domingo, 24 de abril de 2016

DOMINGO 5º DE PASCUA


“Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros.
Así como yo los he amado.”

En este V domingo de Pascua, cercano ya a la despedida del Señor en su ascensión a los cielos, resuena el mandato de hacer discípulos suyos llevando su mensaje a todas las gentes. Por eso las lecturas del día de hoy nos hablan de la expansión misionera de la iglesia, en este caso de las pequeñas comunidades cristianas fundadas por el apóstol Pablo y sus compañeros en su misión de anunciar la buena noticia de Jesús. Es importante señalar que la novedad del mandato del Señor consistía en amar como él nos amó, en el servicio y la entrega, sin límites ni condiciones, esta señal es la que trasforma al mundo haciéndolo olvidar el llanto, el dolor y el pesimismo. Por eso, una vez más, en la celebración de la Pascua, recordamos la clave de esta trasformación encomendada a los cristianos de todos los tiempos.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Pablo sostiene, cuida, anima y organiza a las comunidades que él había fundado. Es un pastor que interviene con su vida y no con discursos, desde el compromiso y no desde fuera de la problemática de las comunidades. Por donde lo veamos, él es un ejemplo de pastor.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 14, 21b-27

Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía de Pisidia. Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada comunidad, establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Luego anunciaron la Palabra en Perge y descendieron a Atalía. Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir. A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos.
Palabra de Dios.

Sal 144, 8-13a

R. Bendeciré tu Nombre eternamente, Dios mío, el único Rey.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. R.

Que todas tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. R.

Así manifestarán a los hombres tu fuerza y el glorioso esplendor de tu reino: tu reino es un reino eterno, y tu dominio permanece para siempre. R.

II LECTURA

Todo el relato nos anima, nos estimula a esperar una realidad muy diferente de la que vivimos. En esta el dolor no reinará más, y Dios mismo, con su ternura y paternidad, limpiará nuestros ojos inundados por el llanto. Es como si el mismo Dios nos dijera: “Ya está, ya pasó, ya estás conmigo, no tengas más miedo”.

Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-5a

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: “Esta es la carpa de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será con ellos su propio Dios. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó”. Y el que estaba sentado en el trono dijo: “Yo hago nuevas todas las cosas”.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 13, 34

Aleluya. “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros, como yo los he amado”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

 “¿Pero acaso este mandamiento no se encontraba ya en la ley antigua, en la que estaba escrito: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’? ¿Por qué lo llama entonces nuevo el Señor, si está tan claro que era antiguo? ¿No será que es nuevo porque nos viste del hombre nuevo después de despojarnos del antiguo? Porque no es cualquier amor el que renueva al que oye, o mejor al que obedece, sino aquel a cuyo propósito añadió el Señor, para distinguirlo del amor puramente carnal: ‘como yo los he amado’” (San Agustín, Sobre el evangelio de san Juan, tratado 65, 1-3).

Ë Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 13, 31-33a. 34-35

Durante la Última Cena, después que Judas salió, Jesús dijo: “Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Pablo y Bernabé animaban a los discípulos, exhortándoles a perseverar en la fe diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios.

La liturgia del día de hoy nos ofrece una ocasión para reflexionar sobre nuestra responsabilidad como seguidores de Jesús llevando a todas las gentes el mensaje cristiano. Estamos ya muy cercanos a la festividad de la Ascensión del Señor a los cielos, momento en que Jesús promete a sus discípulos la fuerza del espíritu para ser sus testigos hasta el fin del mundo. Ahora, en los Hechos de los Apóstoles el autor nos relata el primer viaje misionero de Pablo y Bernabé a la región de Cilicia, lejos ya del ámbito familiar de los apóstoles, salen ya de la ciudad santa Jerusalén, con todos sus recuerdos y tradiciones. En este relato vamos a encontrar una serie de detalles muy importantes para conocer la implicación de la joven iglesia de Antioquía y de su expansión misionera a través de estos dos hermanos que llevan a otras comunidades la buena noticia de Jesús. El Texto nos hace notar que éstos no hablan por su cuenta, sino que se sienten respaldados por una comunidad que vive la necesidad de comunicar su fe, por eso a su regreso, dan cuenta a la Comunidad de sus trabajos, y comparten sus alegrías y dificultades, dando gracias a Dios reconociendo su ayuda en la misión realizada.

Como vemos se trata de un relato que recoge por primera vez en la historia de la iglesia estos datos importantísimos para comprender la vitalidad de una comunidad que se siente responsable del mandato cristiano, que tiene a su vez una dimensión eclesial en la implantación de reino de Dios. Posteriormente, como nos relatan los Hechos de los Apóstoles, habrá también una referencia comunitaria al hablar del viaje de estos discípulos a Jerusalén donde darán cuenta a los hermanos en la fe para sentar las bases de sus enseñanzas en comunión con Pedro y los demás apóstoles, testigos de la predicación de Jesús. Es una muestra de la dinámica de la Iglesia naciente que empieza a caminar y nos enseña a vivir, hasta nuestros días, en la unidad de la responsabilidad compartida en la fe. Es curioso ver que por primera vez en esta región de Antioquia se llamó a los seguidores de Jesús cristianos, un dato importante recogido por Lucas para ver el alcance de este título tan usado hasta hoy.

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado.

Siguen las lecturas de hoy dándonos una visión integral que completa la imagen de la Iglesia. Estamos ante uno de los textos más significativos del Nuevo Testamento, el Apocalipsis, en el que Juan con su visión profética desde su retiro en la isla de Patmos, con un lenguaje especial, cargado de imágenes simbólicas, a veces enigmáticas y siempre brillantes, nos describe las características de la Iglesia completando el concepto de la misma. Su enfoque es muy distinto del relato anterior es un relato teológico, profético, escrito muchos años después de los primitivos relatos de los Hechos de los Apóstoles que comentamos, ya cuando el cristianismo está prácticamente implantado en el mundo conocido.

Lo interesante de este documento es el presentarnos a la Iglesia después del triunfo del Resucitado, señalando que estamos ante algo nuevo que cambia las connotaciones negativas de este mundo, como son la muerte, el dolor o el llanto, todo esto ha pasado. La Iglesia, que es la comunidad de los seguidores de Jesús, es desde ahora la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén, que desciende del cielo como una novia que se adorna para su esposo. Pero la novedad tiene un contenido más profundo, no es una visión triunfalista o una promesa para un futuro, que podíamos llamar escatológico, sino que es “el Reino” que ya ha comenzado, que está aquí, porque la tierra nueva sigue siendo la nuestra, con sus cruces diversas, pero es desde ahora la morada de Dios con los hombres, un Dios que sigue cumpliendo su promesa y acampa entre nosotros, que somos su pueblo, y que por eso se compromete con nosotros y que… “enjugará las lágrimas de sus ojos”. Es un mundo nuevo que ya ha comenzado aunque no ha llegado todavía a su plenitud.

