domingo, 28 de agosto de 2016

DOMINGO 22º DEL TIEMPO ORDINARIO

Fiesta de Jesús Nazareno
en la diócesis de Punta Arenas - Chile


“Dios revela sus secretos a los humildes”

“Hijo mío en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso”, es un consejo tomado del libro del Eclesiástico que leemos en la primera lectura. El Evangelio nos recuerda también esta misma virtud cristiana que debe conducir todas nuestras actuaciones para intentar llegar a conocer la mente de Dios que se revela a los humildes. En el evangelio de hoy Jesús aprovecha la ocasión, a propósito de una invitación para comer con un fariseo, para inculcar en los comensales la necesidad de ser los últimos al elegir los puestos en el banquete, y ser así los primeros ante el Señor que invita. Además también, Jesús nos indica a quienes deberíamos invitar en estos casos; que no son otros que los más desamparados. Será ese el camino para descubrir la misericordia de Dios que actúa preferentemente con los más necesitados.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Este hombre busca que su hijo siga los pasos de la humildad, el respeto y la misericordia. Se trata de virtudes muy humanas, que en este caso se fundan en un profundo conocimiento de Dios y de la vida.

Lectura del libro del Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29

Hijo mío, realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan a Dios. Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor, porque el poder del Señor es grande y él es glorificado por los humildes. No hay remedio para el mal del orgulloso, porque una planta maligna ha echado raíces en él. El corazón inteligente medita los proverbios y el sabio desea tener un oído atento.
Palabra de Dios.

Salmo 67, 4-5a.c. 6-7b. 10-11

R. ¡Señor, tú eres bueno con los pobres!

Los justos se regocijan, gritan de gozo delante del Señor y se llenan de alegría. ¡Canten al Señor, entonen un himno a su Nombre! Su Nombre es “el Señor”. R.

El Señor en su santa Morada es padre de los huérfanos y defensor de las viudas: Él instala en un hogar a los solitarios y hace salir con felicidad a los cautivos. R.

Tú derramaste una lluvia generosa, Señor: tu herencia estaba exhausta y tú la reconfortaste; allí se estableció tu familia, y tú, Señor, la afianzarás por tu bondad para con el pobre. R.

II LECTURA

El autor de este discurso tan imponente nos amonesta para que vivamos conformes a lo que hemos contemplado. ¿Hemos contemplado algo? Sí, y nos acercamos al monte Sión, a la alianza en Jesús que nos renueva para poder vivir en la Ciudad Santa.

Lectura de la carta a los Hebreos 12, 18-19. 22-24

Hermanos: Ustedes no se han acercado a algo tangible: “fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, tempestad, sonido de trompeta, y un estruendo tal de palabras”, que aquellos que lo escuchaban no quisieron que se les siguiera hablando. Ustedes, en cambio, se han acercado a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a una multitud de ángeles, a una fiesta solemne, a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos que ya han llegado a la perfección, a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza y a la sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Mt 11, 29

Aleluya. “Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

“El Señor enseña a sus discípulos que deben ser desinteresados y que jamás deben hacer el bien con la mirada puesta en la retribución que esperan recibir. El que comparte lo suyo sin buscar recompensa alguna en este mundo, la recibirá de manos de Dios, quien es generoso en grado infinito”.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 14, 1. 7-14

Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: “Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: “Déjale el sitio”, y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: “Amigo, acércate más”, y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado”. Después dijo al que lo había invitado: “Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!”.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Lucas, el autor del evangelio que hoy comentamos, recoge cuidadosamente los hechos de la vida de Jesús de Nazaret trasmitidos por testigos oculares, y nos ofrece ordenadamente el contenido del mensaje cristiano. Lógicamente los primeros capítulos nos hablan del anuncio del Reino, del compromiso personal y de la predicación de Jesús llamando a la conversión. Es el núcleo central del Evangelio, a continuación recoge hechos y enseñanzas de Jesús dirigidos a sus oyentes con la intención de formar actitudes básicas de sus seguidores disposiciones personales que son una ayuda para comprender el mensaje. Son virtudes de menor calibre, (pues también en las virtudes cristianas hay una jerarquía), pero necesarias para conformar la identificación con Cristo.

El texto del evangelio de hoy, a propósito de un banquete en el que los invitados buscaban los primeros puestos, da pie a Jesús para hablar de la humildad.

“Entró Jesús un sábado en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.”

Hoy vemos a Jesús compartiendo un banquete, invitado por un fariseo. Muchas veces el evangelio nos muestra la humanidad de Jesús, asistiendo a comidas ofrecidas por amigos y seguidores de su mensaje. También acude a otros convites “más hostiles”, pues no rechazó aquellas invitaciones que por curiosidad o por tenderle una trampa le hacían los escribas, fariseos o publicanos, oponentes y enemigos de su mensaje. Jesús participaba con gusto en comidas y banquetes, no era un asceta como Juan el Bautista, sentía la alegría de poder ofrecer su amistad y su mensaje de salvación a todos aquellos que le buscaban con sinceridad. Recordemos el caso de Zaqueo, el recaudador de impuestos, que era un corrupto pero se convierte y devuelve el dinero ganado injustamente y al renacer a una vida nueva Jesús le dice que hay que celebrarlo en torno a la mesa.

En el evangelio que hoy comentamos, Jesús es invitado por un fariseo y aprovecha la ocasión para “proponer” a los invitados el lugar que deben elegir al sentarse a la mesa; la actitud del invitado ha de ser la humildad. También hay una segunda parte en el texto dedicada al que invita que veremos luego. En las dos partes de este relato evangélico hay una resonancia del gran mensaje cristiano, la fraternidad, el amor al prójimo. Estamos ante el banquete del amor, el “ágape griego”, pero ahora abierto a todos, preferentemente a los más necesitados.

“Cuando te inviten a una boda no te sientes en el puesto principal. Al revés cuando te conviden ve a sentarte en el último puesto…”

Es normal ver, hoy día también en cualquier evento, que los invitados al llegar van eligiendo los primeros puestos, la mejor posición. El evangelio nos dice en cambio que nos sentemos en el último lugar. Al leer esta parte del texto sagrado nos puede parecer una anécdota o un detalle sin importante, quizás alguno lo interprete como una simple norma de buena conducta o como una norma de etiqueta. Sin embargo no es así, este hecho aparentemente trivial tiene un calado más profundo porque nos introduce en algo básico para la vida cristiana, como es la humildad. Una virtud difícil de entender porque va en contra de apetencias y deseos propios muy básicos, como son el egocentrismo y el protagonismo. Tenemos que a admitir que hoy no está de moda en esta sociedad tan competitiva y prepotente el ser humilde, es más se nos educa para triunfar, e incluso para el éxito fácil sin esfuerzo. Vivimos inmersos en un culto a la personalidad, un centramiento exagerado en el “sí mismo” que hace del “otro” un simple objeto que cuenta muy poco o nada.

