domingo, 26 de febrero de 2017

DOMINGO 8º DEL TIEMPO ORDINARIO



“Busquen sobre todo el reino de Dios y su justicia”

Con este domingo concluimos la primera parte del Tiempo Ordinario. La segunda parte la retomaremos otra vez una vez pasados los domingos de Pascua y las fiestas de la Trinidad y del Corpus.

También concluimos el Sermón de la Montaña que en distintos fragmentos hemos ido proclamando a lo largo de estas semanas. Ha sido San Mateo quien, a partir del tercer domingo de este Tiempo, nos ha ido presentando el ministerio de Jesús en su comienzo en Cafarnaúm haciendo la invitación de: “¡Convertíos!, porque está cerca el Reino de Dios”. Luego, en el cuarto domingo se proclaman las Bienaventuranzas del ese Reino y prosigue varias perícopas del Sermón del Monte.

Este domingo nos viene a poner delante de nosotros en qué Dios creemos. ¿En el que es nuestro Padre que nos quiere como una madre?, o ¿en el Ídolo inmediato del dinero, de lo temporal y, por tanto, lo perecedero? San Pablo vendrá en nuestra ayuda para decirnos lo importante es que seamos fieles, como administradores de los misterios de Dios y nos invita también a que nos dejemos juzgar por la providencia de nuestro Dios que nos ama con gran ternura. La Cuaresma, que vamos a iniciar, nos ayudará a reconocer todo esto y a poderlo celebrar en la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

1 LECTURA

Dios se presenta como una madre tierna y atenta. Se estremece hasta las entrañas ante nuestras necesidades. Quiere que experimentemos en todo momento su maternal atención. Confiados en este amor reparador, entreguemos nuestras vidas en manos de Dios.



Lectura del libro de Isaías 49, 14-15

Sión decía: “El Señor me abandonó, mi Señor se ha olvidado de mí”. ¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!
Palabra de Dios.

Salmo 61, 2-3. 6-9

R. Sólo en Dios descansa mi alma.

Sólo en Dios descansa mi alma, de él me viene la salvación. Sólo él es mi Roca salvadora; él es mi baluarte: nunca vacilaré. R.

Mi salvación y mi gloria están en Dios: Él es mi Roca firme, en Dios está mi refugio. R.

Confíen en Dios constantemente, ustedes, que son su pueblo, desahoguen en él su corazón, porque Dios es nuestro refugio. R.

2 LECTURA

Todo evangelizador o misionero debe comprender que no es dueño del mensaje que lleva, sino que es un administrador. Dios nos confía la tarea de anunciar la Buena Noticia de Jesús y de extender el Reino. Nuestra respuesta será la gratitud por su elección y la humildad en el servicio.

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 4, 1-5

Hermanos: Los hombres deben considerarnos simplemente como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se pide a un administrador es que sea fiel. En cuanto a mí, poco me importa que me juzguen ustedes o un tribunal humano; ni siquiera yo mismo me juzgo. Es verdad que mi conciencia nada me reprocha, pero no por eso estoy justificado: mi juez es el Señor. Por eso, no hagan juicios prematuros. Dejen que venga el Señor: Él sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los corazones. Entonces, cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Heb 4, 12

Aleluya. La Palabra de Dios es viva y eficaz; discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Aleluya.

EVANGELIO

Las palabras de Jesús nos revelan que él elevaba su mente y su corazón al Padre desde cualquier realidad en la que se encontraba. Sus ojos descubren la presencia de Dios a cada paso. Mirar la hermosura de las flores le basta a Jesús para deducir cómo nos ama y nos cuida Dios. Jesús es optimista porque está convencido de que el Padre nos cuida. Sus palabras nos mueven para que dejemos atrás todo temor.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 6, 24-34

Dijo Jesús a sus discípulos: "Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero. Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer o qué van a beber, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros y, sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten entonces, diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?”. Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción".
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El próximo miércoles iniciamos el “tiempo fuerte” que nos prepara para la Pascua, la nueva vida que nos ofrece Cristo Resucitado. Se nos invita ese día a “convertirnos y creer en el Evangelio”

Hoy, en este domingo, se nos interpela seriamente a una condición previa para “convertirnos” y “creer”. ¿Qué imagen de Dios tenemos?, ¿el Dios revelado por Jesucristo que nos ama como una madre, o el Ídolo del dinero que nos esclaviza?

Estamos viviendo no en una época de cambios, sino en un “cambio de época”. La ausencia de todo lo que significa trascendencia llama constantemente a nuestras puertas. Sigue imperando la idea del “silencio de Dios”, o lo que es peor, “la muerte de Dios”. Mayoritariamente en nuestra vieja Europa han decaído los valores evangélicos, y corremos tras esos otros valores efímeros que nos llevan a consumir y a tener lo necesario para poder consumir más. Así es como estamos construyendo la “sociedad del descarte” (Papa Francisco).

Qué difícil es hablar hoy de la confianza en un Dios providente cuando vemos a tantos descartados por la crisis económica, por las guerras, por las corrupciones, las injusticias, el hambre etc.. Hemos vuelto la espalda a Dios y nos hemos “mundanizado” favoreciendo así la “deshumanización”. Lo que importa es el dinero y a este ídolo sacrificamos: familia, amistad, ocio, salud, principios éticos, trabajo digno… Ya lo dice el refrán:”Poderoso caballero es don dinero”.

Pero el Señor, que no nos abandona nunca y nos quiere como una madre, nos ofrece hoy en la Palabra que proclamamos en la Eucaristía, una luz potente para hacer frente a estas situaciones de “servir al dinero” como único señor.

Isaías pone bien claro cómo nos ama Dios. Ama con entrañas de madre. Aunque nos resistamos a reconocerlo, El nunca nos abandona. Su providencia entrañable y amorosa nos acompaña desde el “silencio”. Incluso cuando lo abandonamos, nos alejamos de Él, nos sigue llevando “dentro”. Si descubrimos este amor entrañable podremos decir con el salmista:”Descansa sólo en Dios alma mía”.

Es importante, también, lo que San Pablo nos dice en la segunda lectura:”Que la gente sólo vea en vosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios” Esto exige a todos los bautizados ser fieles: tener fe, ser dignos de confianza, ser leales. Así es como haremos presente la salvación de Dios en medio de un mundo alejado de Él.

Jesús en el Evangelio nos propone una serie de cosas que parecen que nos pueden parecer provocadoras. Son, sin embargo clarificadoras para poder discernir cómo hemos de dedicarnos a las necesidades diarias que tiene todo ser humano para vivir dignamente. Hemos de evitar el agobio (estrés). Jesús emplea, hoy esta expresión, hasta seis veces. Toda nuestra vida es un aprendizaje para que no vivamos “agobiados” por tantas cosas que nos preocupan. A estas preocupaciones diarias les hemos de dedicar nuestra atención, pero dejando también que el Espíritu de Jesús nos ayude a encontrar soluciones. Lo importante es “el reino de Dios y su justicia”. Pero también está el dicho popular: “A Dios rogando, pero con el mazo dando”.

Jesús no es ningún poeta romántico, que no conoce la realidad del ser humano. Si habla de los pájaros y las flores, lo hace como un punto de reflexión para ayudarnos a discernir y para que podamos vivir la vida con sosiego y paz. Nuestra fe nos dice que Dios no nos abandona. El siempre es fiel a su amor. El nos da la fuerza para afrontar las dificultades y sinsabores con las que nos encontramos a lo largo de nuestra vida.

Es importante que nos dejemos interpelar por la Palabra de Dios que se nos proclama cada domingo en la celebración de la eucaristía. Es el Dios providente que se nos hace presente para ayudarnos y nos da su fuerza en el alimento Eucarístico. Si somos fieles, como nos ha dicho Pablo, viviremos construyendo el Reino de Dios y su justicia, y muchos agobios desaparecerán de nuestras vidas. Así “serviremos” sólo al Dios Padre providente.

ESTUDIO BÍBLICO.