Hay que resaltar que este es el contenido de nuestra fe, fundamentada en el anuncio de la buena noticia de Jesús, que empezó en Galilea llamando a la conversión, que consistía en el encuentro con Dios dentro de nosotros mismos, porque el Reino no iba a venir con espectacularidad, sino que ya había comenzado y estaba ahí, esperándonos. Esta es la novedad, el cristiano ya no busca un Dios que está en un más allá, remoto y a la vez desconocido, una búsqueda que conduce a la angustia. No. Dios está aquí.
Os doy un mandamiento nuevo

Finalmente la enseñanza de las lecturas del día de hoy, (nos encargan también ser...) termina con el encargo de ser testigos de la cercanía de Dios recordándonos, una vez más, el mandato del amor recogido en el discurso de Jesús en su última cena, tal como lo relata el evangelista Juan. Aquí también podemos ver “la novedad”. Es cierto que el amor a Dios y al prójimo ya estaba en la Ley de Moisés, en este sentido no era un novedad, lo nuevo es amar al estilo de Jesús. Esta es “la señal” para ser conocidos como testigos suyos, creíbles, si nos amamos unos a otros con todas las consecuencias, como lo hizo el Maestro, hasta dar la vida por los amigos si fuera necesario. Esta es la consecuencia y la novedad de la Pascua.

Una vez más recogemos el llamamiento del Papa Francisco que en las diversas solemnidades de la Pascua ha llamado a los cristianos para que se sientan testigos de la resurrección del Señor Jesús y se empeñen en la construcción de un mundo más justo y más humano haciendo frente a las lacras que actualmente parecen estar más presentes en nuestra sociedad.


ESTUDIO BÍBLICO.

Resurrección es amarse como hermanos

Iª Lectura: Hechos (14,21-27): La Iglesia, comunión de comunidades

I.1. Esta es la descripción del primer viaje apostólico en que Lucas ha resumido la actividad misionera de la comunidad de Antioquía, y de Pablo más concretamente. Durante este primer viaje apostólico se nos presenta a Pablo y a Bernabé trabajando denodadamente por hacer presente el Reino de Dios en ciudades importantes de Cilicia, y de la provincia romana de la Capadocia, al sur de Turquía. En realidad deberíamos tener muy presente los cc. 13-14 de los Hechos, que forman una unidad particular de esta misión tan concreta. Son dignos de destacar los elementos y perfiles de esta tarea, que implica a todos los cristianos, que por el hecho de serlo, están llamados a la misión evangelizadora. Resalta el coraje para anunciar la palabra de Dios y el exhortar a perseverar en la fe. Todo se ha preparado con cuidado, la comunidad ha participado en la elección y, por lo mismo, es la comunidad la que está implicada en esta evangelización en el mundo pagano. Está a punto de terminar el primer viaje apostólico con el que Lucas ha querido resumir una primera etapa de la comunidad primitiva.

I.2. Jerusalén, de alguna manera, había quedado a la espera de este primer ciclo en que ya los primeros paganos se adhieren a la nueva fe. Y es la comunidad de Antioquía, donde los discípulos reciben un nombre nuevo, el de cristianos, la que se ha empeñado, con acierto profético, en abrirse a todo el mundo, a todos los hombres, como Jesús les había pedido a los apóstoles (Hch 1,8). La iniciativa, pues, la lleva la comunidad de Antioquía de Siria, no la de Jerusalén. Pero en definitiva es la “comunidad cristiana” quien está en el tajo de la misión. Ya sabemos que algunos de Jerusalén, ni siquiera veían con buenos ojos estas iniciativas, porque parecían demasiado arriesgadas.

I.3. No obstante, no se debe olvidar el gran protagonista de todo esto: el Espíritu, que se encarga de abrir caminos. Por eso, si no es Jerusalén y los Doce, será Antioquía y los nuevos “apóstoles” quienes cumplirán las palabras del “resucitado”: ¿por qué? porque el mensaje no puede encadenarse al miedo de algunos. En esas ciudades evangelizadas, algunos judíos y sinagogas no aceptarán a éstos con su doctrina, porque todavía pensaban que eran judíos. Pero ni siquiera en la comunidad cristiana de Jerusalén, por parte de algunos, se aprobarán estas iniciativas. Es más, al final de este “viaje” habrá que “sentarse” a hablar y discernir qué es lo que Dios quiere de los suyos. La asamblea de Jerusalén está esperando (Hch 15).

IIª Lectura : Apocalipsis (21,1-5): En Dios, todo será nuevo

II.1. Esta es una lectura grandiosa, porque es una lectura típica de este género literario. Leemos, pues, un texto que tiene todas las connotaciones de la ideología apocalíptica. Tiene toda la poesía de lo utópico y de lo maravilloso. En realidad es algo idílico, no puede ser de otra manera para el “vidente” de Patmos, como para todos los videntes del mundo. Jerusalén, lugar de la presencia de Dios para la religión judía alcanza aquí el cenit de lo que ni siquiera David había soñado cuando conquistó la ciudad a los jebuseos. Todo pasará, hasta lo más sagrado. Porque se anuncia una ciudad nueva, un tabernáculo nuevo, en definitiva una “presencia” nueva de Dios con la humanidad.

II.2. Un cielo nuevo y una tierra nueva, de la que desciende una nueva Jerusalén, que representa la ciudad de la paz y la justicia, de la felicidad, en la línea de muchos profetas del Antiguo Testamento. Se nos quiere presentar a la Iglesia como el nuevo pueblo de Dios, en la figura de la esposa amada, ya no amenazada por guerras y hambre. Es el idilio de lo que Pablo y Bernabé recomendaban: hay que pasar mucho para llegar al Reino de Dios. Dios hará nueva todas las cosas, pero sin que sea necesario dramatizar todo los momentos de nuestra vida. Es verdad que para ser felices es necesario renuncias y luchas. El evangelio nos dará la clave.

III. Evangelio: (13,31-35): La batalla del amor

III.1. Estamos, en el evangelio de Juan en la última cena de Jesús. Ese es el marco de este discurso de despedida, testamento de Jesús a los suyos. La última cena de Jesús con sus discípulos quedaría grabada en sus mentes y en su corazón. El redactor del evangelio de Juan sabe que aquella noche fue especialmente creativa para Jesús, no tanto para los discípulos, que solamente la pudiera recordar y recrear a partir de la resurrección. Juan es el evangelista que más profundamente ha tratado ese momento, a pesar de que no haya descrito la institución de la eucaristía. Ha preferido otros signos y otras palabras, puesto que ya se conocían las palabras eucarísticas por los otros evangelistas. Precisamente las del evangelio de hoy son determinantes. Se sabe que para Juan la hora de la muerte de Jesús es la hora de la glorificación, por eso no están presentes los indicios de tragedia.

