domingo, 18 de diciembre de 2016

DOMINGO 4º DE ADVIENTO


“Dará a luz un hijo
y le pondrá por nombre Emmanuel, Dios-con-nosotros”

Estamos en la última semana de Adviento, tiempo de preparación ante la llegada del Señor. “Portones, alzad las antiguas compuertas, que va a entrar el Rey de la gloria”, nos dirá el salmo interleccional.

Las lecturas de hoy no tienen el acento ascético de los anteriores domingos, llamándonos a la conversión, ni nos presentan a Juan señalando un tiempo nuevo ante la llegada del mesías esperado, sino que ante la inminencia del nacimiento de Jesús nos introducen de lleno en el Misterio de la Encarnación, eso sí, llevados de la mano de María, y José mostrándonos su papel en este Misterio que es obra del Espíritu del Señor, nuestro Dios. María la virgen madre y José su esposo nos hacen también partícipes de sus sentimientos más íntimos, de sus dudas ante los planes de Dios, que también como a nosotros a veces nos descolocan, sin saber cómo resolver unos interrogantes que nos sobrepasan. María y José se enfrentan al misterio y lo meditan en el silencio, con humildad, escuchando en su interior la voz de Dios. Son por eso un ejemplo para todos los creyentes, ellos fortalecen nuestra fe y nos indican el camino a seguir acogiendo en su vida al Emmanuel, el Dios-con-nosotros.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Estas palabras fueron dirigidas en primer lugar al rey Ajaz, descendiente de David, que reinó sobre Judá entre los años 736 y 716 a.C. Todo rey terrenal quiere que su dinastía se perpetúe. En esta profecía, Dios mismo es quien promete estar siempre presente en la persona de este niño. El nombre Emmanuel -Dios con nosotros- expresa el deseo de Dios de perpetuar su presencia en medio de la humanidad.

Lectura del libro de Isaías 7, 10-14

El Señor habló a Ajaz en estos términos: “Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en las alturas”. Pero Ajaz respondió: “No lo pediré ni tentaré al Señor”. Isaías dijo: “Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios? Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren: la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel”.
Palabra de Dios.
Salmo 23, 1-6

R. Va a entrar el Señor, el rey de la gloria.

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes porque él la fundó sobre los mares, él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.

¿Quién podrá subir a la montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos. R.

Él recibirá la bendición del Señor, la recompensa de Dios, su salvador. Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.

II LECTURA

En este domingo en que las lecturas están fuertemente ligadas a las expectativas mesiánicas de la casa de David y del pueblo judío, las palabras del apóstol san Pablo nos traen el aspecto de universalidad del Evangelio. Jesús es el mesías del linaje de David que trae la buena noticia a todos los pueblos, en esta carta representados por los cristianos de Roma que provenían del mundo pagano. Todos los que recibimos a Jesús como nuestro rey formamos esta comunidad de los somos llamados a ser santos.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 1, 1-7

Carta de Pablo, servidor de Jesucristo, llamado para ser apóstol, y elegido para anunciar la Buena Noticia de Dios, que él había prometido por medio de sus profetas en las Sagradas Escrituras, acerca de su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, nacido de la estirpe de David según la carne, y constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu santificador, por su resurrección de entre los muertos. Por él hemos recibido la gracia y la misión apostólica, a fin de conducir a la obediencia de la fe, para gloria de su nombre, a todos los pueblos paganos, entre los cuales se encuentran también ustedes, que han sido llamados por Jesucristo. A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos, lleguen la gracia y la paz, que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Mt 1, 23

Aleluya. La virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, Dios con nosotros. Aleluya.

EVANGELIO

El sí de José a la voluntad de Dios hace que Jesús tenga un padre, una familia, un pueblo y una historia. José es de la familia de David, y al aceptar a Jesús como su hijo, lo hace heredero de la casa de David. José es el varón justo que obra para que se cumpla el plan de Dios sobre todo el pueblo y sobre toda la humanidad.

 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 1, 18-24

Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella, proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de todos sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: “Dios con nosotros”. Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Este último domingo de adviento quiere ser algo así como el “pregón” de las fiestas que se avecinan, la liturgia en esta semana que empieza nos recuerda cual ha de ser el motivo de nuestra meditación, porque el Señor ya está cerca. Estamos en un tiempo de espera ante su venida, una espera que sostiene nuestra esperanza en alguien que viene a dar sentido a nuestra vida brindando nuevos horizontes. No podemos dejarnos llevar por la inercia del caminar monótono de un mundo donde todo parece que tiene otro lenguaje, nos invade, y a veces acabamos cayendo en aquello que en otros momentos hemos criticado. En una palabra, hemos de hacer un esfuerzo, nadar contra corriente, para no olvidar cual es el motivo de nuestra alegría y avivar nuestra fe como cristianos seguidores de Jesus de Nazaret. Pero todo esto hemos de llevarlo a cabo en el ambiente en que vivimos con nuestras exigencias sociales y circunstancias concretas.

La iglesia, que nos invita a seguir la liturgia de estos días, nos recuerda algo importante, no somos meros espectadores de un hecho histórico o herederos de una tradición que puede parecer desfasada o molesta, sino protagonistas del misterio cristiano que se reproduce ante nosotros con todos sus matices, para recordarnos que el auténtico sentido de la celebración es el nacimiento de Jesús, que nos compromete personalmente a un nuevo nacimiento en nosotros.

A través de las lecturas bíblicas vamos a meditar hoy lo más nuclear del misterio navideño, el nacimiento de Jesús en nosotros mismos-, que nos llevará a reafirmar nuestra actitud de creyentes. En esta tarea o ejercicio interior destaca la presencia de los protagonistas de aquella primera Navidad, son los padres de Jesús, María y José, el relato evangélico nos va a llevar a pensar en sus sentimientos tan humanos, en sus vivencias, y sobre todo en sus actitudes y respuesta, al encontrarse con un misterio comprometido y difícil de entender.

