido a una máquina o una estrella celeste, sino alguien que nos conoce y nos ama personalmente. Cuando dirigimos a Dios nuestras súplicas, o le damos gracias, o le bendecimos, Él sabe muy bien quienes somos nosotros y lo que hay en nuestro corazón. Sabe si estamos orando de verdad: con amor, o si simplemente lo hacemos por rutina. Sabe si lo que le decimos es algo realmente importante, o si es un mero capricho. Por eso, como un buen padre, Dios conoce lo que verdaderamente necesitamos (cf. Mt 6,8).

Hagamos el esfuerzo de recordar siempre que Dios se relaciona con nosotros personalmente, nos acompaña en el día a día y nos guía hacia la felicidad. Y no olvidemos que todo eso lo hace por amor: porque somos hijos suyos.



ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Hechos (4, 8-12): Jesús, piedra angular de la salvación de Dios

I.1. La lectura de Hechos, nos muestra la continuidad del discurso que Pedro ya había comenzado ante la gente, a causa de la curación de un tullido (c. 3). Ahora el testimonio es ante las autoridades judías que no pueden permitir que, en nombre de Dios, se hable de Jesús. Esa es la pregunta que les hacen a los apóstoles: ¿en nombre de quién? Se entiende que en nombre de Jesús, pero implícitamente es en nombre de Dios, que es quien ha resucitado a Jesús, que ellos habían condenado injustamente. La relación estrecha entre Jesús y su Dios es aquí el paradigma teológico sobre el que se construye nuestro texto. Las autoridades condenaron a Jesús para salvar el “honor” de su Dios… Pero la respuesta de Dios es radical contraria a los planes que ellos urdieron, por medio de la resurrección.

I.2. Debemos fijarnos en las veces que aparece el “nombre” (aunque se usa explícitamente Jesucristo el Nazareno) como elemento decisivo de lo que Pedro tiene que anunciar: el kerygma, es decir, la muerte y la resurrección de Jesús. Esto nos recuerda lo que Pablo nos transmite por medio del himno a los Filipenses: “un nombre sobre todo nombre” (Flp 2,9-10). Al nombre de Jesús… todo rodilla se doble. La insistencia sobre el nombre es sugerente. Sabemos que Jesús significa “Dios salva” o “Dios es mi salvador”. Por tanto, insistiendo en este discurso sobre “el nombre”, se está reivindicando al “condenado” por ellos, el “proscrito” con su juicio. Ahora es, a partir de la muerte y la resurrección de Jesús cuando el nombre de Jesús ejerce todo su quehacer dinámico, salvífico.

I.3. Dios lo ha convertido en piedra angular según la cita del Salmo 117. Así, pues, el discurso de Pedro ante las autoridades judías es una acusación a los “pastores” de ese pueblo que no han sabido o no han querido aceptar que en Jesús estaba el futuro de la salvación del pueblo. En realidad no han defendido el honor de Dios, sino que su culpabilidad clama al cielo. Los pastores que buscaban el celo de Dios han desechado la “piedra angular”. Es uno de los discurso más duros de los Hechos sobre los responsables judíos. No se trata, pues, de “antisemitismo”, sino de proclamar la verdad de lo que le sucedió con Jesús el Nazareno.

IIª Lectura: Iª de Juan (3, 1-2): El amor que nos hace hijos de Dios

II.1. El texto de la carta de San Juan está en el ámbito auténtico de la teología joánica, con todas sus características: amor, hijos de Dios, conocer, el mundo, “ver a Dios”. La carta de Juan está cargada de todos esos términos que muestran una cosa clara: la comunidad joánica, cristiana, está enfrentada al mundo. Se han insinuado muchas cosas acerca de las influencias sobre este escrito. Se ha hablado del “círculo joánico” como un círculo selectivo, a semejanza con la comunidad de Qumrán. Pero no están claras estos ascendientes, ni se puede hablar de un mundo exactamente dualista: amor/odio; luz/tinieblas.

II.2. También podemos fijarnos en la correlación existente entre “amar” y “conocer” como si se quisiera decir que el conocer es lo mismo que amar en este caso. De alguna manera eso es verdad, pero no se trata de un conocimiento de tipo “gnóstico” como encontramos en los evangelios apócrifos de Tomás o el publicado ahora de Judas (algunos lo piensan), sino que hay que tener en cuenta el sentido profundo que el “conocer” tiene en la Biblia como “experiencia de amor”; es el amor el conocimiento más profundo.

II.3. En todo caso, lo más importante es que el Padre nos hace hijos, porque nos ama. Esta afirmación teológica encierra una densidad religiosa inigualable. Dios, el Dios de Jesús, el Dios del amor, no se guarda para sí lo divino. De hecho, se insinúa una promesa todavía más intensa cuando se dice que, en la “manifestación” de Dios, al final, o en el final de cada uno, todavía seremos algo más… Esta es la promesa de un Dios, Padre, que quiere compartir su vida con nosotros; no como los “dioses” de este mundo que no quieren compartir nada.