I. Lectura (Isaías 49,14-15): Dios y su amor como "madre"

Este poema materno sobre Sión es de mucho calado. De fondo sabemos que está la guerra, el abandono del marido, quizás, aunque no sepamos la razón. Pero el profeta quiere levantar los ánimos y los corazones. Por eso se representa a Dios como madre que sola, con sus hijos de Sión, abre sus entrañas maternas. Dios, con su amor divino, se muestra de parte de Sión: no la ha abandonado, no puede olvidarse de ella. Sión es la ciudad santa y sus hijos los hijos del Dios materno. Este es uno de los simbolismos proféticos (aunque lo podemos encontrar en Num 11,12).

Por eso mismo no deja de ser extraño que esta visión profética de Dios, como madre, no haya podido mantenerse en el judaísmo por muchas razones evidentes: la exigencia, la pureza, la santidad por encima de todo y la ley como única garantía. Para "una madre", para Dios en este caso todas esas cosas no serían nada frente al verdadero amor divino. El profeta consuela así a su pueblo en medio de la destrucción. Si queremos es una enseñanza de que los castigos de guerras no vienen de Dios de ninguna manera.

II. Lectura (1ª Corintios 4,1-5): Los evangelistas son servidores de Dios

Ya a punto de concluir el conjunto sobre la "theologia crucis" en cuanto terapia espiritual frente a las divisiones que se han podido enquistar en la comunidad, Pablo nos confiesa que él y los demás predicadores del evangelio (puede estar refiriéndose a Apolo o a algunos otros) no son otras cosa que "ministros y servidores" de Dios, del evangelio. Eso significa que quiere desmarcarse rotundamente de las divisiones, de las banderías; no quiere cubrirse de gloria y ninguno de los predicadores lo deben hacer, aunque muchas veces la gente identifica demasiado lo anunciado con el anunciador. Este es el peligro que se debe evitar por encima de todo.

Con un lenguaje recurrente a lo apocalíptico pide que por ello será juzgado y por eso no le importa el juicio que sobre él se haga por algunos, quizás mal intencionados en este debate inocuo o mal planteado en algunos círculos. Pide ser juzgado por el Señor y no por dimes y diretes de algunos. Apelando a su conciencia deja bien a las claras que todo este debate ha podido ser "una cruz" para la comunidad y cada uno debe enmendarse a conciencia, sin juicios falsos sobre los demás.

Evangelio (Mateo 6,24-34): Despegarse de lo material

El texto de Mt 6,24-34 es un conjunto de elementos que pro-ceden del "evangelio" de Q, aunque como en su caso en Lc (cf 11,34-36;16,13;12,22-32) intervienen otros factores formales y redacciones tomados del AT o revelando un estilo más propio, para mostrarnos las palabras de Jesús en la actitud y las preocupaciones del Reino que debemos tener. El texto y su significado, aceptémoslo en principio, es muy complejo y la crítica que ha suscitado a las exigencias concretas que se exponen ha dado para libros enteros de ética y de moral. En un mundo injusto, donde lo económico es casi todo, parece que no hay, para estas palabras de Jesús, o de los cristianos de Q, más que problemas éticos. La vida humana tiende a asegurarse por encima de cualquier otra cosa, pero nuestro texto propone algo que no es considerado como alternativa más que para los utópicos de este mundo, que los hay y no precisa o exclusivamente cristianos. Desde el punto de vista de un científico social estas palabras de Jesús destruirían el sistema social del mundo y no traería la justicia a los pobres.

Bien es verdad que debemos estar abiertos a toda crítica, pero el sentido de las palabras de Jesús es que no podemos vivir el mensaje del reino obsesionados por lo económico o lo material y que ello debe traer la justicia a la tierra ¿Es eso verdad? ¿Es posible? Las palabras de Jesús, con los arreglos de los itinerantes de Q que las conservaron y la vivieron, sin duda, no pierden su sentido profético y radical. ¿Estamos ante invitaciones sapienciales o escatológicas? Podríamos decir que los dos aspectos están presentes en nuestro texto. El cristianismo primitivo estuvo encandilado porque pronto vendría el final y de ahí que no podría construirse un mundo obsesionado por la riqueza, el poder o lo económico. Pero si descartáramos que esto ya no tiene sentido, porque el fin del mundo y la plenitud del Reino no han llegado, entonces estas palabras mantienen su sabor de sabiduría. Toda la preocupación por el "cuerpo", es decir, por la vida de aquí, debe estar guiada con sabiduría y prudencia.

¿Son estas palabras para pobres que desean tener lo que otros poseen? Se ha dicho que como los seguidores de Jesús, al igual que su maestro, salieron de entre los pobres y hambrientos y no poseían nada, son advertencias para ellos y se les pone el ejemplo de los lirios y los pájaros. Algunos critican que esto es bucólico, pero de ninguna manera justo. Entonces se podría creer que el movimiento del reino que Jesús suscitó empezó haciendo de la necesidad social una virtud ética, es decir, negándose a aceptar la injusticia que experimentaban como normal y aceptable incluso para Dios. Pero eso no quiere decir que por la renuncia al "reino de dominio" se presente como alternativa el "reino del empobrecimiento y la miseria". No es eso lo que se pide en estos dichos, sino en no estar trastornados con lo que los dominadores imponen injustamente. Las explicaciones que algunos han buscado en comparaciones entre el movimiento cínico y el movimiento de Jesús no tienen ya sentido. En realidad estamos hablando de palabras proféticas con todo lo que ello suscita.

Mateo, pues, nos ha presentado este catecismo del "renuncia" con todas las consecuencias para la comunidad y como uno de los signos de identidad del reino anunciado por Jesús. Es posible que podamos intuir ciertos matices de grupos que han exigido esto de una forma muy particular. Los vv. 33-34 son un colofón muy determinado y práctico: "el reino de Dios y su justicia" es una crítica al reino del de este mundo, es decir, el reino del poder y el tener y de la injusticia. La renuncia a todo esto para el futuro, para el mañana, no es simplemente una afirmación del "hoy" exclusivamente (aunque suene a sapiencial); el mañana traerá su afán. Los planes para el futuro no están descartados, pues la urgencia del reino ya está presente y debemos saber vivirlo e incluso esperarlo para el futuro. Es verdad que la trivialización de estos dichos ha dado para críticas al pensamiento cristiano. Pero debemos decir que, por encima de esas críticas, el ser humano de hoy, tan "planificado", necesita la alternativa de lo real, de lo armonioso, de los lirios del campo y de las aves de cielo. Necesita experimentar que hay planes que no están en nuestras manos y que confiar en la "Providencia", aunque sin la actitud de las manos cruzadas, es irrenunciable en la verdadera vida cristiana. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


domingo, 19 de febrero de 2017

DOMINGO 7º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”

¿En qué se nota que somos cristianos? Las creencias, si son auténticas, se traducen en una determinada conducta. Pero una determinada conducta no garantiza de por sí la autenticidad de ciertas creencias. Sabemos bien que Jesucristo subordinó toda norma religiosa al mandamiento del amor, de modo que no tiene sentido cumplir un precepto, por heroico que este sea, si no se hace por amor.

En nuestro itinerario hacia la Cuaresma continuamos escuchando el sermón de la Montaña, que hoy nos habla de no responder al mal con mal y de amar a los enemigos. Jesús lleva a plenitud los mandamientos del Antiguo Testamento introduciéndolos en la lógica de la caridad. Advierte Santo Tomás de Aquino de que la ley nueva es más exigente en lo interior, pero más liviana en lo exterior, que la ley antigua. El problema es que en ocasiones los cristianos hemos acogido con facilidad la parte liviana, pero nos hemos olvidado de la exigente.

A los cristianos debería notársenos que lo somos en que verdaderamente tratamos de orientar nuestra vida desde la exigencia del amor porque confiamos en que el desbordante amor de Dios manifestado en Cristo nos hace capaces de ello.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.


1ª LECTURA

Dios, que es pura santidad, nos quiere santos. Él, que es puro amor, nos invita a amar. Amar es anticipar en esta tierra la vida divina. El amor de Dios, viviente en nuestro corazón, arroja fuera todos los odios.

Lectura del libro del Levítico 19, 1-2. 17-18

El Señor dijo a Moisés: Habla en estos términos a toda la comunidad de Israel: Ustedes serán santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo. No odiarás a tu hermano en tu corazón; deberás reprenderlo convenientemente, para no cargar con un pecado a causa de él. No serás vengativo con tus compatriotas ni les guardarás rencor. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.
Palabra de Dios.