El nacimiento de Jesús fue de esta manera. (Mateo 1, 18)

Así empieza el evangelio de Mateo que hoy leemos. Nos presenta lo que podíamos llamar la identidad de Jesús, y lo hace mostrándonos su genealogía hasta llegar a José, de la estirpe de David, para relatarnos después de forma sencilla y directa como fue el nacimiento de Jesús. Nos habla de María, la virgen madre que concibe a su hijo por obra del Espíritu Santo. Sigue después mostrándonos las dudas de José con quien estaba desposada, señalando que era un hombre justo y no quería denunciarla, está confuso, por lo que decide repudiarla en secreto.

Pero el ángel del Seños en sueños despeja sus dudas, “la criatura que ha concebido María viene del Espíritu Santo”. De esta forma Dios le hace entender que debe ser el padre protector de una nueva familia formada por María y Jesús, y le dice: “María dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados “. Todo esto es muy importante en la tradición de aquella sociedad judía, el padre era el que al dar el nombre al hijo hacía oficial su paternidad, así José se convierte en el padre de Jesús. Este nombre que se le da tiene un significado, Jesús quiere decir Salvador, el que libra al pueblo del pecado. Es también el Emmanuel anunciado por el profeta, palabra bíblica que significa Dios-con-nosotros, porque Dios es el que salva.

María y José, de una forma sencilla supieron acoger los planes de Dios que en principio no eran sus planes. Por eso son un modelo para todos los que nos consideramos creyentes que tantas veces actuamos llevados por nuestros intereses, sin preguntarnos si son conformes a la voluntad de Dios.

Este relato evangélico sobre el origen de Jesús contiene un fundamento teológico que solamente podemos entender nosotros a través de la fe. Nos explica su identidad, Jesús es el mismo Dios hecho hombre. Es lo que la teología llama el Misterio de la Encarnación, porque hay que dejar bien sentado que para nosotros es un “misterio”, algo que solo conocemos porque se nos ha revelado y no tiene una explicación humana.

Pero, partiendo de la aceptación de este dogma que los creyentes recitamos en el Credo y recordaremos hoy en la misa dominical, un principio básico en el que se cimienta nuestra fe, hoy nos interesa analizar nuestra actitud ante el hecho de la presencia de Jesús en nuestra vida. La Navidad no es sólo la conmemoración de una fecha sino la invitación a preparar una trasformación interior necesaria en todos nosotros, porque al aceptar a Dios hecho hombre descubrimos el camino de nuestra perfección nos hacemos más humanos y la presencia de Dios, nos hace más “divinos”, es un maravilloso intercambio como nos dice el pregón solemne de la Nochebuena, porque podemos decir que cada uno de nosotros somos el sitio donde ese Niño que esperamos nace cada día.

Su nombre significa “Dios-con-nosotros.”

Por eso es muy importante descubrir lo que representa esa especie de consigna en la que se centra el misterio de la natividad del Señor, el “Dios-con-nosotros”, pues en ella esta resumida la acción liberadora que nos trae Jesús como un auténtico camino de salvación.

Cosa difícil vivir la presencia de Dios tan cercano en un mundo mediatizado por tantos incentivos materialistas que nos encadenan, que son opuestos a la llamada del espíritu, que intenta re-vitalizar nuestra vida. Estamos, en realidad, ante un camino personal que cada uno de nosotros ha de descubrir. Recordemos la frase conocida de S. Agustín “Dios que te creó sin ti no te salvará sin ti”.

Hemos de preguntarnos como acogemos a Dios. Estábamos acostumbrados a tener una imagen de la divinidad como todopoderosa, transcendente, la imagen de un Dios que se impone, que da consistencia y que sostiene el universo, un Superhéroe diríamos hoy día… pero de pronto, el hecho de hacerse hombre nos enseña a interpretar a Dios de una forma más personal, más cercana, nace un estilo nuevo de relación Dios-Hombre. Es un Dios que está decididamente con nosotros, Jesús (el Niño-Dios) comienza su andadura en la tierra haciéndose niño, indefenso y no poderoso, rompiendo así barreras al hacerse cercano, débil, identificándose con nuestras necesidades y carencias. Un niño, una nueva esperanza.

Pero esta experiencia de Dios con nosotros solo la podemos descubrir en la intimidad del silencio, en la “oración”, donde nos vaciamos de nuestros afanes, inquietudes y ansias de dominio, para dar cabida a un niño que se presenta pobre y humilde.

María la madre de Jesús

Al plantearnos la preparación para celebrar nuestra navidad es preciso que nos fijemos en María la madre de Jesús. María ha estado siempre presente en medio de la iglesia. Desde su silencio supo recoger el proyecto de Dios para con nosotros entregándose a él de una forma responsable y adulta. Son pocos los datos que tenemos sobre la vida de María, pero son suficientes y muy expresivos. María en todo momento se muestra como mujer que se entrega a los planes de Dios en una actitud de silencio y humildad, acogiendo su Palabra y meditándola en su corazón. Desde esta postura, es el auxilio de los cristianos que han sabido ver en María no solo a la madre de Jesucristo sino también a la mujer madre nuestra. María con su entrega a Dios y al prójimo es el modelo de mujer comprometida por el “reino de Dios” predicado por su hijo. Por eso no es exagerado ni está fuera de lugar la devoción que los cristianos de todos los tiempos sentimos hacia María, porque en todo momento han sabido ver en ella a la madre de todos los creyentes que nos acerca y ayuda a descubrir al Emmanuel: el Dios-con-nosotros.

ESTUDIO BÍBLICO.

En este cuarto Domingo de Adviento las lecturas nos hacen descubrir verdaderamente al Esperado de los pueblos, a Jesucristo. Son tres lecturas de densidad cristológica inigualable que nos hacen tocar con las manos y vivir con corazón sincero la densidad de lo que significa el que Dios "esté con nosotros" para siempre, es decir, que sea "Enmanuel".

Iª Lectura: Isaías (7,10-16): Dios está en nuestra historia

I.1. La primera lectura es probablemente el más famoso y conocido oráculo del profeta; el que más veces se he reinterpretado en la historia del pueblo judío, y de las comunidades cristianas. Es un oráculo que tiene un contexto histórico bien definido: cuando el rey Acaz buscaba apoyos para su monarquía en los poderosos de este mundo, en Asiria concretamente, un imperio terrible, ante las amenazas de los reyes de Damasco y Samaría por quitarle el trono. Entonces el profeta lo afronta con la gallardía que siempre tienen los profetas que saben leer en la vida las cosas de Dios. Precisamente lo que busca el rey será su condena; solamente cuando se es capaz de confiar en Dios, Jerusalén será liberada: "si no creéis, no subsistiréis".