Evangelio: Juan (10,1-10). Yo he venido para que tengan vida en plenitud

III.1. El evangelio de Juan (10,1-10), nos habla del «buen pastor» que es la imagen del día en la liturgia de este cuarto domingo de Pascua. Comienza el evangelio con una especie de discurso enigmático -al menos para los oyentes-, aunque es un texto bien claro: en el redil de las ovejas, el pastor entra por la puerta, los ladrones saltan por la tapia. Es una especie de introducción para las propuestas cristológicas de Juan. Esas afirmaciones, con toda su carga teológica, se expresan con el lenguaje de la revelación bíblica, con el «yo soy», que en el evangelio de Juan son de gran alcance teológico. Está construido, el conjunto, en dos momentos 1) vv. 1-5 sobre el buen pastor; 2) vv. 7-10 sobre Jesús como puerta.

III.2. En el AT Dios se reveló a Moisés con ese nombre enigmático de “Yhwh” (Yahvé) (el tetragrámaton divino) (algunos piensan que significa “yo soy el que soy”, aunque no está claro). Ahora, Jesús, el Señor, según lo entiende san Juan, no tiene recato en establecer la concreción de quién y de lo que siente. Y de la misma manera que se ha presentado en otros momentos como la verdad, la vida, la resurrección, la luz (cf. especialmente el discurso de revelación de Jn 14), ahora se nos presenta con la imagen del pastor, cuya tradición veterotestamentaria es proverbial, como nos muestra el hermoso Salmo 23. Si en este salmo se dice que “el Señor es mi pastor, nada me falta”, ahora el evangelista hace que Jesús lleve a cumplir ese deseo del salmista. Jesús, pues, es el que trae lo que nos hace falta para la vida. El salmo 23 es un poema de confianza; por tanto, las palabras de revelación del evangelio de hoy hablan a favor de una revelación para la confianza de los que le oyen y le siguen.

III.3. La imagen segunda, de la puerta, es la imagen de la libertad y de la confianza también: no se entra por las azoteas, por las ventanas, a hurtadillas, a escondidas. Sin puerta no hay entradas ni salidas, ni caminos ni proyectos. En el Antiguo Testamento se habla de las puertas del templo: “¡Abridme las puertas del triunfo y entraré para dar gracias al Señor! Esta es la puerta del Señor: ¡los vencedores entrarán por ella!” (Sal 118,19-20). Las puertas del templo o de la ciudad eran ya el mismo conjunto del templo o de la ciudad santa (es una metonimia = la parte por el todo). Por eso dice el Sal 122,2: “ya están pisando nuestros pies tus puertas Jerusalén”; cf. Sal 87,1-2; 118,21; etc.). Pasar por la puerta era el ¡no va más! para los peregrinos. Ahora Jesús es como la nueva ciudad y el nuevo templo para encontrarse con Dios. Porque a eso iban los peregrinos a la ciudad santa, a encontrarse con Dios. Pero desde Jesús podremos encontrarnos con Dios escuchando su voz y viviendo su vida allá donde estemos.

III.4. Jesús en este evangelio se propone, según la teología joánica, como la persona en la que podemos confiar; por Él podemos entrar y salir para encontrar a Dios y para encontrar la vida. Quien esté fuera de esa puerta, quien pretenda construir un mundo al margen de Jesús lo puede hacer, pero no hay otro camino para encontrarse con el Dios de vida y con la verdad de nuestra existencia. No es una pretensión altisonante, aunque la afirmación cristológica de Juan sea fuerte. Eso no quita que debamos mantener un respeto y una comprensión para quien no quiera o no pueda entrar por esa puerta, Jesús, para encontrar a Dios. Nosotros, no obstante, los que nos fiamos de su palabra, sabemos que él nos otorga una confianza llena de vida.

III.5. Se habla de un “entrar y salir” que son dos verbos significativos de la vida, como el nacer y el morir. En Jesús, puerta verdadera de la vida, ésta adquiere una dimensión inigualable. Por la fórmula de revelación, del “yo”, se quiere mostrar a Jesús que hace lo contrario de los ladrones que entran de cualquier manera en la casa, para robar, para matar, para llevarse todo lo que pueden. Jesús, puerta, “viene” para dar, para ofrecer la vida en plenitud (v. 10). (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).







domingo, 19 de abril de 2015

DOMINGO 3° DE PASCUA


La experiencia pascual renueva la vida de los primeros discípulos. El descubrimiento de un Jesús vivo y resucitado entre ellos se constituye en el centro en torno al cual se construye la comunidad. Es sólo en un contexto de Pan y Palabra compartidas en el que se hace creíble la resurrección del Señor.

Jesús sigue ofreciéndonos hoy su mensaje de vida y salvación. La coherencia de nuestra vida, el imperativo del mandamiento del amor y nuestro compromiso en la lucha contra el pecado del mundo son condiciones necesarias para reconocer a ese Cristo, vencedor de la muerte, que camina a nuestro lado.

