domingo, 24 de septiembre de 2017

DOMINGO 25º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”
  
“Mis planes no son vuestros planes”. La historia del ser humano, tal como aparece en la Sagrada Escritura, es la historia de cómo unos planes de Dios para la felicidad y, después del pecado, para la salvación de hombres y mujeres, son reiteradamente echados por tierra por el hombre y suplantados por éste con sus propios planes. El ser humano siempre ha querido ser autónomo, forjar sus propios planes, ser como Dios. Así vino el pecado de nuestros primeros padres y por esa misma razón se suceden pecados a lo largo de la historia. Todo consiste en invertir la decisión de Dios de hacer al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, pretendiendo éstos fabricar su propio Dios a la imagen y semejanza de ellos, es decir, de acuerdo con sus ideas e intereses. Esto lleva a que no pocas veces se atribuya a Dios planes, decisiones que sólo habían surgido en la mente y el corazón humanos.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El encuentro con Dios depende de nuestra actitud y disponibilidad. No hay un solo momento en el que Dios no se deje encontrar, porque en verdad no se oculta. Quizás somos nosotros los que postergamos un encuentro profundo y sanador con él.

Lectura del libro de Isaías 55, 6-9

¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca! Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva al Señor, y él le tendrá compasión; a nuestro Dios, que es generoso en perdonar. Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.
Palabra de Dios.

Salmo 144, 2-3. 8-9. 17-18

R. El Señor está cerca de aquellos que lo invocan.

Día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar. ¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza: su grandeza es insondable! R.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. R.

El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones; está cerca de aquellos que lo invocan, de aquellos que lo invocan de verdad. R.

II LECTURA

¿Cómo la muerte puede ser una ganancia? ¿Qué tiene de beneficioso morir? Para Pablo, la muerte de Cristo nos ha liberado del pecado y de todas sus consecuencias. Es una libertad que nos da una vida nueva, es decir, un nuevo modo de vivir, de relacionarnos entre nosotros y de buscar nuestra plenitud. La muerte de Cristo es, en verdad, lo que nos ha dado vida.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 1, 20b-26

Hermanos: Estoy completamente seguro de que ahora, como siempre, sea que viva, sea que muera, Cristo será glorificado en mi cuerpo. Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si la vida en este cuerpo me permite seguir trabajando fructuosamente, ya no sé qué elegir. Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo. Tengo la plena convicción de que me quedaré y permaneceré junto a todos ustedes, para que progresen y se alegren en la fe. De este modo, mi regreso y mi presencia entre ustedes les proporcionarán un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Cf. Hech 16, 14b

Aleluya. Señor, toca nuestro corazón, para que aceptemos las palabras de tu Hijo. Aleluya.

EVANGELIO

Es muy importante que atendamos a lo que exigen estos primeros contratos. Porque, a simple vista, su pedido es justo: cobrar proporcionalmente  las horas trabajadas. Pero el Reino tiene otros criterios. Ya sea que se esté poco o mucho, la recompensa siempre es Dios, porque nuestra ganancia no está en la proporción del trabajo, sino en el trabajo mismo, sin importar cuánto esfuerzo material entreguemos en esta empresa.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 19, 30 - 20, 16

Jesús dijo a sus discípulos: “Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: ‘Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: ‘¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?’. Ellos les respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Entonces les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’. Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros’. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada’. El propietario respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿O no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?’. Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Una pretensión del ser humano: que Dios tome partido por unos frente a otros

No pocas veces se ha pretendido  que Dios tome partido por un grupo humano cuando está en lucha contra otro. Dios sería el encargado de castigar a los que, a juicio de uno de los  grupos, habían actuado perversamente.  El Dios en el que creían era el de la justicia vindicativa o justiciera. Su justicia no podía ser distinta del concepto que ellos tenían de ella y de cómo había que aplicarla. En general se abogaba por una justicia que estaba al margen de la misericordia cuando se juzgaba cómo había que tratar a los otros. La misericordia, aunque no siempre se confesara, Dios la tendría reservada para ellos. Hacen a Dios a su imagen. Pero, “gracias a Dios”, los planes de Dios, sus caminos, como dice Isaías en la primera lectura, no son como los nuestros. Y no son como los nuestros porque Dios da más de lo que merecemos, como aparece en el texto del evangelio, frente al apego que en nosotros existe a ceñirnos, en el mejor de los casos, a que la generosidad deje sitio a la estricta justicia.

La estricta justicia

La verdad es que la estricta justicia nuestra no es tan estricta ni tan justicia. Dios nos dice que si fuéramos tratados en estricta justicia por Él –y también por los hombres -, tendríamos menos de lo que tenemos, seríamos menos de lo que somos en la sociedad. A todos nosotros nos ha llegado la generosidad desbordante de Dios, por lo que es farisaico molestarse porque esa generosidad llega a otros. Mejor que protestar por la generosidad de Dios ante el hermano y dejarnos llevar por la envidia, debemos imitar su manera generosa de actuar, tratar de que nuestros planes se acomoden cada vez más a los suyos. Eso es la justicia verdadera.

Para Dios nunca es tarde

Dios no está sometido al tiempo: no hay últimos ni primeros. Ese es un asunto nuestro. Lo que Dios quiere es que se responda a su llamada, “al amanecer” o a “media tarde”. Lo que sí pide que se sea fiel a lo que Dios quiere de cada uno y realicemos lo que se les pide; sin pedir cuantas a Dios por su actitud con los demás. Pues los planes de Dios no son nuestros planes; sus “caminos son más altos que los nuestros”. Desde lo alto Dios tiene una perspectiva más amplia que la nuestra. Hemos de esforzarnos en hacer nuestra esa visión de Dios. San Pablo decía que teníamos que captar la mente de Cristo, pensar como él pensó en su tiempo histórico, tal como nos lo relatan los evangelios. Y el evangelio de este domingo descubre ese pensamiento de Jesús de Nazaret, que supera la pequeñez del nuestro.

ESTUDIO BÍBLICO.

Iª Lectura: Isaías 55,6-9: A Dios siempre se le puede encontrar

I.1. Esta lectura pertenece al «Deuteroisaías», un profeta anónimo del destierro que interpreta con mucho acierto la acción de Dios en la historia del pueblo y de los hombres. Probablemente el texto de la liturgia de hoy sea uno de los más bellos, asombrosos y conocidos, por aquello de «mis caminos no son vuestros caminos...». Es, en cierta manera, el resumen final de los cc. 40-55 en que se recogen los oráculos y exhortaciones de ese profeta anónimo del destierro que tiene que levantar el ánimo del pueblo.

I.2. Estamos ante una llamada verdaderamente materna para buscar a Dios en nuestra vida, porque Él no es como lo imaginamos; actúa ciertamente con misericordia. Es verdad que no siempre se ha presentado así a Dios en la teología del Antiguo Testamento, sino más bien, negativamente. Pero este texto profético debe poner en evidencia ese tipo de teología. En este caso, el profeta quiere ser escandaloso para sus contemporáneos que piensan que Dios es terrible, alejado y justiciero. Los caminos del Señor, es verdad, no son los de los hombres; ni sus planes son como los nuestros. De ahí que el profeta exhorte a buscar al Señor para salir de la situación de opresión en el destierro. Un nuevo "éxodo" está por llegar, es decir, un nuevo camino de liberación.

