domingo, 25 de febrero de 2018

DOMINGO 2º DE CUARESMA


“Escúchenlo”

En el tiempo de Cuaresma no falta, en ninguno de los tres Ciclos litúrgicos, un domingo, el segundo en concreto, dedicado a considerar la Transfiguración del Señor. Esto además de tener esta fiesta un día dedicado a celebrar este misterio de la Transfiguración, que es el 6 de agosto. Pero, al incorporarlo como tema cuaresmal, pretende la Iglesia fijarse en él como paréntesis en el camino a la Cruz con parada y fonda. Es cuestión de reparar fuerzas y recibir aliento en el camino áspero a la Pasión del Señor. Y la fonda lo que nos ofrece  es la consideración de lo que ocurrirá al final: la resurrección de quien muere y padece por nosotros. El fin edulcora lo amargo de los acontecimientos de la Pasión.

Y la liturgia nos lo aclara por un acontecimiento lleno de contradicciones, cual es el sacrificio del hijo de Abrahán. Incomprensible y abominable y que solo se explica como prueba de Dios a lo más duro de los sentimientos de Abrahán: matar a su hijo, quien además era la única posibilidad para realizarse como padre de todos los creyentes.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Dios renueva su promesa de formar un pueblo. El escenario es aquí el monte Moria. El lugar alto que habitualmente se usaba para todo tipo de sacrificios, es también lugar de la revelación de Dios. Allí, en lo alto, Abraham e Isaac, padre e hijo, germen del pueblo que surgirá de ellos, escuchan la palabra que Dios pronuncia con juramento: él bendecirá y engrandecerá.

Lectura del libro del Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18

Dios puso a prueba a Abraham. “¡Abraham!”, le dijo. Él respondió: “Aquí estoy”. Entonces Dios le siguió diciendo: “Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré”. Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo: “¡Abraham, Abraham!”. “Aquí estoy”, respondió él. Y el Ángel le dijo: “No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único”. Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: “Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz”.
Palabra de Dios.

Salmo 115, 10. 15-19

R. Caminaré en presencia del Señor.

Tenía confianza, incluso cuando dije: “¡Qué grande es mi desgracia!”. ¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! R.

Yo, Señor, soy tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor. R.

Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo, en los atrios de la Casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén. R.

II LECTURA

 “Estas palabras se basan en la convicción de que Dios dirige el curso de la historia y de la naturaleza, según un designio salvador en el que, por amor, nos ha destinado a la resurrección con su Hijo en un mundo reconciliado. Por eso concluye en un himno al amor de Dios: en Cristo, Dios está de una manera definitiva e irrevocable en favor nuestro”.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 8, 31b-34

Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores? ¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? “Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos?”. ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?
Palabra de Dios.
Aclamación Mt 17, 5

Desde la nube resplandeciente se oyó la voz del Padre: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”.

EVANGELIO

El monte es lugar de revelación. Allí, en las alturas, los discípulos pueden ver anticipadamente la vida plena que se realizará en Jesucristo. Y escuchan la voz que revela quién es Jesús: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”. La experiencia transformadora en el monte Tabor debe impulsar a los discípulos en su caminar con Jesús. La profundidad y el sentido de lo que vieron y oyeron en ese lugar se irá manifestando mientras sigan caminando con Jesús hacia la Pascua.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 9, 2-10

Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”. De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría “resucitar de entre los muertos”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El misterio que celebramos debe generar en nosotros un profundo agradecimiento, pues es revelación de Dios y confirmación de su divina voluntad de salvación. Se trata de una intervención divina para revelarnos y confirmarnos en nuestras creencias. El evangelio de hoy no va de milagros ni de remedio de necesidades físicas. Si algo trata de curar es nuestra poca fe.

Sucede que no estamos acostumbrados en nuestro mundo a que alguien gratuitamente nos abra los secretos inaccesibles sin pedir retribución. La gratuidad ciertamente no caracteriza nuestro mundo.

Subió a una montaña alta con ellos
    
Para comunicar secretos del corazón hay que apartarse a un lugar escondido. Y, a ser posible, alto, inaccesible a los demás, pues así se resguarda la intimidad. Al igual que la oración, en lugares separados e íntimos. El bullicio de las aglomeraciones impide la serenidad de ánimo  y tener los oídos a la escucha. Siempre se han preferido lugares apartados, inaccesibles o recónditos para las grandes comunicaciones. Así se había hecho en los grandes momentos de la historia de Israel, como en el caso de Moisés o en la revelación a Abraham. Ahora es el Tabor el lugar elegido por Jesús para conducir allí a los discípulos más cercanos e íntimos.

En el monte se recuerda el sacrificio de Abraham, a quien Dios pide que sacrifique todas sus creencias y proyectos humanos, incluso las promesas del mismo Dios, como leemos en la primera lectura de hoy. De todo hay que prescindir para abandonarse totalmente en las manos de Dios. Por eso dice Heb 11,17: “Abrahán ofreció a su hijo único… pensando que Dios tiene poder para resucitar de entre los muertos”. En el monte Sinaí Dios manifiesta su voluntad de liberar al hombre estableciendo una alianza con él. A ese lugar se dirigió en condiciones precarias Elías, padre de los profetas. Es también en el Monte Carmelo donde Yahvé manifiesta su poder sobre toda clase de  ídolos de gentiles.

Por ello en la montaña se realizó la mayor teofanía en que Jesús reveló su sacrificio  agradable al Padre y El lo resucitó. Fue un sacrificio agradable a Dios como lo fue el sacrificio de Isaac en la total disponibilidad que significaba de la persona hacia su Dios. La redención se consumó por una total disponibilidad de lo humano en manos de Dios.