Hoy se hace necesaria una labor de reinvención de nuestras comunidades cristianas para hacerlas capaces de ese éxodo exterior imprescindible para mostrar al mundo la realidad, vigente y operante, de la resurrección.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

II LECTURA

La nueva Vida plena que tiene Jesús es también la posibilidad de nueva vida para todos. Los pecadores pueden acercarse confiados porque Jesucristo ofrece a todos la posibilidad de participar de su vida de amor. Así lo anunciaron los Apóstoles y así lo seguimos proclamando hoy.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 3, 13-15. 17-19

En aquellos días, Pedro dijo al pueblo: “El Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes entregaron, renegando de él delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerlo en libertad. Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la liberación de un homicida, mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo que sus jefes. Pero así, Dios cumplió lo que había anunciado por medio de todos los profetas: Que su Mesías debía padecer. Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados”.
Palabra de Dios.

Salmo 4, 2. 4. 7. 9

R. Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro.

Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor, tú, que en la angustia me diste un desahogo: Ten piedad de mí y escucha mi oración. R.

Sepan que el Señor hizo maravillas por su amigo: Él me escucha siempre que lo invoco. Hay muchos que preguntan: “¿Quién nos mostrará la felicidad, si la luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de nosotros?”. R.

Me acuesto en paz y en seguida me duermo, porque sólo tú, Señor, aseguras mi descanso. R.

II LECTURA

¿Qué es conocer a Dios? Ciertamente Dios es más grande que lo que nuestros pensamientos pueden abarcar. Pero la Carta nos dice que hay un conocimiento experiencial y sabio que sí es posible: viviendo en el amor, conocemos cómo es Dios.

Lectura de la primera carta de san Juan 2, 1-5a

Hijos míos, les he escrito estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el Justo. Él es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. La señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos. El que dice: “Yo lo conozco”, y no cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud.
Palabra de Dios.

ALELUYA        cf. Lc 24, 32

Aleluya. Señor Jesús, explícanos las Escrituras. Haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas. Aleluya.

EVANGELIO

El Resucitado es el mismo hombre que caminó con su comunidad y que sufrió en Jerusalén. El modo actual de su presencia, resucitado, es una continuidad de lo que fue su vida terrena cuando él hablaba y compartía la mesa. Estar con el Resucitado es repetir la experiencia comunitaria de la mesa, donde hay lugar y alimento para todos.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 24, 35-48

Los discípulos, que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: “¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo”. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: “¿Tienen aquí algo para comer?”. Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: “Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos”. Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: “Así estaba escrito: El Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

Los cristianos proclamamos que la resurrección del Señor Jesús es la experiencia fundante de nuestra fe.

Las escenas evangélicas de este tiempo de Pascua y el acercamiento a la vida de las primeras comunidades a través de la lectura de los Hechos de los Apóstoles, dejan clara la magnitud de esta experiencia en aquellos primeros discípulos: unos individuos y unas comunidades que enfrentan el fracaso aparente del proyecto que ha venido dando sentido a sus vidas y que a la luz de la vivencia pascual son capaces de engendrar una nueva dinámica marcada por la alegría del encuentro y por el coraje del anuncio.

La frecuencia con que los relatos de las apariciones muestran las dificultades de los discípulos para acoger y reconocer entre ellos a Jesús resucitado nos hablan, sin duda, de la historicidad de esta situación. Será sólo después de un camino de incertidumbre y duda que aquellas comunidades descubren junto a ellos a un Cristo vivo y presente, operante en la historia. Es ahí cuando aparece la certeza de la resurrección.

En la catequesis de Lucas, la presencia resucitada de Jesús se muestra como centro y fundamento de la comunidad. Este es el espacio privilegiado para realizar ese descubrimiento y es a la comunidad a la que Jesús desea y transmite la paz en su sentido más hondo: la confianza, la serenidad, la vida plena...

La insistencia en los elementos materiales del encuentro (mostrar manos y pies, comer junto a ellos...) nos indican la voluntad del evangelista de afirmar la total identidad entre el crucificado y el resucitado. No se trata de una experiencia ilusoria o delirante. Aquel Jesús, aunque distinto y en cierto modo irreconocible, es el mismo con el que recorrieron los caminos de Palestina proclamando un tiempo nuevo, anunciando la salvación a su pueblo.

Es ahora, a la luz de la presencia resucitada de Jesús, que la comunidad es capaz de acceder al sentido profundo de la Escritura. Ahora se da cumplimiento a las promesas, porque todo lo dicho ha llegado a su culminación.

Sin embargo, estamos lejos de describir una situación que tuviera una voluntad autocomplaciente. El ensimismamiento de la comunidad que sucede a la experiencia del fracaso de la cruz, se convierte - a la luz de la resurrección- en un impulso hacia afuera, orientado a la misión.