I.2. Una muchacha muy joven (almah), ha concebido y dará a luz. Es el signo, el símbolo entrañable de lo que Dios promete por medio del hombre más lucido en la Jerusalén de aquellos días. Puede parecer irrisorio para el momento dramático y decisivo que se está viviendo. Está en juego el trono de Judá y, sin duda, el templo de Dios. si Dios mismo no tiene la respuesta; y desde el realismo socio-político eso no vale para nada. Pero Dios no es inmune a lo que está sucediendo. Pide paz y sosiego, confianza y experiencia divina. Porque Dios puede sacar de la nada lo que los hombres son incapaces. Ahí queda el símbolo y, si queremos, la leyenda o el mito de lo religioso. Pero cuando se rehace la historia de las personas, de las familias o de los pueblos. comprobamos que lo que no tenía sentido sí lo tiene. Estas palabras de Isaías se cumplirían por medio de la madre joven que habría de dar un descendiente a Ajaz, Ezequías. Los ejércitos de Israel y Damasco fueron derrotados por los asirios en el 732 a. C. La guerra sirio-efraimita fue un fracaso, incluso para Judá, que tuvo que pagar tributo a Asiria; pero la palabra profética se cumplió: un descendiente davídico seguiría ocupando el trono.

I.3. Es muy importante el contexto histórico de este oráculo de Isaías, pues de lo contrario perderíamos su perspectiva verdadera de palabra de luz de un profeta en medio de los miedos y desajustes que conmocionan al pueblo. El profeta es el único que tiene la luz necesaria para poner de manifiesto el disparate de Ajaz para echarse en manos de Asiria y de sus dioses implacables; tiene una mirada más alta para confiar en el Dios vivo y verdadero que libera de verdad. Es lógico que para un político esto fuera una ignominia: confiar en Dios cuando Jerusalén puede ser destruida. Su postura es muy crítica frente al rey de Judá, pero del alma le sale una promesa que es una oferta para un pueblo nuevo. Porque Dios no abandonará a su pueblo; y le dará un Mesías, el esperado, aunque éste no venga como se le esperaba. Con ello se pone en juicio toda la tradición anterior. Es verdad que esto no está directa e inmediatamente en el texto; serán los cristianos quien lo acomoden en sentido mesiánico a lo que dijo e hizo Jesús.

IIª Lectura: Romanos (1,1-7): El evangelio de Dios

II.1. La segunda lectura es el comienzo, exactamente, de la carta más impresionante de Pablo, lo que se conoce técnicamente como el preescrito. El Apóstol de los gentiles les anuncia la buena nueva de Jesucristo: nacido de David según la carne y establecido en su poder por el Espíritu de Dios. Las formulaciones de fe que Pablo recoge de la tradición anterior a él no obstan para poner de manifiesto la pasión verdadera por el evangelio de Dios; precisamente este hombre que antes fue perseguidor de los que confesaban a Jesús como el salvador. Ahora, en el cristianismo, Pablo entiende que en Jesucristo se han realizado las promesas de sus profetas, los que él había intentado conocer en profundidad en las escuelas rabínicas en las que se había formado en Damasco o en Jerusalén. Y se atreve a más: Dios le ha llamado precisamente para que este nombre sea conocido hasta los confines de la tierra. Él ha dejado su antigua pertenencia a la fe judía, precisamente para que los paganos oyeran hablar de un Dios que siempre está con los hombres, y que los paganos, los ateos, los apóstatas, los que son dioses de ellos mismos, puedan escuchar la bondad y la generosidad de este Dios verdadero. Por eso no se avergüenza del evangelio.

II.2. Llama la atención la expresión de "evangelio de Dios" que verdaderamente señala a Jesucristo, nacido de la línea de David y constituido Señor por la resurrección de entre los muertos. Precisamente el "evangelio de Dios" es lo que Pablo va a desarrollar en esta carta prodigiosa a los Romanos. Evangelio que, como buena noticia, no consiste solamente en proclamar que Jesús es el Señor, sino que es el Señor porque ha dado su vida para que nosotros seamos libres y vivamos de verdad. Es una gracia esto del evangelio para el apóstol de los gentiles. Efectivamente "una gracia" que le llega por el evangelio de Dios; una gracia no solamente para él, sino para todos los hombres. Y como es una gracia, no puede mantenerla egoístamente para sí, sino que debe proclamarla a todos.

Evangelio: Mateo (1,18-24): Dios está con nosotros, en Jesús

III.1. El evangelio del evangelista que mejor ha tratado las profecías del Antiguo Testamento, aunque, por razones propias de la mentalidad judeo-cristiana, aparezca la figura de José como introductora de cumplimiento. En el sueño, José -una forma bíblica de hablar de experiencias religiosas-, tiene encomendado dar un nombre al hijo que dará a luz su prometida María; le pondrá por nombre Jesús. En Is 7 el nombre era Enmanuel: ¿Acaso no es lo mismo? Semánticamente no, pero teológicamente sí. Su nombre simbólico será una realidad eterna: Enmanuel, Dios con nosotros. El nombre de Jesús significa: Dios salva. Es posible que este relato de Mateo no alcance las cimas del relato de la anunciación de Lucas (1,26-38), entre otras cosas porque se ha debido atener a su mentalidad más judía, acorde con su comunidad y sus búsquedas. No deja de ser, no obstante, un relato prodigioso como el de Lucas

III.2. Dicen los especialistas, con razón, que estos relatos han sido escritos en una forma muy peculiar. Le llaman midrash , en este caso haggada , porque es narrativo, ya que intenta actualizar un texto del AT y aplicarlo a una situación nueva. Esto es verdad y muy significativo. No estaban "relatando" en el sentido más estricto, sino actualizando. No podemos tomar al pie de la letra lo del sueño, pero sí debemos tomar en consideración su mensaje. José no está herido de infamia por haber sido engañado por su prometida. Lo importante para Mateo es que él debe desempeñar una misión, la de ponerle el nombre, ya que el nombre tiene una importancia decisiva en el lenguaje bíblico. Y el nombre, en este caso, no es el nombre histórico con el que Jesús ha saltado a la fama. Es el oráculo de Is 7 el que se quiere actualizar y por ello se le pondrá - ¡que extraño! - Jesús, cuando en el oráculo era Enmanuel (Dios con nosotros), aunque también en las palabras de Isaías no hay relación directa entre Enmanuel y el hijo de Ajaz, Ezequías. El hecho real es que José puso nombre a "su" hijo: Jesús. Con ese nombre, según el relato midrashico , se estaba cumpliendo la profecía del Enmanuel.