En el cristiano al hablar de humildad resuenan en seguida las palabras de Jesús diciendo: “El que quiera ganar la vida la perderá, pero el que está dispuesto a perderla por mi causa la ganará”. Perder para ganar, esta es la disposición última del que ha entendido la necesidad de hacerse pequeño para entender el mensaje cristiano. No es la negación del Yo, ni va en contra de la necesidad que tiene cada ser humano de formarse y enriquecer su personalidad siendo así cada vez más valioso para la comunidad a través de su esfuerzo. La autoestima es un valor pedagógico porque es bueno reconocer los propios valores; la humildad no niega la autoestima, la enriquece, la completa, pues nos hace conscientes de que todo proviene de Dios, que dependemos de Él y todo lo que somos se sustenta en ese lazo invisible pero real con nuestro creador, porque todo se nos ha dado. El humilde toma consciencia de su valor y de su pequeñez ante la obra divina. En consecuencia la humildad ayuda a aceptar los planes de Dios sobre nosotros, y estar dispuestos a servir, sobre todo a los más necesitados.

El mensaje evangélico de hoy se completa diciendo que cuando venga el que te invitó te dirá, “amigo sube más arriba”. Es la recompensa ante la postura de la persona discreta y humilde. Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido, así termina la primera parte de este relato.

“Cuando des una comida o una cena invita a aquellos que no pueden pagarte, te pagaran cuando resuciten los justos.”

La segunda parte de este relato es también un consejo dirigido a aquellos que organizan una comida (dar alimento, en todos los sentidos). “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos o a tus parientes ni a los vecinos ricos porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Invita a pobres lisiados y ciegos; dichoso tú porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos.”

La conducta de los que invitan a un banquete esperando algún beneficio ha sido siempre así y sigue siéndolo, doy algo para que me des algo, te invito para que después me invites tú. Pero Jesús pide algo más a sus seguidores, pide un cambio de mentalidad que consiste en la gratuidad del amor desinteresado, tal como él lo practicó en su vida y predicó cuando señalaba las bases del Reino de Dios, que había que construir. Este es el contraste y el escándalo para muchos cuando no entienden que imitar al Maestro es poner nuestra mesa a disposición del necesitado, pobres, cojos, mancos o ciegos, ya que El se despojó de su rango, como señala Pablo el apóstol converso, y se hizo el último y el servidor de todos.

Al final de este texto, como de pasada, hay una referencia a la recompensa que debemos de esperar al final de la vida. Dice así, “te pagarán cuando resuciten los justos”. De una forma más explícita y detallada, encontramos esta misma idea en el evangelio de San Mateo en ese pasaje tan conocido del juicio final. Que podríamos resumir diciendo que, la salvación será para aquellos que en su vida han prestado atención a las necesidades y carencias ajenas. Siendo significativo para los seguidores de Cristo la afirmación según la cual el Juez Supremo se identifica con los necesitados, pues al socorrer a aquellos que tienen hambre o sed o son extranjeros o están desnudos, en la cárcel o enfermos conmigo lo hicisteis. (Mat.25, 31-46).
ESTUDIO BÍBLICO.
La verdadera humildad como generosidad y condescendencia

Iª Lectura: Eclesiástico (3,19-21.31.33): La humildad para dejar vivir a los otros

I.1. Este último domingo se nos presenta enmarcado en planteamientos muy humanos de la vida; se propone a la comunidad la praxis de la humildad, una de las virtudes que menos estima recibe en este mundo de competencias infernales, de luchas a muerte por los primeros puestos, por las grandes producciones, por los estilos arrogantes de comportamiento. Quien carezca de este estilo, hoy, parece que no tiene futuro.

I.2. La primera lectura, del Sirácida, es una colección de dichos y refranes de sabiduría, como casi todo el libro, en que se hace el elogio de la humildad, la reflexión y la limosna. Si tienes conciencia de ser grande, de valer algo, procura manifestarte ante los otros con humildad. Es una virtud ésta, no para aparentar lo que no se es, sino para no apabullar a los otros.

IIª Lectura: Hebreos (12,18-19.22-24):

II.1. Se prosigue con la alta teología de la carta a los Hebreos sobre la fe. Esta exhortación fervorosa a una comunidad judeo-cristiana que está pasando por un mal momento, por dificultades internas y externas, pone de manifiesto la obra redentora de Cristo, el Sumo Sacerdote, en comparación con la liturgia, ya muerta e irreversible, del antiguo templo de Jerusalén. Ahora la liturgia que se propone es de tipo celeste, vital, existencial.

II.2. Se quiere subrayar que la comunidad cristiana, llamada a la santidad, no tiene que tener miedo, porque puede entrar en el misterio de la santidad divina, ya que Jesucristo ha hecho posible que nuestros pecados se borren. No tenemos que tener miedo a la santidad (como les sucedía a Moisés y a los israelitas en el Sinaí frente a la santidad de Yahvé). Ahora con Jesucristo, la santidad de Dios es cercanía, misterio curativo que humaniza la misma religión. Los ángeles, los cielos, la Jerusalén celeste, son los signos para hablar de una experiencia que no debemos perder de vista, una nueva alianza.

Evangelio: Lucas (14,1.7-14): La humildad ofrece dignidad a los otros

III.1. Nos encontramos con dos parábolas del buen comportamiento en la mesa. El texto de Lucas está bien construido. En la primera Jesús se dirige a los comensales a propósito del puesto que deben ocupar cuando son invitados (vv. 7-11) y en la segunda se dirige a quien invita para que haga una buena elección de los invitados (vv.12-14). Claro, que nada es lógico en estas parábolas, porque sucede que cuando somos invitados nos gustaría ser de los principales; y cuando invitamos nos gustaría hacerlo teniendo en cuenta la importancia de los mismos. No es eso lo que se propone en este conjunto, que toma la “mesa” como símbolo casi religioso. Las famosas “comunidades” fariseas (havurah/havurot, de haver, amigo), tenían cuidado de no invitar a nadie que no cumplieran con normas estrechas de comportamiento, de preceptos, de comidas kosher, etc.. No era admitido cualquiera a estas havurot. Por eso tiene mucho sentido las propuestas “alternativas” de Jesús a los suyos. En la mesa se compartía amistad e ideas, y por eso tenía tanta importancia.

III.2. El evangelio, como ya se ha puesto de manifiesto, se nos propone la humildad. ¿Por qué, para ser un buen seguidor de Jesús es necesario ser el último, el servidor de todos? ¿No es una falsedad aparentar lo que no se es? Aquí no cabe otra explicación que el mismo misterio de la condescendencia divina, que siendo poderoso, se ha hecho como uno de nosotros. La parábola de los primeros y los últimos puestos en un banquete le sirve a Jesús para poner de manifiesto la humildad. El marco de esta parábola es la de un sábado en que Jesús es invitado a casa de un fariseo. Los fariseos, sus escribas, no gozan de buen nombre en el evangelio (Lc 20,46-47). ¿No es bueno aspirar a ser el primero, el mejor, el más perfecto? Si lo miramos desde la perspectiva de los deportistas en las Olimpiadas parecería que no es muy acertada la proposición de Jesús, aunque hoy sabemos que solamente gana uno; y muchos deportistas nos dan la lección de que es tan importante participar como ganar.