Salmo 102, 1-4. 8. 10. 12-13

R. El Señor es bondadoso y compasivo.

Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. R.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. R.

Cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados. Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles. R.

2ª LECTURA

San Pablo quiere alejarnos de la vana sabiduría, que no tiene nada de sabia, sino que es pura presunción. Por eso nos exhorta a adherirnos a Dios mucho más fuertemente. Él nos dará la verdadera sabiduría, que no depende de tal o cual maestro, y que parece una locura a los ojos del mundo.

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 3, 16-23

Hermanos: ¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo. ¡Que nadie se engañe! Si alguno de ustedes se tiene por sabio en este mundo, que se haga insensato para ser realmente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios. En efecto, dice la Escritura: “Él sorprende a los sabios en su propia astucia”, y además: “El Señor conoce los razonamientos de los sabios y sabe que son vanos”. En consecuencia, que nadie se gloríe en los hombres, porque todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo o Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente o el futuro. Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios.
Palabra de Dios.

ALELUYA        1Jn 2, 5
Aleluya. En aquél que cumple la palabra de Cristo, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud. Aleluya.


EVANGELIO

“El amor no conoce límites. El amor a los enemigos es la expresión más fuerte de la voluntad de Jesús de superar todas las barreras levantadas por los hombres, todas las definiciones legales, todos los legalismos, y de introducirse en la amplitud y libertad del amor divino. Sin embargo el amor, desde el amor al prójimo al amor del enemigo, es justamente caracterizado como ‘el mandamiento supremo’ que está siempre ante nosotros, al que sólo nos aproximamos, y que difícilmente podemos cumplir plenamente alguna vez. El culmen del amor es dar la vida por los otros según el ejemplo de Jesús”.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 38-48

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado. Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

La tentación de hacer rebajas

Conseguir lo mismo por menos, es el gran reclamo de las rebajas que muchos comercios, en esta época del año, realizan. Nunca estamos del todo a salvo del egoísmo que nos lleva a aplicar el esquema mercantilista a nuestras relaciones personales, con los demás y con Dios. A veces, incluso, buscamos “rebajas” en nuestras relaciones.

Cuando un interés egoísta guía nuestras relaciones, estas se desvirtúan por completo. Los frutos que nacen del encuentro personal se marchitan cuando tratamos de apoderarnos de ellos, cuando pretendemos adquirirlos en lugar de recibirlos como un don. Necesitamos ser amados, pero el amor no puede exigirse, el otro debe entregársenos libremente. Tampoco podemos recibir amor si permanecemos pasivos: también nosotros tenemos que poner en juego nuestra libertad. Por este motivo, la lógica de la “rebajas” no funciona en las relaciones: recibimos en función de lo que estamos dispuestos a arriesgar. En contra, por tanto, de lo que muchas veces pensamos, el amor no se reduce a los sentimientos.

Las llamadas virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) forman una suerte de comunidad trinitaria: son inseparables y dependan cada una de las otras. Decía Benedicto XVI en Spe salvi que la actual crisis de fe de la sociedad occidental es, en sus aspectos concretos, una crisis de esperanza (n.17). Podemos decir, en consecuencia, que estamos también ante una crisis de caridad, de amor. No es casualidad que su primera encíclica, la inmediatamente anterior, la dedicara al amor (Deus caritas est).

El ideal evangélico que propone y realiza en su vida Jesucristo resulta tan exigente que la tentación inmediata es la de hacer “rebajas”, desnaturalizarlo. Entonces las consecuencias son inevitables: nuestra fe y nuestra esperanza enflaquecen. Cuando nos cuesta creer y mantener viva la esperanza es porque nuestro amor es débil, porque ponemos poco en juego. ¿Cómo creer que el amor de Dios nos salva de la muerte si no tenemos experiencia profunda del poder transformador que el amor tiene en nuestra propia vida?

Algunos pensadores europeos del siglo XX creyeron que el mensaje cristiano podía ser aprovechable reduciéndolo a un código moral, a una filosofía existencialista que eliminara toda referencia a Dios y a lo religioso (aspectos que ellos consideraban mitos inaceptables para una sociedad moderna). Hacer un cristianismo sin Dios, en definitiva. El resultado fue la otra cara de la moneda: el mandamiento del amor se convierte en una carga insoportable sin la experiencia de la fe en un Dios que nos ama primero (1 Jn 4, 19). Cuando nos cuesta amar y vivir con esperanza es porque nuestra confianza en Dios languidece. ¿Cómo aspirar a amar sin límites sin la experiencia profunda de la presencia misericordiosa de Dios en nuestras vidas?

Tenemos miedo a apostar toda nuestra vida al Evangelio y -como en esos concursos de la televisión- repartimos nuestra apuesta entre varias posibilidades, por si acaso, no vaya a ser que lo perdamos todo. Debemos seguir pidiéndole a Dios valentía para “dejarlo todo” y seguir a su Hijo (Mt 19, 27).

Del “ojo por ojo” al amor que ve más allá de “los nuestros”

El progreso moral que supuso la ley del Talión al prescribir proporcionalidad entre delito y castigo va a ser llevado a plenitud en el mandamiento del amor incondicional. Así es el amor de Dios, que “manda la lluvia a justos e injustos”.

El amor al prójimo ya revelado en el AT encuentra en el NT un alcance ilimitado cuando Jesús nos pide que amemos incluso a los que nos odian. La parábola del Buen Samaritano que narra Lucas (Lc 10, 30-37) recogía -y respondía invirtiendo los términos de la discusión- la controversia rabínica de la época acerca de a quiénes debían considerar “prójimo” los judíos. Controversia que también está de fondo en la Palabra proclamada de hoy.

En el Levítico 19 se habla de evitar el odio, la venganza y el rencor hacia los hijos de Israel. Respecto a la prescripción “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, los maestros de la Ley debatían acerca del alcance y los límites del término “prójimo” y si éste era o no aplicable también a, por ejemplo, los no judíos que habitaban en tierra judía. La respuesta de Jesús es clara y radical: “amad a vuestros enemigos”.

El amor al enemigo es la expresión más contundente del amor incondicional, universal y misericordioso que Dios nos tiene y al que Dios nos llama. Amar es procurar y desearle bien al otro: el verdadero amor solo busca eso. Amar a los que nos odian no es desear su odio, al contrario, es desear que lo abandone y que acoja la misericordia que se le ofrece. Y hacer y querer el bien del otro no siempre significará hacerle sentirse bien.

En cuanto a la respuesta que el Evangelio nos propone para quienes nos agravian, evidentemente no debe interpretarse como una invitación a despreciar la propia dignidad o a prestarse a ser denigrado. ¿Qué hacer cuándo se nos hace mal? No debemos responder con mal, pero tampoco debemos permanecer impasibles. Hay que dar testimonio. Poner la otra mejilla o dar más de lo que se nos quita o pide son expresiones que manifiestan que el mal debe ser afrontado con el bien.

La perfección a la que se nos llama es a la del amor.

Dios se ha revelado haciéndosenos prójimo en Jesús. Antes mencionábamos la tentación de construir un cristianismo sin Dios; también los hay que, sin llegar tan lejos en su rebaja, pueden sentirse tentados de fabricar un cristianismo sin Encarnación.

Dios no se revela por afán exhibicionista, ni tampoco para saciar la curiosidad humana. Por medio de la Encarnación, Dios expresa lo que es (amor sin límite) a la vez que lo realiza de un modo inefable. Su amor, que llega hasta la Encarnación, nos ha introducido en lo más profundo de Sí y nos ha revelado el misterio del propio ser humano: Jesucristo es la respuesta a la pregunta por lo que somos y lo que estamos llamados a ser. Su incumbencia para nosotros es total y definitiva.

Un amor tal como el que se nos pide solo es posible si bebemos de la fuente del amor, que es Dios, la cual se nos ha abierto en Jesucristo. La perfección de Dios a la que se nos llama no es la perfección como muchas veces la imaginamos: la de un ser acabado, pleno, autónomo. Así es como solían concebirla los antiguos filósofos griegos. Pero Dios no es una ecuación: ¿por qué habría de revelarse -y mucho menos encarnarse- un ser acabado, pleno y autónomo? La perfección de Dios es la perfección de la santidad, como dice el Levítico. La perfección consiste en amar como Dios ama, incondicionalmente. Por eso, la expresión que recoge Mateo, “sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”, es totalmente equivalente a la que encontramos en Lucas: “sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6, 36).