Este es mi Hijo amado
    
Y se narra la voz de la divinidad: Este es mi Hijo amado.  Es la primera afirmación del mismo Dios sobre Jesús; no de un ángel ni persona humana. La afirmación más rotunda de la naturaleza divina de Jesús. Tanto que pienso que los discípulos no la captaron en ese momento  y sólo lo pudieron relatar tras la resurrección. Con fe plena. La fe de toda la Iglesia no ha podido confesar mejor la naturaleza de Jesús. Es la rúbrica divina a nuestra fe. Todo seguimiento a Jesús y toda aceptación de sus muchas enseñanzas llevan esta rúbrica, están confirmadas así por Dios. Es la misma firma que da Dios en el bautismo de Jesús, donde también una voz venida de lo alto aseguró:   “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mt 3,17).

Es la paternidad divina que no tiene parangón con ninguna humana. En esta afirmación de la filiación de Jesús está totalmente ausente San José. Se trata de una filiación distinta de la humana y en la que San José no puede ser incluido ni aludido. Por eso en el mensaje de Jesús ser hijo de Abrahán no implica ninguna descendencia en la sangre ni en el cuerpo, sino un vínculo de fe y confianza en Dios, de la que Abrahán es el primer destinatario y San José el más próximo al aceptar en su fe el misterio de la concepción milagrosa de María.

Escúchenlo

Y Dios asigna una tarea a cumplir. Todo acto de amor supone la fe en la persona que se ama. Pero ¿cómo se podrá hoy escuchar la voz de Dios? Los ruidos  ensordecedores de los medios de comunicación, el bullicio enorme de los gritos del público y los decibelios agrandados de nuestra vida social hacen imposible oír esta voz, escuchar este murmullo espiritual. No hay manera de percibir esa voz suave de Jesús en las grandes aglomeraciones que reinan en nuestro mundo. Su voz insinuante se pierde en las cascadas de ruidos en que se desenvuelve nuestra vida y la hace insoportable.

Es lo que de antiguo habían dicho los profetas: “Escuchad esta palabra que el Señor ha pronunciado contra vosotros”, grita el profeta con la autoridad de Dios (Am 3,1); “Escucha Israel”, repite cada día el piadoso israelita (Dt 6,4) y el mismo Jesús se expresa así: “Escuchad” (Mc 4,3). Escuchar no es sólo aplicar el oído sino también abrir el corazón (Hch 16,14) y poner en práctica lo que se nos dice (Mt 7,24ss).

Quien tiene el corazón depravado, aunque sea miembro del pueblo de Dios, no sintoniza con esas palabras, como los judíos a los que dice Jesús: “Vosotros no podéis escuchar mi palabra… porque no sois de Dios” (Ju 8, 43.47). Por eso en los tiempos mesiánicos hasta los sordos escucharán la palabra de Dios y la obedecerán (Mt 11,5). También la Virgen María reveló ese sentido religioso de escuchar a Dios: “Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,28). Guardar, de eso se trata; una cosa es oír el evangelio y otra escuchar la Palabra de Dios. Todo ello depende de la docilidad y el asentimiento íntimo que se da a la palabra escuchada. La voluntad de Dios es seguramente escuchar a Jesús, secundarle, seguirle y cumplir lo que él dijo.

Bajaron de la montaña y… discutían qué quería decir resucitar de entre los muertos

Es la inteligencia humana siempre hay dudas cuando se trata de comprender la Palabra de Dios. Y esta vez es en torno al gran misterio de nuestra vida: resucitar, algo que nadie puede hacer por sí mismo, que es exclusivo del poder de Dios; que no es un fruto del empeño de la persona ni efecto de sus carismas, sino que es dádiva de Dios.

Eso significa bajar de la montaña: pasar de una experiencia momentánea de lo divino al fragor y la lucha de la inteligencia humana por tratar de comprender las cosas de la fe. Tarea ardua, pero que es la vida misma del fiel. La fe no vive en estado de montaña sino en el llano terrestre; no con vestiduras blancas y creando placenteras chozas donde pasar el tiempo, como quería el ingenuo Pedro, sino en la llanura de la vida ordinaria y en el fragor de la lucha cotidiana. Hoy hay quienes aceptarían una resurrección que no pasara por la muerte. La cosa va de hijos de Dios por adopción, que es como hay que entender la resurrección.

ESTUDIO BÍBLICO.

1 Lectura: Génesis (22): La fe como confianza en Dios

I.1. La primera lectura está recogida de un texto muy importante en el ciclo de Abrahán (Génesis 22), probablemente el momento culminante de lo que Dios pide al padre del pueblo: la fe incondicional, hasta la vida de su hijo, el heredero, por el que había soñado. No podemos menos de pensar que en este relato, complejo, desconcertante pero hermoso a la vez, se ha querido plasmar todo una mentalidad de la época. Con el hijo "heredero" Isaac, que ya ha desbancado a Ismael por mor de su madre Sara, se quiere mostrar que Dios es quien conduce y quiere conducir esta historia de promesas. En realidad Dios es así para la mentalidad religiosa antigua. Se pide lo imposible para que todo termine siendo mucho más humano, teológico y entrañable. Se pretende mostrar que Abrahán, el padre del pueblo, sabe renunciar a todo. Es un relato, heroico donde los haya, para poner de manifiesto la fuerza de la fe de un pueblo que todo se lo debe a Dios.