III.3. De alguna forma este ejemplo lo podíamos aplicar a la vida cristiana: todos valen en una comunidad, todos tienen algo positivo, todos tienen algo bueno. No importa ser los primeros si ser el primero nos lleva a ser arrogantes e inmisericordes. Por eso la segunda parábola de la lectura de hoy pide que no invitemos o compartamos nuestra amistad con los que nos van a pagar, sino con aquellos que no pueden responder a nuestra generosidad. Y es que el tema de la humildad, cristianamente hablado, se resuelve en la generosidad. El que es humilde es generoso, misericordioso con los otros. Esa es la razón por la que la humildad cristiana es actitud sabia y principio de amor. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



domingo, 21 de agosto de 2016

DOMINGO 21º DEL TIEMPO ORDINARIO


“El Señor atraerá hacia sí a todas las naciones”

Las lecturas del Evangelio de los días precedentes nos han conducido al mensaje que hoy nos trae Lucas. Jesús derriba los muros que levantamos constantemente entre “nosotros” y los “otros”. Dios ama a todos, judíos y no judíos, y nos ama antes e independientemente de que le amemos.

La corrección que Jesús dirige hacia los fariseos es dura pero necesaria, como advierte la carta a los Hebreos. La cuestión es si la escuchamos como si no fuera con “nosotros”, sino con “los otros”. Es decir, si pensamos que no nos atañe. ¿Estamos curados de complejos de superioridad, de cierta tendencia a menospreciar a los que no cumplen nuestros cánones de religiosidad?

El fariseísmo no es simplemente un movimiento religioso de la época de Jesús, es una tentación constante para toda persona religiosa. Pidámosle a Dios que llene nuestros corazones de su misericordia para no caer en esa tentación.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El profeta anuncia que Dios vendrá a reunir a todas las naciones. Además quedan comprometidos los miembros del pueblo que deben anunciar el plan de Dios y trabajar para esa unión. Porque Dios nos hace participar a todos de su plan y de su obra.

Lectura del libro de Isaías 66, 18-21

Así habla el Señor: Yo mismo vendré a reunir a todas las naciones y a todas las lenguas, y ellas vendrán y verán mi gloria. Yo les daré una señal, y a algunos de sus sobrevivientes los enviaré a las naciones extranjeras, a las costas lejanas que no han oído hablar de mí ni han visto mi gloria. Y ellos anunciarán mi gloria a las naciones. Ellos traerán a todos los hermanos de ustedes, como una ofrenda al Señor, hasta mi Montaña santa de Jerusalén. Los traerán en caballos, carros y literas, a lomo de mulas y en dromedarios –dice el Señor– como los israelitas llevan la ofrenda a la Casa del Señor en un recipiente puro. Y también de entre ellos tomaré sacerdotes y levitas, dice el Señor.
Palabra de Dios.

Salmo 116, 1-2

R. Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio.

¡Alaben al Señor, todas las naciones, glorifíquenlo, todos los pueblos! R.

Es inquebrantable su amor por nosotros, y su fidelidad permanece para siempre. R.

II LECTURA

Durante siglos, hemos escuchado que hay que temer al castigo de Dios, y que este castigo es parte de un camino de aprendizaje. Sin embargo, no es este el mensaje del autor de este escrito, quien quiere acompañar los sufrimientos de una comunidad para que esta vea y perciba, en medio de sus propios dolores, la presencia de Dios, que sana y acompaña.

Lectura de la carta a los Hebreos 12, 5-7. 11-13

Hermanos: Ustedes se han olvidado de la exhortación que Dios les dirige como a hijos suyos: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, y cuando te reprenda, no te desalientes. Porque el Señor corrige al que ama y castiga a todo aquel que recibe por hijo. Si ustedes tienen que sufrir es para su corrección; porque Dios los trata como a hijos, y ¿hay algún hijo que no sea corregido por su padre? Es verdad que toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría; pero más tarde, produce frutos de paz y de justicia en los que han sido adiestrados por ella. Por eso, “que recobren su vigor las manos que desfallecen y las rodillas que flaquean. Y ustedes, avancen por un camino llano”, para que el rengo no caiga, sino que se sane.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 14, 6

Aleluya. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

“Fíjense en el evangelio de hoy: ‘Se quedarán afuera. Llamarán a la puerta diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Y él les replicará: ‘No sé quiénes son’. Entonces comenzarán a decir: ‘Hemos comido y bebido, y tú has enseñado en nuestra plazas’. Pero él les replicará: ‘No sé quiénes son. Aléjense de mí, malvados’. No basta llevar el nombre cristiano y vivir como pagano para presentarse al cielo y decir: ‘Jesús me conoce’.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 22-30

Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”. Él respondió: “Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Y él les responderá: ‘No sé de dónde son ustedes’. Entonces comenzarán a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas’. Pero él les dirá: ‘No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!’. Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El Señor atraerá hacia sí a todas las naciones.

La lectura del profeta Isaías es prácticamente el final del libro (de la tercera parte o Trito-Isaías). La profecía nos habla de la nueva Jerusalén, de unos cielos nuevos y una nueva tierra, que Dios va a crear. En ella reunirá no sólo a los israelitas que vuelven del destierro, sino también a gentiles venidos de todas las naciones. Ya no habrá diferencia entre unos y otros, todos adorarán a Dios en pie de igualdad, presentando ofrendas o sirviendo como sacerdotes y levitas. Y en esa nueva Jerusalén, los malvados no tendrán sitio. El Evangelio de hoy nos recuerda cómo con Jesucristo la profecía de Isaías se ha cumplido.

La salvación no es un privilegio reservado a unos pocos. Por eso, “anunciarán mi gloria a las naciones”, dice Dios por boca de Isaías, palabras que resuenan en el Salmo hoy proclamado. Saberse salvado por Dios es inseparable de querer la salvación de los demás. Decía Santo Tomás de Aquino que no se puede amar a Dios si no se ama lo que Él ama. ¿Cómo puede alguien pensar que Dios está presente en su vida si no le importa su prójimo? El mandato de predicar el Evangelio a todo el mundo hunde sus raíces en el amor, y no en una pretendida conciencia de superioridad.

La salvación no es una “cosa” a poseer, sino una “relación” a vivir.

La soberbia de creerse superior espiritualmente a los demás nos aleja del amor y, por tanto, de Dios. Jesús censura una vez más la religiosidad de los fariseos que creen ser destinatarios por derecho propio, como descendientes de Abraham, de la salvación. No comprenden que la salvación consiste en la aceptación libre de la relación de amistad que Dios nos brinda gratuitamente simplemente porque nos ama, a todos sin distinción, seamos como seamos. No comprenden que es un don al que debemos abrirnos y no el premio por cumplir las reglas de un club selecto.