El amor es la única fuerza capaz de cambiar a las personas respetando su libertad. Desde esta perspectiva debemos contemplar la misteriosa relación entre la intervención amorosa de Dios (la gracia) y la libertad humana. “Seréis como Dios” (Gn 3, 5), este es el anhelo profundo que Dios ha puesto en nuestros corazones. No pretendamos, como Adán y Eva, adquirir o apoderarnos de su cumplimiento. Pidámosle a Dios que nos ayude a abrirnos, por medio del amor, para acogerlo como don realizado en Jesucristo, Nuestro Señor.

ESTUDIO BÍBLICO.

1.a Lectura (Levítico 19,1-18): El amor en el judaísmo no llegaba al enemigo

La primera lectura de este domingo está tomada del Levítico, uno de los cinco que componen el Pentateuco. Sirve esta lectura como introducción y, además, como telón de fondo necesario para el texto del evangelio. Lev 19 es como una especie de decálogo o código de santidad. De este capítulo solamente se toman algunas cosas, entre las que sobresale la exigencia de Dios para que seamos santos. Pero en este caso el concepto de santidad no es algo que parezca inaccesible al hombre, sino que en la lectura de hoy se propone específicamente no vengarse de nadie de los que constituyen la comunidad de Israel; en esa comunidad, pues, se esta blece el concepto de prójimo; algo que se antoja demasiado restringido para lo que hemos de oír de las palabras de Jesús.

No obstante, debemos reconocer que en el ámbito religioso - cultural de la época, supone para Israel una aportación dignificadora frente a otros pueblos y otras culturas. El "amarás a tu prójimo como a ti mismo", desde luego, es un hito humano y teológico, aunque quedará empequeñecido con lo que Jesús pide. El Dios de Israel, el Dios creador del mundo, hubiera pedido algo más determinante, si no fuera porque son los hombres los que no saben interpretar adecuadamente cuál es la anchura del corazón de Dios. Solamente Jesús se atreverá a dar un paso mucho más decisivo y arriesgado interpretando a Dios como Padre que ama a todos sus hijos, aunque no sean de Israel.

2.a Lectura (I.a Corintios 3,16-23): Cristo y la comunidad

En la segunda lectura vamos a concluir el tema de la sabiduría cristiana frente a la sabiduría del mundo que se ha ido proponiendo todos estos domingos. Ahora, en una especie de diatriba, Pablo quiere decir algo importante a la comunidad para que se percate de una vez por todas de la importancia de todo lo que les ha dicho en estos tres capítulos. Con la imagen del templo, del templo nuevo, del templo del Espíritu, el apóstol quiere enmarcar de nuevo, el principio de la sabiduría cristiana: si alguien en la comunidad, en la Iglesia, quiere ser considerado sabio, que no le importe que lo consideren necio, como que no vale. Porque los criterios de la comunidad cristiana deben ser distintos de los del mundo. Los que más valen, pues, no son los que triunfan en el mundo, porque el mundo construye sus triunfos en lo que fenece.

Por eso vuelve a mencionar a los "líderes" por los cuales la comunidad se dividía (Pablo, Apolo, Cefas-Pedro). Y por ello queda claro que todos los grandes y pequeños en la comunidad deben estar ante Cristo. De ahí podríamos inferir que los de Cristo no constituían un grupo aparte en la comunidad. Cristo, justamente, es el que unifica criterios, el que libera las ideas de todo personalismo de la sabiduría de este mundo. Y por eso la comunidad cristiana no debe tener personajes que deslumbren o líderes que se posesionen para ellos de la verdad del evangelio. Esa verdad es de cada uno, sean más inteligentes o tenga una misión más determinada. Porque el "cuerpo" de Cristo dignifica a todos aquellos que en el mundo no tendrían dignidad alguna.

Evangelio (Mateo 5,38-48): Frente a la violencia, el amor a los enemigos

El texto de Mt 5,38-48 es, como hemos adelantado, un hito prodigioso de luz y solidaridad para la humanidad. Nadie como Jesús se ha atrevido a hablar de esa forma y a jugarse la vida frente al odio del mundo y a la venganza entre enemigos. Es lo más típico y determinado de Jesús de Nazaret; así se reconoce en todos los ámbitos. Las antítesis veterotestamentarias, de las que sobresale la ley del talión, "ojo por ojo y diente por diente", no solamente quedan obsoletas, sino absolutamente anuladas en las propuestas de Jesús sobre el Reino. Las palabras de Jesús sobre el amor a los enemigos están insinuando el texto de Lev 19,18, la primera lectura de hoy. Es verdad que en el Antiguo Testamento, exactamente, no se dice "aborrecerás o odiarás a tu enemigo", pero como todos los que no son de la comunidad de Israel no pertenecen al pueblo de Dios, no había más que un paso para un tipo de relación de enemistad. Es decir, pueden ser excluidos del amor del buen israelita los que no son prójimo, los que no son de los nuestros. Aquí Jesús intenta poner el dedo sobre la llaga; intenta hablar y exigir que tengamos los mismos sentimientos de Dios, porque El no tiene enemigos, nadie es extraño para El, a nadie niega la lluvia y el sol. En las comunidades culturales-religiosas, como la de los esenios de Qumrán, se justifica más que sobradamente el odio a los que no pertenecen a la comunidad de la luz. Esta actitud está reflejada en la postura de interpretación religiosa de un judaísmo bien determinado. Jesús, pues, con estas antítesis, y principalmente con la última quiere incorporarnos a la "familia de Dios, del Dios como Padre", y en Él no cabe odio alguno. Por lo mismo, el amor al enemigo es la concreción más radical, por parte de Jesús, del amor al prójimo. No basta decir que el prójimo es el que piensa como yo, quien es de los míos; el prójimo son todos los hijos de Dios, y ningún hombre o mujer están excluidos de este derecho.

La quinta antítesis nos enfrenta a la no-violencia (5,38-42) teniendo como frontispicio la famosa ley del talión: "ojo por ojo y diente por diente". Las citas que están a la base de esta construcción tan particular y heterogénea son Ex 21,24; Lev 24,20; Dt 19,21. Y el texto, en término generales, es de Q (así se refleja en Lc 6,27-36), aunque los añadidos de Mateo son también realmente inconfundibles (vv. 38-39.41). Lo que se pide es tan extremo que muchos autores piensan que nos encontraríamos ante "dichos" auténticos de Jesús por el "criterio de disimilitud", es decir, que no pueden proceder ni del judaísmo ni de la comunidad cristiana, sencillamente porque Jesús "va más allá" siempre, en lo que piensa y en lo que dice, del judaísmo y del cristianismo primitivo; es más audaz, más profético y más arriesgado. Si la ley del talión había sido como un protocolo de no excederse en el mal que se ha causado, como casi todo lo de la Torá, quedará "cumplido" siendo más humano y más radical lo que se pide a un cristiano o a una comunidad cristiana. En el lenguaje popular la expresión de "poner la otra mejilla" ya tiene visos de leyenda para muchos y, sin duda, así se vive porque nadie está dispuesto a hacerlo. La bofetada en la "derecha" habla casi de infamia, del algo grave; de la misma manera el dúo túnica-capa y el quitar-dar es dejar a alguien desnudo, sin protección, sin personalidad, sin ser uno mismo. ¿Qué pretendía, pues Jesús con todo esto? Muchos se hacen esta pregunta y no encuentran fácil respuesta. Pero la cosa es más sencilla que todo eso: se trata de radicalizar la renuncia a la violencia... y todo lo demás podemos considerarlo como leyenda. Toda la comunidad cristiana debe saberlo y tenerlo en cuenta, aunque esté pasando por momentos críticos de persecución (en el caso de Mateo podía ser así) y de incomprensión. Estaríamos de acuerdo con el comentario de U. Luz, al respecto: "estos logia... tratan de causar extrañeza, de sacudir, de protestar simbólicamente contra el círculo de la violencia". Eso debe ser santo y seña de los seguidores de Jesús, porque él lo vivió personalmente así y de esa manera debe comportarse ideal y prácticamente una comunidad cristiana. Eso es lo que Jesús quiere que descubramos en el ámbito de la vida y en este estilo se muestra la categoría del Reino de Dios predicado por él. Así se explica el credo cristiano del rechazo a toda violencia, a la pena de muerte, a la respuesta de infamia y venganza por el mal que nos hayan podido hacer. El asunto no deja lugar a cualquier resquicio que justifique violencia o venganza. Este es uno de los aspectos más específicos del la verdad del Reino.