En un tiempo que seguramente es también para nosotros de inquietud y cierta desesperanza, los cristianos estamos hoy llamados a hacer un camino semejante al de los primeros discípulos. En gran medida la intemperie exterior ha ido alimentando nuestros miedos, encerrándonos en entornos cálidos, que nos invitan a vivir en la seguridad de los nuestros.

La resurrección del Señor nos urge antes que nada a la tarea de construcción de la comunidad, pues es sólo en ese contexto en el que Jesús se nos revela.

- Comunidades que recuperen el sentido originario del Pan y la Palabra. Pan que se comparte en la mesa del mundo, llamado a ser espacio de fraternidad. Palabra que nos recuerde la pasión de nuestro Dios por todo lo humano.

- Comunidades capaces de transparentar la presencia viva de Jesús por los caminos de nuestra historia, a través de su compromiso eficaz con la vida en dignidad de los seres humanos.

- Comunidades reconocibles -como apunta la carta de Juan- en la medida de su empeño por arrancar el pecado del mundo. Un pecado que descubrimos hoy institucionalizado y que muestra el rostro de una sociedad de mercado deshumanizada, de la exclusión intolerable de millones de hermanos y hermanas.

- Comunidades apasionadas por llevar una Palabra de esperanza en otra realidad posible a los crucificados de la historia y valientes en la denuncia de todo aquello que contradice el plan de felicidad y plenitud que Dios tiene para todos sus hijos e hijas.


ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: Hechos 3,13-15. 17-19

Marco: Esta lectura forma un conjunto con el milagro realizado por Pedro y Juan en favor de un paralítico. Este acontecimiento asombra a la gente y da ocasión a Pedro para proclamar el segundo discurso kerigmático o discurso testimonial acerca de la Resurrección de Jesús. Lo que proclamamos ahora forma parte de este discurso.

Reflexiones:

1ª) ¡Los Apóstoles sólo son instrumentos en manos de Dios!

Israelitas, ¿de qué os admiráis?, ¿por qué nos miráis como si hubiésemos hecho andar a éste por nuestro propio poder o virtud?

Para la adecuada compresión de este discurso kerigmático de Pedro es necesario recordar algunos rasgos de la antropología hebrea en la que están pensados y redactados los textos bíblicos. Para un hebreo, alguien que ha muerto no puede realizar ya su actividad propia. Pedro y Juan se encuentran con un paralítico mendigando. Los dos apóstoles ofrecen al paralítico lo que tienen: "en el nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar". Y se realiza el milagro. Este acontecimiento se convierte en un signo altamente indicativo de algo más importante, a saber, de que Jesús está vivo porque en su nombre se ha realizado la maravilla. Y si está vivo ha resucitado, porque murió realmente en la cruz. Esta es la conclusión que deduce un contemporáneo de Jesús. Jesús sigue ahora y para siempre ejerciendo su actividad salvadora porque está resucitado. En estos momentos es necesario que los creyentes vivamos esta profunda convicción en medio de nuestro mundo.

2ª) ¡Siempre es tiempo de volver atrás en el camino equivocado!

Rechazasteis al santo, al justo... matasteis el autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos... Sé que lo hicisteis por ignorancia y vuestras autoridades lo mismo... arrepentíos y convertíos. El Nuevo Testamento nos ha dejado un testimonio suficientemente preciso y determinado sobre el destino del pueblo de Dios aunque no exento de dificultades (Rm 9-11). Dios es fiel a sí mismo y no puede negarse a sí mismo ni anular las promesas. Las puertas de la salvación siguen abiertas para su pueblo elegido aunque históricamente fueron los ejecutores de la muerte del Mesías. El recurso de Pedro a la ignorancia es un excelente testimonio apostólico de este plan. Tienen una salida: reconocer que se equivocaron. Siempre es posible el encuentro con el Dios fiel y misericordioso. Fue una palabra alentadora y lo es ahora también. Dios es fiel a sus palabra y a su proyecto, aunque respeta siempre la decisión libre del hombre.

Segunda lectura: 1 Juan 2,1-5a

Marco: Este fragmento está enmarcado en un contexto inmediato que tiene como tema general que es necesario caminar en la luz. Dios es luz (1,5-2,6). Y tiene como finalidad en la pluma del autor salir al paso de aquellos que en su tiempo enseñaban que una vez aceptado el bautismo los creyentes se convertían en impecables. Es un error, afirma el autor de la carta. Pero aunque esto fuera lo normal, la historia enseña otra realidad. En ese caso no hay que perder la confianza porque tenemos un Mediador-Intercesor junto al Padre siempre.

Reflexiones:

1ª) ¡Jesús es nuestro Mediador-Intercesor ante el Padre!

Os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno llegara a pecar, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo el Justo.