III.2. La salida de Judas del cenáculo (v.30) desencadena la “glorificación” en palabras del Jesús joánico. ¡No!, no es tragedia todo lo que se va a desencadenar, sino el prodigio del amor consumado con que todo había comenzado (Jn 13,1). Jesús había venido para amar y este amor se hace más intenso frente al poder de este mundo y al poder del mal. En realidad esta no puede ser más que una lectura “glorificada” de la pasión y la entrega de Jesús. Y no puede hacerse otro tipo de lectura de lo que hizo Jesús y las razones por las que lo hizo. Por ello, ensañarse en la pasión y la crueldad del su sufrimiento no hubiera llevado a ninguna parte. El evangelista entiende que esto lo hizo el Hijo del hombre, Jesús, por amor y así debe ser vivido por sus discípulos.

III.3. Con la muerte de Jesús aparecerá la gloria de Dios comprometido con él y con su causa. Por otra parte, ya se nos está preparando, como a los discípulos, para el momento de pasar de la Pascua a Pentecostés; del tiempo de Jesús al tiempo de la Iglesia. Es lógico pensar que en aquella noche en que Jesús sabía lo que podría pasar tenía que preparar a los suyos para cuando no estuviera presente. No los había llamado para una guerra y una conquista militar, ni contra el Imperio de Roma. Los había llamado para la guerra del amor sin medida, del amor consumado. Por eso, la pregunta debe ser: ¿Cómo pueden identificarse en el mundo hostil aquellos que le han seguido y los que le seguirán? Ser cristiano, pues, discípulo de Jesús, es amarse los unos a los otros. Ese es el catecismo que debemos vivir. Todo lo demás encuentra su razón de ser en esta ley suprema de la comunidad de discípulos. Todo lo que no sea eso es abandonar la comunión con el Señor resucitado y desistir de la verdadera causa del evangelio. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



domingo, 17 de abril de 2016

DOMINGO 4º DE PASCUA


Yo doy la vida eterna

Los relatos bíblicos de estos domingos de Pascua están tomados del evangelio de San Juan. En ellos Jesús sigue presentándose como un pastor muy peculiar: no sólo cuida de las ovejas, les da la vida. Y una vida eterna. Para Juan los términos “vida” y “vida eterna” son prácticamente idénticos porque el creyente en el Resucitado ha entrado en una existencia nueva en la que nada ni nadie se pierde y todo cobra un nuevo sentido. Jesús vino al mundo para que los humanos tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia.

Esta vida que regala el Señor desarrolla su dinamismo desde la Palabra. Lucas, en el Libro de los Hechos, de donde está tomada la primera lectura, evoca esta fuerza vivificadora de la palabra de Dios. Puede ser rechazada, si cerramos los oídos y corazones como quienes se enfrentaron a la evangelización de Pablo y Bernabé. Pero es causa de alegría y acción de gracias para quienes la reciben.

La vida de los salvados se describe elocuentemente en el Apocalipsis, de donde se toma la segunda lectura. Es una vida sin dolores y sin lágrimas que discurre en el frescor de las fuentes de aguas vivas, un paraje renovado al que nos conduce el Señor Resucitado.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA

La reacción de los judíos confirma a Pablo la misión de predicar a los gentiles, que Dios le había encomendado. A pesar de ello, él nunca dejará de buscar que el pueblo de Israel acepte a Jesús como el Mesías anunciado por los profetas

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 13, 14. 43-52

En aquellos días, Pablo y Bernabé continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron. Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé. Estos conversaban con ellos, exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios. Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra de Dios. Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias contradecían las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron: “A ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra del Señor, pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos. Así nos ha ordenado el Señor: ‘Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra’”. Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y todos los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe. Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región. Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la aristocracia y a los principales de la ciudad, provocando una persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de su territorio. Estos, sacudiendo el polvo de sus pies en señal de protesta contra ellos, se dirigieron a Iconio. Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.
Palabra de Dios.

SALMO 99, 1b-3. 5

R. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Aclame al Señor toda la tierra, sirvan al Señor con alegría, lleguen hasta él con cantos jubilosos. R.

Reconozcan que el Señor es Dios: Él nos hizo y a él pertenecemos; somos su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

¡Qué bueno es el Señor! Su misericordia permanece para siempre, y su fidelidad por todas las generaciones. R.

II LECTURA

Esta gente viene del dolor, del llanto, con sus vidas destrozadas y el alma sufriente. Y son recibidos por Dios con amor, ternura y misericordia. El Padre recibe a los que sufren, quienes ya no padecerán por nada más porque ya están en su regazo.

Lectura del libro del Apocalipsis 7, 9. 14b-17

Yo, Juan, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano. Y uno de los Ancianos me dijo: “Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios y le rinden culto día y noche en su Templo. El que está sentado en el trono extenderá su carpa sobre ellos: nunca más padecerán hambre ni sed, ni serán agobiados por el sol o el calor. Porque el Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos”.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 10, 14

Aleluya. “Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

En nuestro interior, reconocemos la voz del Señor. No se trata de una voz que se escucha con el oído, sino que se siente con el espíritu. Es la voz que nos ha dado el ser, que nos dio la vida. Y hoy Dios nos vuelve a llamar para que por fin pongamos nuestra vida en sus manos.

Ë Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 10, 27-30

Jesús dijo: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

Oyentes de su palabra

Es casi un tópico decir que los humanos vivimos actualmente envueltos en mensajes. Casi todos ellos prometen algo que mejora la vida, la hace más confortable, e incluso más compartida. No obstante, siempre logramos desprendernos de la sospecha de que tales mensajes esconden confusos intereses, no siempre confesables.

Y es que la palabra, ese instrumento tan propio de los humanos, es ambigua: trasmite la verdad o la oculta, nos acerca o nos distancia, nos conforta o nos debilita. Con la palabra nos ofertamos o nos vendemos, que no es lo mismo. Con ella construimos experiencias de humanización o las amenazamos. “Desarmar la palabra” fue una propuesta evangelizadora hace unos años en una campaña diocesana. Buen eslogan porque, como dice el canto, hay palabras que hieren.

Por eso hay en muchas personas un deseo de devolver a la palabra la sencillez, la sinceridad y la fuerza que tienen las palabras de Jesús. Su modo de hablar, con palabras, gestos y compromisos, conmovía a sus oyentes y dejaba intrigados a los más escépticos. Todo su ser y actuar era un lenguaje que revelaba una honda sabiduría. Esa que trasmite saber y da sabor a la vida.

Porque de eso se trata, de una palabra que dé vida, que ayude a vivir. De una palabra que genere cercanía y seguimiento más allá de las circunstancias concretas. Una palabra que proyecta la vida hacia el hoy de Dios, que es también nuestro mañana.

Una palabra que hace nuevas las cosas.

La Resurrección de Jesús ha introducido un nuevo elemento para comprender la vida y situarse en ella de una manera digna. No se trata de una mera continuidad, aunque mejorada, de lo que nos rodea y de nosotros mismos, Tampoco es un mero enriquecimiento de percepciones y matices, como el que nos ofrece una buena educación. Es algo más y algo nuevo: lo mortal revestido de inmortalidad (1 Co. 15, 53).