I.3. El Deuteroisaías es el que mejor ha formulado este carácter específico del Dios de la Alianza, del que nos hablará Jesús en su evangelio y en la parábola de hoy. Se trata, pues, de poner de manifiesto el proyecto salvífico de Dios por el que nunca se han fascinado verdaderamente los hombres. Es como si desearan, algunos, que Dios siguiera siendo duro e imposible de comprender. Pero el profeta expresa todo lo contrario y todos estamos llamados a buscarlo y a convertirnos a Él, porque está cercano y, sin duda, se deja encontrar. Dios no huye, ni se esconde, ni "pasa" de su pueblo o de cada uno de nosotros. Porque usa la raham, la compasión. Por eso merece la pena buscar al Señor.

IIª Lectura: Filipenses (1,20-27): «Vivir en Cristo», o la victoria sobre la muerte

II.1. La IIª Lectura del día es un pasaje de una gran densidad paulina. Pablo, muy probablemente, está prisionero en Éfeso y se confidencia con su comunidad de Filipos a donde piensa ir. Lo ha pasado muy mal; ha podido estar a las puertas de la muerte, en la cárcel o a causa de una persecución y les habla de lo que significa para él «vivir en Cristo», estar con él, orar con él. Ha sentido su presencia salvífica hasta lo más profundo y no le teme ya a la muerte. Es uno de los puntos álgidos de la "escatología" paulina porque, ante la muerte, todo adquiere una dimensión más personal e inevitable.

II.2. Incluso Pablo ya no espera una «parusía» o venida del fin del mundo, como en otros momentos de sus cartas primeras. Sabe que la muerte está ahí al lado, en cualquier momento. Es como si quisiera afirmar, en realidad lo expresa rotundamente, que no le teme a la muerte porque tiene la confianza de Cristo, su Señor. Ha tenido y tiene la experiencia de lo que es "vivir en Cristo", y la muerte le abre una puerta a la vida que nadie le podrá arrebatar.

II.3. Solamente desearía quedarse en este mundo, entre los suyos, por servir a las comunidades a las que ha predicado el evangelio. Es uno de los pasajes de Pablo que más importancia tienen para la teología de la muerte y la resurrección. Y especialmente de lo que es Cristo Jesús para Pablo y de lo que significa para la vida y la muerte de todos nosotros. Podríamos, incluso, ilustrar esta opción cristológica paulina con unos versos de Miguel de Unamuno, en su "Cristo de Velázquez", que expresan mejor que nada la hondura y profundidad logradas por Pablo en esta expresión del "vivir en Cristo". Porque en Cristo y con Cristo ya no somos víctimas de un destino fatal, al contrario, como expresa maravillosamente Dn. Miguel: "Sin ti Jesús, nacemos solamente para morir; contigo morimos para nacer, y así nos engendraste". Esto es todo un mundo de poesía, pero más aún, un kerygma unamuniano que bien podía ser ciertamente paulino.



Evangelio: Mateo (20,1-16): La salvación misterio “contracultural” del amor

III.1. El evangelio de Mateo nos ofrece la parábola de los obreros de la viña, una de las más significativas en el ámbito de la exposición que Jesús hacía para exponer el misterio del Reino de Dios, cómo debía hacerse presente, cómo participaba Dios mismo en este acontecimiento que afecta a la historia y a cada una de las personas que acogen su mensaje. Es una parábola que recuerda, en su resultado final, algunos aspectos a la conocida en Lc 15 como la del hijo pródigo. En realidad, se quiere hablar de la misma persona, de Dios, bien como un padre que espera a su hijo y le ofrece misericordia, bien como patrón de una viña que busca obreros durante todo el día. Los elementos intermedios, las horas, no deben distraernos del momento culminante en el que se quiere poner de manifiesto que, precisamente en el Reino de Dios, lo decisivo, como es la salvación de los hombres, no funciona con los criterios de este mundo. La narración comienza con un gár (pues, en griego), que sin duda pretende enlazar con el dicho de Jesús de Mt 19,30: “muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros”. Es un dicho de gran alcance y la parábola de nuestra narración viene a ilustrar eso que es tan desproporcionado o tan “contracultural” como hoy gusta decir en círculos exegéticos sobre cómo era y como pensaba Jesús de Nazaret.

III.2. Habría que tener en cuenta las palabras de Is 55 «mis caminos no son vuestros caminos...». No sería lógico que contrastáramos la justicia estricta que usa con los llamados a la primera hora y la misericordia o la generosidad que aplica con los últimos, pero es ahí donde está el centro del escándalo, de lo contracultural: así no se pensaba en tiempos de Jesús, ni ahora tampoco. Se piensa que es una parábola que se pronuncia a causa de las críticas de los fariseos, religiosos de toda la vida, que al final reciben lo mismo que los otros. Podría pensarse que un gran agricultor, en tiempos de cosecha, tenía necesidad de jornaleros hasta última hora para dar salida a la uva y paga bien. Pero no es eso lo que cuenta; lo que se impone es que el dueño de la viña también es generoso con los últimos que ha podido contratar. En realidad no parece que la narración exija contratar hasta última hora; es un plus que se permite el dueño de la viña, y ahí es donde se cargan las tintas. Así funciona el Reino, no el mundo, y así se hace justicia de una forma absolutamente distinta a la de cualquier otra institución. Por ello, cuando echamos mano de esta parábola para iluminar teológicamente la justicia social y la productividad, no cometemos un error, pero tampoco es lo más acertado en la lectura e interpretación de la misma.

III.3. Para entender mejor la parábola, hay que tener en cuenta que el trabajo “de sol a sol” eran doce horas, que se dividían habitualmente de tres en tres. Supongamos que de 6 de la mañana a 6 de la tarde. Los primeros jornaleros fueron contratados a las 6 de la mañana, y los últimos, a las 5 de la tarde, la undécima hora. Por eso a ellos les dice el dueño de la viña: “¿Por qué estáis aquí todo el día parados?”. Podemos imaginarnos el contexto histórico de esta parábola de Jesús en su actitud de recibir y acoger a los pecadores contra la mentalidad legalista y puritana de los controladores de las leyes de pureza y santidad. Y de la misma manera podemos suponer un contexto eclesial de la comunidad de Mateo, quien quiere explicar a algunos judeo-cristianos, que la llamada de los paganos y su respuesta generosa les ha situado en el mismo plano de la salvación que a ellos. Todo en la parábola es desconcertante y a la vez original. El gran maestro en la interpretación de las parábolas, J. Jeremías, pone de manifiesto el contraste que existe entre ésta de Jesús y una que se nos trasmite en el Talmud de Jerusalén sobre Rabí Bun bar Hiyya, quien murió joven, y el que hizo su elogio fúnebre, lo alabó porque en pocos años había hecho lo que otros en 100 años. Pero no es este el caso de la parábola de los obreros de la viña que son llamados a última hora: de éstos no se dice nada de su eficacia y dedicación.