Ciertamente la fuerza regeneradora del Bautismo (incorporación real aunque sacramental a Jesús vencedor del pecado y de la muerte) puede asegurar al hombre la permanencia en la vida nueva. Por eso el autor utiliza una forma literaria que equivaldría a decir: es difícil que un verdadero miembro de Jesús peque, pero se diera esta circunstancia no debe perder la esperanza porque Jesús está junto al Padre intercediendo y abogando por él. Y lo puede hacer porque es Justo, porque agradó siempre a Dios y realizó lo que le agradaba. Es un punto de referencia válido para todos los tiempos y todas las personas. Sale al encuentro de dos realidades: se puede vencer la tentación siempre porque Jesús y el Espíritu salen al encuentro del hombre para que pueda vencer pero en caso contrario Dios no abandona al hombre a una irremediable desesperación. Le promete su cercanía y su reconciliación; la vuelta a la casa paterna (parábola del hijo pródigo).

2ª) ¡Jesús ofrece la salvación a todo el mundo!

Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. Una vez más sale a nuestro encuentro la afirmación de que la oferta de salvación por parte de Dios en favor de los hombres es firme y universal. Jesucristo en la Cruz es la oferta de salvación para todo el mundo. Porque en la Cruz ha roto todos los muros de separación superando la comprensión del judaísmo contemporáneo que distinguía entre el pueblo de Israel y los "gentiles". El autor de esta carta ofrece la misma enseñanza que el autor de la carta a los Efesios en un texto admirable: porque cristo es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos uno solo, destruyendo el muro de enemistad que los separaba...Él ha reconciliado a los dos pueblos con Dios uniéndolos en un solo cuerpo por medio de la Cruz y destruyendo la enemistad (Efesios 2,11-22).

Tercera lectura: Lucas 24,35-48
Marco: es la última aparición de Jesús Resucitado a los Apóstoles que se encuentran reunidos en Jerusalén. La escena se produce después del encuentro de Jesús con los dos discípulos camino de Emaús. la escena se desarrolla alrededor de dos pensamientos fundamentales: el reconocimiento de Jesús como resucitado y el envío a su tarea evangelizadora por el mundo.

Reflexiones:

1ª) ¡La paz es el saludo del Resucitado!

Se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo: Paz a vosotros. Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. El tema de la paz está presente de una manera insistente en la vida humana de Jesús: aparece en su nacimiento (canto de los ángeles en su aparición a los pastores); la predicó insistentemente convirtiéndola en una bienaventuranza: dichosos los que promueven la paz; uno de los frutos más importante de la Cruz es la paz: haciendo la paz por la sangre de su Cruz; y es el saludo repetido en sus apariciones a los apóstoles después de la Resurrección. Dios es un Dios de paz y no de aflicción (Isaías). la paz que es la síntesis de todos lo bienes que pueden hacer al hombre feliz en su globalidad. Es la síntesis de todos los bienes salvíficos. Jesús la hizo posible por la sangre de su Cruz. Y ahora la entrega como distintivo y tarea de sus apóstoles en la misión que van a realizar.

2ª) ¡Encuentro con el Jesús real pero en un estado totalmente nuevo y para siempre!

¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona... Dicho esto, les mostró las manos y los pies. El relato de Lucas trata de presentar, de la forma más plástica posible, el acontecimiento de la Resurrección utilizando las expresiones hebreas para definir la realidad humana concreta del hombre. La Resurrección de Jesús desbordó ciertamente todas las fronteras de tiempo y espacio y todas las previsiones de los anuncios antiguos. Pero ocurrió realmente. Para expresar esta realidad de la Resurrección (que es un misterio desbordante) Lucas utiliza y recurre a estas expresiones que describen la realidad humana concreta. 

Los creyentes se encuentran ante un misterio admirable, la maravilla de las maravillas de Dios, que da sentido nuevo a toda la historia humana. Todo el hombre es invitado a participar, en Cristo y por medio de Él, en la nueva oferta de la vida por medio de la Resurrección. Todos los hombres y todo el hombre es invitado a la nueva vida que no terminará jamás. Es la respuesta a la inquietante pregunta de todos los hombres: ¿después de la muerte queda alguna esperanza? Y Dios responde que sí ofreciendo a la humanidad la realidad plena de Jesús Resucitado.

3ª) ¡Dios lo tenía todo previsto en su plan de salvación contando con la historia humana!

Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la Ley y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cumplirse. Jesús Resucitado es el cumplimiento acabado de todas las esperanzas anunciadas, aunque superándolas ampliamente. Tanto la Cruz como la Resurrección forman parte de un proyecto que Dios ha preparado y ha cumplido cuidadosamente. Esta es la afirmación más creíble de su fidelidad. Y es la oferta más consoladora para la humanidad que necesita urgentemente esta esperanza. El evangelista, recogiendo unas palabras que atribuye al Resucitado mismo, entiende que en toda la Escritura entendida globalmente (esto significa Ley, Profetas y Salmos, forma de expresar el canon completo de las Escrituras del Antiguo Testamento) aparece esta oferta de Dios en forma de anuncio. Es todo el conjunto del plan de Dios el que tiene su realización. Hoy, acaso más que nunca, es necesario que el testimonio vivo de los creyentes por medio de sus vidas y de su palabra, anunciemos al mundo esta realidad de la Resurrección como expresión de la fidelidad de un Dios que ama a la humanidad y la quiere en la vida. Porque nuestro Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo es un Dios de vivos no de muertos.