I.2. Cómo es posible que Dios exija todas estas cosas? Esta pregunta, hoy, está de más. Son los hombres los que sienten así las cosas y la expresan de acuerdo a una mentalidad religiosa. El sacrificio de Isaac ha sido interpretado en toda la tradición judía y cristiana como anticipo de muchos anhelos y deseos de salvación y redención. Si ahora a Abrahán se le pide que renuncie a su futuro, a su heredero, es porque se quiere poner de manifiesto que nuestro futuro está en las manos del Dios de la promesa y la Alianza. )Acaso la fe debe ser confianza ciega? Probablemente nos excedemos, o se excede la teología, cuando presentamos la fe en esa tesitura; debe ser confianza absoluta, pero no ciega. Abrahán sabe que Dios siempre tiene salidas para uno. También es verdad que este relato es contado como una especie de condena, a la inversa, de los sacrificios humanos: Dios puede parecer que pide lo máximo, pero Dios no puede pedir vidas humanas; sería un Dios sin corazón: por eso Dios siempre ofrece otro camino.

I.3. Muchos especialistas han subrayado este aspecto y consideran que la "situación" en que ha podido aparecer esta tradición explica la condena que en Israel suponía, frente a ciertas religiones y cultos, la condena de los sacrificios humanos. Sería como un relato pedagógico para mostrar que aunque Dios pida lo máximo al hombre, no puede ir en contra del hombre mismo ni de su vida. Por eso es como un relato en que se intenta mostrar que Dios le devuelve "vivo" a su hijo, que es el hijo en el que se sustentan las promesas que se le han hecho. Por eso, Dios es un Dios de vivos, no de muertos, como proclamará Jesús (Mc 12,27). La tradición cristiana, en la lectura de este pasaje de la tradición judía, presintió el sacrificio de Cristo (es la famosa "Aqedá" -"amarradura" u "ofrenda"-, porque Isaac fue "atado y sacrificado"). Los cristianos, no obstante, debemos hoy hacer una lectura mucho más teológica de esta tradición, sin caer en los aspectos fundamentalistas que todavía se alimentan en ciertas sinagogas.

2 Lectura: Romanos (8,31-34): El amor de Dios se hace presente en la vida de Cristo

II.1. La segunda lectura, de Romanos, quiere volver sobre el sentido del sacrificio como ofrenda a Dios. Pablo, en esta carta de la fe y la libertad humana, se expresa con una fuerza que desconcierta a veces. El texto de hoy se nos presenta de una forma lírica y retórica, con una serie de preguntas que termina en una doxología o alabanza (v. 39). Es un himno al amor de Dios que se nos ha revelado en Cristo, en su vida y en sus sufrimientos. Porque es en los sufrimientos donde la prueba del amor llega a su punto culminante, deja de ser romántico o estético y se hace en realidad esencia de amor: darlo y ofrecerlo todo. Dios lo ha hecho así por medio de Cristo, su Hijo. Estamos en sintonía con el texto de Gn 22. Se debería tener en cuenta la totalidad de este himno, con los vv. 35-39 que no entran en la lectura de hoy, culminando así uno de los capítulos más extraordinarios de Romanos.

II.2. En realidad este capítulo es como un himno que canta la bondad de Dios con la humanidad, precisamente para que no tengamos miedo de creer en ese Dios. Es verdad que se afirma que Dios no le ahorró el sacrificio de su vida a Cristo; pero es para subrayar con mayor vigor que Dios es capaz de darlo todo por nosotros, de renunciar a lo más querido. Podríamos ver aquí que Pablo puede haber hecho una lectura de la aqedá de Isaac, sin que Cristo haya podido ser liberado de la muerte. Desde luego es un texto en el que se ha profundizado mucho en la exégesis de Romanos y se ha visto un paralelismo, aunque otros lo discuten, con dicho "teologúmeno" de la aqedá. Dios, pues, asume esa muerte redentora para que seamos libres. Pero se ha de considerar que en esta especie de aqedá cristiana es Dios quien se ofrece, quien da, no quien pide como en el caso de Abrahán e Isaac. Debemos reconocer que esta teología del sacrificio y de la muerte es muy difícil de explicar en la catequesis y en la teología. Pero se ha de hacer un intento serio y audaz. Porque Dios no puede "querer" esa muerte. El amor de Dios está por encima de todo lo que nos puede amargar nuestra existencia humana y cristiana. Ni Dios, ni Cristo, muerto y resucitado, pueden condenar a la humanidad porque esa muerte es el camino de la resurrección para El y para nosotros.

Evangelio: Marcos (9,1-9): Caminar hacia la Resurrección

III.1. El relato de la Transfiguración de Marcos nos asoma a una experiencia intensa de Jesús con sus discípulos, camino de Jerusalén después de haber anunciado la pasión, para que esos discípulos puedan meterse de lleno en el camino y en la verdadera misión de Jesús. Los discípulos, o bien desean los primeros puestos del reino, o bien quieren quedarse en el monte de la gloria de la transfiguración, como Pedro. Jesús va al monte para orar y entrar en el misterio de lo que Dios le pide; desde esa experiencia de oración intensa puede iluminar su vida para saber que le espera lo peor, pero que Dios estará siempre con él. Es una escena importante y compleja que viene a ser decisiva en el desarrollo del evangelio y de la vida de Jesús que ahora ya mira a Jerusalén como meta de su vida. Tenemos que pensar que más que otra cosa, (aunque haya una experiencia histórica de Jesús y sus discípulos en un monte), esta escena es una construcción teológica del evangelista, con todas sus consecuencias. En Jn 12,28-30 encontramos una experiencia de este tipo. El relato, en una teofanía que abarca casi todo, tiene tres partes: a) vv.1-4 y b) vv. 5-8 y una conclusión c) vv. 9-10 sobre el "secreto mesiánico", que es muy propio de Marcos y la pregunta de los discípulos sobre la resurrección de entre los muertos.