“¿Serán pocos los que se salven?” La pregunta que le dirigen a Jesús es la clásica pregunta, legalista, farisaica. ¿Qué interés puede tener saber la cantidad de los que se van a salvar si no es para calcular la probabilidad de salvarse y el esfuerzo requerido para ello? Corresponde a una visión mercantilista e individualista de la relación con Dios. Es no haber entendido nada del mensaje de Jesús. Por eso, como en tantas otras ocasiones, Jesús no responde directamente a su interlocutor, sino que lo hace rompiendo el marco de referencia desde el que éste se sitúa, cambiando totalmente la perspectiva. Y lo hace recurriendo a la imagen del banquete, símbolo de fraternidad y de comunión de vida y amor: “se sentarán a la mesa en el Reino de Dios”.

Autenticidad frente a cumplimiento.

Sin embargo, uno puede haber comido y bebido con alguien, incluso puede haber ido a escucharle, sin que ello suponga llegar a entablar una relación de amistad con él, sin llegar a conocerle, simplemente movido por la curiosidad o por el deseo de prestigio que ello pudiera acarrear. Una vez más el Evangelio nos advierte: no se trata de lo externo, sino de lo que hay en el interior. Ese es el esfuerzo al que nos llama Jesús, a no quedarnos en lo superficial. Por eso avisa a los fariseos -con los que ha comido y bebido y en cuyas plazas ha predicado, y que se consideran elegidos (fariseo significa “separado”) frente a pecadores y gentiles- de que “hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos”. En cuanto a la mención de Jesús a “la puerta estrecha”, sencillamente se trata de una referencia implícita (a modo de anáfora) a la pregunta que inmediatamente se le ha dirigido.

¿Acaso son malos los fariseos? No. Simplemente razonan desde un enfoque equivocado: el del cumplimiento de la Ley. Bien podríamos ser nosotros, cristianos del siglo XXI, los destinatarios de las palabras de Jesús por cuantas veces levantamos muros para separar a “puros” de “impuros” en lugar de responder desde la misericordia, o por las veces que creemos haber “ganado” la salvación al cumplir normas y preceptos.

ESTUDIO BÍBLICO.

La Salvación es una Gracia de Dios

Iª Lectura: Isaías (66,18-21): Abrirse a todos los pueblos

I.1. Nuestra primera lectura de hoy es el del último capítulo del libro de Isaías que corresponde a un tercer Isaías, de la escuela del gran maestro que ha dado nombre a este libro en su totalidad. Es un oráculo que se dirige a los que ha retornado del exilio de Babilonia; es una llamada de esperanza universal. El fracaso del pueblo, con toda su identidad, debería haberles enseñado a abrirse a todas las pueblos, razas y lenguas, para que el proyecto universal de salvación de Yahvé, el Dios de Israel.

I.2. Es esto lo que se anuncia en esta lectura; es una llamada a la misión, que no van a escuchar los dirigentes y responsables. Se cerrarán en una teocracia sacerdotal, con el tiempo, y frustrarán muchas esperanzas. Comenzará a surgir una mentalidad cultual, legalista; una religión que no llegará al corazón reemplazará estas palabras proféticas, hasta que llegue el profeta definitivo, Jesús, quien volverá a recuperar para su pueblo y para el mundo lo que significa este oráculo.

IIª Lectura: Hebreos (12,5-7.11-13): ¡Tengamos esperanza!

La lectura de Hebreos es una amplia exhortación a vivir la fe en medio de las dificultades que deben soportar. Los destinatarios son, muy probablemente, judíos convertidos que se encuentran un poco desasistidos de los apoyos que encontraban en la praxis del judaísmo, en la antigua religión. Ahora se les reprocha que no sean capaces de soportar algunas cosas. Por eso se les exhorta a que cuando reciban una corrección deben asumirla con paciencia, porque a pesar de desconcierto primero, el final siempre es positivo. El fruto verdadero de la corrección y la paciencia es una esperanza firme para no abandonar la fe.

Evangelio: Lucas (13,22-30): Dios nos espera para salvarnos

III.1. El evangelio puede sonar un poco desconcertante, dependiendo en gran parte del dicho aislado “esforzaros de entrar por la puerta estrecha”. El pasaje se sitúa en el camino que Jesús emprende hacia Jerusalén y el seguimiento que ello implica, es una catequesis lucana del verdadero discipulado. Pero ¿para qué es necesario ser discípulo de Jesús? ¿para salvarse, para salvarnos? ¿Esa era la mentalidad del tiempo de Jesús heredada en ciertos círculos cristianos rigoristas? ¿Son pocos los que se salvan? Conociendo el mensaje de Jesús y su confianza en Dios, tendríamos que afirmar que Jesús no respondía a preguntas que se resolvieran desde el punto de vista legal.

III.2. En realidad la lectura a fondo de este evangelio plantea cuestiones muy importantes desde el punto de vista de la actitud cristiana. Jesús no responde directamente a la pregunta del número, porque no es eso algo que pueda responderse. Lo de la puerta estrecha es un símil popular y no debe producir escándalo, porque los caminos de Dios no son lo mismo que los caminos de los hombres: esto es evidente. Esta es una llamada a la “radicalidad” en todo caso, que pudiéramos transcribir así: quien quiera salvarse debe vivir según la voluntad de Dios. Eso lo dice todo, aunque para algunos no resuelve la cuestión. Por ello deberíamos decir que esa preocupación numérica fue más de los discípulos que trasmitieron estas palabras de Jesús (el Evangelio Q para algunos especialistas), que estaban más o menos obsesionados con un cierto legalismo apocalíptico y no bebían los vientos del talante profético de Jesús.

III.3. Siempre se ha dicho que Jesús lo que busca son los corazones y la actitudes de los que le siguen. Les pone una parábola de contraste, la del dueño de la casa que cierra la puerta. La mentalidad legalista es la de esforzarse por entrar por la puerta estrecha. En la parábola se adivina un mundo nuevo, un patrón, Dios en definitiva, que no entiende las cosas como nosotros, por números, por sacrificios, por esfuerzos personales de lo que se ha llamado “do ut des” (te doy para que me des). Muchos pensarán que han sido cristianos de toda la vida, que han cumplido los mandamientos de Dios y de la Iglesia de toda la vida (si es que eso se puede decir), que han sido muy clericales… pero el “dueño” no los conoce. ¿No es desesperante la conclusión? El contraste es que podemos estar convencidos que estamos con Dios, con Jesús, con el evangelio, con la Iglesia, pero en realidad no hemos estado más que interesados en nosotros mismos y en nuestra salvación. Eso es lo que la parábola de contraste pone de manifiesto.