De esa honda transformación de la condición humana se hace eco el Apocalipsis, libro del que se toma la segunda lectura. Sabemos que es una obra escrita en tiempos de persecución y conflictividad, para mantener la esperanza de aquellas comunidades. La esperanza, que no es un refugio ilusorio en bellos sueños de futuro, sino una apuesta por la vida de resucitados que ya ha comenzado.

Las imágenes de la abundancia, del frescor y de las fuentes de agua viva, del cesar de las lágrimas…, son imágenes de la novedad del mundo en que se enmarca el hombre nuevo. No podemos vaciarlas de su poesía, pero tampoco de su realidad. ¿Qué quedaría del cristianismo sin la fe en la resurrección?

Esas imágenes no pretenden movernos a un pasivo abandono, sino animarnos a vivir escuchando la voz, la palabra del Señor, y a seguirle. Decidirnos a hacer también nosotros las cosas nuevas, y las maneras nuevas. Vivir el día a día siguiendo a Jesús, incorporando sus valores y sus apuestas a nuestras experiencias y compromisos. Seguir a Jesús es compartir su vida y su causa. Es adentrarse con Él en el Reino que, ciertamente no es de este mundo, pero que tiene que ver con lo que nos alegra y entristece en este mundo.

La palabra de Jesús en la palabra del Padre.

El evangelio de hoy termina con unas palabras de Jesús que merecen toda nuestra atención: Yo y el Padre somos uno.

Creer en el Resucitado es revisar críticamente las imágenes de Dios que hay en nuestro medio e incluso en nosotros mismos. Creemos en Dios, pero no en cualquier Dios. No creemos en el Dios que se distancia -un Dios altivo y perezoso- ni en el Dios que se inmiscuye -un Dios justiciero y metomentodo-. Creemos en el Dios de Jesús: el que se hizo hombre, el que pasó por el mundo como uno de tantos pero haciendo el bien, el que se conmovía ante la necesidad y el sufrimiento de las personas, el que comía con los pecadores y les perdonaba, el que sólo se indignaba ante la hipocresía y la dureza de corazón.

No hemos visto nunca a Dios, pero entrevemos su rostro en los gestos de Jesús. No hemos oído nunca a Dios, pero las palabras de Jesús reflejan su Palabra. Porque Jesús y el Padre son uno.

El Dios de Jesús supera a todas las experiencias e instancias en las que hombres y mujeres buscamos o ponemos la esperanza. No es que cuanto constituye nuestro mundo sea inconsistente y falso. Tiene su dignidad y capacidad para construirnos. Pero necesita un fundamento y un horizonte que le dé plenitud y así nuestra vida pueda ser en verdad una vida para siempre.


ESTUDIO BÍBLICO

El Buen Pastor es quien da la vida.

Iª Lectura: Hechos (13,43-52): La gracia de Dios es para todos los hombres

I.1. La primera lectura de este cuarto domingo de Pascua es la consecuencia de otro discurso axial, kerygmático, de los que aparecen frecuentemente en el libro de los Hechos. Pero esta vez es Pablo su artífice y ante un auditorio judío, pero con presencia de paganos que se habían hecho prosélitos o temerosos de Dios. Ya se han rotos las barreras fundamentales entre cristianismo y judaísmo. Los seguidores de Jesús han recibido un nombre nuevo, el de “cristianos”, en la gran ciudad de Antioquía de Siria, y esta comunidad ha delegado a Bernabé y Pablo para anunciar el evangelio entre los paganos.

I.2. Todavía son tímidas estas iniciativas, pero resultarán concluyentes. Ahora, en la otra Antioquía, en la de Pisidia, se nos ofrece un discurso típico (independientemente del de Pedro en casa de Cornelio, c. 10). El sábado siguiente, el número de paganos directos se acrecienta, y los judíos de la ciudad no lo podrán soportar. Sobre el texto de Is 49,6 se justifica que los cristianos proclamen el evangelio de la vida a aquellos que la buscan con sincero corazón. El evangelio es ese juicio crítico contra nuestras posturas enquistadas en privilegios que son signos de muerte más que caminos de vida. La consecuencia del primer discurso de Pablo en los Hechos de los Apóstoles no se hará esperar. El autor, Lucas, le ha reservado este momento en que ya se dejan claras ciertas posturas que han de confirmarse en Hch 15, sobre la aceptación definitiva de los paganos en el seno de la comunidad judeo-cristiana.

IIª Lectura: Apocalipsis (7,9.14-17): Dios enjugará las lágrimas de la muerte

II.1. La visión de este domingo, siguiendo el libro de Apocalipsis , no es elitista, es litúrgica, como corresponde al mundo simbólico, pero se reúnen todos los hombres de toda raza, lengua y lugar: son todos los que han vivido y han luchado por un mundo mejor, como hizo Jesucristo. Los vestidos blancos y la palma de la mano denotan vida tras las muerte violenta, como la victoria del mismo Señor resucitado.

II.2. Si en su vida cada uno pudo luchar por una causa, el iluminado de Patmos ve que ahora todos viven en comunión proclamando y alabando la causa del Señor Jesús como la suya propia. No habrá más hambre, ni sed, y todos beberán de la fuente de agua viva. Es toda una revelación de resurrección. Eso es lo que nos espera tras la muerte, por eso merece la pena luchar aquí por la causa de Jesús.

Evangelio: Juan (10,27-30): Dios da su vida a los hombres en Jesús

III.1. Siempre se ha considerado éste el domingo del Buen Pastor a causa del evangelio del día que habla de las ovejas, retomando el comienzo de Jn 10,1-10.. El texto del Apocalipsis que se ha leído como segunda lectura también apunta a este simbolismo. Está situado en el marco de la fiesta de la dedicación del Templo de Jerusalén y le acosan a preguntas sobre si es verdaderamente el Mesías. Jesús, aparentemente, no quiere contestar a esa pregunta intencionada, pero en realidad no desvía la cuestión, sino que les habla con un lenguaje más vivo, más radical y en consonancia con una forma de entender el mesianismo en clave distinta de los judíos.

III.2. No viene para ser un personaje nacionalista, sino aquél que sabe bien la necesidad que tienen los hombres de vida y de vida verdadera; de una forma nueva de comprender a Dios, y por ello va a dar la vida. Los judíos nunca esperaron un Mesías que sufriera y que fuera, por tanto, capaz de dar la vida como Jesús se empeña en hacer. El evangelio de Juan, pues, pretende desmontar una concepción equivocada de mesianismo y nos descubre la opción radical tomada por Jesús. El verdadero Mesías es el que sabe dar “la vida por las ovejas”, es decir, por el pueblo.

III.3. Esta polémica, pues, de Jesús con los judíos, revela el sentido ejemplar, global, del buen pastor, símbolo de la gracia y del juicio que se opera en el seno de su pueblo. La altura desde la que Juan nos presenta a Jesús, “uno con el Padre”, es una provocación teológica, sin duda; pero es una realidad incuestionable. Tenemos que reconocer que el Jesús histórico no habló así, de la forma que lo hace en Juan; ni siquiera hablaba de sí mismo, pero siempre de Dios y del Reino de Dios. Pero el evangelio de Juan tiene otro tono, menos histórico, aunque más teológico. No entramos en la cuestión de la conciencia personal de Jesús, no es el caso. Decir que “el Padre y yo somos uno” es alta cristología, sin duda. Pero es verdad que Jesús nos reveló al verdadero Dios, y es eso lo que le discuten los adversarios.