III.3. No deberíamos pasar por alto cómo Mateo ha querido responder a una objeción que se le plantea en la genealogía (1,16) cuando, dejando de lado a los varones (que Jacob engendró a José), debe introducir a María como la madre de Jesús. En su genealogía de Jesús, Mateo intenta poner de manifiesto que Cristo desciende realmente de David. Pero, de hecho, no consigue probarlo porque, en el momento decisivo, en lugar de decir que Jacob engendró a José, y éste a Jesús, interrumpe la sucesión y afirma: «Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo» (1, 16). Intenta decir lo que intenta decir: que Jesús tiene un origen divino. Según el derecho judío, la mujer no cuenta en el alcance genealógico. Por consiguiente, a través de María no puede Cristo insertarse en la casa de David. Sin embargo, para Mateo es evidente que Jesús es hijo de María y del Espíritu Santo (1,18). Y entonces surge un problema: ¿Cómo insertar a Jesús, a través del árbol genealógico masculino, dentro de la genealogía davídica si no tiene un padre humano? Para resolver el problema, Mateo hace una especie de acotación o glosa (explicación de una dificultad) y narra la concepción y el origen de Jesús (1,18-25).

III.4. Su intención no consiste en narrar la concepción de Jesús, ni en describir, como hace Lucas de forma extraodinaria (2,1-20), el nacimiento de Jesús. El centro del relato lo constituye José, el cual, al considerar la situación embarazosa de María, pretende abandonarla en secreto. ¿Qué ha pretendido Mateo en 1,18-25? Sin duda, solucionar el problema que se ha suscitado; y el esclarecimiento lo tenemos en el versículo 25: José, pone al niño el nombre de Jesús ( Yeshúa ), un nombre teofórico, eminentemente bíblico (Josué/ Yehoshúa ). José, descendiente de David y esposo legal de María, al imponer el nombre a Jesús se convierte legalmente en su padre, con lo cual lo inserta en su genealogía davídica. De este modo, Jesús es hijo de David a través de José, y es también el Mesías. Así se cumple igualmente la profecía de Isaías (7, 14) de que el Mesías nacería de una virgen (en realidad almah no es virgen, sino doncella en edad de casarse, aunque los LXX tradujeron por parqenoV - parthenos, virgen - , y así ha pasado a la tradición cristiana), y el plan de Dios se realiza de modo pleno. En el fondo, teológicamente hablando, uno y otro nombre vienen a significar lo mismo: Dios está con nosotros cuando salva y cuando libera Jesús (porque Yeshúa significa "Dios es mi salvador" o "Dios salva". Por tanto, decir Enmanuel y decir Jesús , para el evangelista, es correspondiente, porque no está Dios con los hombres de otra manera que salvándolos y liberándolos. La comunidad de Mateo, pues, ha entendido ajustadamente el texto del profeta Isaías. Porque el oráculo del profeta le trasciende, va más allá de lo que él mismo podía presuponer. El oráculo se le escapa al profeta porque es Dios quien lleva a cabo los oráculos de los profetas verdaderos. Esto lo ha sabido recoger muy bien la comunidad de Mateo y lo ha plasmado en esta escena llena de contenido teológico. Así, pues, con este evangelio se nos abren las puertas de la Navidad; termina el Adviento y la esperanza que genera se debe hacer realidad experimentando de verdad la salvación que nos llega ya. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).




domingo, 11 de diciembre de 2016

DOMINGO 3º DE ADVIENTO


“Él mismo viene a salvarnos”

El tiempo del Adviento es la invitación permanente que Dios nos hace para poder ahondar en la verdadera esperanza, es decir, en el encuentro cara a cara con Él. La inminencia de la venida de Jesús nos invita a “ser fuertes y no temer” (cf. Is 35, 4) para poder contemplar los signos del Reino, con esa misma paciencia con la cual “el sembrador espera el fruto precioso de la tierra” (Sant. 5, 7).

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

La lectura de hoy nos insta a ver a Dios y esperar su llegada. ¿Estamos en verdad seguros que él se acerca a nosotros, que somos vacilantes, limitados en nuestro caminar, débiles y pobres? Él se acerca, ¿nos acercamos nosotros para encontrar en él la verdadera fuerza?

Lectura del libro de Isaías 35, 1-6a. 10

¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: “¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: Él mismo viene a salvarlos”. Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos, entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Volverán los rescatados por el Señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría; la tristeza y los gemidos se alejarán.
Palabra de Dios.
Salmo 145, 6-10

R. Señor, ven a salvarnos.

El Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R.

El Señor abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos, y protege a los extranjeros. R.

Sustenta al huérfano y a la viuda; y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.

II LECTURA

La paciencia nos fortalece en la esperanza, nos quita la ansiedad de querer que Dios intervenga ya, ahora, aquí, como si nosotros supiéramos cuál es el mejor y más propicio momento para la intervención de Dios.

Lectura de la carta de Santiago 5, 7-10

Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente hasta que caigan las lluvias del otoño y de la primavera. Tengan paciencia y anímense, porque la venida del Señor está próxima. Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren que el juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Is 61, 1

Aleluya. El Espíritu del Señor está sobre mí; él me envió a llevar la buena noticia a los pobres. Aleluya.