III.4. ¿Las cosas deberían ser de otra manera? ¡Sin duda! Debemos aprender a recibir la salvación como una gracia de Dios, como un regalo, y a estar dispuestos a compartir este don con todos los hombres de cualquier clase y religión. Eso es lo que aparece al final de esta respuesta de Jesús. Los que quieren “asegurarse” previamente la salvación mediante unas reglas fijas de comportamiento no han entendido nada de la forma en la que Dios actúa. Por eso no reconoce a los que se presentan con señas de identidad legalistas, que ocultan un cierto egoísmo. No es una cuestión de número, sino de generosidad. En la mentalidad legalista y estrecha del judaísmo, que también ha heredado en muchos aspectos el cristianismo, la salvación se quiere garantizar previamente como se tratara de un salvoconducto inmutable e intransferible. No se trata de desprestigiar una moral, una conducta o una institución, como si el evangelio convocara a la amoralidad y el desenfreno para poder salvarse. Esta conclusión de moralismo barato (la “gracia barata” le llamaba Bonhoeffer) no es lo que piden las palabras de Jesús. Pero sí debemos afirmar rotundamente: si la salvación no sabemos recibirla como una “gracia”, como un don, no entenderemos nada del evangelio. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



domingo, 14 de agosto de 2016

DOMINGO 20º DEL TIEMPO ORDINARIO


“He venido a prender fuego en el mundo”

En este domingo las tres lecturas coinciden en mostrar que ejercer de profeta, como Jeremías o como Jesús, genera división en los “espectadores”, -término que emplea el autor de la carta a los Hebreos-. No es fácil proclamar la verdad que Dios quiere que sea conocida por los seres humanos. No suele ser la esperada. “La verdad duele” se suele decir. Y la culpa recae sobre el mensajero. Pasó con Jeremías según la primera lectura; pasó con Jesús según la segunda; y el mismo Jesús avisa de ellos a sus discípulos. Asumir esa realidad, y no dejar de decir lo que hay que decir ni de actuar como hay que actuar sólo es propio de quienes no buscan el aplauso social y se exponen a la “división de opiniones” incluso entre los más cercanos que señala Jesús o que caiga sobre él la “ignominia”, como se apunta en la segunda lectura. Pero merece la pena, es el modo de vida de quien quiere ser coherente con su fe.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Son muchos los que buscan la forma de acallar al profeta con su poder. Pero la Palabra de Dios no puede ser silenciada, se alza desde cualquier pozo en que se la quiera hundir.

Lectura del libro de Jeremías 38, 3-6. 8-10

El profeta Jeremías decía al pueblo: “Así habla el Señor: ‘Esta ciudad será entregada al ejército del rey de Babilonia, y éste la tomará’”. Los jefes dijeron al rey: “Que este hombre sea condenado a muerte, porque con semejantes discursos desmoraliza a los hombres de guerra que aún quedan en esta ciudad, y a todo el pueblo. No, este hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia”. El rey Sedecías respondió: “Ahí lo tienen en sus manos, porque el rey ya no puede nada contra ustedes”. Entonces ellos tomaron a Jeremías y lo arrojaron al aljibe de Malquías, hijo del rey, que estaba en el patio de la guardia, descolgándolo con cuerdas. En el aljibe no había agua sino sólo barro, y Jeremías se hundió en el barro. Ebed Mélec salió de la casa del rey y le dijo: “Rey, mi señor, esos hombres han obrado mal tratando así a Jeremías; lo han arrojado al aljibe, y allí abajo morirá de hambre, porque ya no hay pan en la ciudad”. El rey dio esta orden a Ebed Mélec, el hombre de Cusa: “Toma de aquí a tres hombres contigo, y saca del aljibe a Jeremías, el profeta, antes de que muera”.
Palabra de Dios.

Salmo 39, 24.18

R. ¡Señor, ven pronto a socorrerme!

Esperé confiadamente en el Señor: Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. R.

Me sacó de la fosa infernal, del barro cenagoso; afianzó mis pies sobre la roca y afirmó mis pasos. R.

Puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al ver esto, temerán y confiarán en el Señor. R.

Yo soy pobre y miserable, pero el Señor piensa en mí; tú eres mi ayuda y mi libertador, ¡no tardes, Dios mío! R.

II LECTURA

Jesús, desde la cruz, se hace solidario de todos nuestros dolores y acompaña nuestro sufrimiento.

Lectura de la carta a los Hebreos 12, 1-4

Hermanos: Ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta. Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora “está sentado a la derecha” del trono de Dios. Piensen en Aquél que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento. Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 10, 27

Aleluya. “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Ante el fuego del amor que trajo Jesús, hay quienes prefieren el hielo del desinterés y la indiferencia hacia el hermano. No nos quedemos en la tibieza. A pesar de los conflictos, sigamos optando apasionadamente por Jesús.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 49-53

Jesús dijo a sus discípulos: Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Tener conciencia del impacto social de la predicación del evangelio.

Cuando se escribe el texto evangélico ya había plena conciencia de que el llamado Evangelio, las ideas y actitudes que dimanan de la vida y predicación de Jesús, y que sus discípulos hacen suyas, no han dejado indiferentes a quienes las hacen conocer, como si fueran unas creencias más en medio de tantas como proliferaban en la sociedad de entonces. Exigen una nueva visión de Dios y del ser humano, también de la comunidad humana que no suele ser la que el ser humano desea. Y eso no se puede olvidar.

Aceptar el evangelio exige lucha, esfuerzo en el interior de cada uno

Lucha, esfuerzo en el interior de cada uno. Comprometerse con Jesús, con la verdad que ofrece, con su estilo de vida, sentir como él sintió, no está de acuerdo con las pulsiones más inmediatas y urgentes de nuestra condición humana, que buscan aburguesar nuestra vida, quedarse con lo “que el cuerpo pide” y también, y sobre todo el “espíritu”, que es disfrutar de lo fácil y cómodo y no complicarse la vida. Aunque ello implique no tomar en serio la fe que se dice profesar, dejarla en un segundo plano, tras otros intereses distintos, si no contrarios..

 Jesús divide a la sociedad

La lucha interior que exige la fe se traslada a las relaciones humanas. Ni estructuras sociales que deben fundarse en la coincidencia de proyectos de vida, como la familia, resisten con facilidad el compromiso cristiano asumido con coherencia, y surge la división o el enfrentamiento entre sus miembros, que anuncia Jesús. Piénsese, por ejemplo, lo que con frecuencia sucede cuando un hijo se siente llamado al sacerdocio o a la vida religiosa, y contraría por ello las expectativas familiares. O simplemente cuando un miembro de la familia, un hijo, por ejemplo no se pone como primer objetivo mantener y mejorar el status socioeconómico de la familia, porque sus intereses, su vocación va en otra dirección. Pensemos también en lo que sería pretender organizar la vida económica y política desde las enseñanzas evangélicas incluso en una sociedad que se llama cristiana. ¡Cuánta oposición! ¡Cuánta crítica por ser idealista, y no acomodarse al estilo de vida vigente!