III.4. Es un escándalo, porque toda la vida de Jesús es un juicio contra los que pensaban que el mismo Dios debía ajustarse a su dogmática. Así, pues, lo que decide de un modo definitivo el sentido de este evangelio es la actitud que tenemos ante la verdad que Jesús propone: quien se encuentra de verdad con Él, se encuentra con Dios. Si Él escucha nuestras súplicas, Dios hace lo mismo. Si Él da la vida por nosotros, eso es lo que hace Dios por nosotros. No estamos ante una ficción teológica con estas palabras de Jesús, sino que estamos ante el “dador de vida”. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


miércoles, 6 de abril de 2016

DOMINGO 3º DE PASCUA


Apacienta mis ovejas

A ningún seguidor de Jesús se le ahorra el proceso de maduración en la fe, que conlleva necesariamente una dimensión evangelizadora: ¡Ay de mí si no evangelizara! (1 Cor 9,16). Fue el recorrido que hicieron aquellos primeros discípulos, en cuyo espejo nos gustaría vemos reflejados. ¿Lograremos un día, como el apóstol Pedro, fortalecer y confirmar la fe que profesamos? Tu sígueme. Lo demás se te dará por añadidura.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El anuncio se hace en el Templo y por las casas. El Templo era el centro de la vida religiosa, y en sus patios se juntaba la gente a debatir sobre la Ley de Moisés y a hablar de su fe. Las casas son los recintos donde se vive lo cotidiano y familiar, se comparte con los conocidos y se los invita a pasar un rato y charlar. Así, en el Templo y en las casas, en el centro y en la periferia, donde la gente reza y vive, resuena el anuncio del Evangelio.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 27-32. 40b-41

Cuando los Apóstoles fueron llevados al Sanedrín, el Sumo Sacerdote les dijo: “Nosotros les habíamos prohibido expresamente predicar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina. ¡Así quieren hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre!”. Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir suspendiéndolo del patíbulo. A él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen”. Después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron. Los Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el Nombre de Jesús.
Palabra de Dios.

Sal 29, 2. 4-6. 11-12a. 13b

R. Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste.

Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R.

Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.

“Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor”. Tú convertiste mi lamento en júbilo. ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R.
  
II LECTURA

Jesucristo ya ha pasado de esta vida terrenal a la celestial para recibir la honra que merece. El texto del Apocalipsis nos muestra la fiesta eterna del cielo, donde todo será alabanza. Con esta visión, este libro nos exhorta a alabar.

Lectura del libro del Apocalipsis 5, 11-14

Yo, Juan, oí la voz de una multitud de Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Su número se contaba por miles y millones, y exclamaban con voz potente: “El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza”. También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían: “Al que está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de los siglos”. Los cuatro Seres Vivientes decían: “¡Amén!”, y los Ancianos se postraron en actitud de adoración.
Palabra de Dios.

ALELUYA      
Aleluya. Resucitó Cristo, que creó todas las cosas y tuvo misericordia de su pueblo. Aleluya.

EVANGELIO

Ezequiel había profetizado que, en los tiempos mesiánicos, los pescadores recogerían redes llenas de peces que no se romperían (cf. Ez 47). En esta gran pesca, Jesús trae esta abundancia de vida a su comunidad, tal como había dicho: “Vine para que tengan vida en abundancia”. Y la red intacta, sin fisuras, puede convertirse en la figura de la unidad de la Iglesia, donde estemos todos los discípulos y no se pierda ni uno solo.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 21, 1-19

Jesús resucitado se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “Vamos también nosotros”. Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tienen algo para comer?”. Ellos respondieron: “No”. Él les dijo: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán”. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”. Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar”. Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: “Vengan a comer”. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres?”, porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Le volvió a decir por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Él le respondió: “Sí, Señor, sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas”. Le preguntó por tercera vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”. Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: “Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras”. De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: “Sígueme”.
Palabra del Señor.

O bien, más breve:

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 21, 1-14.

Jesús resucitado se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “Vamos también nosotros”. Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tienen algo para comer?”. Ellos respondieron: “No”. Él les dijo: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán”. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”. Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar”. Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: “Vengan a comer”. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres?”, porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Reconocimiento

Quedaba atrás aquel día en el que unos pescadores, dejando las redes a orillas del lago de Genesaret, habían decidido seguir tras la llamada de Jesús atraídos por su reclamo. Ahora, aunque en el mismo escenario del lago, sus sensaciones eran muy diferentes. Recordaban sin duda su desbandada y dispersión tras el prendimiento del Maestro. Habían mascado el fracaso de la Cruz. Estaban de vuelta. Eso sí, al menos se habían reagrupado, volvían a reencontrarse en su trabajo de siempre. Eran momentos de reconsiderar, de reorientar y de recomenzar sus vidas. ¡Qué difícil resultaba todo ahora, sin la presencia de aquel en quien habían puesto toda su confianza! La dura brega de una noche sin pescar nada, la red vacía…, lo decía todo.

Ahora bien, Dios aprieta pero no ahoga. El mismo Jesús que había degustado en su pasión el sabor amargo del abandono y de la soledad infinita y que había sido resucitado y revalidado en su misión por su Padre Dios, salía de nuevo al encuentro de los suyos para curar sus heridas recordándoles aquella su primera llamada en este mismo lugar: Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. Ante la asombrosa redada de peces, fue el discípulo amado -el mismo que a instancias de Pedro había mediado ante Jesús en la última Cena para reconocer al traidor (Jn 13, 25)- el que desvelaba ahora a Pedro el misterio de cuanto estaba aconteciendo: Es el Señor. La pincelada teológica del evangelista lo dice todo: era al amanecer, renacía de nuevo la esperanza perdida.

Reencuentro y misión

La reacción de Pedro no se dejó esperar. No dudó un instante en lanzarse al agua buscando la orilla para reencontrarse con Jesús. Allí les esperaba una vez más su confidente con la mesa preparada al calor de las brasas. ¿Nuevos recuerdos para Pedro? En Jn 18, 18 leemos: “cuando Jesús entró en el atrio del sumo sacerdote para ser interrogado, los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y, junto con ellos, estaba también Pedro calentándose”. Era el frío gélido de quien había renegado de su Maestro.

La Cena de la traición recuperaba en esta nueva escena el calor del amor incondicional, de la fiel amistad, de la acogida fraterna. Era el mismo Jesús quien les invitaba a degustar de la copiosa redada: Venid y comed… Y tomando el pan, se lo da; y de igual modo el pez. Nadie se atrevió a decir nada, pues todos le habían reconocido en la pesca milagrosa. Era la señal del reencuentro. Había que celebrarlo en silencio, con la emoción entrecortada de quien es incapaz de articular palabra alguna. Desde entonces y para siempre, el pan y el pez serán para los creyentes el signo eucarístico de la presencia sacramental del Resucitado.