III.4. La parábola quiere enseñar una única cosa, decisiva: «Así es Dios con respecto a la salvación». Todo lo demás no sobra, sino que viene a servir a esta idea que es verdaderamente escandalosa. Este es el Dios de Jesús; este es el mensaje radical del evangelio del reino de los cielos. En la parábola rabínica que se conoce del Talmud, el obrero es uno sólo, que llega a última hora, ha trabajado tanto como los otros que han estado más tiempo empeñados en su quehacer; en la parábola evangélica, los obreros, en plural, que han llegado a última hora, no tienen mérito alguno, pero se les ha dado lo que sin duda necesitaban para su familia y para sus vidas. Es muy posible que no merecieran ese jornal, desde el punto de vista de la justicia simple o productiva, pero desde la bondad de Dios han recibido "gratuitamente" lo que necesitaban. Así es el Dios de Jesús, así es el Dios de la salvación, así es el Dios de «mis planes no son vuestros planes, mis caminos no son vuestros caminos». Todos los jornaleros pudieron llevar a sus casas el pan de cada día, unos por justicia y otros por generosidad. Pero eso no acontece más que en el Reino de Dios, de la vida, de la salvación, del perdón, de la misericordia, de la solidaridad. He aquí lo contracultural del Dios de Jesús. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


domingo, 17 de septiembre de 2017

DOMINGO 24º DEL TIEMPO ORDINARIO


“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”

No hay que ser ilusos: perdonar no es cosa fácil. El rencor nos gana y nos llena tanto de orgullo, que hace de nuestro lado tierno y cariñoso un nido de resentimientos y de no pocas venganzas. El perdón es un amor gratuito ya que no depende de condiciones previas. No exige, no reclama, se perdona por amor. Sería bueno proteger la autenticidad del perdón. Pero esto solo es posible protegiendo su misma raíz, es decir, la misericordia del mismo Dios que se nos ha mostrado en Jesucristo.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

A veces, nuestra espiritualidad es “tan espiritual” que no nos damos cuenta de que no podemos dirigirnos a Dios para acudir a su misericordia si nos hemos vuelto rencorosos o distantes del hermano. ¿No escuchamos, acaso, el grito del hermano que clama por nuestro amor y misericordia? ¿No sentimos que debemos amar a quienes el mundo ha despojado de amor?

Lectura del libro del Eclesiástico 27, 30—28, 7

El rencor y la ira son abominables, y ambas cosas son patrimonio del pecador. El hombre vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de todos sus pecados. Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados. Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane? No tiene piedad de un hombre semejante a él, ¡y se atreve a implorar por sus pecados! Él, un simple mortal, guarda rencor: ¿quién le perdonará sus pecados? Acuérdate del fin, y deja de odiar; piensa en la corrupción y en la muerte, y sé fiel a los mandamientos; acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.
Palabra de Dios.

Salmo 102, 1-4. 9-12

R. El Señor es bondadoso y compasivo.

Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. R.

No acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. R.

Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen; cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados. R.

II LECTURA

Si nos miramos a nosotros mismos como si fuéramos “señores de todos”, nos pondremos en el lugar de dominadores de los demás. En cambio, mirando a Jesús como Señor es como reconocemos al otro como un hermano, tan humano como cualquiera de nosotros.


Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 14, 7-9

Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí, ni tampoco muere para sí. Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor. Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los muertos.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 13, 34

Aleluya. “Les doy un mandamiento nuevo: Ámense los unos a los otros, así como yo los he amado”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

 “Jesús nos pide que creamos que el perdón es la puerta que conduce a la reconciliación. Diciéndonos que perdonemos a nuestros hermanos sin reservas, nos pide algo totalmente radical, pero también nos da la gracia para hacerlo. Lo que desde un punto de vista humano parece imposible, irrealizable y, quizás, hasta inaceptable, Jesús lo hace posible y fructífero mediante la fuerza infinita de su cruz.”

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 18, 21-35

Se acercó Pedro y dijo a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le respondió: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: ‘Dame un plazo y te pagaré todo’. El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: ‘Págame lo que me debes’. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: ‘Dame un plazo y te pagaré la deuda’. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: ‘¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?’. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El rencor y la venganza nos alejan de Dios

Este domingo, el libro del Eclesiástico, nos dice que si nos llevamos por la venganza, por el ser vengativos, nos lo van a tener en cuenta mirando con lupa nuestros no pocos errores. Si, por el contrario, brindamos de forma continua el perdón a los demás, a nosotros se nos dará de igual forma, siempre y cuando lo pidamos. El texto es toda una invitación a la misericordia para con el prójimo, desterrando de nuestras vidas todo lo que nos lleve al rencor, a la venganza. Ese es, quizá, el punto central de lo que se nos quiere trasmitir.

Actuar de forma rencorosa, o vengativa, parece ser que ha pasado a formar parte del ideario de nuestros días. Nos lo han ido inyectando poco a poco que han conseguido que veamos como normal, la abolida y obsoleta ley del ‘ojo por ojo’. La venganza nos sale a todos, pero no deberíamos olvidar que eso es fruto de lo que en nosotros puede haber de brutalidad. Una brutalidad que nos va alejando, cada vez más, de Dios.

Las recomendaciones, llenas de sabiduría, que Ben Sirá nos ofrece hoy, nos apuntan de alguna manera a la enseñanza de Jesús: para recibir el perdón de Dios se requiere que nosotros perdonemos a los hermanos.

Somos propiedad del Señor

Terminamos, este domingo, con los pasajes escogidos de la carta a los Romanos. San Pablo nos dice en la segunda lectura de este día, que ser del Señor es el elemento clave que permite al creyente ser y existir unido a Jesucristo, y con Jesucristo. Y es que por nuestra realidad de creyentes hemos establecido, por la fe y el amor, una comunión con el Señor Jesús, muerto y resucitado.

Este ser propiedad del Señor significa que vivimos totalmente reconciliados y libres en una nueva vida, sin perder de vista, que es una vida nueva en este momento presente, y sin obviar la dimensión escatológica. No es este espacio para hacer grandes especulaciones teológicas, pero sí es para recordar que ser propiedad del Señor se trata de una transformación total, cuyo vínculo de unión es el amor.

El perdonar no tiene límites

Puede que a veces nos hayamos preguntado por el cómo debe actuar una persona ofendida; cómo debe actuar un seguidor de Jesucristo, en esas circunstancias, que quiere colaborar abriendo caminos a la misericordia y a la justicia para todos. Jesús, en el evangelio de hoy, es claro y contundente: hay que perdonar siempre, de forma incondicional y en todo momento. La parábola con la que Jesús responde a Pedro nos trasmite que la contrapartida de la venganza, es el perdón ilimitado.

Perdonar, hasta ‘setenta veces siete’, es una de las más nobles funciones de la naturaleza humana. Al decir noble, se hace referencia a que no debe ser lo extraordinario en nuestra vida, sino que esa debe ser la actitud normal de comportamiento. Lo normal, lo que sale de un alma limpia, es el perdón. La vida nos tiene que ir enseñando a perdonar, pero tenemos que dejarnos enseñar. En este aprendizaje se descubrirá que el verdadero perdón es el que no se nota, el que incluso nos sale del alma sin esfuerzo.

Vivir desde el perdón es destruir, de alguna manera, la espiral del mal. Porque perdonar es ayudar al otro a rehabilitarse y que actúe de manera diferente en el futuro. La dinámica del perdón consiste en un esfuerzo por superar el mal con el bien, porque se trata de un gesto cuyo fin es que cambie cualitativamente las relaciones entre las personas. Con la dinámica del perdón se tiene que buscar y plantear la convivencia futura de manera nueva, pacífica. Por eso, el perdón, no ha de ser una exigencia individual, sino tiene que tener una repercusión en la sociedad.