A pesar de todo merece la pena apostar fuerte por Jesús

Conscientes, eso sí, de nuestras debilidades y de las incoherencias que se nos pegan al ser dada nuestras limitaciones, también y sobre todo morales. “No os canséis y no perdáis el ánimo” dice el autor de la carta a los Hebreos en la segunda lectura. Y lo dice porque por ahí pasó Jesús en quien tenemos que “tener fijos los ojos”, como añade. Vivir el Evangelio o simplemente vivir con la dignidad propia del ser humano –que el Evangelio nos descubre- exige tensión en nuestro interior y en nuestras relaciones humanas. Abandonar la tensión es malgastar la vida. Es duro ese compromiso, pero no estamos solos si nos damos tiempo a contar con quien “inició y completa nuestra fe”, Jesús, “sentado ahora a la derecha del Padre”, -segunda lectura-, pero presente en nuestra historia personal.

ESTUDIO BÍBLICO.

Primera lectura: (Jeremías 38, 4-6.8-10)

Marco: El contexto es la situación de Jerusalén en el tiempo inmediato anterior a su destrucción el año 587 a.C. Se subraya la situación de carencia: el pueblo esta desanimado, el rey no tiene poder, no hay agua en las cisternas, no hay pan en la ciudad. La lectura forma parte de la así llamada “pasión de Jeremías”.

Reflexiones

1ª) ¡La resistencia a la palabra del profeta repercute en su persona!

Ese hombre no busca el bien del pueblo sino su desgracia. La situación era delicada. Jeremías ha de llevar adelante su ministerio profético en circunstancias difíciles. Nos han quedado algunos fragmentos dramáticos que hemos convenido en llamar las “confesiones de Jeremías”, que revelan muy bien la intimidad del alma de este profeta caracterizado por una exquisita sensibilidad, un amor entrañable a su pueblo y una fidelidad a Dios inquebrantable (Jr 11,18ss; Jr 15,10ss; Jr 18,18-21). También los profetas interpretaron la situación política (recuérdese la misión de Elías y, sobre todo, de Eliseo y otros muchos profetas como Natán, Isaías, Amós, etc.), porque son los intérpretes autorizados de las exigencias de la alianza que alcanza a todos los aspectos de la vida personal y nacional. El profeta tuvo que tomar parte en aquellas circunstancias y aconsejar que se rindieran al rey de Babilonia, como única salida posible y viable. Su consejo y su postura no fueron aceptados y le causaron dura oposición y persecución.

Segunda lectura: (Hebreos 12,1-4)

Marco: El contexto es la exhortación a la constancia y fortaleza en medio de las dificultades, contrariedades y persecuciones resistiendo activamente. El autor invita a los lectores a fijar la mirada en el ejemplo de Jesús que es quien abre camino
Reflexiones

1ª) ¡Dejemos de lado lo que obstaculiza y corramos en la carrera que nos toca!

Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe. Toda la historia de la salvación está orientada hacia la consecución de una gran esperanza. Esa esperanza iba tomando formas y expresiones diferentes, aunque siempre continuadas y complementarias, a lo largo de los siglos de preparación. Realizada la presencia del Salvador en el mundo, esta esperanza se expresa de una manera cristológica, es decir, el motivo y la meta de la esperanza es participar en la misma historia y destino de Jesús. El discípulo debe tener los ojos fijos en Jesús. Es necesario seguir adelante siempre y sin claudicaciones y, como sabemos, en medio de persecuciones a muerte: Olvidando lo que he dejado atrás me lanzo hacia delante en busca de la meta y del trofeo al que Dios, por medio de Cristo Jesús, nos llama desde lo alto... De todos modos, sigamos adelante siendo consecuentes con lo que ya hemos alcanzado (Flp 3,12-16). Son exhortaciones, en ambos casos, que tratan de dar respuesta a una situación real y dolorosa. Todo es posible por el poder de Dios y la contribución de las virtualidades de todo orden que tenemos a nuestro alcance. La oferta que el cristianismo hace a los hombres es valiosa como el oro y conlleva que sea estimada como tal. Hoy como ayer hay que presentar el cristianismo como una respuesta que alcanza a lo más valioso del hombre y le promete la realidad que le proporciona su sentido.

Evangelio: (Lucas 12,49-53)

Marco: Proseguimos el viaje a Jerusalén. El fragmento podría titularse: el Reino no admite rivales; su prioridad es indiscutible en los planes y actuación de Jesús. El evangelio es una noticia inquietante, que puede engendrar la división.

Reflexiones

1ª) ¡Encender el fuego en el mundo, tarea principal de Jesús!

La imagen del fuego está relacionada con la espera escatológica*. Es una imagen que acompaña en las descripciones habituales que presentan los signos del fin. El propio Bautista recurre a ella en su predicación de marcado sabor escatológico también (Lc 3,16-17). La predicación de Jesús estaba intensamente coloreada por la espera y realización escatológica. Se trata de un fuego purificador en primer lugar: es necesario que la humanidad sea acrisolada al fuego para entrar en la gloria. También tiene el aspecto destructor. La relación de fuego y bautismo sugiere igualmente la idea de la regeneración total. No olvidemos que en este itinerario hacia Jerusalén, Jesús quiere instruir de modo peculiar a sus discípulos. Esta enseñanza va dirigida especialmente a ellos: el destino de Jesús es pasar por el fuego y el bautismo de su muerte y resurrección para hacer presente en el mundo el fuego purificador para siempre y ofrecer un bautismo que transforme a la humanidad. Estas imágenes, por tanto, nos invitan a comprender el mensaje de Jesús a sus discípulos de forma y que alcance a todo el ser del hombre.

2ª) ¡Jesús es un signo de contradicción, una bandera discutida y un valor absoluto!

¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. Hemos de habituarnos al estilo paradójico de Jesús. Una lectura precipitada de estas expresiones podría conducir a una comprensión desviada de sus palabras. Jesús proclamó dichosos a los promotores de la paz; se opuso a la violencia. La sangre de su cruz establece la reconciliación y la paz entre todas las cosas y entre los hombres y Dios. La paz es uno de los bienes fundamentales que se esperan para la etapa central de la salvación, porque la paz sintetiza todos los bienes de la salvación. El Dios de Jesús es un Dios de paz y no de aflicción o de guerra. ¿Cómo entender entonces estas palabras? En la Biblia hay diversos géneros literarios y uno de ellos es el uso de la paradoja. Jesús, que es el Príncipe de la paz, afirma que no ha venido a traer la paz. Cuando Jesús pide, como condición para seguirle, que hay que negarse incluso a sí mismo, o cuando dice que no es digno de él quien no le prefiere, incluso a los seres familiares más queridos, está suscitando una elección radical. En una misma familia puede haber miembros que se deciden por el seguimiento y otros no. ¿Qué ocurre entonces? Que se produce una criba, una división, no querida directamente por Jesús, sino resultado de la opción tomada por el discípulo que decide seguirle. Es decir, el seguimiento de Jesús provoca muchas oposiciones. Jesús es una bandera discutida. Simeón lo había afirmado en la presentación del templo (relato de la infancia, Lc 2), donde leemos una página entendida retrospectivamente*. La prueba definitiva de que Jesús fue rechazado por su pueblo es que fue condenado a muerte en cruz (cf. Jn 7 y 8: en ambos capítulos aparece por once veces que la vida de Jesús estaba en grave peligro de muerte; en ellos se subraya la labor de juicio y de criba que provoca la palabra y los gestos de Jesús).