4ª) ¡La misión universal tarea encomendada a los Apóstoles por el Resucitado!

Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Una lectura atenta de los evangelios nos cerciora de una realidad muy importante: parece que Jesús durante su vida de ministerio se centró en su pueblo (con algunas excepciones). Mateo en el capítulo 10 nos recuerda estas palabras de Jesús: No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mt 10,6). Realizado el Acontecimiento Pascual, tanto Mateo como Lucas nos recuerdan el proyecto de la misión universal. Cristo Resucitado y Glorioso envía a sus Apóstoles a anunciar el Evangelio a todas las gentes comenzando por Jerusalén: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id pues y haced discípulos a todas las gentes...(Mt 28,18-19). Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, y hasta los confines de la tierra (Hch 1,8). Y el texto del fragmento del evangelio de Lucas que estamos comentando. Jesús, en la Cruz, ha derribado todos los muros de separación entre los hombres y entre los pueblos (Ef 2,13ss). La universalidad de la misión arranca del Resucitado y es acompañada por el Resucitado. La esperanza de una vida imperecedera conquistada y ofrecida por Jesús Resucitado es para todos los hombres. Con esta seguridad y urgencia estamos invitados a ser testigos convincentes en medio de nuestro mundo hoy y siempre.








domingo, 12 de abril de 2015

DOMINGO 2° DE PASCUA


“Señor mío y Dios mío”

Estamos celebrando el tiempo gozoso de Pascua. Estos cincuenta días que van desde el Domingo de Resurrección hasta el Domingo de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y exultación como si se tratase de un solo y único día festivo, más aún, como "un gran domingo" (S. Atanasio).

La Iglesia, no obstante, nos va desdoblando el gran acontecimiento salvífico de la resurrección poniendo a nuestra consideración, mediante la palabra de Dios que se proclaman en las eucaristías dominicales, aspectos fundamentales del mismo.

En este domingo se nos habla en las lecturas de cómo la noticia de la Resurrección: ¡Ha resucitado!, produce unos efectos transformadores en la primera comunidad de Jerusalén. De estar acobardados por “miedo a los judíos” y con la esperanza por los suelos, porque a Jesús, el Maestro, lo han matado, pasan a llenarse de alegría porque han vuelto a ver al Señor. De esta experiencia pascual nace la comunidad donde “todos pensaban y sentían los mismo”. Así reciben el envío, la paz y la fuerza del Espíritu para el perdón de los pecados.

DIOS NOS HABLA. COMTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Nos encontramos ante una hermosa propuesta: Romper los egoísmos, salir de nuestras individualidades y mirar las necesidades de los hermanos. Se trata de todo un proyecto de vida para la Iglesia, que no es una suma de individualidades, sino la familia de Dios.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 4, 32-35

La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos. Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima. Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades.
Palabra de Dios.

Salmo 117, 2-4. 16-18. 22-24

R. ¡Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterno su amor!

Que lo diga el pueblo de Israel: ¡Es eterno su amor! Que lo diga la familia de Aarón: ¡Es eterno su amor! Que lo digan los que temen al Señor: ¡Es eterno su amor! R.

“La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas”. No, no moriré: Viviré para publicar lo que hizo el Señor. El Señor me castigó duramente, pero no me entregó a la muerte. R.

La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. Este es el día que hizo el Señor: Alegrémonos y regocijémonos en él. R.

II LECTURA

Hay como una secuencia lógica en este mensaje, una relación profunda entre el amor a Dios y los hermanos, viviendo una vida coherente y cumpliendo la ley de Dios. No podemos separar ninguno de estos términos sin atentar precisamente contra nuestra misma fe.

Lectura de la primera carta de san Juan 5, 1-6

Queridos hermanos: El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él. La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 20, 29

Aleluya. “Ahora crees, Tomás, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

 “Cuando queremos evidencias, cuando queremos sentir las verdades de la fe, estamos imitando la incredulidad de Tomás. Y Cristo le dice a Tomás: ‘porque has visto, has creído. Bienaventurados los que sin ver, creen’. Ustedes y yo, queridos hermanos, vivimos de una fe porque creemos sin haber visto. Y muchos dicen que esto es una estupidez, pero yo les digo: No hay sabiduría más grande que esta que Cristo predica este domingo: La FE. ¡Esta es la victoria que vence al mundo! Dice la segunda carta de san Juan, hoy: ‘¡La victoria que vence al mundo, es creer que Jesucristo es Dios!’”