Perdonar, hasta ‘setenta veces siete’, es necesario para convivir de una manera sana. Se tiene que hacer presente en la amistad y el amor, donde hay que saber actuar ante humillaciones, engaños y posibles infidelidades. En definitiva, el perdón lo tenemos que hacer presente en no pocas situaciones de la vida en las que tenemos que reaccionar ante agresiones, injusticias y abusos; porque si no sabemos perdonar, hasta ‘setenta veces siete’, puede que quedemos heridos para siempre corriendo el riesgo de sepultar la paz y la felicidad con la losa más pesada: el odio.

El evangelio de este domingo nos muestra que el perdón es el verdadero camino de la convivencia. Jesús nos indica que si aprendiéramos de Dios a perdonar, si perdonásemos de hecho ‘setenta veces siete’ a quienes nos ofenden, sería un verdadero placer convivir en una humanidad realmente reconciliada.

ESTUDIO BÍBLICO.

I Lectura (Eclesiástico 27, 33-28,9): En la venganza no hay religión

I.1. El libro del Eclesiástico, cuyo autor hebreo se conoce como el Sirácida es una obra monumental, de tal manera que la Vulgata lo llamó por ello "eclesiástico", por su amplitud de temas sapienciales, catequéticos, teológicos. Durante siglos solamente se conoció el texto griego, hasta que paulatinamente, primero en una antigua sinagoga del El Cairo, y después en Qumrán y en Massada, ha ido apareciendo el texto hebreo y se ha reconstruido en su totalidad. Es, probablemente, del s. II a. C. La lectura de hoy se toma de una parte en la que aparece una serie de sentencias sapienciales, que en realidad es una exhortación al perdón. El rencor y la ira, que son pasiones humanas, las atribuye el autor a los pecadores.

I.2. Quizás la afirmación es muy fuerte, pero debe hacernos pensar. Ello lleva a la venganza, y la venganza es una cosa que abomina el Señor. Estas ideas "sapienciales" superan ya con creces la famosa ley del talión de "ojo por ojo y diente por diente", si bien es verdad que esa ley debe interpretarse en su contexto. Es un texto bíblico pues, que invita a la misericordia, porque con ello imitamos a Dios. De esta manera, desde las ideas de sabiduría, se prepara precisamente la predicación de Jesús sobre el perdón de los pecados y sobre la misericordia de Dios. Y es que quien sabe perdonar, se aproxima entrañablemente a la grandeza de Dios.

I.3. Por lo mismo, quien no quiere perdonar, quien se obsesiona en la venganza no puede pensar que sea sabio y religioso. Esto se infiere claramente de este texto sapiencial que encierra tantos quilates de sabiduría humana y religiosa. Porque el sabio, en todo momento, pone a Dios por medio. ¿Cómo es posible que alguien se considere verdaderamente religioso cuando experimenta rencor y odio? Esta es la verdadera vara de medir la auténtica sabiduría de la vida y la cuna donde debe mecerse la "religio".

II Lectura (Romanos 14,7-9): Llamados a "desvivirnos"

II.1. Si bien pertenece también este texto a la parte parenética de la carta a los Romanos, sin embargo, el pasaje en cuestión quiere fundamentar toda la actuación cristiana en lo cristológico: vivimos y morimos para el Señor; en todo somos del Señor. Si aceptamos que hemos sido redimidos por Cristo, sabemos que le pertenecemos. Y esta "aparente esclavitud" es el grito de libertad más grande, porque de esa manera no estaremos esclavizados a otros señores de este mundo. Y la razón es porque nadie ha dado su vida por nosotros corno Jesucristo. San Pablo dice claramente que vida y muerte pertenecen al Señor, porque es en la muerte y la resurrección de Jesús donde se resuelve nuestra existencia y nuestro futuro. Y este estar sometidos, mejor dicho, estrechamente unidos, a Cristo y a Dios, viene a significar ser libres con libertad verdadera, humana y plena.

II.2. Este texto de dimensiones escatológicas inigualables (es una de las lecturas de la liturgia de difuntos), se centra en el kerygma, en la proclamación de la muerte y resurrección del Señor. La muerte y la resurrección del Señor es algo que acontece por nosotros, por la humanidad. Es muy probable que aquí se cite una fórmula tradicional de fe que estaba en uso en la liturgia. Y la clave de todo esto es que, a diferencia de lo que se piensa popularmente el cristiano no puede vivir para sí mismo, en sí mismo, de sí mismo sin mirar a los otros. En realidad el cristiano tiene que afrontar un reto: no es "vivirse", sino "desvivirse" por los demás. Ese egoísmo radical se pone en entredicho por la vida de Jesús que culmina en la muerte y la resurrección por nosotros. Ni siquiera después de haber muerto como "entrega" se desentiende de la humanidad; su vida nueva, de resucitado, es también una vida nueva por nosotros y para nosotros. No es solamente solidaridad lo que aquí se proclama, sino donación absoluta.

Evangelio (Mateo 18,21-35): Dios se realiza perdonando, nosotros ¿cómo?

III.1. Con el evangelio de hoy se pone punto final al discurso eclesiológico para esta comunidad y nos enseña a todos los cristianos aquello por lo que debemos ser reconocidos en el mundo. La parábola del "siervo despiadado" (es un poco contradictorio eso de ser siervo, y despiadado) es una genuina parábola de Jesús, acomodada por la teología de Mateo, que hace preguntar a Pedro, con objeto de dejar claro a los cristianos, que el perdón no tiene medida. El perdón cuantitativo es como una miseria; el perdón cualitativo, infinito, rompe todos los cantos de venganza, como el de Lamec (Gn 4,24). Setenta veces siete es un elemento enfático para decir que no hay que contar las veces que se ha de perdonar. Dios, desde luego, no lo hace.

III.2. La lectura de la parábola nos hará comprender sobradamente toda la significación de la misma; es tan clara, tan meridiana, que casi parece imposible, no solamente que alguien deje de entenderla, sino que alguien tenga una conducta semejante a la del siervo liberado un instante antes de su muerte por las súplicas ante su señor. Es desproporcionada la deuda del siervo con su señor, respecto de la de siervo a siervo (diez mil talentos, es una fortuna, en relación a cien denarios). Sabemos que en esta parábola, según la teología de Mateo, se quiere hablar de Dios y de cómo se compadece ante las súplicas de sus hijos. ¿Por qué? porque es tan misericordioso, perdonando algo equivalente a lo infinito, que parece casi imposible que un siervo pueda deberle tanto. Efectivamente, todo es desproporcionado en esta parábola, y por eso podemos hablar de la parábola de la "desproporción". Por medio está el verbo "elléin" = "tener piedad". Cuando la parábola llega a su fin, todo queda más claro que el agua.

III.3. Es una parábola de perplejidades y nos muestra que los hombres somos más duros los unos con los otros que el mismo Dios. Es más normal que los reyes y los amos no tengan esa piedad (elléin) que muestra el rey de esta parábola con sus siervos. Es intencionada la elección de los personajes. En realidad, en la parábola se quiere poner el ejemplo del rey; ese es el personaje central, y no los siervos. Y ya, desde los Santos Padres, se ha visto que el rey 'quiere representar a Dios. El siervo despiadado se arrastra hasta lo inconcebible con tal de salvar su vida; es lógico. ¿No podría haber sido él un rey perdonando a alguien como él, a su compañero de fatigas y de deudas?