Es, por tanto, una verdad extendida por todo el evangelio que la persona, las palabras y los gestos de Jesús, que vino a establecer la definitiva paz entre los hombres, y entre Dios y los hombres, de hecho lleva consigo la división por la exigencia de la opción tomada frente a él. División no querida, pero inevitablemente producida. Jesús es un valor absoluto que está incluso por encima de la sagrada institución de la familia.. Este evangelio sigue siendo vivo hoy, pero encuentra no pocas dificultades. No es fácil compaginar la seriedad del seguimiento de Jesús, así presentado y planteado, y la cultura de los hombres de hoy. ¿Hablaría de la misma manera, propondría las mismas exigencias, se arriesgaría de la misma manera si Jesús viniese hoy al mundo como lo hizo entonces?... La respuesta es que el Evangelio es único y para siempre y que, por tanto, Jesús es único y para siempre: Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre (Hb 13,8). (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo, O. P.).


domingo, 7 de agosto de 2016

DOMINGO 19º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.”

Varias de las expresiones que hoy nos presenta el evangelio de San Lucas, podían servir de hilo conductor de nuestra reflexión: la confianza, el desprendimiento con el corazón limpio de intereses materiales, estar atentos a su venida… y el Señor nos lo va pidiendo camino de Jerusalén.

Y sin olvidar que el evangelio de hoy hay que leerlo teniendo en cuenta el de los domingos anteriores.

Los que se encontraban solos, marginados, sin nada… tenían que depositar su fe y confianza en aquel que había comprometido su palabra de no abandonar a quienes lo habían dejado todo por seguirle a él… “no temas pequeño rebaño…”.

Y junto con la confianza, les pide Jesús que estén despiertos y vigilantes: “tengan ceñida la cintura y encendidas las lámparas…”

Nunca quiere el Señor inspirar miedo… nunca actúa así, sino que tengamos una confianza llena de amor, porque quiere concedernos la vida eterna, donde no habrá lugar para los sobresaltos e incertidumbres, sino para darnos la suma claridad.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

¡Cuánta fuerza tienen las personas buenas cuando se sostienen entre ellas! Esa solidaridad da firmeza para resistir en los malos momentos. Y así viven su fe, ayudándose, alentándose y haciéndose responsables unos de otros en el caminar.

Lectura del libro de la Sabiduría 18, 5-9

Como los egipcios habían resuelto hacer perecer a los hijos pequeños de los santos –y de los niños expuestos al peligro, uno solo se salvó– para castigarlos, tú les arrebataste un gran número de sus hijos y los hiciste perecer a todos juntos en las aguas impetuosas. Aquella noche fue dada a conocer de antemano a nuestros padres, para que, sabiendo con seguridad en qué juramentos habían creído, se sintieran reconfortados. Tu pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de sus enemigos; porque con el castigo que infligiste a nuestros adversarios, tú nos cubriste de gloria, llamándonos a ti. Por eso, los santos hijos de los justos ofrecieron sacrificios en secreto, y establecieron de común acuerdo esta ley divina: que los santos compartirían igualmente los mismos bienes y los mismos peligros; y ya entonces entonaron los cantos de los Padres.
Palabra de Dios.

Salmo 32, 1. 12. 18-20. 22

R. ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia!

Aclamen, justos, al Señor: es propio de los buenos alabarlo. ¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se eligió como herencia! R.

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.

Nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.

II LECTURA

Quien camina en la fe, pone los ojos y el corazón en la tierra definitiva, pero no se desentiende de esta tierra y de esta historia, porque es en este transcurrir cotidiano en donde su fe se manifiesta. Además de los creyentes que nombra la Carta, seguramente nosotros podemos agregar los nombres de hombres y mujeres de fe que nos precedieron y son para nosotros un estímulo en nuestro camino.

Lectura de la carta a los Hebreos 11, 1-2. 8-19

Hermanos: La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven. Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación. Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber adonde iba. Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar. Todos ellos murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas: las vieron y las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Los que hablan así demuestran claramente que buscan una patria; y si hubieran pensado en aquélla de la que habían salido, habrían tenido oportunidad de regresar. Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de llamarse “su Dios” y, de hecho, les ha preparado una Ciudad. Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas, a aquél de quien se había anunciado: “De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre”. Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aún para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.
Palabra de Dios.
O bien, más breve:  

Lectura de la carta a los Hebreos 11, 1-2. 8-12

Hermanos: La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven. Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación. Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber adonde iba. Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Mt 24, 42. 44

Aleluya. Estén prevenidos y preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. Aleluya.

EVANGELIO

La parábola del administrador expone la responsabilidad mutua que nos debemos los creyentes “para distribuir la ración en el momento oportuno”. Todos tenemos algún tipo de compromiso que nos compromete con el hermano. ¿Con qué disposición de ánimo hacemos nuestra tarea? El Señor espera encontrarnos ocupados en nuestro trabajo, es decir, sirviendo y amando al prójimo.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 32-48

Jesús dijo a sus discípulos: “No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino. Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón. Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así! Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”. Pedro preguntó entonces: “Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?”. El Señor le dijo: “¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: ‘Mi señor tardará en llegar’, y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más”.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Y porque este evangelio lo relacionamos con el de los anteriores domingos, recordamos que nos dice Jesús: “estad preparados…”, como si fuésemos a participar en una prueba deportiva.

Quizás ésta es una de las páginas que nos gusta pasar y recorrer de puntillas, sin asomarnos a su fondo ante el temor de que se nos plantee algún que otro problema práctico por “los bienes terrenos” en los que tanto insiste Jesús.

Y es que Jesús fue pobre, y así se lo recuerda con sinceridad a los que intentan seguirle: “no tenía dónde reclinar la cabeza”. Y además ponía esa condición para ir con él: “vende cuanto tienes… y después ven y sígueme”.

Sí, Jesús nos quiere desprendidos de todo, y de manera especial de lo que más ata, los bienes materiales, el dinero… es la mejor forma de “estar preparados…

Prepararse y esperar no es cruzarse de brazos para encerrarse en una tranquila y sosegada pasividad, como quien aguarda pacientemente en la estación a que llegue el tren o el autobús, como tampoco consiste en la evasión de problemas y negocios de la vida de cada día, sin poner de nuestra parte el esfuerzo necesario para ello.