El amor a los enemigos (5,43-48) es la sexta y última antítesis de esa "plenitud" de la ley y los profetas que enmarca todo el conglomerado de las antítesis. Es la cumbre de todas ellas y el cenit de la radicalidad con que se pretendía esa plenitud de parte de Dios, revelado por Jesús. Así lo entiende Mateo quien sigue, no obstante, el texto de Q (Lc 6,27.32-35) e incluso reformula Q (Lc Lc 6,36) en el v. 48 de nuestro texto de hoy. En realidad el "odiarás a tu enemigo" no lo encontraremos en el AT, pero teniendo en cuenta que los que no son del pueblo de Dios, para el judaísmo, son pecadores, se entiende que se haya formulado de esta manera la exigencia de contraste del amor a los enemigos.

Estamos ante lo que es la esencia y el paradigma de lo verdaderamente cristiano; no hay algo más grandioso, más específico y más difícil de vivir que amar a quien nos odia, porque los enemigos son los que nos odian. Todos los elementos formarles o lingüísticos son de categoría y de contraste: amar, enemigos, hacer el bien, los que odian, bendecir, los que maldicen, orar, los que maltratan. Pero debemos tornar en consideración que en medio de estas oposiciones el punto de referencia es "el Padre del cielo", que es Dios. Esta antítesis no se puede entender sin esa referencia capital. El ejemplo del sol y de la lluvia es de una creatividad sin igual, que ningún humanista, filósofo o filántropo han podido imaginar. Hay que amar y perdonar a los enemigos, porque el "Padre del cielo" lo da todo a todos, es decir, no tiene enemigos. En el caso de Mateo, debernos entender que la "justicia" mayor que exige en el Sermón de la Montaña encuentra aquí toda su perfección. Es verdad que el amor o al menos la actitud del trato digno y justo o afirmaciones aproximadas las encontramos en otras religiones e incluso en círculos filosóficos o filantrópicos. Sin embargo, debemos reconocer que el amor a los enemigos es decididamente cristiano y por ello se entiende que el "logion" sale de la boca de Jesús. No podía ser de otra manera. Pero no es lo mismo la filfa o simpatía a todos los hombres incluso a los que nos son hostiles; en el mundo estoico nos encontramos con ciertas aproximaciones. Pero lo de Jesús va mucho más allá. No debemos olvidar que se habla de amar (agapaó) que es mucho más intenso y definitivo.

¿Es posible llegar a esta "justicia" tan perfecta? Lo que se nos dice en Mt 5,48 para rematar las antítesis es una propuesta de imitación: "sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto". Sabemos que ese es el sentido que tiene todo el sermón y las antítesis como elementos determinantes. Se nos pide que imitemos a Dios y no debe ser de otra manera, aunque nunca podamos ser como Dios, como el Padre. La "irnitatio Dei" es un planteamiento de la moral religiosa en todo su sentido cultural de la época y casi siempre ha sido así. Para Jesús, el modelo no puede ser sino Dios mismo, pero este como Padre. No obstante, la idea, tal como la formula Lucas 6,36 "sed compasivos" o "misericordiosos" (oiktírnzones) parece más conforme con lo que pudieron ser las palabras de Jesús, más en conformidad con el mismo hecho de tratar a Dios como Padre y no simplemente como Dios. Que a Dios se le considere perfecto es demasiado "jurídico" o "legal"; pero que a Dios-Padre se le considere como fuente de compasión y misericordia y que debamos hacer y sentir como El, es mucho más entrañable y humano. Querer ser perfectos como Dios es imposible, aceptar ser compasivos y misericordiosos como el Padre es lo propio de los seguidores de Jesús. En ese sentido no debemos tener miedo de tener a Dios, al Dios Padre, como modelo de nuestra vida, de la misma manera que lo experimentó Jesús.

Se ha hablado mucho de la utopía del amor a los enemigos como un imposible. Es verdad que es una propuesta "utópica", porque está fuera de lo normal, de lo que la antropología y la psicología nos dictan e incluso nos imponen. Pero si cambiáramos esta exigencia utópica del cristianismo toda caería por tierra. Si es imposible para cada uno de nosotros aceptémoslo, pero no por ello ignoremos las palabras de Jesús que lo llevó a la práctica, y de muchos seguidores. En todo caso, si es una utopía, se trata de una utopía irrenunciable que debe practicarse con todas nuestras fuerzas, las que tengamos, las que sintamos... lo demás, lo podemos dejar en las manos de Dios Padre que no ayudará a cambiar el corazón. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


domingo, 12 de febrero de 2017

DOMINGO 6º DEL TIEMPO ORDINARIO


“No he venido a abolir, sino a dar plenitud”

Creo que conviene siempre, al iniciar una celebración litúrgica, situarse en posición apropiada y tener en cuenta el gran misterio en el que se pretende participar. Para ello hay que dar todo el relieve a la presencia del Señor (Palabra/Sacramento) actualizando su acción salvífica. En la Const. Sacrosantum Concilium del Vaticano II se nos precisa la potencia de su Acción: “Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en la Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica… presente en el sacrificio de la Misa… en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia las Sagradas Escrituras, es El quien habla… y en la Comunidad congregada”; y es así como podemos precisar lo que ahí se celebra: “la liturgia como ejercicio del sacerdocio de Cristo” Ciertamente esta reflexión sirve para todas las celebraciones, hecha, claro está, según momento y participantes.

Una palabra más para subrayar la actitud del Pueblo allí reunido: participativa, mentalidad abierta, espíritu de búsqueda, fidelidad al hallazgo… Ya Isaías nos dejó un mensaje en el nombre de Dios: “Y ¿en quién voy a fijarme? En el humilde y abatido que se estremece ante mi Palabra” (66,2).

Estamos ahora en el principio del año litúrgico en el que abundan las enseñanzas de Jesús sin un orden temático, pero sí con la profundidad enteramente nueva del gran Maestro/Pedagogo instruyendo a sus discípulos y a todo el que se encontraba con El. Estamos en el ciclo A y es el evangelista San Mateo el que nos va llevando al feliz encuentro, como le pasó a él.

Después de los capítulos del Nacimiento 1 y 2, nos lleva al encuentro con Juan Bautista (su predicación, el anuncio del Mesías, el Bautismo de Jesús, las tentaciones…) y a la predicación de Jesús (en Galilea, Nazaret, llamado a los 4 primeros discípulos…) y curaciones. Comienza con la predicación profunda: las Bienaventuranzas, los valores de los auténticos discípulos –sal y luz- y la ley, que es la propuesta de hoy.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Estamos ante el Señor, nos mira, y busca en nuestros ojos y en nuestra alma esa coherencia que nos propone siempre en su Palabra, esas obras que hacen de este mundo una casa para todos los hombres y mujeres, nuestros hermanos.

Lectura del libro del Eclesiástico 15, 15-20

Si quieres, puedes observar los mandamientos y cumplir fielmente lo que agrada al Señor. Él puso ante ti el fuego y el agua: hacia lo que quieras, extenderás tu mano. Ante los hombres están la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que prefiera. Porque grande es la sabiduría del Señor, él es fuerte y poderoso, y ve todas las cosas. Sus ojos están fijos en aquellos que lo temen y él conoce todas las obras del hombre. A nadie le ordenó ser impío ni dio a nadie autorización para pecar.
Palabra de Dios.
Salmo 118, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34

R. Felices los que siguen la ley del Señor.

Felices los que van por un camino intachable, los que siguen la ley del Señor. Felices los que cumplen sus prescripciones y lo buscan de todo corazón. R.

Tú promulgaste tus mandamientos para que se cumplieran íntegramente. ¡Ojalá yo me mantenga firme en la observancia de tus preceptos! R.

Sé bueno con tu servidor, para que yo viva y pueda cumplir tu palabra. Abre mis ojos, para que contemple las maravillas de tu ley. R.

Muéstrame, Señor, el camino de tus preceptos, y yo los cumpliré a la perfección. Instrúyeme, para que observe tu ley y la cumpla de todo corazón. R.