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-31

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”. Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

La gran fiesta de la Pascua tiene sus cuarenta días (Cuaresma) de preparación mediante la penitencia, la limosna y la oración para poder llegar a este tiempo de gracia y de vida nueva que son los cincuenta días (Cincuentena) pascuales. Tiempo fuerte en el que la Iglesia nos invita a que maduremos en nuestra fe, sintamos más íntimamente nuestra pertenencia a la Comunidad, y nos comprometamos con la gran misión que tenemos de hacer que nuestra fe ayude a la humanidad.

La noticia

La NOTICIA: ¡Cristo ha resucitado! es la que nos impulsa a vivir la fe en Comunidad: Cristo, el Crucificado, vive y se hace presente en su Iglesia.

Los textos de la Palabra de Dios que se proclaman en este domingo nos dan la clave de lo que ha significado el gran anuncio de la resurrección y el poder experimentar la presencia del resucitado en el que reconocían también al crucificado.

Crea la Comunidad

Este acontecimiento hizo de un pequeño grupo de hombres vulgares y llenos de miedo, e incluso, como Tomás, que no creía en lo que los hermanos testificaban como algo vivido por ellos: “¡hemos visto al Señor!”. Este encuentro con Jesús resucitado engendra la Comunidad:”Todos pensaban y sentían lo mismo”. De esta forma transformadora además de darse la comunión de vida, nace la misión y la verdadera comunicación de bienes: “Nadie pasaba necesidad y daban testimonio con mucho valor”.

La fe que vence al mundo

Tal es el cambio radical que operó en los discípulos la fe en la Resurrección que Juan en su primera carta nos anima a los cristianos de todos los tiempos a vivir esta experiencia de la Resurrección como un “nuevo nacimiento” que es obra de Dios y nos capacita para “vencer al mundo”.

La celebración de la Eucaristía, lugar privilegiado para el encuentro con el Resucitado

El texto evangélico (Jn 20,19-31) no hay que leerlo como una narración histórica de los acontecimientos. Es una verdadera meditación pascual que la comunidad cristiana hace en el día que se reunían para celebrar la eucaristía.

Esta celebración de la Eucaristía en el día del Señor (el domingo) es el lugar privilegiado del encuentro con el Resucitado para aquellos que creen en él sin haberle visto. Y el mismo Jesús les declara bienaventurados.

Tomás después de experimentar el encuentro con el Señor se da cuenta de que Jesús es su Señor y su Dios. Reconoce la divinidad de Jesús de Nazaret: “Señor mío y Dios mío”.

Le Fe se vive en Comunidad

Las Lecturas de este domingo nos invitan a interpelarnos sobre el modo cómo vivimos nuestra FE. La noticia de la Resurrección ¿nos impulsa a vivir la fe reconociendo a Jesús como nuestro Señor y nuestro Dios? Es más ¿nos ayuda a vivir esta fe en la COMUNIDAD? ¿Tenemos conciencia de nuestra pertenencia a la Iglesia? No podemos separar la vivencia de nuestra fe de la pertenencia a la Comunidad. Con esta doble actitud podemos recibir, como la primera comunidad, la paz, la fuerza del Espíritu y el envío, para que esta fe sea la que “vence al mundo”.

En resumen, la Noticia crea la Comunidad, quita los miedos y somos enviados por la fuerza del Espíritu a comunicar la paz y el perdón de los pecados que nos comunica Cristo resucitado a través de su vida, pasión, muerte.


ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Hechos (4,23-35): La Resurrección crea comunión de vida

I.1. La primera lectura está tomada de Hechos 4,23-35 que es uno de los famosos sumarios, es decir, una síntesis muy intencionada de la vida de la comunidad que el autor de los Hechos, Lucas, ofrece de vez en cuando en los primeros capítulos de su narración (ver también Hch 2,42-47;5,12-16). ¿Qué pretende? Ofrecer un ideal de la vida de la comunidad primitiva para proponerlo a su comunidad (quizá en Corinto, quizá en Éfeso) como modelo de la verdadera Iglesia de Jesucristo que nace de la Resurrección y del Espíritu.

1.2. Tener una sola alma y un sólo corazón, compartir todas las cosas para que no hubiera pobres en la comunidad es, sin duda, el reto de la Iglesia. ¿Es el idealismo de la comunidad de bienes? Algunos así lo han visto. Pero debemos considerar que se trata, más bien, de un desafío impresionante y, posiblemente, una crítica para el mal uso y el abuso de la propiedad privada que tanto se defiende en nuestro mundo como signo de libertad. Es una lección que se debe sacar como praxis de lo que significa para nuestro mundo la resurrección de Jesús. Eso, además, es lo que libera a los apóstoles para dedicarse a proclamar la Palabra de Dios como anuncio de Jesucristo resucitado.

1.3. En este sumario, el testimonio de los apóstoles sobre la resurrección está, justamente, en el centro del texto, como cortando la pequeña narración de la comunidad de bienes y de la comunión en el pensamiento y en el alma. Eso significa que la resurrección era lo que impulsaba esos valores fundamentales de la identidad de la comunidad cristiana primitiva.