“Tener encendidas las lámparas para el encuentro con el Señor” significa poner nuestra mirada en “los bienes de arriba” sin dejarse encandilar por las cosas de este mundo. “Estar preparados…” supone una vigilancia activa y creadora haciéndonos cargo de los acontecimientos de la vida, y poniéndonos a trabajar con tesón y ahínco para colaborar en hacer un mundo más justo y honrado, más disponible, más habitable y más humano… donde reine la justicia, el amor y la paz.

Con esa fe y confianza se nos presentan en las primeras lecturas a los que siguen a Dios: “tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes…” y “la fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve…” y por esa fe se recuerda a los antiguos, que la carta a los Hebreos nos presenta como modelo: Abraham, Sara, Jacob… ¿tenemos esa fe en el seguimiento de Jesús?

Todo esto nos anima a superar los miedos que con frecuencia se nos presentan y es la garantía de que el Reino de Dios está llegando a nosotros, de que quiere ser verdadero nuestro amor a Dios y a los hermanos.

Cada domingo, en la Eucaristía, podemos encontrar esa fuerza que nos ayuda “a estar preparados…” y bien sabemos que no es ninguna prueba deportiva sino la fuerza que nos debe acompañar para hacer el camino que como cristianos debemos recorrer cumpliendo nuestra misión y haciendo presente el Reino de Dios con un corazón libre de ataduras, limpio de muchos tesoros humanos, porque “donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”.


ESTUDIO BÍBLICO.

Estén preparados

Iª Lectura: Sabiduría (18,6-8): Memoria de la pascua liberadora

I.1. La lectura de este día quiere describir la noche de salvación para Israel, la noche pascual, que se ha convertido en el paradigma nostálgico de un pueblo que siempre ha recurrido a su Dios para que lo liberara de todas las esclavitudes; que anhela salvación y que encuentra en el Dios comprometido con la historia la razón de ser de su identidad. Es, probablemente, un texto cultual, es decir, nacido en la liturgia. El c. 18 de este libro escrito en griego, para la comunidad judía de Egipto, es una memoria litúrgica de la noche pascual, de la noche de la libertad y de la noche de la luz. Nada hay tan celebrado en Israel como la noche pascual.

I.2. “Memoria” es mirar al pasado. Pero es más que eso, es tener presente que Dios siempre puede encender la luz de la salvación para su pueblo en cualquier momento que lo necesite. Se hace memoria para actualizar y para “sentir” la misma presencia liberadora de Dios, porque el pueblo, la comunidad, las personas siempre pueden estar amenazadas de esclavitud. Sólo en Dios es posible poner la esperanza, porque en sus manos está la luz.

IIª Lectura: Hebreos (11,1-2.8-19): La fe, por encima de la muerte

II.1. Hoy, la segunda lectura, tomada de Hebreos 11, llena de contenido esta parte de la celebración, con su visión práctica de la fe evocada a la luz de las grandes figuras de la “historia de la salvación” y de todos aquellos que, por amor de lo que esperaban y de las realidades invisibles, renunciaron a los honores terrenos. Se dice que con este capítulo, el autor de la carta a los Hebreos, que no es San Pablo desde luego, sino un maestro desconocido, compuso este sermón para mover a la fe a la comunidad, al igual que los padres del pueblo, pero ahora con la esperanza que procura Jesús y su obra. Él es el ejemplo de nuestra fe en Dios y de nuestra entrega a los hombres al comprender todas las flaquezas. Por esto es Sumo Sacerdote, porque siendo Dios, superior a los ángeles, a Moisés y a Aarón ,comprendió más que nadie los pecados de los hombres.

II.2. En nuestra peregrinación hacia Dios, en la tipología hacia el santuario celeste, tenemos un mediador y una seguridad que no tuvieron los padres del pueblo: al mismo Jesús. Por eso, creer, según lo que se propone en Hebreos 11, no es mirar al pasado, ni conservarlo, sino avanzar hacia el futuro. Quiere decir que debemos estar en camino, que no hay puntos muertos en la historia de la salvación. Como es lógico, la lectura de hoy solamente toma algunos aspectos de ese capítulo, y se debe leer el mismo en su totalidad. La figura de Abrahán, el padre del pueblo al que se le pidió todo, es el ejemplo. Si fuéramos realistas diríamos que Dios no pide la muerte de un hijo, el de las promesas. Eso es un “género simbólico” para decir que todo está en manos de Dios. Pero precisamente es en las manos de Dios donde está la resurrección, y ésa es la gran cuestión de la fe en Dios y una de las afirmaciones de más alcance de este texto de la carta a los Hebreos.

Evangelio: Lucas (12,32-48): La sabiduría de la vigilancia

III.1. El evangelio de Lucas nos ofrece aquí una serie de elementos que están en el Sermón de la Montaña, en Mateo, y un conjunto de parábolas (los criados que esperan a que su amo vuelva de unas bodas, el amo que vigila su casa por si llega un ladrón, y el administrador fiel al que se le ha confiado repartir el trigo) sobre la vigilancia y la fidelidad al Señor. La exhortación primera, que concluye con el dicho “donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”, es toda una llamada a la comunidad sobre el comportamiento en este mundo con respecto a las riquezas. Lucas es un evangelista que cuida, más que ningún otro, este aspecto tan determinante de la vida social y económica, porque escribía en una ciudad (Éfeso o Corinto) donde los cristianos debían tomar postura frente a la injusticia y la división de clases.

III.2. El dicho del tesoro y el corazón es un dicho popular que encierra mucha sabiduría de siglos. Pero es propio de estos dichos (el llamado “Evangelio Q” como algunos lo llaman actualmente) poner de manifiesto la radicalidad sapiencial y escatológica que se vivió en aquellos momentos. Si bien es verdad que el rigor apocalíptico ya no es determinante, sí lo es el sentido que mantienen estas palabras. Vigilar, ahora, ya no es estar preocupados por el fin del mundo, sino estar preocupados por no poner nuestro corazón en los poderes y las riquezas. Son dichos para comprometerse en nuestro mundo, aunque sin perder la perspectiva del mundo futuro.


III.3. Lucas sitúa esto en el programa de buscar el Reino de Dios, pidiendo y exigiendo al cristiano no desear las mismas cosas que desean y tienen los poderosos de este mundo. El Reino exige otros comportamientos. Así, pues, las parábolas sobre la vigilancia y la fidelidad vienen a ser como el comentario a esa actitud. Es una llamada a la responsabilidad en todos los órdenes, pero especialmente la responsabilidad de saberse en la línea de que la vida tiene una dimensión espiritual, trascendente, sabiendo que hay que ponerse en las manos de Dios. Eso no es una huida de lo que hay que hacer en este mundo; pero, por otra parte, tampoco ignorando que nos espera Alguien que un día se ceñirá para servirnos si le hemos sido fieles. Ése de quien habla Jesús en la parábola, es Dios. Nosotros, mientras, administramos, trabajamos, ayudamos a los más pobres y necesitados, como una responsabilidad muy importante que se nos ha otorgado. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).