Escarbando en el rescoldo de las cenizas, Jesús volvía a encender en sus discípulos la llama de una fe acrisolada por la prueba. Una fe llamada a crecer y fortalecerse en el testimonio generoso de la misión tal como el mismo Jesús les había enseñado: Yo soy el Buen Pastor y he venido para que las ovejas tengan vida en abundancia (Jn 10,10).

Apacienta mis ovejas

El evangelio de hoy evoca aquella otra escena de la vocación de los cuatro primeros discípulos, en la que, también después de una copiosa pesca, Pedro, asombrado y anonado, exclama: Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador. A pesar de todo, y aún a sabiendas de que un día le negaría, Jesús confía en él: No temas. Desde ahora serás pescador de hombres (Lc 5,1-11).

Por eso, en estos momentos, después de haberle negado tres veces, serán otras tantas las que habrá que responder a la pregunta del Señor: Pedro, ¿me amas? Pues, siendo así, apacienta mis ovejas. Es la propia misión apostólica la que le irá confirmando día a día en su vocación: yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos (Lc 22,32).

El sígueme final del relato no tenía ya para Pedro las mismas connotaciones de aquella primera llamada a orillas del lago de Galilea. A ejemplo del Maestro, estaba dispuesto a sellar su misión con el martirio.

ESTUDIO BÍBLICO

La Resurrección desde la experiencia del amor

Iª Lectura: Hechos (5,27-32.40-41): Testigos: El Espíritu y la Comunidad

I.1. La primera lectura nos presenta el discurso de defensa que Pedro hace ante el Sanedrín judío, que ha comenzado a perseguir a los primeros cristianos, después que los saduceos y las clases sacerdotales (los verdaderos responsables también de la condena de Jesús) se han percatado de que lo que el Nazareno trajo al pueblo no lo habían logrado hacer desaparecer con su muerte. Los discípulos, que comenzaron tímidamente a anunciar el evangelio, van perdiendo el miedo y están dispuestos a dar razón de su fe y de su nuevo modo de vida. Fueron encarcelados y lograron su libertad misteriosamente.

I.2. Para dar razón de su fe, de nuevo, recurren al kerygma que anuncia con valentía la muerte y la resurrección de Jesús, con las consecuencias que ello supone para los responsables judíos que quisieron oponerse a los planes de Dios. La resurrección, pues, no es ya solamente que Jesús ha resucitado y ha sido constituido Salvador de los hombres, sino que “implica” también que su causa continúa adelante por medio de sus discípulos que van comprendiendo mucho mejor lo que el Maestro les enseñó. Esta es una expresión que ha marcado algunas de las interpretaciones sobre el acontecimiento y que no ha sido admitida. Pero en realidad se debe tomar en consideración.

I.3. No podemos centrarnos solamente en el “hecho” de la resurrección en la persona de Jesús, sino que también debemos considerar que la resurrección de Jesús cambia la vida y el horizonte de sus discípulos. Y esto es muy importante igualmente, ya que sin ello, si bien se proclame muchas veces que “Jesús ha sido resucitado” no se hubiera ido muy lejos. Es decir, la resurrección de Jesús también da una identidad definitiva a la comunidad cristiana. Ahora la causa de Jesús les apasiona, les fascina, y logran dar un sentido a su vida, que es, fundamentalmente, “anunciar el evangelio”.

IIª Lectura: Apocalipsis (5,11-14): Liturgia pascual en el cielo

II.1. La segunda lectura nos narra una segunda visión del iluminado de Patmos, en la que se adentra en el santuario celeste (una forma de hablar de una experiencia intensa de lo divino y de la salvación) donde está Dios y donde aparece una figura clave del Apocalipsis: el cordero degollado, que es el Señor crucificado, aunque ya resucitado. Con él estaba toda la plenitud de la vida y del poder divino, como lo muestra el número siete: siete cuernos y siete espíritus.

II.2. La visión, pues, es la liturgia cósmica (en realidad todo el libro del Apocalipsis es una liturgia) del misterio pascual, la celebración y aclamación del misterio de la muerte y resurrección del Señor. Toda la liturgia cristiana celebra ese misterio pascual y por medio de la liturgia los hombres nos trasladamos a aquello que no se puede expresar más que en símbolos. Pero para celebrar y vivir lo que se ha hecho por nosotros.

Evangelio: Juan (21,1-19): La Resurrección, experiencia de amor

III.1. El evangelio de este domingo, como todo Jn 21, es muy probablemente un añadido a la obra cuando ya estaba terminada. Pero procede de la misma comunidad joánica, pues contiene su mismo estilo, lenguaje y las mismas claves teológicas. El desplazamiento de Jerusalén al mar de Tiberíades nos sitúa en un clima anterior al que les obligó a volver a Jerusalén después de los acontecimientos de la resurrección. Quiere ser una forma de resarcir a Pedro, el primero de los apóstoles, de sus negaciones en el momento de la Pasión. Es muy importante que el “discípulo amado”, prototipo del seguidor de Jesús hasta el final en este evangelio, detecte la presencia de Jesús el Señor y se lo indique así a los demás. Es un detalle que no se debe escapar, porque como muchos especialistas leen e interpretan, no se trata de una figura histórica, ni del autor del evangelio, sino de esa figura prototipo de fe y confianza para aceptar todo lo que el Jesús de San Juan dice en este escrito maravilloso.

III.2. Pedro, al contrario que en la Pasión, se tira al agua, “a su encuentro”, para arrepentirse por lo que había oscurecido con sus negaciones. Parece como si todo Jn 21 hubiera sido escrito para reivindicar a Pedro; es el gran protagonista, hasta el punto de que él sólo tira de la red llena de lo que habían pescado para dar a entender cómo está dispuesto ahora a seguir hasta el final al Señor. Pero no debemos olvidar que es el “discípulo amado” (v. 7) el que delata o revela situación. Si antes se ha hablado de los Zebedeos, no quiere decir que en el texto “el discípulo amado” sea uno de ellos. Es el discípulo que casi siempre acierta con una palabra de fe y de confianza. Es el que señala el camino, el que descubre que “es el Señor”. Y entonces Pedro… se arroja.

III.3. El relato nos muestra un cierto itinerario de la resurrección, como Lucas 24,13-35 con los discípulos de Emaús. Ahora las experiencias de la resurrección van calando poco a poco en ellos; por eso no se les ocurrió preguntar quién era Jesús: reconocieron enseguida que era el Señor que quería reconducir sus vidas. De nuevo tendrían que abandonar, como al principio, las redes y las barcas, para anunciar a este Señor a todos los hombres. También hay una “comida”, como en el caso de Lc 24,13ss, que tiene una simbología muy determinada: la cena, la eucaristía, aunque aquí parezca que es una comida de “verificación” de que verdaderamente era el Señor resucitado. Probablemente el relato de Lc 24 es más conseguido a nivel literario y teológico. En todo caso los discípulos descubrieron al Señor como el resucitado por ciertos signos que habían compartido con El.