II LECTURA

San Pablo nos insta a reconocer que dentro de nosotros, allí donde se juegan las decisiones, hay una sabiduría que debemos dejar que se manifieste. De esta manera podremos reconocer y vivir comprometidos con este tiempo en el cual vivimos, y con la esperanza de la vida eterna.

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 2, 6-10

Hermanos: Es verdad que anunciamos una sabiduría entre aquellos que son personas espiritualmente maduras, pero no la sabiduría de este mundo ni la que ostentan los dominadores de este mundo, condenados a la destrucción. Lo que anunciamos es una sabiduría de Dios, misteriosa y secreta, que él preparó para nuestra gloria antes que existiera el mundo; aquella que ninguno de los dominadores de este mundo alcanzó a conocer, porque si la hubieran conocido no habrían crucificado al Señor de la gloria. Nosotros anunciamos, como dice la Escritura, “lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman”. Dios nos reveló todo esto por medio del Espíritu, porque el Espíritu lo penetra todo, hasta lo más íntimo de Dios.
Palabra de Dios.

ALELUYA        cf. Mt 11, 25

Aleluya. Bendito eres, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños. Aleluya.

EVANGELIO

Jesús se muestra intérprete de la Ley judía. Así como tantos rabinos de su tiempo, también él quiere que sus oyentes puedan vivir en lo cotidiano lo que ha sido revelado en las Sagradas Escrituras. Porque, por supuesto, lo que está en ellas es para vivir y no para una simple lectura superficial.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 17-37

Jesús dijo a sus discípulos: No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no quedarán ni una “i” ni una coma de la Ley sin cumplirse, antes que desaparezcan el cielo y la tierra. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos. Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: “No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal”. Pero yo les digo que todo aquél que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquél que lo insulta, merece ser castigado por el Tribunal. Y el que lo maldice, merece el infierno. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo. Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. También se dijo: “El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio”. Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio. Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: “No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor”. Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos. Cuando ustedes digan “sí”, que sea sí, y cuando digan “no”, que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Líneas generales sobre la Ley

Aparentemente Jesús se presenta como un “reformador” de la Ley, pero nos dirá que no “ha venido a abolir la Ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud” (Mt 5,17).

Teóricamente las leyes son uno de los conceptos más usados en las diferentes culturas de la humanidad. Siempre se ha dicho que las leyes son necesarias para la convivencia humana. Junto a ellas están las autoridades, las conciencias, los objetivos… Y los aciertos y lamentables errores.

Bajo tales aspectos el pueblo de Israel fue evolucionando en varias direcciones: desde un sentido de la ley como instrucción/enseñanza/religiosidad/maduración…, tal como sería el caso de “los pobres de Yavé”, hasta la multiplicación de normativas para el control y dominio del mismo pueblo y de los que en tal caso fueran conquistados; ellos también tuvieron que padecer dominación y sometimiento de otros pueblos. Moisés con los Mandamientos que recibió de Dios en el Sinaí forjó una normativa que el pueblo siempre tuvo en cuenta porque venía de Dios, aunque a veces con sus interpretaciones manejadas por los doctores de la ley, fariseos, escribas, cúpula teocrática… habían creado corrupciones e injusticias. El Hijo de Dios viene precisamente para mostrar la pureza de la ley como camino hacia la verdad, la paz, la felicidad y la comunión con Dios.

Jesús nació y fue criado “bajo la ley para rescatar a los que se hallaban bajo la ley” Gal 4,4)… Conviene tener en cuenta que nadie como Él considera las Escrituras como Palabra de Dios; Él es la Palabra de Dios… “El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán” (Mt 24,35).

El apóstol Santiago nos indica cómo hay que recibir y encarnar la Palabra/Ley: “Poned por obra la Palabra y no os contentéis con sólo oírla, engañándoos a vosotros mismos… El que considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme cumplidor de ella… practicándola será feliz” (Sant 1,22ss) Y San Pablo: “Amar es cumplir la ley entera” (Rom 13,10). Y San Mateo en el texto de hoy recoge las palabras del Señor: “Sed perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48).

El Evangelio de hoy

La ambientación anterior es un largo prólogo para el Evangelio de hoy. Es en él donde Jesús comienza con fuerza la crítica, en el mejor de los sentidos, a las interpretaciones que se venían haciendo de la Ley. Quiere dejar bien claro desde el principio que “no ha venido a suprimir la Ley o a los Profetas; no he venido a suprimirla sino a darle plenitud” (5,17). Y añade: “si no sois mejores que los escribas y fariseos no entraréis en el reino de los cielos” (20). Luego comienza en un tono que los interpelados entenderán como agresivo pero que en realidad su intención es más objetiva, se trata de hacer brillar a la verdad, haciendo referencia a leyes deformadas. El estribillo es penetrante: “Se dijo a los antiguos… pero yo les digo” (21). Por el momento va a hacer referencia a seis leyes; para este domingo se hará referencia a tres.

a)      No matarás: Jesús amplía el contenido de este mandamiento a las peleas, a los insultos… hasta la pureza de la ofrenda en el Altar, para ello hay que reconciliarse antes con el hermano. Incluso con el que te pone pleito, hay que reconciliarse cuanto antes.

b)      Sobre el adulterio: se había llegado a una situación en la que la mujer era la única pecadora y se disponía de ella a capricho. Jesús recuerda la dignidad de la mujer, tanto como la del hombre, y cuenta con ella; recordemos su relación con ellas. Para los incorregibles les receta una cirugía in extremis.

c)      El juramento en falso y el no cumplimiento de los votos al Señor. Jesús nos enseña a tener la suficiente personalidad para decir sí cuando sea sí y no cuando sea no, nos enseña a vivir en la verdad.

Entiendo que no se trata de estudiar en esta ocasión cada una de las leyes seleccionadas por Jesús, lo cual no sería superfluo, hay que hacerlo. Pero para una Comunidad Eucarística me ha parecido sugestivo valorar la proclamación del Evangelio insistiendo en el hecho de que la Ley en Jesús ha entrado en una fase de “perfeccionamiento y plenitud”, y ojalá la Comunidad saliera con el propósito de dedicarse a la tarea personal y del medio en que le toque vivir.

Las lecturas

a) En la primera lectura tomada del libro del Eclesiástico se nos invita precisamente a valorar “los mandatos del Señor” ya que estamos hechos a su imagen y semejanza. Sean “perfectos como su Padre celestial es perfecto”. La primera Ley del Señor será la misericordia y la enseñanza. Él mismo ha venido para acompañarnos en el proceso de vuelta al Padre… La clave estaría en seguir a Jesús desde nuestra libertad. El Señor nos quiere libres y responsables, porque así nos hizo y BIEN pensado en cada uno de los mandamientos encontramos el sentido de nuestra vida. ¿Sobra alguno de los mandamientos?

b) La segunda, tomada de la Carta de San Pablo a los Corintios, hace referencia a una sabiduría exquisita: divina, misteriosa, escondida y predestinada por Dios… Esta es la oferta que el Señor desde su misericordia nos hace en su Hijo Jesús: hoy siempre y para todos “Yo estoy a la puerta y llamo”…

ESTUDIO BÍBLICO.

I . Lectura (Eclesiástico 15,20): Libertad, interioridad y decisión

Este texto del libro de Jesús Ben Sirac, conocido cristianamente como Eclesiástico, está enmarcada en un contexto sobre el misterio del pecado y la libertad humana. El problema se plantea como una respuesta al famoso origen del pecado o del mal; ¿acaso Dios es responsable del mal que experimentamos? El hecho de que el ser humano sea débil no es una desgracia, ni una limitación creacional. La respuesta del autor de este libro, en este caso, es precisamente de que tenemos toda la libertad para elegir entre el agua y el fuego, entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. Esta tesis bíblica, que ya arranca desde Gn 2-3, la tenemos a la orden del día en la antropología y la psicología

Es verdad que muchas situaciones configuran nuestra sensibilidad: historia familiar, de amistad, de fracasos. La psicología moderna tiene en ello mucho que enseñarnos, incluso frente a actitudes éticas y morales que debemos valorar. La afirmación de Ben Sirac es que Dios no obliga, no obstante, a pecar; es decir, lo sabio es que el hombre tiene en su interior una naturaleza buena, don divino, para elegir el bien y no el mal. Debemos, pues, elegir la integridad de la totalidad de nuestra existencia y de nuestras posibilidades y, desde ellas, valorar con sabiduría que hemos sido creados, no para el mal, sino para el bien, porque eso es lo que Dios ha puesto en nuestros corazones.