III.2. Los personajes del Antiguo Testamento, Moisés y Elías, están allí para respaldar precisamente la acción de Jesús. Y la voz misteriosa, entre las nubes, reafirma que, desde ahora, a quien hay que escuchar y seguir es a Jesús. Los elementos del relato nos muestran los símbolos especiales de las teofanías propias del AT. Pedro quiere quedarse, plantarse allí, haciendo tres tiendas, para Moisés, Elías y Jesús. El relato en sí es en el evangelio de Marcos el comienzo del viaje hacia Jerusalén. Y aunque no diga, como Lucas, que un profeta no puede "morir fuera de Jerusalén" viene a ser como el asomarse a la meta de la vida de Jesús: la resurrección. Pero a la resurrección a la nueva vida no se llega sino por la muerte. Una muerte que ya está sembrada en la vida del profeta de Galilea y casi decidida (Mc 3,6). Pedro no quiere bajar del monte porque esa vida nueva supone aceptar la muerte, y no una muerte cualquiera, sino la muerte en la cruz. La "gloria" divina que se ha experimentado en el monte está llamando a otro monte, el del Calvario, para que se viva como realidad plena. Jesús es el que tiene las ideas claras de todo ello, los discípulos no.

III.3. La decisión de Jesús de bajar del monte de la transfiguración y seguir caminando hacia Jerusalén, lugar de la Pasión, es la decisión irrevocable de transformar el mundo, la religión y la vida. Es verdad que eso le llevará a la muerte. Esa decisión tan audaz, como decisión de una misión que ahora se confirma en su experiencia con lo divino, con la voz del Padre, no le llevará directamente al triunfo, sino a la muerte. Pero el triunfo de la resurrección lo ha podido contemplar, a su manera, en ese contacto tan intenso con el misterio de Dios. Dios le ha revelado su futuro, la meta, la victoria de la vida sobre la muerte. Y ahí está su confianza para seguir su camino y hacer que le acompañen sus discípulos. Estos seguirán sin entenderlo, sin aceptarlo, preparándose o discutiendo sobre un premio que no llegará de la forma que lo esperaban. Del cielo se ha oído un mandato: "escuchadlo", pero no lo escuchan porque su mentalidad es bien otra. Jesús los ha asomado un poco a la "gloria" de una vida nueva y distinta, pero no lo han entendido todavía. El relato, desde luego, es cristológico, (no hay duda!, pero Marcos también quiere que sea pedagógico para la comunidad: la vida verdadera no se goza "plantándose" en este mundo, en esta historia, en nuestros proyectos. Está en las manos de Dios. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).




domingo, 18 de febrero de 2018

DOMINGO 1º DE CUARESMA



“CONVIÉRTANSE Y CREAN EN EL EVANGELIO”

El objetivo primordial de la Cuaresma es preparar a los fieles para celebrar la Pascua, la fiesta cristiana por excelencia, con el corazón purificado para poder revivir ese misterio y hacer fecunda su fuerza salvadora. La liturgia cuaresmal está muy influenciada por la disciplina del catecumenado y por el ritual de la penitencia. En el siglo III se estableció en Roma la práctica de conferir el bautismo una vez al año en la vigilia pascual; y en el siglo IV se fijó el ritual de la penitencia canónica, según el cual los penitentes eran reconciliados en la mañana del Jueves Santo. La liturgia se adaptó a estos dos hechos que influyeron claramente en la elección de las lecturas y en la formulación de las oraciones. La Cuaresma antigua se caracterizaba por una liturgia que reunía cada día o casi cada día a toda la comunidad cristiana, consciente de su solidaridad en la obra de la renovación espiritual que se quería realizar. Tenía, por tanto, un fuerte carácter comunitario. Estaba concebida como «el verdadero retiro anual de toda la familia cristiana». Este mismo espíritu pervive aún hoy en nuestra liturgia.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El relato del diluvio presenta de algún modo una nueva creación. Todo renace después de pasar por el agua. En esta renovación, Dios hace una alianza con toda la humanidad. Él no quiere la destrucción sino la vida, lo cual involucra a toda la creación.

Lectura del libro del Génesis 9, 8-15

Dios dijo a Noé y a sus hijos: “Yo establezco mi Alianza con ustedes, con sus descendientes, y con todos los seres vivientes que están con ustedes: con los pájaros, el ganado y las fieras salvajes; con todos los animales que salieron del arca, en una palabra, con todos los seres vivientes que hay en la tierra. Yo estableceré mi Alianza con ustedes: los mortales ya no volverán a ser exterminados por las aguas del Diluvio, ni habrá otro Diluvio para devastar la tierra”. Dios añadió: “Este será el signo de la Alianza que establezco con ustedes, y con todos los seres vivientes que los acompañan, para todos los tiempos futuros: Yo pongo mi arco en las nubes, como un signo de mi Alianza con la tierra. Cuando cubra de nubes la tierra y aparezca mi arco entre ellas, me acordaré de mi Alianza con ustedes y con todos los seres vivientes, y no volverán a precipitarse las aguas del Diluvio para destruir a los mortales”.
Palabra de Dios.

Salmo 24, 4-9

R. Tus senderos, Señor, son amor y fidelidad.

     O bien: Guía nuestros pasos, Señor, por el camino de la paz.

Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador. R.

Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor, porque son eternos. Por tu bondad, Señor, acuérdate de mí según tu fidelidad. R.

El Señor es bondadoso y recto: por eso muestra el camino a los extraviados; él guía a los humildes para que obren rectamente y enseña su camino a los pobres. R.