III.4. Los que están en la misma escala deberían ser más solidarios. Pero no es así en esta parábola. El núcleo de la misma es la dureza de corazón que revelamos frecuentemente en nuestras vidas. Y es una desgracia ser duros de corazón. Somos comprensivos con nosotros mismos, y así queremos y así exigimos que sea Dios con nosotros, pero no hacemos lo mismo con los otros hermanos. ¿Por qué? Porque somos tardos a la misericordia. Por eso, el famoso "olvido, pero no perdono" no es ni divino ni evangélico. Es, por el contrario, el empobrecimiento más grande del corazón y del alma humana, porque en ese caso, más sentido podía tener "perdono, pero no olvido", aunque tampoco sería, desde el punto de vista psicológico, una buena terapia para el ser humano. Lo mejor, no obstante, sería perdonar y olvidar, por este orden. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).





domingo, 10 de septiembre de 2017

DOMINGO 23º DEL TIEMPO ORDINARIO



“Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos”


La corrección fraterna es muy importante, porque todos somos pecadores, y al mismo tiempo tenemos un cierto derecho a la intimidad. Pero cuando se tratan de pecados graves que afectan a la comunión, es necesaria una práctica caritativa de amonestación: primero a solas, luego con testigos consejeros, por último a la comunidad. El poder de atar y desatar que se confirió a Pedro en otro momento, es aquí donde adquiere mayor sentido y significado, es en el ámbito de la comunidad donde se realiza el perdón de los pecados.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

En la comunidad cristiana nos cuidamos unos a otros. No hacemos esto con una actitud de vigilantes, esperando el error del otro para sancionarlo, sino previniendo y exhortando para vivir en el bien y la gracia. Una palabra a tiempo o una indicación en el momento oportuno, son acciones concretas del amor que nos lleva a interesarnos sinceramente por el otro.

Lectura de la profecía de Ezequiel 33, 7-9

Así habla el Señor: “Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela de la casa de Israel: cuando oigas una palabra de mi boca, tú les advertirás de mi parte. Cuando yo diga al malvado: ‘Vas a morir’, si tú no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Si tú, en cambio, adviertes al malvado para que se convierta de su mala conducta, y él no se convierte, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida”.
Palabra de Dios.

Salmo 94, 1-2. 6-9

R. Ojalá hoy escuchen la voz del Señor.

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta él dándole gracias, aclamemos con música al Señor! R.

¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. R.

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: “No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras”. R.

II LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 13, 8-10

Jesús había resumido todos los mandamientos en la ley suprema del amor. San Pablo continúa en la misma línea. Este mandamiento del amor unifica todas las normas y preceptos. Además, nos unifica espiritualmente, porque evita que nos dispersemos con interpretaciones complejas y hace que dejemos al Espíritu Santo obrar en nosotros.

Hermanos: Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley. Porque los mandamientos: “No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás”, y cualquier otro, se resumen en éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley.
Palabra de Dios.

ALELUYA        2Cor 5, 19

Aleluya. Dios estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación. Aleluya.

EVANGELIO

“La corrección fraterna es un acto para curar el cuerpo de la Iglesia. Hay un agujero, allí, en el tejido de la Iglesia que es necesario remendar. Y así como las mamás y las abuelas, que cuando remiendan lo hacen con tanta delicadeza, así debe ser la corrección fraterna. Si tú no eres capaz de hacerla con amor, con caridad, en la verdad y con humildad, tú harás una ofensa, una destrucción al corazón de esa persona, tú harás una habladuría más, que hiere, y tú te transformarás en un ciego hipócrita”.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 18, 15-20

Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Vigía de un pueblo y centinela de la Palabra de Dios

El libro del Profeta Ezequiel, coloca la misión del profeta, como figura simbólica, en lo alto de una atalaya, como si fuera un vigía. Su misión es alentar al pueblo para que cambie de conducta; de su misión, su vida y la salvación de muchos está en juego. Por eso, el profeta no puede desentenderse de su misión: es centinela, vigía de la situación que vive el pueblo, ha de alertar de lo que suceda. Viene de la figura de un Dios como guardián de Israel, y los profetas son sus vigías para llamar y alertar. El pueblo mismo necesita de los centinelas para que su vida tenga sentido.

El profeta pues es ser centinela de la fidelidad del pueblo de la alianza. Debe cumplir con firmeza y fidelidad la palabra de Dios en su integridad; sea una palabra de esperanza o de juicio.

El odio no tiene la última palabra

En la carta a los Romanos, San Pablo nos presenta que el deber más importante que tiene el cristiano es amar a Dios y amar al prójimo. En esto consiste la ley y los profetas, en estos se resuelven todos los mandamientos. El amor es la única virtud que integra incluso a los enemigos. Consiste en amar a todos los hombres, no solo a los que piensan como yo, o practican la misma religión que yo. Lo importante aquí es preguntarme qué me hace más dueño de mi corazón el amor o el odio. Si a pesar de querer perdonar, no lo consigo porque he sido víctima del terror o el odio, entonces he de preguntarme quien es el dueño de mi corazón. El amor nos propone otra cosa, incluir al enemigo para que no sea el odio o la venganza quien tenga la última palabra.

La comunidad como experiencia de conversión

El Evangelio de Mateo, nos invita a reflexionar sobre la acogida de nuevos miembros en la comunidad y su modo de proceder en el perdón.

La corrección fraterna es muy importante, porque todos somos pecadores, y al mismo tiempo tenemos un cierto derecho a la intimidad. Pero cuando se tratan de pecados graves que afectan a la comunión, es necesaria una práctica caritativa de amonestación: primero a solas, luego con testigos consejeros, por último a la comunidad. El poder de atar y desatar que se confirió a Pedro en otro momento, es aquí donde adquiere mayor sentido y significado, es en el ámbito de la comunidad donde se realiza el perdón de los pecados.


ESTUDIO BÍBLICO.

I Lectura: Ezequiel (33,7-9): El profeta centinela de la palabra de Dios

I.1. La primera lectura forma parte de un texto que se enmarca en el recuerdo del asedio de Jerusalén por los babilonios y pos­teriormente, ya Jerusalén destruida, el profeta promete un futuro mejor. No po­día ser de otra manera para una comunidad que analiza su situación y consi­dera su responsabilidad. Pero es el mismo profeta quien se convierte en centinela de esta situación y de esta llamada a la responsabilidad personal, con todas sus consecuencias. Ezequiel es un profeta que goza de esta notoriedad teológica cuando defiende en su obra el sen­tido de que ya no es todo el mundo responsable y todo el mundo culpable, sino que cada uno responde según sus obras y su actitud.

I.2. Un centinela, que guarda la ciudad, es la imagen hermosa de la lectura. Los demás pueden descansar, trabajar, pero cuando escuchen la voz del centinela, todos deben acudir para salvar la ciudad, y si alguien no lo hace está perdido; perdido personalmente. Dios es el guardián de Israel (según el salmo 121), pero necesita a los profetas como centinelas para llamar y alertar. Y el pueblo mismo necesita a los centinelas, a los profetas, para que su vida tenga sentido. La religión también los necesita. Por eso, una religión sin profetas está llamada a enquistarse en el pasado y a morir. Este es el sentido profundo del texto de hoy.