III.4. Todo lo anterior, pues, prepara el momento en que el Señor le pide a Pedro el testimonio de su amor y su fidelidad, porque a él le debe encomendar la responsabilidad de la primera comunidad de discípulos. Pedro, pues, se nos presenta como el primero, pero entendido su “primado” desde la experiencia del amor, que es la experiencia base de la teología del evangelio de Juan. Las preguntas sobre el amor, con el juego encadenado entre los verbos griegos fileô y agapaô (amar, en ambos casos) han dado mucho que hablar. Pero por encima de todo, estas tres interpelaciones a Pedro sobre su amor recuerdan necesariamente las tres negaciones de la Pasión (Jn 18,17ss). Con esto reivindica la tradición joánica al pescador de Galilea. Sus negaciones, sus miserias, su debilidad, no impiden que pueda ser el guía de la comunidad de los discípulos. No es el discípulo perfecto (eso para el evangelio joánico es el “discípulos amado”), pero su amor al Señor ha curado su pasado, sus negaciones. En realidad, en el evangelio de Juan todo se cura con el amor. Y esta, pues, es una experiencia fundamental de la resurrección, porque en Tiberíades, quien se hacen presente con sus signos y pidiendo amor y dando amor, es el Señor resucitado. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O.P.).


domingo, 3 de abril de 2016

DOMINGO 2° DE PASCUA



“¡Felices los que creen sin haber visto!"

Las lecturas de este domingo tienen un nexo común: la comunidad de los apóstoles y su vivencia con el Resucitado después del acontecimiento Pascual. Podemos decir que el orden “histórico” es el inverso del orden litúrgico en cuanto a los fragmentos de la Escritura que hemos leído se refiere. Primero los discípulos debieron recibir el Espíritu Santo exhalado por Jesús y luego comenzarían a hacer milagros y profetizar en nombre del mismo. Sin embargo la liturgia no es historia, la liturgia es recuerdo del momento fundante del Cristianismo, la liturgia es memorial de la Pascua del Señor y por ello el orden que hoy leemos no es cronológico sino teológico.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

El pueblo ahora se convoca en torno de los apóstoles. Todos saben que los signos no vienen de ellos, sino de Jesús, porque "crecía el número de creyentes que se unía al Señor". Comprometidos con el pueblo, los apóstoles manifiestan a Jesús.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 12-16

Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles, aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos. Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres. Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban sanados.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 117, 2-4. 13-15. 22-27a

R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! O bien: Aleluya.

Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! Que lo diga la familia de Aarón: ¡es eterno su amor! Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor! R.

La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él. R.

Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor: el Señor es Dios, y él nos ilumina. R.

SEGUNDA LECTURA

"Yo soy el Alfa y la Omega, primera y última letras del alfabeto griego, que expresan el comienzo y fin de todas las cosas. El transcurso de la historia (creación y revelación) es una especie de libro o poema alfabético donde todo está incluido. Dios mismo se vuelve así revelación escrita, conforme a un motivo común del judaísmo tardío.

Lectura del libro del Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19

Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba en la isla de Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús. El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte como una trompeta, que decía: "Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete iglesias que están en Asia". Me di vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba, y vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre, revestido de una larga túnica que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro. Al ver esto, caí a sus pies, como muerto, pero él, tocándome con su mano derecha, me dijo: "No temas: Yo soy el Primero y el Último, el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo. Escribe lo que has visto, lo que sucede ahora y lo que sucederá en el futuro".
Palabra de Dios.
EVANGELIO

"El saludo de Jesús de Nazaret crucificado y resucitado deseando la paz muestra que es algo más que un simple saludo: es una afirmación teológica que será la fuente de la alegría cristiana. Es una paz que contrasta con los miedos y las puertas cerradas. Es una paz que abre espacios y crea acciones valientes. Jesús Nazareno resucitado se identifica con las marcas visibles de los estigmas en sus manos y la herida en su costado. Las marcas de la cruz son iluminadas desde la perspectiva de la resurrección como un signo de esperanza para todos aquellos y aquellas que trabajan por un mundo justo y solidario, por una iglesia y una sociedad que incluya en dignidad a todos sus hijos e hijas.”

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-31

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan". Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". Él les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré". Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe". Tomás respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!". Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Éstos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Los apóstoles protagonistas de las lecturas son también los que durante la semana santa han aparecido con más fuerza: Pedro y Juan, al apóstol que negó al Señor pero luego se arrepintió y fue perdonado y el discípulo amado que recostaba su cabeza sobre el hombro de Cristo en la Última Cena.

Un punto importante es ver como se nos describe la actividad de esta primera comunidad de los apóstoles en su andanza postpascual; se nos muestra como una continuidad de la actividad del Jesús hecho hombre: Pedro realiza multitud de milagros y a él le llevan los enfermos, como hacían con Cristo; de la misma manera Juan profetiza, recordándonos la predicación profética de Cristo, la predicación del Reino de Dios. Y es que ambos se han convertido en testimonios del Resucitado, sus vidas y sus actos sólo quieren transmitir esa vivencia. Y sobre esa vivencia se edifica la Iglesia, porque sólo es a través de este testimonio de los apóstoles que podemos llegar al Resucitado.

Es por ello que queremos dedicar estas pautas de la homilía a lo que hemos llamado el testimonio de la Iglesia para la fe del creyente.

No nos puede sorprender que la Iglesia nos proponga la lectura de este Evangelio en el domingo de la Octava de Pascua. En él se nos explica la “relación” entre los discípulos y el Resucitado en dos apariciones. La primera tiene lugar “al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana” (Juan 20, 19) cuando sólo diez de los discípulos, asustados y encerrados, son testigos de la aparición de Cristo y reciben de Él el Espíritu Santo. De la misma manera en el momento de la creación “Yahvé formó al hombre con el polvo de la tierra; luego sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre tuvo aliento de vida” (Génesis 2,7). El encuentro con el Resucitado es siempre una nueva creación para el hombre por medio del Espíritu Santo. Y es a través de ese Espíritu Santo que la Iglesia recibe el ministerio de perdonar los pecados como nos recuerda el Evangelio de hoy.

La segunda aparición se realiza al cabo de ocho días, una semana más tarde, cuando los discípulos se reúnen de nuevo en el mismo lugar. Entre ellos esta vez también se encuentra Tomás, a diferencia de la vez anterior. Éste había desaparecido en el momento crucial, pero era el mismo que en la pasión de Jesús animaba a los otros discípulos para mostrar su solidaridad con el Maestro: “vayamos también nosotros a morir con Él” (Juan 11, 16). Estos dos días, el primero y el octavo, son el testimonio de que ya desde el principio los cristianos se reunían regularmente para encontrarse con el Señor Resucitado. De hecho el encuentro con el Resucitado no se da fácilmente en la soledad ni un solo día al año adornados con nuestras “mejores galas”. El encuentro con Cristo pasa por el testimonio de los Apóstoles y la comunión con la Iglesia que los tiene como fundamentos. Ni si quiera Tomás, que con tanta radicalidad le siguió en vida, se escapa a esta regla. El gran contacto con Cristo resucitado, incluso el tangible, puede ser experimentado con aquellos que se encuentran “congregados en un mismo Espíritu” (Hechos 5,12). Y no se trata de ningún tipo de “solidaridad de clase”, sino de experiencia de la Iglesia, una Iglesia que no siempre puede ser perfecta pero que hace tangible en ella las llagas del Resucitado para suscitar la fe.