II. Lectura (1Corintios 2,6-10): La sabiduría escondida es oro

La segunda lectura, de la carta ICor (2,6-10), prosigue con el mensaje de la sabiduría cristiana. La sabiduría del "misterio de Dios" (1Cor 2,1) no puede imponerse con la palabra fácil, ni siquiera con el raciocinio helenista que es algo muy apreciado todavía en el ámbito de la ciudad de Corinto. Esa sabiduría, además, se explica desde la cruz, desde el fracaso de quien más nos ha hecho admirar el "misterio de Dios". Pero en este mundo domina el triunfo a costa de lo que sea, el buen vivir, aunque al final todos los que así piensan se encuentren con las manos vacías. Pablo sabía que tenía en contra todo ese mundo de sabios y entendidos al anunciar el misterio de Dios, pero se atreve con ello y así se lo hace ver a su comunidad. Sabe que lo que anuncia tiene su peso en oro, pero no reluce ante el mundo.

Pablo siente que los sabios de este mundo —bien paganos o bien religiosos—, le podían reprochar a los cristianos, de hecho le increparon: ¿qué sabiduría es la vuestra que os fiáis de un hombre crucificado? ¿qué sabiduría es esa que niega al hombre ser libre y hacer lo que le plazca? Pero el apóstol no se avergüenza por ello; está convencido de que el cristianismo tiene una sabiduría, la de su Dios, que es misteriosa, escondida, contradictoria: aquella que sabe perdonar y amar; que construye un mundo de relaciones, no en el poder, en el dinero, en la fuerza, sino en dar a los que no tienen posibilidad, ser algo, ser personas, tener una dignidad aunque no tengan muchos conocimientos. No es una sabiduría que se fundamenta en especulaciones, sino aquella que hace posible el Espíritu de Dios, para el que están dotados todos los hijos de Dios.

Evangelio (Mateo 5,17-37): La alternativa de Jesús a la ley

Con el evangelio de hoy nos introducimos en la dinámica de las antítesis, que quieren poner de manifiesto la justicia cristiana frente a la justicia del judaísmo que Jesús combate con la pretensión de dejar muchas cosas obsoletas. El próximo domingo culminará este conjunto, uno de los más difíciles del Sermón de la Montaña. Estamos ante una de las partes más significativas del Sermón de la Montaña, que tiene su correspondencia en el Sermón del Llano de Lucas (6,20-49). Sabemos que Jesús no pronuncia este conjunto así, sino que es una composición de la "escuela judeo-cristiana" con que se designa, a veces, el resultado final de la redacción de nuestro evangelio de Mateo. Son distintas fuentes las que le suministran, pero hay que resaltar muy especialmente la fuente de "dichos" (los logia, del famoso documento o evangelio Q). En el caso que nos ocupa nos encontramos con un material muy específico como son las famosas "antítesis", de las que en este caso se nos ofrecen cuatro. Estas de hoy no las encontraremos en el texto de Lucas, por lo que se piensa en un material que no podemos identificar. En este evangelio, pues se apunta claramente a la praxis cristiana, tal como lo necesita o lo entiende la misma comunidad mateana, que no puede desprenderse de su "judaísmo", aunque éste sea ya un judaísmo verdaderamente cristiano.

Todo comienza a ser difícil en nuestro evangelio si no acertamos a leer bien Mt 5,17; con los elementos de que se compone (los verbos "llevar a plenitud" —pléróó— y "anular" —katalvó—; e incluso la significación exacta de "nomos" —ley— y de sus "preceptos"). La discusión es del todo proverbial, inacabada e incluso patológica, tanto en la reforma como en el catolicismo en su confrontación con el mismo judaísmo rabínico. Los comentarios a nuestro texto y contexto nos llevarían muy lejos y debemos renunciar a ello. La distinción de los rabinos entre preceptos leves y preceptos graves no es significativa directamente en la lectura, pero de alguna manera las "antítesis" irán poco a poco subiendo un peldaño hasta la último sobre el amor a los enemigos (Mt 5,43-48) que es lo más radical; no obstante las cinco anteriores son también, en su exigencia, un órdago a la grande. Por ello no es una buena hermenéutica esa distinción entre lo grave y lo menos grave, sino que todo apunta a una propuesta de radicalidad y de exigencia que Mateo asume con decisión para su comunidad judeo-cristiana. Es ahí donde debemos centrar la plenitud de la ley y los profetas.

El Sermón de Jesús, para Mateo, es un imperativo y una exigencia, que no queda simplemente en una praxis jurídica, ritual, ni incluso moral, aunque no esté descartado por principio. Esta exigencia se inserta en la historia del pueblo, que es un pueblo que debe ser fiel a Dios, y por ello se habla de "plenitud". La "Ley y los Profetas" no son simplemente las dos partes esenciales de la Biblia, sino que debemos entenderla como la "historia de Dios con su pueblo" que debe llegar a la plenitud de la justicia y, más concretamente, de la gracia. Las "iotas" y las "tildes" (cosas mínimas) de la Ley no pueden quedar para nosotros en simples exigencias rituales o morales; si fuera así volveríamos a caer en un judaísmo que tendría poco que ver con la alternativa de la misma ética de Jesús, que es la ética revolucionaria del amor y de la gracia. Es decir, para Mateo, las "iotas" y las "tildes", símbolos de lo pequeño, forman parte de una plenitud que exigía la misma ley que todavía se venera y se asume en la comunidad mateana. Pero se está dando un giro decisivo, porque en la reflexión mateana, ya se sabe que Jesús no se queda simplemente en los preceptos veterotestamentarios. Ni la Torá judía, ni los Profetas, dejan de tener sentido, porque Jesús era un judío y no cambia de Dios ni de exigencias fundamentales frente a la maldad y al sinsentido de la vida y la religión. Es lo que deberíamos entender por encima de todo: la religión de la ley y los profetas llega a su "plenitud" (plerósai) si pensamos y sentimos como Jesús pensó y actuó como profeta de Galilea. Si se nos ocurriera interpretar en sentido fundamentalista que la ley y los profetas tienen vigencia para Jesús en sus pormenores, entonces deberíamos "desleer" el evangelio mismo y la historia de Jesús de Nazaret. Por tanto "plenitud" ética, pero más que eso plenitud en la fidelidad al Dios de la ley y los profetas que Jesús realiza con su vida y su entrega, con su mensaje radical sobre el Reino que ha llegado, o mejor, está ya presente.

Si nos fijamos concretamente en las antítesis, la primera (5, 21-26) nos habla de "matar", pero en realidad, desde el punto de vista formal, son tres elementos es uno: matar, encolerizarse contra el hermano, adversario-juicio. La radicalidad, pues, se da en que matar a alguien es un infierno. Pero se comienza a matar de muchas formas y de muchas maneras, aunque no nos sea permitido establecer una coordinación de los tres momentos del conjunto. Consideramos, pues, que lo pequeño y lo grande, las iotas y las tildes de la vida, forman un tejido en el comportamiento de la sociedad, que la moral o la religión no pueden desatender. En ese caso, "plenitud" es no hacer real a nadie, ni dejar espacio en nuestro corazón a la ira, ni tener adversarios en tribunales ni a la hora de practicar la religión, porque todo eso nos aparta de las bienaventuranzas que han abierto el Sermón de la Montaña.