I.3. En el texto se perfila, pues, la misión del profeta, de un profeta verdadero: es el centinela de la fidelidad del pueblo de la alianza. Debe cumplir con firmeza y fe la misión de comunicar la palabra de Dios en su integridad; sea una palabra de esperanza o una palabra de juicio. Y el profeta, como cada uno de nosotros, es responsable de no haber anunciado a todos la palabra de Dios, de haber callado. Por eso es tan difícil que un verdadero profeta guarde silencio. Efectivamente se pone el acento en la respon­sabilidad de los que escuchan la palabra del profeta.

IIª Lectura: Romanos (13,8-10): La felicidad de todos se resuelve en el amor

II.1. Seguimos con la parte exhortativa de la carta a los Romanos, es decir, no es un texto doctrinal, sino parenético. Pero no se trata de cualquier norma práctica, sino de lo que puede considerarse como la “quintaesencia” de toda la moral, de todo compromiso, de todos los mandamientos, de la ley y de los preceptos. El deber más importante que tiene todo cristiano es amar a Dios y al prójimo; en esto consiste la ley y los profetas; en esto se resuelven todos los mandamientos. Y esto se toma de uno de los decálogos del AT, concretamente de Dt 15,17-21. Y todos estos mandamientos se resumen en uno (reductio in unum), citando Lv 19,18b: amarás a tu prójimo, como te amas a ti mismo. Es muy posible que aquí se esté pensando en lo complicado de todos los preceptos de la ley mosaica, unos 613; por tanto, mejor tirar por la calle del medio: todo se reduce a amar a los otros, tal como nosotros queremos ser amados.

II.2. Pero también es muy importante tener en cuenta que el prójimo, en el ámbito de la Nueva Alianza, no son los que tienen la misma re­ligión o piensan como nosotros, sino todos los hombres. El amor es la única virtud que integra a los enemigos. Dios no los tiene, porque ama a todos los hombres. Esta es la norma de vida que Pablo propone para todo cristiano y que debía ser la de todos los hombres. En esta síntesis breve, Pablo nos presenta toda la praxis de los que han aprendido a ser cristianos en razón de aceptar la gracia salvadora de Dios.

Evangelio. Mateo (18,15-20): la comunidad como experiencia de perdón y oración

III.1. El evangelio de hoy forma parte de uno de los discursos más significativos del primer evangelio. Mateo se caracteriza por una narra­ción de la actuación de Jesús que viene alentada por una serie de discursos. En este caso, nos encontramos con el llamado «discurso eclesiológico» porque se contemplan en él las normas de comportamiento básicas de una comunidad cris­tiana: perdón, comprensión, solidaridad. Hoy aparece lo que se ha llamado la corrección fraterna, el tema del perdón de los pecados en el seno de la comunidad, y el valor de la oración común.

III.2. La corrección fraterna es muy importante, porque todos somos pecadores, y tenemos un cierto derecho a nuestra intimidad. Pero se trata de pecados graves que afec­tan a la comunión, y para ello se debe seguir una praxis de admonición, con ne­cesidad de testigos, para que nadie sea expulsado de la comunidad sin una verdadera pedagogía de caridad y de comprensión. El poder de «atar y desatar», que en Mt 16 (hace dos domingos) se confería a Pedro, completa lo que allí se dijo: es en la comunidad donde tiene todo sentido el perdón de los pecados. Eso exige dar oportunidades, para que no sea el puritanismo lo específico de una comunidad, como muchas lo han pretendido a lo largo de la historia de la Iglesia. ¡No! No es el puritanismo lo esencial, aunque nuestro texto se resiente de ello, sino ofrecer a los que se han equivocado e incluso ofendido a la comunidad, la oportunidad nueva de integrarse solidaria y fraternalmente en ella. Si leemos el texto en clave disciplinar y jurídica, entonces habremos rebajado mucho el valor evangélico de la comunidad.

III.3. De la misma manera, la oración común enriquece sobremanera nuestra oración personal. Eso no excluye la necesidad de que tengamos experiencias de perdón y de oración personales, pero hay más sentido cuando todo ello se integra en la comunidad. La religión enriquece la dimensión social de la persona humana. Sin duda que estos aspectos tienen otros matices e interpretaciones, pero la dimen­sión comunitaria es la más rica en consecuencias. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



domingo, 3 de septiembre de 2017

DOMINGO 22º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Me sedujiste Señor…”
  
Nos situamos en el XXII domingo del Tiempo Ordinario. La Palabra de Dios, siempre sugerente e interpelante, nos ofrece hoy un mensaje fuerte que apunta hacia la esencia del Evangelio y, por tanto, orienta nuestro seguimiento de Cristo.

           La clave es la Cruz. No se concibe seguimiento del Maestro sin “tomar la Cruz”. Es condición indispensable para transitar el camino de Jesús. Él nos devela hoy su significado: dar la vida, ser capaz de “darse” y “partirse” por amor. Para ello es necesario sentir la “seducción de Jesús”. Como Jeremías se siente seducido por Dios, así también el cristiano respecto de Jesús. Sólo desde esa “seducción” se puede entender su Evangelio y vivirlo con decisión.

           En definitiva, este domingo se nos pide un verdadero cambio de mentalidad, “renovación de la mente”, como dice Pablo a los romanos en la segunda lectura, para poder vivir con autenticidad, no a medias tintas, nuestra existencia cristiana.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El profeta se ha jugado por entero. Las consecuencias han sido la burla, la irrisión, la contradicción y el rechazo, pero sostiene su postura porque no puede abandonar lo que ha elegido y para lo cual fue llamado. Su amor por Dios es pasión, fuego ardiente, y ni la más pertinaz oposición podrá apagarlo.

Lectura del libro de Jeremías 20, 7-9

¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir! ¡Me has forzado y has prevalecido! Soy motivo de risa todo el día, todos se burlan de mí. Cada vez que hablo, es para gritar, para clamar: “¡Violencia, devastación!”. Porque la palabra del Señor es para mí oprobio y afrenta todo el día. Entonces dije: “No lo voy a mencionar, ni hablaré más en su nombre”. Pero había en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado en mis huesos: me esforzaba por contenerlo, pero no podía.
Palabra de Dios.

Salmo 62, 2-6. 8-9

R. Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.

Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.

Sí, yo te contemplé en el santuario para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán. R.

Así te bendecirá mientras viva y alzaré mis manos en tu nombre. Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.

Veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas. Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene. R.

II LECTURA

En las antiguas religiones, se ofrecían animales como víctimas para dar culto a Dios. San Pablo afirma que se ha terminado el tiempo de hacer esos sacrificios. Unidos a Cristo, nuestra ofrenda es toda la existencia, todo lo cotidiano, donde celebramos la vida que Dios nos da.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 12, 1-2

Hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer. No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Palabra de Dios.

ALELUYA           Cf. Ef 1, 17-18

Aleluya. El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestros corazones, para que podamos valorar la esperanza a la que hemos sido llamados. Aleluya.