EVANGELIO

Juan hubiera esperado una respuesta más simple y directa de parte de Jesús: “Si, yo soy el Mesías que tenía que venir”. Sin embargo la respuesta que da Jesús deja siempre espacio para el discernimiento y la fe. Juan tendrá que interpretar si las obras de Jesús son en verdad signos de la era mesiánica.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 2-11

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”. Jesús les respondió: “Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!”. Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: “¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver, entonces? ¿A un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Él es aquél de quien está escrito: ‘Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino’. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él”.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

La identidad profética de Juan Bautista

El único de los profetas veterotestamentarios que tendrá la posibilidad de contemplar y señalar al Mesías será Juan el Bautista. Él es la voz profética que anuncia la inminencia del Reino y el advenimiento del Señor. Su expectativa mesiánica se centra en la liberación política y cultual que el Ungido del Señor va a realizar en el pueblo. Su conciencia de ser mensajero y portavoz lo hace asumir aquella esperanza en Yavhé que los anawin vivieron con fidelidad. Su compromiso con la esperanza de Israel lo llevó al desierto para predicar la conversión del corazón y, en consecuencia, de las estructuras. Como consecuencia de esta predicación y de una vivencia radical de la esperanza, fue encarcelado por quienes no quisieron abrir ni dejar transformar el corazón.

La identidad profética de Jesús

La persona de Jesús, su predicación, sus gestos y sus opciones, provocaron desconcierto en el Bautista. Su postura ante el poder político y ante el poder religioso era desafiantes. La expectativa mesiánica de Juan comenzó a ser confusa. ¿Se habría equivocado señalando a Jesús como el Cordero de Dios? ¿No era necesario que el Mesías mostrara su poder acabando con aquellas situaciones de injusticia que oprimían a Israel? Ante esta situación era necesario que Juan envíe a sus discípulos para clarificar la identidad de Jesús.

Si la identidad profética de Juan radicaba en ser una “voz profética”, la identidad profética de Jesús radicaba en ser “Palabra profética”. Son los signos que Jesús realiza los que confirman su identidad mesiánica. El encuentro con aquellas situaciones de miseria, enfermedad, pecado y exclusión, desde la misericordia y la compasión, confirman lo anunciado por el profeta Isaías: “Él mismo viene a salvarnos” (cf. Is 35, 4). Jesús de Nazaret es el rostro íntimo y personal de un Dios que no permanece indiferente ante el sufrimiento y el dolor humano.

La identidad profética del cristiano

La vida cristiana es profética por esencia. Donde hay un cristiano se tiene que notar la diferencia en la vivencia de su fe, de sus palabras y de sus gestos. Se trata de una forma de presencia cualitativa (no proselitista ni fundamentalista) que nos invita a ser portadores de esperanza y de buenas nuevas en medio de una sociedad que sutilmente va apostando por la instauración de un anti-Reino marcado por la marginación, la autorreferencialidad y la indiferencia.

La identidad profética del Bautista, confirmada por el mismo Jesús (cf. Mt 11, 9), nos recuerda que somos portavoces de Dios y que estamos llamados a preparar corazones y caminos de encuentro con el Señor. Nuestras palabras nos exponen hasta el riesgo de ser perseguidos por predicar a Jesús como “Verdad que nos hace libres” (cf. Jn 8,32). Callar implicará sacrificar la felicidad del prójimo.

La identidad profética de Jesús, nos invita a una predicación con palabras y gestos concretos que acorten distancias entre las vivencias radicalmente más complejas de las personas que sufren y el amor incondicional de un Dios que no permanece indiferente ante el misterio del dolor humano. Ser cristiano es asumir el desafío de convertirse en puente entre Dios y la humanidad. Ser canales de gracia con palabras que sanen, curen, perdonen; y gestos históricos concretos que recuerden a otros su vocación y su dignidad de ser imagen de Dios.



ESTUDIO BÍBLICO.

Iª Lectura: Isaías (35,1-10): A la búsqueda de la alegría

I.1. La lectura de Isaías evoca una escena de imágenes creativas y creadoras: es como una caravana de repatriados que atraviesa un desierto que se transforma en soto y cañaveral por la abundancia de agua; sanan los mutilados, se alejan los fieras, la caravana se convierte en procesión que lleva a la ciudad ideal del mundo, Sión, Jerusalén: con cánticos. Es una procesión que está encabezada por la personificación de una de las cosas más necesaria para nuestro corazón: La Alegría. Pero no se trata de cualquier alegría, sino de una Alegría con mayúsculas, de una alegría perpetua. Y de nuevo termina la procesión (v. 10), se corta de raíz para que queden alejados la pena y la aflicción (que son el desierto, la infelicidad, la opresión y la injusticia). Es decir, la procesión a la ciudad de Sión la abre la alegría y la cierran la alegría y el gozo.

I.2. El Adviento, pues, es un tiempo para anunciar estas cosas cuando las previsiones, a todos los niveles, son desastrosas, como puede ser el exilio o el desierto. Quien tiene esperanza en el Señor comprenderá estos valores que son distintos de los valores con los que se construye este mundo de producción económica e interesada; porque el Adviento es una caravana viva a la búsqueda del Dios con nosotros, del Enmanuel . Es un oráculo, pues, el de Isaías 35, que no puede quedar solamente en metáforas. Estas cosas se han vivido de verdad en la historia del pueblo de Israel y es necesario revivirlas como comunidad cristiana, especialmente en Adviento.

IIª Lectura: Santiago (5,7-10): A la espera del Señor, con entereza

II.1. Dos elementos resuenan con fuerza en este texto de la carta de Santiago: la venida (parousía ) del Señor y la paciencia ( makrothymía ). Para ello se pone el ejemplo del labrador, pues no hay nada como la paciencia del labrador esperando las gotas de agua que vienen sobre la tierra. hasta que una día llega y ve que se salva su cosecha. De nada vale desesperarse. porque llegará, a pesar de las épocas de larga sequía. Pero la paciencia de que todo cambiará un día es sinónimo de entereza y de ánimo.

II.2. El texto, pues, de la carta Santiago pretende llamar la atención sobre la venida del Señor. El autor hablaba de una venida que se consideraba próxima, como sucedía en los ámbitos apocalípticos del judaísmo y el cristianismo primitivo. Pero recomienda la paciencia para que el juicio no fuera esperado como un obstáculo o un despropósito. Es verdad que no tiene sentido esperar lo que no merece la pena. Hoy no nos valen esas imágenes que se apoyaban en elementos críticos de una época. Pero sí la recomendación de que en la paciencia hay que escuchar a los profetas que son los que han sabido dar a la historia visiones nuevas. No debemos escuchar a los catastrofistas que destruyen, sino a los profetas que construyen.