II LECTURA

Se nos presenta una similitud entre las aguas del diluvio y las aguas del bautismo. Noé y su familia renacieron luego de pasar por el agua, y entonces Dios hizo su alianza. Nosotros, al pasar por el agua del Bautismo, nos convertimos en criaturas nuevas, al modo de Jesucristo. Este sacramento hace realidad en nosotros la victoria de Cristo sobre el pecado.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 3, 18-22

Queridos hermanos: Cristo padeció una vez por los pecados –el justo por los injustos– para que, entregado a la muerte en su carne y vivificado en el Espíritu, los llevara a ustedes a Dios. Y entonces fue a hacer su anuncio a los espíritus que estaban prisioneros, a los que se resistieron a creer cuando Dios esperaba pacientemente, en los días en que Noé construía el arca. En ella, unos pocos –ocho en total– se salvaron a través del agua. Todo esto es figura del bautismo, por el que ahora ustedes son salvados, el cual no consiste en la supresión de una mancha corporal, sino que es el compromiso con Dios de una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo, que está a la derecha de Dios, después de subir al cielo y de habérsele sometido los Ángeles, las Dominaciones y las Potestades.
Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN  Mt 4, 4

El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

EVANGELIO

Jesús es tentado en el desierto, así como lo fue la primera pareja humana, según el relato del libro del Génesis. Jesús vence al tentador y, con esto, comienza un nuevo tiempo, una nueva creación. Desde esa experiencia del desierto, Jesús sale a anunciar que el Reino de Dios está cerca. Con esto, Dios sigue ofreciendo su alianza a la humanidad, y a través de Jesús quiere renovar y reforzar su vínculo con cada ser humano en esta tierra.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 12-15

El Espíritu llevó a Jesús al desierto, donde fue tentado por Satanás durante cuarenta días. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían. Después que Juan Bautista fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”.

Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Impetrar de Dios una conciencia pura por la resurrección de Cristo

Las dos primeras lecturas de este domingo nos sitúan ante el bautismo. Este sacramento tiene, por una parte, el mismo efecto purificador que el diluvio; así como de las aguas del diluvio surgió una humanidad nueva, lo mismo ocurre con nuestro bautismo, nos purifica de un modo semejante, no sin dolor, no sin destruir en nosotros todo aquello que hace imposible nuestra relación con Dios, aunque con frecuencia nos resulte más atractivo que el Dios siempre atrayente, fuente de todo bien, belleza y felicidad, el único capaz de colmar los anhelos más profundos de corazón humano. San Pedro entiende el bautismo como impetrar de Dios una conciencia pura, que solo se alcanza por la resurrección de Cristo. El misterio pascual está presente de forma activa también en este sacramento. San Pedro no lo recuerda al comienzo del pasaje que hoy leemos: «Cristo murió por los pecados de una vez para siempre»; siendo el inocente por excelencia, murió por nosotros culpables. La razón de su muerte no fue otra que la de conducirnos a Dios. Esa es la meta del itinerario cuaresmal y de la vida cristiana en general: llevarnos a Dios; posibilitar una comunión de vida más estrecha con él. San Pedro menciona la intervención del Espíritu en todo este misterio. Gracias al Espíritu, Jesús fue devuelto a la vida. Gracias a este Espíritu fue a evangelizar a los espíritus encarcelados, es decir, a los espíritus de aquellos que en tiempos de Noé se rebelaron contra Dios. Donde está Jesús está el Espíritu. También nuestra vida cristiana está marcada por la presencia activa del Espíritu. Sin el Espíritu no hay vida cristiana, no hay sacramentos; el Espíritu guía nuestros pasos en el itinerario cuaresmal.

Un nuevo comienzo

El pasaje evangélico de este primer domingo de Cuaresma recoge el episodio de las tentaciones. San Marcos nos ofrece una versión abreviada pero muy densa; incluso nos proporciona detalles que no encontramos en los otros evangelistas. Jesús se retira al desierto impulsado por el Espíritu. El desierto es, por un parte, un lugar donde la vida resulta difícil; pero también un lugar propicio para encontrarse con Dios. Por boca del profeta Oseas, Dios mismo dice que seducirá a su amada ‒es decir, a su pueblo elegido‒, la llevará al desierto y le hablará al corazón. En el desierto Jesús vivió intensamente este contacto de corazón a corazón con el Padre, aunque no se le mencione en este pasaje. En esta Cuaresma Dios nos concede la oportunidad de imitar a Cristo intensificando nuestra comunión con Dios a corazón abierto.

En número cuarenta, que da origen a la palabra Cuaresma, está asociado en la Biblia a experiencias espirituales intensas: los cuarenta días y cuarenta noches del diluvio ‒evocados de algún modo en la primera lectura‒, los cuarenta años de travesía por el desierto que el pueblo elegido realizó antes de llegar a la tierra prometida, los cuarenta días y las cuarenta noches que Moisés pasó en el monte Sinaí, los cuarenta días y las cuarenta noches que Elías caminó antes de llegar al monte Horeb. A diferencia del evangelio según san Mateo y según san Lucas, el de san Marcos parece indicar que Jesús no fue tentado solamente al final de estos cuarenta días de estancia en el desierto, sino durante todo ese tiempo.

Esta experiencia de desierto parece reescribir los primeros capítulos del Génesis, como si nos quisiera sugerir que con Jesús la historia se escribe de nuevo y con un signo positivo. Jesús marca un nuevo comienzo. Como en el paraíso también en el desierto hay armonía entre el hombre y la naturaleza. La convivencia pacífica entre Jesús y las fieras nos remite a la armonía que profetizó Isaías para los tiempos mesiánicos. Jesús vive también en contacto con los ángeles que le sirven. En Jesús no hay ruptura entre el cielo y la tierra.