IIª Lectura: 1ª Carta de San Juan (5,1-6): El amor vence al mundo

II.1. En la segunda lectura se plantea el tema de la fe como fuerza para cumplir los mandamientos y como impulso para vencer al mundo, es decir, su ignominia. Creer que Jesús es el Cristo no es algo que se pueda «saber» por aprendizaje, de memoria o por inteligencia. El autor nos está hablando de la fe como experiencia, y por ello, el creer es dejarse guiar por Jesucristo, que ha resucitado; dejarse llevar hacia un modo nuevo de vida, distinta de la que ofrece el mundo. Por eso se subraya el cumplir los mandamientos de Jesús.

II.2. Pero se ha de tener muy en cuenta que no se trata de una propuesta simplemente moralizante que se resuelve en los mandamientos. ¿Por qué? Porque el mandamiento principal del Jesús joánico es el amor; el amor, como Él nos ha amado. Esta es la victoria de la resurrección y la forma de poner de manifiesto de una vez por todas que la muerte es transformada en vida verdadera. El amor, pues, no es solamente el mandamiento principal del cristianismo, sino el corazón mismo que mueve las relaciones entre Dios y los hombres y entre los hombres entre sí.

IIIª Lectura (Jn 20,19-31): ¡Señor mío! La resurrección se cree, no se prueba

III.1. El texto es muy sencillo, tiene dos partes (vv. 19-23 y vv. 26-27) unidas por la explicación de los vv. 24-25 sobre la ausencia de Tomás. Las dos partes inician con la misma indicación sobre los discípulos reunidos y en ambas Jesús se presenta con el saludo de la paz (vv. 19.26). Las apariciones, pues, son un encuentro nuevo de Jesús resucitado que no podemos entender como una vuelta a esta vida. Los signos de las puertas cerradas por miedo a los judíos y cómo Jesús las atraviesa, "dan que pensar", como dice Ricoeur, en todo un mundo de oposición entre Jesús y los suyos, entre la religión judía y la nueva religión de la vida por parte de Dios. La “verdad” del texto que se nos propone, no es una verdad objetivable, empírica o física, como muchas veces se propone en una hermenéutica apologética de la realidad de la resurrección. Vivimos en un mundo cultural distinto, y aunque la fe es la misma, la interpretación debe proponerse con más creatividad.

III.2. El "soplo" sobre los discípulos recuerda acciones bíblicas que nos hablan de la nueva creación, de la vida nueva, por medio del Espíritu. Se ha pensado en Gn 2,7 o en Ez 37. El espíritu del Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos a la misión se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. El Israel viejo, al que temen los discípulos, está fuera de donde se reúnen los discípulos (si bien éstos tienen las puertas cerradas). Será el Espíritu del resucitado el que rompa esas barreras y abra esas puertas para la misión. En Juan, "Pentecostés" es una consecuencia inmediata de la resurrección del Señor. Esto, teológicamente, es muy coherente y determinante.

III.3. La figura de Tomás es solamente una actitud de "anti-resurrección"; nos quiere presentar las dificultades a que nuestra fe está expuesta; es como quien quiere probar la realidad de la resurrección como si se tratara de una vuelta a esta vida. Tomás, uno de los Doce, debe enfrentarse con el misterio de la resurrección de Jesús desde sus seguridades humanas y desde su soledad, porque no estaba con los discípulos en aquel momento en que Jesús, después de la resurrección, se les hizo presente, para mostrarse como el Viviente. Este es un dato que no es nada secundario a la hora de poder comprender el sentido de lo que se nos quiere poner de manifiesto en esta escena: la fe, vivida desde el personalismo, está expuesta a mayores dificultades. Desde ahí no hay camino alguno para ver que Dios resucita y salva.

III.4. Tomás no se fía de la palabra de sus hermanos; quiere creer desde él mismo, desde sus posibilidades, desde su misma debilidad. En definitiva, se está exponiendo a un camino arduo. Pero Dios no va a fallar ahora tampoco. Jesucristo, el resucitado, va a «mostrarse» (es una forma de hablar que encierra mucha simbología; concretamente podemos hablar de la simbología del "encuentro") como Tomás quiere, como muchos queremos que Dios se nos muestre. Pero así no se "encontrará" con el Señor. Esa no es forma de "ver" nada, ni entender nada, ni creer nada.

III.5. Tomás, pues, debe comenzar de nuevo: no podrá tocar con sus manos las heridas de las manos del Resucitado, de sus pies y de su costado, porque éste, no es una *imagen+, sino la realidad pura de quien tiene la vida verdadera. Y es ante esa experiencia de una vida distinta, pero verdadera, cuando Tomás se siente llamado a creer como sus hermanos, como todos los hombres. Diciendo «Señor mío y Dios mío», es aceptar que la fe deja de ser puro personalismo para ser comunión que se enraíce en la confianza comunitaria, y experimentar que el Dios de Jesús es un Dios de vida y no de muerte. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).