Evangelio: Mateo (11,2-11): El reino es salvación, ¡no condenación!

III.1. El texto de hoy del evangelio viene a ser como el colofón de todos estos planteamientos proféticos que se nos piden. Sabemos que Jesús era especialmente aficionado al profeta Isaías; sus oráculos le gustaban y, sin duda, los usaba en sus imágenes para hablar de la llegada del Reino de Dios. Mateo (que es el que más cita el Antiguo Testamento), en el texto de hoy nos ofrece una cita de Is. 35,5s (primera lectura de hoy) para describir lo que Jesús hace, como especificación de su praxis y su compromiso ante los enviados de Juan. Es muy posible que en esta escena se refleje una historia real, no de enfrentamiento entre Juan y Jesús, pero sí de puntos de vista distintos. El reino de Dios no llega avasallando, sino que, como se refleja en numerosas parábolas, es como una semilla que crece misteriosamente. pero está ahí creciendo misteriosamente. El labrador lo sabe. y Jesús es como el "labrador" del reino que anuncia. El evangelista Mateo ha resaltado que Juan, en la cárcel, fue informado de las obras de Mesías (no dice sencillamente Jesús, ni el término más narrativo del Señor, como hace Lucas 7,24). Y por eso recibe una respuesta propia del Mesías.

III.2. El Bautista, hombre de Antiguo Testamento, está desconcertado porque tenía puestas sus esperanzas en Jesús, pero parece como si las cosas no fueran lo deprisa que los apocalípticos desean. Jesús le dice que está llevando a cabo lo que se anuncia en Is 35, y asimismo en Is 61,1ss. Jesús está movilizando esa caravana por el desierto de la vida para llegar a la ciudad de Sión; está haciendo todo lo posible para que los ciegos de todas las cegueras vean; que todos los enfermos de todas las enfermedades contagiosas del cuerpo y el alma queden limpios y no destruidos y abandonados a su suerte. El reino que anuncia, y al que dedica su vida, tiene unas connotaciones muy particulares, algunas de las cuales van más allá de lo que los profetas pidieron y anunciaron.

III.3. Finalmente añade una cosa decisiva: ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí! (v.6). Esta expresión ha sido muy discutida, pero gran mayoría de intérpretes opina que se refiere concretamente al Bautista. Ésa es la diferencia con Juan, por muy extraña que nos parezca; porque entre Jesús y Juan se dan diferencias radicales, a pesar del elogio tan manifiesto de nuestro texto (vv.9-10): uno anuncia el juicio que destruye el mal (como los buenos apocalípticos) y el otro (como buen profeta) propone soluciones. Ésa es la verdad de la vida religiosa: los apocalípticos tiene un sentido especial para detectar la crisis de valores, pero no saben proponer soluciones. Los profetas verdaderos, y Jesús es el modelo, no solamente detectan los males, sino que ofrecen remedios: curan, sanan, ayudan a los desgraciados (culpables o no), dan oportunidades de salvación. Nosotros hemos tenido la suerte de nacer después de Juan y haber escuchado las palabras liberadoras del profeta Jesús. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



jueves, 8 de diciembre de 2016

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA


¡Mantengamos viva la esperanza!

El Papa Pío IX, en la bula Ineffabilis Deus del 8 diciembre de 1854, declaró: “la Virgen María en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente y en previsión de los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de pecado original”. Por tanto, María fue también redimida por Cristo, pero de manera única, al ser librada de la culpa original de forma preventiva y de toda experiencia de pecado. Nosotros fuimos sacados fuera del fango del pecado; ella no cayó en él.

La Virgen del Adviento, Virgen de la Esperanza o de la O, nos señala el modo de acoger a Jesús que viene a nuestro encuentro como Salvador. Durante este tiempo de esperanza es Ella quien mejor nos enseña a recorrer este camino, preparando nuestra mente y corazón para que el que viene tenga dónde hospedarse.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

La Virgen María es la “mujer” destinada por Dios a ser Madre de Aquel que aplastará la cabeza del maligno.

Lectura del libro del Génesis 3, 9-15. 20

Después que el hombre y la mujer comieron del árbol que Dios les había prohibido, el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: "¿Dónde estás?". "Oí tus pasos por el jardín", respondió él, "y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí". Él replicó: "¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?". El hombre respondió: "La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él". El Señor Dios dijo a la mujer: "¿Cómo hiciste semejante cosa?". La mujer respondió: "La serpiente me sedujo y comí". Y el Señor Dios dijo a la serpiente: "Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón". El hombre dio a su mujer el nombre de Eva, por ser ella la madre de todos los vivientes.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 97, 1-4

R. Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas.

Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria. R.

El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 15, 4-9

Hermanos: Todo lo que ha sido escrito en el pasado, ha sido escrito para nuestra instrucción, a fin de que por la constancia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza. Que el Dios de la constancia y del consuelo les conceda tener los mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús, para que, con un solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Sean mutuamente acogedores, como Cristo los acogió a ustedes para la gloria de Dios. Porque les aseguro que Cristo se hizo servidor de los judíos para confirmar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas que él había hecho a nuestros padres, y para que los paganos glorifiquen a Dios por su misericordia. Así lo enseña la Escritura cuando dice: "Yo te alabaré en medio de las naciones, Señor, y cantaré en honor de tu nombre".

Palabra de Dios.

EVANGELIO

El relato de Lucas, rico en detalles significativos, nos muestra a María, a la escucha atenta de la Palabra de Dios y dispuesta a su plena realización.

 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 26-38

El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?". El ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra". Y el ángel se alejó.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Mientras contemplamos la belleza de la Virgen Inmaculada y alabamos a Dios por la excelsa misión a ella confiada en la vida de Cristo y en la Iglesia, nace en nuestras mentes y corazones una gran esperanza: Dios está cerca, Dios nunca abandona al hombre y nosotros podemos seguir confiando en Dios y enfrentarnos a las diversas dificultades en medio a las cuales nos encontramos. Son muchos los fundamentos de nuestra esperanza.