Pero como en el Génesis también interviene Satanás para intentar arruinarlo todo, para introducir la ruptura, para tratar de apartar a Jesús del Padre. Aunque nada podrá arrancarle la serena certeza de que el Padre lo ama y nunca lo abandona. Jesús, como nuevo Adán, va a enfrentarse con el tentador, va a desenmascararlo. El primer Adán fue tentado cuando disfrutaba de la abundancia del paraíso recién estrenado; Jesús fue tentado cuando permanecía en la austeridad del desierto, donde carecía incluso de lo necesario desde el punto de vista material, cuando ayunaba. El primer Adán cayó, arrastrando tras de sí a toda la humanidad; Jesús venció, salvando a todos los que se unen a él. Satanás salió derrotado. De esta victoria depende nuestra salvación.

Este episodio de la vida de Jesús es capital para nosotros. Como decía santo Tomás de Aquino «todo lo que Cristo realizó en su carne fue salvífico para nosotros», también esta victoria sobre el tentador.

Al comienzo de la Cuaresma todos los cristianos estamos invitados a acompañar espiritualmente a Jesús en el desierto. Estos cuarenta días son para nosotros como una cura para habituarnos a Dios, para habituar no solo de nuestro espíritu, también nuestra carne a Dios, pues también nuestra carne tiene futuro, está llamada a la resurrección. Como Jesús, tendremos que confrontarnos con Satanás, a quien el Señor llama en alguna ocasión «príncipe de las tinieblas» o «príncipe de este mundo». El tentador aprovecha los momentos de debilidad, de cansancio o de angustia para hacernos caer en sus trampas. Pero tampoco los momentos de oración están exentos de tentación. Toda circunstancia puede ser propicia para tratarnos de separar de Dios. Como decían los antiguos, el diablo tiene envidia de los que tiende a lo mejor. Sólo amando intensamente al Padre ‒como hizo Jesús‒ podremos superar la tentación; sólo amando más al Padre que nuestro propio interés o que nuestras supuestas necesidades podremos resistir cualquier embate. El amor puede con la tentación. Si el amor es fuerte, no hay tentación que se le resista.

Convertíos y creed en el Evangelio

Del desierto Jesús sale listo para comenzar su misión evangelizadora, para expulsar los demonios, para curar a los enfermos,… Las primeras palabras que escuchamos de labios de Jesús en el evangelio según san Marcos son una llamada a la conversión y a la fe. Conversión y fe son como las dos caras de la misma moneda, no se pueden separar. La conversión es la vuelta a Dios; es caminar en la buena dirección, es amar a Dios por encima de todo, más que a uno mismo,… Es un don, una gracia. Nadie puede convertirse por propia iniciativa. En el libro de las Lamentaciones leemos estas palabras: «conviértenos a ti Señor, y nos convertiremos». Pero esta gracia tiene que ser acogida para que se dé una verdadera conversión. La conversión es una tarea de toda nuestra vida. Jamás podremos sentarnos a descansar diciéndonos que ya nos hemos convertido totalmente. Cada mañana hay que retomar el camino de la conversión, hay que reorientar nuestra dirección, dirigir el rumbo hacia Dios. La fe también es, en primer lugar, un don. Tiene muchos aspectos. Uno de ellos es la adhesión total a Dios, es entregarse de corazón a Dios; es confiar en él; es aceptar sus planes, sus criterios, sus tiempos,… es acoger sus palabras, ponerlas en práctica, es hacer su voluntad. La mejor manera de cultivar y acrecentar nuestra fe es orar mucho y hacer el bien. La oración y las buenas obras son como el termómetro que nos indica dónde estamos en la fe.

La Cuaresma puede ser un tiempo decisivo para avanzar en la conversión y para fortalecer nuestra fe, especialmente en un mundo en el que se palpa una creciente falta de fe.

ESTUDIO BÍBLICO.

1 Lectura: Génesis (9,8-15): Un diseño de liberación y de alianza

I.1. La primera lectura es el final del relato del diluvio (más amplio, porque abarca Gn 6,5-9,17), que es un texto lleno de sugerencias sobre la necesidad de ver que Dios, a pesar del alejamiento de la humanidad de su proyecto salvador, siempre ofrece oportunidades de gracia, como a Noé y su familia, que en este caso representan una nueva humanidad. Es un relato que actualmente está tejido sobre las teologías de las redacciones "yahvista" y "sacerdotal" (dos de las fuentes o tradiciones con las que se ha elaborado el Pentateuco) y que tiene paralelos con relatos del Oriente. Los autores bíblicos se han podido inspirar en ellos, pero dándole su tono teológico y catequético de acuerdo con la fe de Israel. Se busca poner de manifiesto que del "pecado y castigo" por una parte, se ha de pasar a la misericordia liberadora por otra, lo cual se representa extraordinariamente en la alianza con Noé y la humanidad.

I.2. El "arca" (tebah) es como una cesta, como la cesta en la que un día Moisés será salvado de las aguas. Siempre en la Biblia hay una teología positiva frente al pecado de la humanidad: la fidelidad de Dios. Sabemos que el relato del diluvio es mítico en el sentido que no ha existido un diluvio "universal", sino que siempre ha habido catástrofes que le han enseñando a la humanidad lo frágil de su existencia. Todas las culturas se remiten a un tipo de relato como éste, porque en todos los pueblos se tiene conciencia del pecado de la humanidad, de la necesidad de un castigo, y del anhelo de la justicia y la misericordia de los dioses. En el caso de nuestro relato, la teología de la misericordia de Dios es manifiesta.