EVANGELIO

Pedro representa aquí nuestro miedo a ser rechazados, a que se hable mal de nosotros, a que levanten falso testimonio, nos acusen y condenen. Ninguno de nosotros quiere eso. Jesús sabe que su fidelidad a Dios y a su reino traerá estas consecuencias. Está dispuesto a padecer todo eso para que el Reino sea una realidad. Por eso, a sus discípulos de ayer y de hoy, Jesús nos pone ante la disyuntiva. Correr estos riesgos es la única forma de ganar.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 16, 21-27

Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: “Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá”. Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: “¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Seducidos por Dios

La vida y misión del profeta Jeremías no fueron nada fáciles. Su ministerio profético se enmarca en un momento muy crítico de la historia de Israel. El pueblo, que desoye sistemáticamente el mensaje divino anunciado por el profeta, camina hacia la fatalidad del destierro. El profeta lo está avisando. Pero… todos contra Jeremías, convertido en “hazmerreir y burla”. No interesa su mensaje. La palabra divina se ha convertido en “oprobio y desprecio diario” para el profeta. Es tal su sufrimiento que piensa en callar, pero… ese mensaje era “fuego en sus entrañas”… Imposible silenciarlo, imposible sofocar ese fuego, fruto de la seducción de Dios… “me sedujiste, Señor, y me dejé seducir”…La seducción implica atracción y enamoramiento…Y eso es lo que siente el profeta respecto a su Dios que lo ha escogido “antes de formarse en el seno materno”… Esa seducción es la que, lejos de abandonar su misión, le hace entregarse a ella con más fuerza.

Al igual que a Jeremías, Dios nos ha llamado con voz seductora, y por tanto irresistible, al seguimiento de su Hijo. Desde esa seducción, nosotros podemos vivir las implicaciones de dicho seguimiento, al igual que Jeremías su vocación profética. Nuestra vida cristiana no se construye desde nuestra simple voluntad, sino desde ese dejarse seducir permanentemente por el Dios que todo lo hace posible en nosotros con su gracia.

Sedientos de Dios

En conexión con esta seducción divina está el mensaje del Salmo Responsorial. Salmo 62. Desde la sed, realidad que expresa una necesidad imperiosa, el salmista habla de su necesidad de Dios: “mi alma está sedienta de ti”, “mi carne tiene ansia de ti”… Sin Dios, somos tierra reseca. Quien ha probado lo bueno que es el Señor no desea otro “agua viva” que no sea Él.

Sacrificio santo

Desde un lenguaje cultual, el Apóstol exhorta a los romanos a ser ofrenda, culto espiritual agradable a Dios. Cuerpo ofrecido, mente transformada, renovada, a punto siempre para discernir la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada. Nuestro ser referido a Dios, no a la mentalidad de este mundo. No buscándonos a nosotros mismos sino a Dios y su querer que revierte sin duda en nuestro bien.

¡Ponte detrás!

El apóstol Pedro, alegre por la confesión en Cesarea el domingo pasado, se lleva en el evangelio de hoy un gran chasco cuando, al escuchar el anuncio de la Pasión y tras ello increpar a Jesús, recibe de Él una severa pero importantísima respuesta. Ya Jesús le había señalado en dicha escena de Cesarea: “eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre sino mi Padre”… Hoy vemos que a esa confesión mesiánica le faltaba “renovación de la mente”. Por eso el apóstol es exhortado vehementemente a ponerse detrás, no delante de Jesús. Ser seguidores de Jesús implica ir detrás, nunca delante de Jesús, pues perdemos la ruta y el tiempo. El es el Camino. Al increpar a Jesús Pedro es como “Satanás”, se convierte en “adversario” de Jesús y estorbo para sus planes.

Jesús clarifica a todos el contenido de su mesianismo y por tanto advierte sobre las condiciones de su seguimiento: “negarse a sí mismo, tomar la Cruz, perder la vida por Él”. Nuestro éxito personal, el sentido de la vida y el camino a la plenitud no están en afincarnos en nosotros mismos, sino en abrir el horizonte limitado de nuestra vida a una entrega radical por amor. Perder la vida para “encontrarla de verdad”. Esa es la paradoja del seguimiento de Cristo. La Cruz es amor de verdad: el que duele, implica y compromete, el que nos convierte en ofrenda permanente.

El mesianismo de Jesús no es búsqueda de éxito personal, no es mesianismo humano, sino plenitud en el darse y partirse desde un “amar hasta el extremo”. Sin duda, hay que ponerse detrás… detrás de Jesús. Vivir así solo es posible con Él. Seducidos por Él caminamos en pos de Él, aprendiendo el arte de este Amar que nos hace bienaventurados y no nos deja vacíos, sino bien recompensados. Al final Pedro entendió, ¿y nosotros?...

ESTUDIO BÍBLICO.

I Lectura: Jeremías (20,7-9): la seducción de Dios

I.1. La I Lectura de este domingo es la última y más famosa "confesión" del profeta Jeremías. Los textos de las «confesiones» son verdaderamente reveladores de unas experiencias proféticas que determinan la psicología del hombre de Dios, que escucha la palabra en su interior y no puede resistirse a callar (el conjunto de las mismas es éste: Jr 11,18-23; 12,1-5; 15,10-21; 17,14-18; 18,18-23; 20,10-13.14-18). ¿Son palabra de Dios o sedimentación de un diálogo radical entre el profeta y Dios? Mucho se ha discutido sobre ello. Pero en el texto de nuestra lectura aparece la actitud provocativa de Dios que no le deja al profeta posibilidad de elegir: como una mujer violada por el que es más fuerte. Uno de los verbos más famosos del lenguaje profético "seducir" (patáh) está presente en esta confesión, que en el fondo, es un canto de amor inigualable a la "palabra de Dios". El profeta, confiesa, que él se dejó seducir.

I.2. ¿Es Dios un seductor de personas? No olvidemos que los seducidos son siempre enamorados, apasionados, fascinados. Todo esto sucede en la mente y en el corazón del profeta. En realidad, el profeta siente así a Dios: no puede resistirse. Pero por mucho que quisiera hablar de Dios, de su proyecto, de sus planes, el pueblo busca otros dioses y otros señores. En realidad es el profeta quien quiere seducir al pueblo con su Dios. El es el que lo tiene que vivir primeramente en su corazón y anunciarlo al pueblo; y no siempre es posible que lo entiendan y que lo acepten. La "palabra de Yahvé" lo ha herido, lo ha fecundado como a una madre y ya no puede olvidar el mensaje de Dios, el juicio radical, pero especialmente el amor que Dios tiene al pueblo.

I.3. Jeremías analiza aquí las consecuencias de su vocación: el profeta no tiene esa vocación por capricho, porque le guste, sino porque Dios se lo pide. Y el mensaje del profeta, que tiene que ver mucho con su vocación, no agrada a los que buscan otros dioses y otros señores más caprichosos. Dios, que aparentemente calla, es como un fuego devorador que inunda todo su ser. Es, desde luego, una experiencia psicológica, pero intensamente espiritual. Y así se fragua verdaderamente la "pasión" del profeta. Está herido de amor, seducido y quiere que todos sientan lo que él siente; pero es imposible. Los otros no se dejan vencer por el amor divino: quieren otras cosas, otros dioses, otras inmediateces. Por ello, pues, no matemos a los profetas que nos son enviados.