La segunda de las antítesis (5,27-30) nos habla del adulterio. Sabemos que este tema tiene su paralelo en Mt 9,43-47 y 18,8s. ¿Es tan importante este propósito como para que forme parte de las antítesis o del Sermón de la montaña? También aquí se concatenan tres elementos formales: adulterio-concupiscencia, el ojo que se escandaliza y la mano. Estamos hablando de algo que afecta al matrimonio y a la familia, como base fundamental de la sociedad y de la sociedad judía. Entre otras razones porque el matrimonio es casi una obligación para un judío y eso que Jesús, con absoluta seguridad, no decidió casarse por dedicar su vida al "anuncio del Reino de Dios". En una sociedad de relaciones familiares, pues, el adulterio es un atentado a lo más esencial de la familia judía. Cosa que no hubiera sucedido para culturas "polígamas". ¿Fue eso esencial para Jesús de Nazaret? ¿Es una defensa de la santidad del matrimonio en la escuela de Mateo? Desde la antropología cultural debemos decir que sí, porque la moral tiene mucho de antropología cultural. Por lo mismo la radicalidad debemos aplicarla con el mismo criterio que hemos señalado en "matar", aunque la diferencia sea abismal para una ética simplemente natural. Se trata pues, de radicalizar algo sagrado en el mundo familiar judío. Pero hay más desde el punto de vista de Jesús: su amor por los pequeños, por la mujer, por los que no cuentan. En la praxis judía, los que habían sido cazados en adulterio podrían ser condenados a muerte por lapidación (cf Dt 12,21-24;Jn 8,lss), pero se encontraban, a veces, razones e interpretaciones para no aplicarlo, quizás porque los varones siempre encuentran sus privilegios. ¿No intentaría Jesús defender a la mujer, casada o no, con esta radicalidad? Podríamos aplicar aquí una hermenéutica en la que se pide que la mujer no sea solamente objeto de deseo, sino persona que es igual que los varones, madre de sus hijos, como lo es el varón padre de sus hijos. Es una radicalidad de mente y de corazón lo que se pide, pues, para el hombre y para la mujer; una radicalidad de relaciones no simplemente sexuales, sino de respeto mutuo, de integración social y religiosa a todos los efectos. Por ello "sacar", "arrojar, "cortar" ojos y manos no es más que un simbolismo para exigir la purificación del corazón, por la llegada del Reino de Dios, donde el hombre y la mujer se deben amar de verdad más allá de lo erótico.

La tercera antítesis (5,31-32), es sobre el divorcio. Es toda una consecuencia de lo anterior. El tema lo encontramos en el mismo Mt 19,9 (=Mc 10,11) y Lc 16,18. Desde luego que hay diferencias de formulación y no está clara la fuente que ha usado nuestro evangelista, aunque muchos se inclinan por el Documento Q ¿Por qué prohibe esta antítesis que nadie se case con una repudiada? Si la mujer ha obtenido el libelo de repudio se debería entender que está libre. El tema del divorcio de Dt 24,1 viene aquí como regulado o justificado por el caso famoso de la "pomeía" (fornicación=adulterio), aunque algunos autores piensan que el término "parektós" no se debe entender como una excepción, sino en sentido inclusivo ("incluso por fornicación" se debería traducir), pero no es lo más aceptado. Esta antítesis no parece estar en la línea radical de las dos anteriores; ¿Es una concesión de la escuela de Mateo por respeto a la tradición del judaísmo rabínico? El tema ha sido muy discutido, por activa y por pasiva, con planteamientos distintos entre protestantes y católicos. En síntesis, debemos afirmar que la radicalidad existe; que el divorcio no puede quedar como algo trivial, sino que es un atentado contra el amor. Pero el texto nos quiere decir más (salvo la excepción de porneía): el divorcio no es permitido porque es un atentado a la mujer, ya que las escuelas rabínicas dejaban claro su pretensión de que el hombre era quien tenía el privilegio del acta de divorcio. Aunque está formulado de forma un tanto jurídica, la exigencia de exponer a un varón al adulterio por casarse con una mujer repudiada está en la línea radical de cómo han sido construidas las antítesis. En todo caso, en ésta se da una crítica contra el derecho de divorcio porque el divorcio es romper el amor familiar. Pero si nos fijamos bien, no es la mujer la causante de adulterio, sino el hombre que repudia y el hombre que se casa con una repudiada. Son los varones los que han hecho la ley de Dt 24,1 en su favor y por eso el Sermón no acepta esa ruptura del amor familiar de los fuertes en contra de la voluntad de Dios. Pero si nos atreviéramos a darle un sentido concreto, aunque no inclusivo, al término "porneía", entendido como una imposibilidad de seguir manteniendo el matrimonio cuando es un "infierno de desamor", entonces seguiríamos la excepción de la escuela de Mateo y podríamos, incluso, defender que la porneía puede ser "el maltrato" a uno de los cónyuges, o a los hijos. Eso no contradice, creo, el pensamiento de Jesús según tenemos en Mc 19,11 y Lc 16,18. El pensamiento de Jesús o de la comunidad cristiana primitiva era: el divorcio, el repudio de la mujer, es un atentado contra el amor verdadero que no puede sostenerse ni siquiera en el precepto de la Torá de Dt 24,1, porque ese precepto va en contra del amor matrimonial en el que el varón (el fuerte) despide y degrada al débil (la mujer). Jesús no acepta esa ley de los fuertes frente a los débiles. No es posible decir más al respecto, siendo un tema tan definido y de influencias tan señalas en las distintas confesiones cristianas; cada matrimonio cristiano debe leer esta antítesis y las consecuencias pertinentes desde su conciencia personal y familiar.

La cuarta antítesis nos habla del juramento (5,33-37). Debemos reconocer que se trata de un texto espinoso y sorprendente hasta el punto de que el análisis literario distingue entre elementos secundarios y añadidos de la redacción mateana. Simplificando se podría entender que jurar en falso no es propio de los seguidores de Jesús. Encontramos un texto sobre ello en St 5,12. No se debe jurar, ni por Dios, ni por los hombres, ni por uno mismo, ni en nombre de lo más sagrado ¿Por qué? Porque no se jura para apoyar nuestra verdad o para reafirmar nuestra mentira o nuestra maldad. La verdad o la mentira resplandecen por sí solas. Es verdad que se quiere subrayar que la justicia cristiana no puede estar engolfada en la mentira. Pero como la antítesis tiene varios circunloquios respecto a Dios (el cielo y el templo como presencia de Dios), lo que se condena es apoyar la mentira en Dios. Es una antítesis por la que se intenta poner de manifiesto que Jesús exige la veracidad humana, pero va mucho más allá. Con ello se quiere poner en evidencia una costumbre muy extendida en la antigüedad sobre el juramento, especialmente ante tribunales. Pero en realidad esto debe entenderse como un "no" absoluto a la mentira con la cual se construye en este mundo el poder, la fama, la riqueza, el honor... La radicalidad de esta antítesis, desde luego, llega a rozar lo irreal, porque eso llevaría consigo no confiar en la palabra de inocencia en muchos casos de la vida. Es verdad. Muchas personas no tienen más que su palabra para proclamar su inocencia ante la sociedad y la ley, y no les quedaría más que apoyarse en su Dios para fundamentar su verdad. Pero podríamos entender que lo que la antítesis enseña es que le basta al ser humano su verdad, porque la verdad es el juramento mismo de su inocencia. Se entiende que por muy compleja que haya sido la praxis de esto en la comunidad primitiva y el que un precepto como este se exprese de esta manera para formar parte de las antítesis o programa del "reino" predicado por Jesús, se resuelve en la misma vida de Jesús de Nazaret que no tuvo que jurar ni por el cielo ni por la tierra. Este sería el derecho del reino de Dios que se enraíza en la verdad y no en la mentira del mundo. Y por ello, abusar del juramento podría estar en contra del planteamiento liberador de Jesús en su proclamación del reino.

Entre las muchas posibilidades de puntos diferentes de las antítesis y entre las posibles interpretaciones que tenemos, debemos señalar que existe un planteamiento bien determinado: "si vuestra justicia no es más grande que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos". Es toda una provocación, porque no se trata de una justicia más complicada en preceptos y en exigencias, sino cabalmente más perfecta en cuanto a que sea más simple, generosa y entregada. Lo más perfecto no es aquello que cumple los requisitos legales pormenorizadamente, sino lo que renueva verdaderamente la vida, la felicidad. Precisamente, en el caso del evangelio de hoy, lo que va más allá de la ley es lo que supera todo tipo de venganza, odio o el desamor; se propone la justicia que emana de unas nuevas relaciones entre Dios y el hombre, y de ahí de los hombres entre ellos mismos. Esa es la propuesta catequética de Mateo a su comunidad, en la que se intuye, claramente, que no se pueden justificar actitudes porque estén legalizadas. Sucede, a veces, que lo que está legalizado es injusto. Y contra ello está la justicia del Reino. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).