El problema de Tomás no es la duda de si Jesús se apareció o no, sino si sus compañeros apóstoles dicen la vedad o no, si en verdad han visto el Resucitado. El problema es fiarse de los hermanos. Muchas veces nuestro problema es más cercano al de Tomás de lo que podemos pensar; el problema es si reposamos o no nuestra fe sobre el testimonio apostólico de la Iglesia. Porque a través de él se nos ha transmitido el Resucitado. Quizás por esto Jesús hace inmediatamente la afirmación por primera vez en el Evangelio de “Bienaventurados los que creyeron sin ver”.

En la tradición de la Iglesia el octavo día es considerado otra vez como el primero, es como volver al principio, es como volver al paraíso. No sin razón por ello, ya en los tiempos antiguos, los nuevos bautizados en la noche de Pascua que eran revestidos con túnicas blancas las llevaban durante toda la semana, para experimentar en ellos la nueva creación, su nuevo renacer en Cristo por el agua y el Espíritu, su renacer a la verdad que los Apóstoles les habían retransmitido. Por ello este domingo es llamado domingo “in Albis” (en blanco) y es también para nosotros el comienzo de un nuevo viaje al paraíso…



ESTUDIO BÍBLICO

La fe en la Resurrección no es puro personalismo

Iª Lectura: Hechos (5, 12-16).

Pertenece al conjunto llamado de los sumarios, en los que Lucas presenta una visión de conjunto de la vida de la comunidad primitiva y su crecimiento. El fragmento de hoy subraya especialmente el testimonio apostólico, sobre todo a través de signos y prodigios (como lo hacía Jesús) y la reacción de los que recibían el beneficio o de los que lo presenciaban.

IIª Lectura: Apocalipsis (1, 9-19).

El fragmento recoge la primera visión-vocación del profeta. El libro del Apocalipsis nos va a acompañar, como segunda lectura. durante toda la cincuentena pascual. Por eso es necesario recordar brevemente que este escrito pertenece a un género literario peculiar: a través de visiones, a veces desconcertantes y complejas en su interpretación, intenta afirmar algunas verdades fundamentales. Se recurre a ese modo de expresión para consolar en momentos difíciles y de persecución. El autor intenta mostrar o presentar al lector algunas verdades centrales: la Iglesia es perseguida como lo fue su Maestro y Señor (el Cordero degollado); en medio de la persecución es invitada a contemplar que el Cordero degollado está vivo ante el trono del Todopoderoso; por tanto, es posible mantener la fidelidad al Evangelio movidos por una gran esperanza.

IIIª Lectura (Jn 20, 19-31): ¡Señor mío! La resurrección se cree, no se prueba

III.1. El texto es muy sencillo, tiene dos partes (vv. 19-23 y vv. 26-27) unidas por la explicación de los vv. 24-25 sobre la ausencia de Tomás. Las dos partes inician con la misma indicación sobre los discípulos reunidos y en ambas Jesús se presenta con el saludo de la paz (vv. 19.26). Las apariciones, pues, son un encuentro nuevo de Jesús resucitado que no podemos entender como una vuelta a esta vida. Los signos de las puertas cerradas por miedo a los judíos y cómo Jesús las atraviesa, “dan que pensar”, como dice Ricoeur, en todo un mundo de oposición entre Jesús y los suyos, entre la religión judía y la nueva religión de la vida por parte de Dios. La “verdad” del texto que se nos propone, no es una verdad objetivable, empírica o física, como muchas veces se propone en una hermenéutica apologética de la realidad de la resurrección. Vivimos en un mundo cultural distinto, y aunque la fe es la misma, la interpretación debe proponerse con más creatividad.

III.2. El “soplo” sobre los discípulos recuerda acciones bíblicas que nos hablan de la nueva creación, de la vida nueva, por medio del Espíritu. Se ha pensado en Gn 2,7 o en Ez 37. El espíritu del Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos a la misión se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. El Israel viejo, al que temen los discípulos, está fuera de donde se reúnen los discípulos (si bien éstos tienen las puertas cerradas). Será el Espíritu del resucitado el que rompa esas barreras y abra esas puertas para la misión. En Juan, “Pentecostés” es una consecuencia inmediata de la resurrección del Señor. Esto, teológicamente, es muy coherente y determinante.

III.3. La figura de Tomás es solamente una actitud de “anti-resurrección”; nos quiere presentar las dificultades a que nuestra fe está expuesta; es como quien quiere probar la realidad de la resurrección como si se tratara de una vuelta a esta vida. Algunos todavía la quieren entender así, pero de esa manera nunca se logrará que la fe tenga sentido. Porque la fe es un misterio, pero también es relevante que debe tener una cierta racionalidad (fides quaerens intellectum), y en una vuelta a la vida no hay verdadera y real resurrección. Tomás, uno de los Doce, debe enfrentarse con el misterio de la resurrección de Jesús desde sus seguridades humanas y desde su soledad, porque no estaba con los discípulos en aquel momento en que Jesús, después de la resurrección, se les hizo presente, para mostrarse como el Viviente. Este es un dato que no es nada secundario a la hora de poder comprender el sentido de lo que se nos quiere poner de manifiesto en esta escena: la fe, vivida desde el personalismo, está expuesta a mayores dificultades. Desde ahí no hay camino alguno para ver que Dios resucita y salva.

III.4. Tomás no se fía de la palabra de sus hermanos; quiere creer desde él mismo, desde sus posibilidades, desde su misma debilidad. En definitiva, se está exponiendo a un camino arduo. Pero Dios no va a fallar ahora tampoco. Jesucristo, el resucitado, va a «mostrarse» (es una forma de hablar que encierra mucha simbología; concretamente podemos hablar de la simbología del “encuentro”) como Tomás quiere, como muchos queremos que Dios se nos muestre. Pero así no se “encontrará” con el Señor. Esa no es forma de “ver” nada, ni entender nada, ni creer nada.

III.5. Tomás, pues, debe comenzar de nuevo: no podrá tocar con sus manos las heridas de las manos del Resucitado, de sus pies y de su costado, porque éste, no es una “imagen”, sino la realidad pura de quien tiene la vida verdadera. Y es ante esa experiencia de una vida distinta, pero verdadera, cuando Tomás se siente llamado a creer como sus hermanos, como todos los hombres. Diciendo «Señor mío y Dios mío», es aceptar que la fe deja de ser puro personalismo para ser comunión que se enraíce en la confianza comunitaria, y experimentar que el Dios de Jesús es un Dios de vida y no de muerte.