La primera Lectura, del libro del Génesis, relata la historia del pecado original, una de las mayores contribuciones de la fe católica a la cultura humana. La ruptura de relaciones entre el hombre y Dios, la lucha interior entre el bien y el mal, y los enfrentamientos familiares, sociales y políticos tienen la explicación en este acontecimiento nefasto, que pesa sobre la especie humana.

El hombre tiene miedo a Dios; no se fía de Dios. Los hombres seguimos echándonos la culpa los unos a los otros y pensamos que los conflictos se solucionan declarando la guerra. Las consecuencias del pecado original son devastadoras. Todos nacemos con el pecado original. Todos hemos nacido deteriorados, aunque no incapacitados para el bien.

La gracia redentora de Cristo, que llega a nosotros mediante la Palabra y los Sacramentos, restaura nuestra relación con Dios en la confianza, restablece las relaciones interpersonales en el amor de benevolencia, que perdona y hace el bien, y crea puentes de entendimiento en la sociedad en vistas a la paz, pues estamos de paso para la vida eterna.

La segunda Lectura, de la Carta de San Pablo a los Romanos, nos presenta la Escritura como fuente de viva esperanza, gracias a la instrucción y, sobre todo, al consuelo y perseverancia, que nos regala la Palabra de Dios en medio de una sociedad hostil, que busca el interés individual, olvidando los derechos de los demás.

Sabemos que Dios es fiel y cumple sus promesas dadas a los Padres. Tengamos nosotros los mismos sentimientos de Cristo, para acogernos unos a otros, sembrando la confianza en Dios especialmente en los más necesitados. De este modo, también los gentiles proclamarán las misericordias de Dios, cuando a través nuestro conozcan y amen a Dios.

El Evangelio de San Lucas es la historia de la anunciación a la Virgen María, la llena de gracia. En este cuadro se entrecruza el cielo y la tierra; se revela el plan de Dios para salvar a la humanidad en la intimidad de una familia, sencilla en lo social y grandiosa en lo sobrenatural. El arcángel San Gabriel anuncia a María la elección divina sobre ella, quien acepta: He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra.

El adviento de María, esperando el nacimiento de su Hijo, es para nosotros escuela donde aprendemos a disponer nuestro espíritu y nuestro cuerpo a la venida del Salvador; escuela donde contemplamos la belleza de María, proclamando las maravillas que Dios ha hecho en ella; escuela donde aprendemos a respetar la figura de la esposa, de la madre, de la mujer en el matrimonio, en la familia, en la vida.

Hoy muchos hombres y mujeres, incluso a veces cristianos y católicos, pasan por las tinieblas y la confusión, consecuencia de tantos pecados personales y sociales, por ejemplo, quienes no santifican el domingo y quienes no respetan la vida del niño no nacido. Que la Virgen Inmaculada, gracias a tantas vigilias de oración como se han vivido en esta última noche, despierte las conciencias, ilumine las mentes, enfervorice los corazones para que sean muchos los que vuelvan su mirada a la Virgen María y vuelvan a caminar con aquella primera ilusión, de cuando se dieron cuenta que no estaban solos, que el cielo los acompaña y que son herederos de una misión: transmitir la fe a la propia generación, para poder descansar en paz con los antepasados.

Señor, tú que viniste a este mundo tenebroso para redimirnos de nuestros pecados, haz que ahora te acojamos en nuestros corazones recibiendo santamente la Eucaristía, para que de este modo nos preparemos para recibirte cuando vuelvas glorioso para juzgarnos, mostrando tu misericordia y tu justicia.

En este día grande, de la fiesta de la Inmaculada, confiemos a la Virgen nuestras vidas, nuestras comunidades, familias y amistades.


ESTUDIO BÍBLICO

El Señor hizo en mí maravillas ¡Gloria al Señor!

La festividad de la Inmaculada, en medio del Adviento, desata, religiosamente hablando, todos los resortes más sensibles y utópicos de lo que ha perdido la humanidad. Si analizamos todo ello psicológicamente, habría que recurrir a muchos elementos culturales, ancestrales, pero muy reales, del pecado y de la gracia. El contraste entre la mujer del Génesis que se carga de culpabilidad y la mujer que aparece en la Anunciación, resuelve, desde el proyecto del Dios del amor, lo que las culturas antifeministas o feministas no pueden resolver con discusiones estériles.

Iª Lectura: Génesis (3,9-15.20): El egoísmo del pecado

I.1. La primera lectura de Génesis 3,9-15.20 es la exposición catequética y teológica de un autor llamado "yahvista" (la tesis más extendida), que se limita a poner por escrito toda la tradición religiosa de siglos, en ambientes culturales diversos, sobre la culpabilidad de la humanidad: Adán-Eva. Lo prohibido o lo vedado nos abruma, nos envuelve, nos fascina, nos empapa en libertad desmesurada, hasta que vemos que estamos con las manos vacías. Entonces empiezan las culpabilidades: la mujer, el ser débil frente al fuerte, como ha sucedido en casi todas las culturas, carga con más culpa por parte del varón, pero no por parte de Dios. Y por medio aparece el mito de la serpiente, como símbolo de una inteligencia superior a nosotros mismos, que no es divina, pero lo parece.

I.2. Es muy razonable que debamos desmitologizar muchas cosas del relato, pero eso no quiere decir que esté falto de sentido. Es verdad que hoy no podemos concebir que el "pecado original" consista en comer o no comer de un árbol prohibido. Pero el relato deja ciertas pistas que son elocuentes: el ser humano, instigado por la serpiente, quiere absolutizar su vida, quiere absolutizarse a sí mismo y apoderarse de lo creado como un ser divino, prescindiendo del Dios creador. A la vez, la "experiencia de alteridad" se muestra en que el otro es peor que yo; esto sí que explica muchos males en la historia de la humanidad. Así comienza un camino de despropósitos, sencillamente porque el ser humano, con su chispa divina en el corazón y en el alma, no es nada sin Dios. ¿Quién podrá devolver a la humanidad todo su sentido? Dios mismo, pero cuando la humanidad se abra profundamente a su creador.