II Lectura: Romanos (12,1-2):El discernimiento cristiano

II.1. El apóstol Pablo, ahora, comienza lo que se llama la parte parenética (de praxis) de la carta a los Romanos, aquello que afecta al comportamiento de la vida cristiana, después de haber planteado a la comunidad de Roma la alta teología del la justificación, de la redención, de la gracia, del bautismo y de los dones espirituales. Esta exhortación se apoya en la misericordia de Dios (en este caso se usa el sustantivo oiktirmos), porque en toda la carta y especialmente en los cc. 9-11 se ha querido plantear la salvación de todos los hombres desde la misericordia divina. Dios no tiene otra razón para salvar a la humanidad que sus entrañas de misericordia. De la misma manera, las interpelaciones a la actuación cristiana están motivadas en que Dios ha sido y es misericordioso con nosotros.

II.2. Pide, primeramente, que dediquemos nuestra vida a Dios como ofrenda y sacrificio: ese debe ser el verdadero culto. Pide discernimiento en medio de este mundo. El cristiano debe vivir en este mundo y debe amarlo, porque es obra de Dios; pero debe tener la capacidad de discernimiento, que es algo interior, para no acomodarse a este mundo en lo que podamos encontrar de perverso e inhumano. Debemos actuar siempre, pues, tratando de discernir la voluntad de Dios. Cada uno desde su oficio, desde su misión en la vida, tiene que elegir los compromisos cristianos que revelan la voluntad de Dios. Ese es el verdadero culto que califica como razonable (logikos).

II.3. Se ha discutido mucho por qué Pablo ha usado este adjetivo, y no, en su caso, "espiritual" que sería más adecuado. Desde luego, el culto divino debe ser razonable, no ciego; ni puro sentimentalismo, ni demasiado estético: debe proceder de lo más valioso del hombre que es su inteligencia. Porque a veces los cultos, en el ámbito de lo religioso-popular, pueden tener mucho de irracional. El culto a Dios debe estar enraizado en una vida con sentido, hasta el punto de que eso es lo que debe transformar el mundo y la historia. Por tanto, el culto no aparece aquí simplemente como "adoración", ya que Dios no la necesita como la necesitan los "dioses" que no son nada. Pablo es sumamente razonable en su propuesta. El culto verdadero es hacer presente la voluntad de Dios, y la voluntad de Dios es la felicidad de la humanidad.

Evangelio: Mateo (16,21-27): El seguimiento liberador de Jesús

III.1. El evangelio de hoy, de Mateo, es la continuación de lo que se nos narraba el domingo pasado sobre la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo. Las cosas cambian mucho desde aquella confesión de fe, aunque el texto del evangelio las presenta sin solución de continuidad. Jesús comienza a anunciar lo que le lleva a Jerusalén y la previsión de lo que allí ha de suceder, como le había sucedido a todos los profetas; como Jeremías, estaba decidido a proclamar la Palabra de Dios por encima de todas las cosas. Jesús ve claro, porque a un profeta como él no se le escapa nada, aunque la formulación de este anuncio de su pasión se haya formulado así, después de los acontecimientos.

III.2. Pedro, como los otros discípulos, no estaba de acuerdo con Jesús, porque un Mesías no debía sufrir, según lo que siempre se había enseñado en las tradiciones judías; eso desmontaba su visión mesiánica. Entonces recibe de Jesús uno de los reproches más duros que hay en el evangelio: el Señor quiere decirle que tiene la misma mentalidad de los hombres, de la teología de siempre, pero no piensa como Dios. Y entonces Jesús mirando a los que le siguen les habla de la cruz, de nuestra propia cruz, la de nuestra vida, la de nuestras miserias, que debemos saber llevarla, como él lleva su cruz de ser profeta del Reino hasta las última consecuencias. No es una llamada al sufrimiento ciego, sino al seguimiento verdadero, el que da identidad a los que no se acomodan a los criterios de este mundo.

III.3. Pedro quiere corregir al profeta con un mesianismo fácil, nacionalista, tradicional, religiosamente cómodo. Y Jesús le exige que se comporte como verdadero discípulo. La expresión "detrás -opísô- de mí, Satanás", (vendría a significa algo así como: “no estés detrás de mi como Satanás”) es decir, que no lleve la iniciativa de su vida. Es una expresión que se puede traducir con toda la energía de un rechazo: “¡Vete! y no vengas conmigo como si fueras Satanás”; “¡quítate de mi vista!”. Pero también ven algunos que el rechazo de Pedro “vete de mi vista” (hýpage: expresión semejante a la de las tentaciones Mt 4,10), estaría “compensado” en este texto con una invitación a ir detrás, a seguirle (el opísô moû). En la mentalidad de la época Satanás representa lo contrario del proyecto de Dios, el Reino, predicado por Jesús, que es, a su vez, causa de su vida y de su entrega.

III.4. Jesús, en nombre de Dios, quiere llevar la iniciativa de su vida, de su entrega y caminar hasta Jerusalén. Y eso es lo que pide también a sus discípulos: seguirle y que tomen la iniciativa de su propia vida (el texto dice, con razón, "su cruz"). No es la cruz de Jesús la que hay que llevar, sino nuestra propia cruz. Jesús está decidido a llevar la “cruz” del Reino de Dios como causa liberadora para el mundo. Pedro, y todos nosotros, estamos invitados a asumir “nuestra cruz” en este proceso de identificación con la vida y la causa de Jesús. El reproche a Pedro, como si sus ideas fueran las de Satanás, se explicitan en la expresión dialéctica “las cosas de Dios versus las cosas de los hombres” (tà toû theoû allà tà tôn anthôpôn). Porque Pedro, al rechazar la “pasión” de quien consideraba el Mesías, estaba mostrando los mismos intereses nacionalistas de la religiosidad judía de la época (esas son las ideas de los hombres). La cruz de Jesús era llevar a cabo la voluntad de Dios con todas sus consecuencias (esas son las cosas de Dios en el texto).

III.5. La identificación, en el texto, entre cruz y vida personal es indiscutible. La cruz es signo de lo ignominioso y de crueldad para los hombres. Pero desde una perspectiva de “martirio”, de radicalidad y de consecuencia de vida, la cruz es el signo de la libertad suprema. Lo fue para Jesús en su causa de Dios y de su Reino y los es para el cristiano en su opción evangélica y sus consecuencias de vida. Y muchas veces, nuestra vida, es una cruz, sin duda. Pero se ha de aseverar con firmeza que la vida cristiana no es estar llamados a "sacrificarse" tal como se entiende ordinariamente, sino a ser felices en nuestra propia vida, que es un don de Dios y como tal hay que aceptarla. Y si en esa vida no es oro todo lo que reluce, también hay que amarla y transformarla con decisión profética. No basta con afirmar que el discípulo está llamado a sacrificarse y martirizarse como ideal supremo, porque tampoco Jesús deseó y buscó su muerte en la cruz que le dieron, sino que le vino como consecuencia de una vida radicalmente de amor y de entrega a los demás. Pues de la misma manera deben ser sus discípulos. El ideal supremo es amar la vida como don de Dios y llevarla a plenitud. Pero por medio “está siempre Satanás” (expresión mítica, sin duda) que nos aleja del don de la vida verdadera. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).