I. 3. El mal siempre ha sido descrito míticamente. Pero en realidad el mal lo hacemos nosotros y lo proyectamos al que está frente de nosotros, especialmente si es más débil, según la una visión cultural equivocada. ¿Quién podrá liberarnos de ello? Siempre se ha visto en este texto una promesa de Dios; una promesa para que podamos percibir que el mal lo podemos vencer, sin proyectarlo sobre el otro, si sabemos amar y valorar a quien está a nuestro lado; en este caso el hombre a la mujer y la mujer al hombre.

IIª Lectura: Romanos (15,4-9): Perseverancia y consuelo

II.1. Nuevamente en este domingo, en la carta a los Romanos, Pablo hace referencia a las Escrituras, en este caso al Antiguo Testamento, para que de ellas podamos sacar unas consecuencias inmediatas: perseverancia y consuelo. Son dones que proceden de Dios. Perseverancia, porque hay que tener en cuenta que Dios no falta a su alianza y a sus promesas; ha prometido un mundo mejor, nuevo, justo, (sería en este caso la promesa de la primera lectura de Isaías) y si perseveramos en fiarnos de esa promesa, la verán nuestro ojos.

II.2. Consuelo, porque cuando verificamos lo lejos que estamos de ese estado ideal y casi olímpico; la actitud cristiana no puede ser la desesperación; debemos consolarnos porque algo absolutamente nuevo nos viene de parte de Dios. Y el Adviento es un tiempo propicio para ello. El ejemplo que propone es Cristo, servidor de judíos y paganos, de magnitudes irreconciliables, de mentalidades opuestas. Cristo es el futuro de todos los hombres. Este ideal no puede perderse para los seguidores del evangelio, para las comunidades cristianas que viven en cualquier parte del mundo. El Adviento es un tiempo ideal, es su idiosincrasia, porque es un tiempo de promesas que adelantan un futuro de lo que un día debe ser lo que Dios ha querido para toda la humanidad.

Evangelio: Lucas (1,26-38): La respuesta a la gracia, cura el pecado

III.1. El evangelio de la "Anunciación" es, sin duda, el reverso de la página del Génesis. Así lo han entendido muchos estudiosos de este relato maravilloso lleno de feminismo y cargado de símbolos. Aunque aparentemente no se usen los mismos términos, todo funciona en él para reivindicar la grandeza de lo débil, de la mujer. Para mostrar que Dios, que había creado al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, tiene que decir una palabra definitiva sobre ello. Es verdad que hay páginas en el mundo de la Biblia que están redactadas desde una cultura de superioridad del hombre sobre la mujer. Pero hay otras, como este evangelio, que dejan las cosas en su sitio. Cuando Dios quiere actuar de una forma nueva, extraordinaria e inaudita para arreglar este mundo que han manchado los poderosos, entonces es la mujer la que se abre a Dios y a la gracia.

III.2. Se han hecho y se pueden hacer muchas lecturas de este relato asombroso. Puede ser considerado como la narración de la vocación a la que Dios llama a María, una muchacha de Nazaret. Todo en esta aldea es desconocido, el nombre, la existencia, e incluso el personaje de María. Es claro que, desde ahora, Nazaret es punto clave de la historia de la salvación de Dios. Es el comienzo, es verdad, no es final. Pero los comienzos son significativos. En el Génesis, los comienzos de la "historia" de la humanidad se manchan de orgullo y de miedo, de acusaciones y de despropósitos. Aquí, en los comienzos del misterio de la "encarnación", lo maternal es la respuesta a la gracia y abre el camino a la humanización de Dios. María presta su seno materno a Dios para engendrar una nueva humanidad desde la gracia y el amor. ¿Cómo? Entregando su ser humano a la voluntad de Dios. Querer decir más sería entrar en una elucubración de conceptos y afirmaciones "dogmáticas" que nos alejarían del sentido de nuestro relato.

III.3. El relato tiene todo lo mítico que se necesita para hablar de verdades profundas de fe (si aparece un ángel es por algo); no debemos ser demasiado "piadosillos" en su interpretación. En realidad todo acontece de parte de Dios, pero no en un escenario religioso. Por eso es más asombrosa esta narración que, sin duda, tiene de histórico lo que le sucede a María en su vida. Ella es una criatura marginal que ha sido elegida por Dios, y esto es tan real como histórico. Su hijo será también un judío marginal. Es un relato que no está compuesto a base de citas bíblicas, pero sí de títulos cristológicos: grande, Hijo del Altísimo, recibirá el trono de David su padre. Todo eso es demasiado para una muchacha de Nazaret. Y todo ocurre de distinta manera a como ella lo había pensado; ya estaba prometida a un hombre. Ella pensaba tener un hijo, ¡claro!, pero que fuera grande, Hijo del Altísimo y rey (Mesías en este caso), iba más allá de sus expectativas. Pero sucede que cuando Dios interviene, por medio del Espíritu, lo normal puede ser extraordinario, lo marginal se hace necesario. Esa es la diferencia entre fiarse de Dios como hace esta joven de Nazaret o fiarse de "una serpiente" como hizo la mítica Eva.

III.4. María de Nazaret, pues, la "llena de gracia", está frente al misterio de Dios, cubierta por su Espíritu, para que su maternidad sea valorada como lo más hermoso del mundo. Sin que tengamos que exagerar, es la mujer quien más siente la presencia religiosa desde ese misterio maternal. Y es María de Nazaret, de nuestra carne y de nuestra raza, quien nos es presentada como la mujer que se abre de verdad al misterio del Dios salvador. Ni los sacerdotes, ni los escribas de Jerusalén, podían entenderlo. La "llena de gracia" ( kejaritôménê ), con su respuesta de fe, es la experiencia primigenia de la liberación del pecado y de toda culpa. Dios se ha hecho presente, se ha revelado, a diferencia del Sinaí, en la entraña misma de una muchacha de carne y hueso. No fue violada, ni maltratada, ni forzada... como otras como ella lo eran por los poderosos soldados de imperio romano que controlaban Galilea. Fue el amor divino el que la cautivo para la humanidad. Por eso, en un himno de San Efrén (s. IV) se la compara con el monte Sinaí, pero el fuego devorador de allí y la llama que los serafines no pueden mirar, no la han quemado. Esta "teofanía" divina es otra cosa, es una manifestación de la gracia materna de Dios.