2ª Lectura: I Pedro (3,18-22): La victoria de Jesucristo

II.1. La segunda lectura presenta la acción redentora de Cristo en lo que se presiente una teología de la confesión primitiva del "murió por nuestros pecados" (cf 1Cor 15,3; Rom 6,10; Heb 9,26-28 o Ef 2,18). Esta muerte, sin embargo, no se debe interpretar en la lógica de una necesidad divina, como se hizo en la Edad Media, sino de "pro-existencia", de entrega a la humanidad sin condiciones. Por eso, "murió por nuestros pecados", debemos entenderlo en el sentido de que murió "a causa de nuestros pecados", es decir, el pecado del mundo que nos aleja de la misericordia y salvación de Dios.

II.2. También se hace mención de los días de Noé y se explica como una cierta continuidad con la primera lectura de hoy. Esta carta de Pedro, sea quien sea su autor, pone de manifiesto el ámbito de la existencia cristiana en un mundo adverso, o en un mundo sin fe y sin esperanza. El cristiano, pues, debe saber responder con valentía y vigor al reto de un mundo sin horizontes éticos, incluso debe estar dispuesto a dar su vida por causa de la justicia. Es verdad que en el escrito se percibe un voluntarismo fuerte, un "deber" insustituible; pero deberíamos subrayar también la dimensión "vocacional" cristiana. El hecho del bautismo, y de ahí quizá la conexión con Noé, no puede quedar en un rito sin compromiso, sino que ser bautizados en Cristo significa llevar una vida como la suya: la opción de estar entregado a los demás.

Evangelio: Marcos (1,12-15): Del desierto al evangelio

III.1. El evangelio, en todos los ciclos, el primer domingo de cuaresma, es el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto. Este de Marcos es el relato más sobrio de los sinópticos, sobre el que Mateo y Lucas construyeron un episodio cargado de insinuaciones teológicas. Que Jesús estuviera el desierto, como lo estuvo Juan el Bautista, no es un hecho del que debamos dudar. Pero, no obstante, el desierto está cargado de simbolismo en la teología de Israel: de la misma manera que es un tiempo de tentación, es también un tiempo de purificación. El número cuarenta, los cuarenta días, señalan, evidentemente, a los cuarenta días del diluvio (por eso se ha escogido en la liturgia de hoy el texto de Génesis sobre el diluvio), o a los cuarenta años del pueblo caminando por el desierto hacia la libertad.

III.2. Por lo mismo, debemos ponernos en esa clave simbólica para entender este momento previo a la vida pública de Jesús que se prepara a conciencia para abordar la gran batalla de su existencia, es decir, la proclamación de la llegada del Reino de Dios. Y es el Espíritu el que le impulsa al desierto (por consiguiente, no puede ser malo el desierto); pero allí se le presentan los animales adversos (alimañas) e incluso ese misterioso personaje, sin rostro y sin identidad, Satanás; aunque también los ángeles que son, por el contrario, la fuerza de Dios. Este es un relato tipo que quiere describir la actividad de Jesús en su pueblo, que vivía como en el desierto. Y es allí donde él debe aprender la necesidad que tienen los hombres del evangelio.


III.3. Señalemos también que el mismo Espíritu, después, le impulsa a Galilea para proclamar el gran mensaje liberador, como se puso de manifiesto en el tercer domingo de este ciclo B. Para vencer en el desierto, es necesaria la fidelidad a Dios por encima de todas las sugerencias de poder y de gloria. El simbolismo en el que debemos leer hoy nuestro relato nos permite ver que el desierto y los cuarenta días es el mundo de Jesús, el tiempo de Jesús con las fuerzas adversas (las de Satanás) y la de Dios (los ángeles). Eso es lo que está presente en la vida, en toda sociedad. )Qué hacer? Pues, como Jesús, proclamar que el tiempo de Dios, el de la salvación y la misericordia no puede ser vencido por el de la maldad, la injusticia o la guerra. Si Jesús estaba guiado por el Espíritu, eso quiere decir que es el Espíritu mismo la voz resonante del evangelio como buena noticia que llama a salir de lo peor que tiene el desierto: las fuerzas del mal. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



domingo, 11 de febrero de 2018

DOMINGO 6º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Si quieres, puedes limpiarme”

El texto evangélico de este domingo 6º del Tiempo Ordinario, nos narra sobre la actitud de Jesús ante la marginación social y religiosa que representaba el drama de la lepra en el antiguo Israel. Este texto, tomado del primer capítulo del Evangelio según san Marcos, representa en la narración el tercer milagro obrado por Jesús. Después de liberar del poder del maligno y de la enfermedad, ahora Jesús libera de la exclusión social.

Los actos de Jesús para el evangelista Marcos, sobre todo los milagrosos, no son sólo signos del Reino presente, sino también su modo de enseñanza más importante. Las palabras, los gestos y las acciones de Jesús narradas en el texto nos sirven para aprender a actuar como él.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Este texto puede sorprendernos al plantear la exclusión del enfermo como medida de protección del pueblo considerado sano. Estos enfermos son llevados al sacerdote, y se espera que esa impureza termine, porque el texto dice “mientras dure la enfermedad”. Hoy, quizás tengamos actitudes más crueles en nuestras sociedades con la excusa de “protegernos” de lo que consideramos enfermedades, y no siempre esperamos que termine lo que consideramos impureza. Es más, a veces parece que no quisiéramos que termine.

Lectura del libro del Levítico 13, 1-2. 45-46

El Señor dijo a Moisés y a Aarón: Cuando aparezca en la piel de una persona una hinchazón, una erupción o una mancha lustrosa, que hacen previsible un caso de lepra, la persona será llevada al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos, los sacerdotes. La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: “¡Impuro, impuro!”. Será impuro mientras dure su afección. Por ser impuro, vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento.
Palabra de Dios.

Salmo 31, 1-2. 5. 11

R. ¡Me alegras con tu salvación, Señor!

¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! R.

Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: “Confesaré mis faltas al Señor”. ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! R.

¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos! ¡Canten jubilosos los rectos de corazón! R.

II LECTURA

San Pablo se pone como ejemplo para no escandalizar a los demás en las prácticas alimentarias, tan cuidadas por los judíos. No se trata de un acto de arrogancia, sino de una opción para que quienes no sepan obrar en algunas cuestiones prácticas, sigan y tengan en cuenta.


Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 10, 31—11, 1

Hermanos: Sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios. No sean motivo de escándalo ni para los judíos ni para los paganos ni tampoco para la Iglesia de Dios. Hagan como yo, que me esfuerzo por complacer a todos en todas las cosas, no buscando mi interés personal, sino el del mayor número, para que puedan salvarse. Sigan mi ejemplo, así como yo sigo el ejemplo de Cristo.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Lc 7, 16

Aleluya. Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo. Aleluya.

EVANGELIO

 “También la enfermedad puede ser una oportunidad para el encuentro, la colaboración, la solidaridad. Los enfermos que se encontraban con Jesús quedaban regenerados sobre todo por esta toma de conciencia. Se sentían escuchados, respetados, amados. Ninguno de ustedes se debe sentir nunca solo, ninguno se debe sentir una carga, ninguno debe sentir la necesidad de escapar. Ustedes son valiosos para Dios, son valiosos para la Iglesia”.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 40-45

Se le acercó un leproso a Jesús para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: “Si quieres, puedes purificarme”. Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”. En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: “No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio”. Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

La impureza legal de la lepra

Así como nos narra el libro del Levítico (Lv 13, 1-2.44-46), toda persona que contrajera la lepra se convertía inmediatamente en un marginado social. Era el sacerdote quien certificaba tanto la enfermedad como la posible curación, debido a que la lepra era regulada por las normas de pureza e impureza del pueblo. Dicha marginación tenía un fuerte tinte religioso, ya que toda “impureza” significaba un alejamiento ritual de Dios, más para quien era declarado impuro, como es el caso de un leproso. En la primera lectura se detallan los elementos de esta marginación: andar harapiento y despeinado, con la barba tapada, viviendo en la soledad fuera del campamento y gritando: ¡impuro, impuro!

El leproso del relato de Marcos sabe su situación. No obstante, creyendo que Jesús puede curarle decide acercarse a él, saltándose los códigos sociales e implorándole que le sane. Su actitud y sus gestos, como ponerse de rodillas, expresan no sólo su impotencia ante la situación que vive, sino más bien la fe con la que decide suplicarle al Señor que le ayude.

Quiero: queda limpio

Ante el drama social y religioso de la lepra, Jesús no pasa indiferente. Movido por la compasión, es decir, poniéndose en el lugar de quien es considerado como un estorbo social y que por su enfermedad está impedido de expresar ritualmente su fe, se acerca al enfermo marginado. Sus palabras, pero sobre todo sus gestos, hablan de su empatía ante el drama personal de aquel leproso.

El evangelista indica que: sintiendo lástima, extendió la mano y le tocó. El primer movimiento de Jesús no fue ni la curación ni un sermón ético, sino el acercarse a aquel que había olvidado lo que era el contacto humano, la cercanía de los otros, el cariño expresado por el tacto y toda expresión que indicara acogida por los demás. Jesús también se salta las normas sociales y toca a quien tenía prohibido tocar.

Finalmente, junto con la expresión de su deseo de verlo sano, Jesús le indicó cómo volver a reintegrarse a la vida social y religiosa del pueblo. Ya no sería más un enfermo, ni tampoco un marginado.

Si quieres, puedes limpiarme

La súplica del leproso a Jesús sigue siendo actual en nuestro tiempo. Muchas personas viven de rodillas a causa de situaciones que les llevan a la marginación y a la apatía social. No será el drama de la lepra, pero sí otros dramas que hacen ver a los demás como no “dignos” de pertenecer al grupo social o cultural. El drama del leproso era algo devastador, puesto que no podía siquiera acercarse a quien representaba la solución a sus problemas, es decir, a Dios. La marginación socio-cultural llegaba hasta exclusión religiosa.

Nos toca, pues, asumir el modo de vida de Jesús, como diría san Pablo en la primera carta a los Corintios (1Co 10, 31  - 11, 1): hacer todo para la gloria de Dios. La lucha contra la marginación y la exclusión inicia con una actitud: la compasión. Pero debe seguirle el acto que lleve a esta actitud a su plenitud: acercarnos y “tocar”. Tocar la realidad de los demás y colaborar con ella con lo que somos y tenemos. A veces lo que hace falta es solamente un gesto cercano y cariñoso.

ESTUDIO BÍBLICO.

I Lectura: Lev 13,1-2.44-46: La lepra, entre higiene y maldición religiosa

I.1. El sentido de la primera lectura (Lev 13) no puede ser otro que ponernos sobre la pista de una ley de pureza que pretendía mantener a los hombres que padecían la enfermedad de la lepra fuera del ámbito de lo sagrado y de la identidad más radical del pueblo de Dios, del pueblo de la alianza. No se puede considerar que todo lo que la Biblia llama lepra corresponda a la famosa y técnica "hanseniasis" (el mal de Hansen). Es verdad que los Israelitas debían ser santos como su Dios era Santo, mandato que se refería a ser limpios física y moralmente (Lev 11,46 y 20,26). Las medidas higiénicas concernían a la convivencia social (Dt 23,15 y Lev 19,11-18); la construcción de sus ciudades y campamentos (Dt 23,9-14; Lev 11,1-33), basureros, dotación de agua, cuidado del cuerpo, así como de aspectos laborales y del descanso (Dt 16,24.25)), y otros. Se practicó el aislamiento de enfermos contagiosos (Lev 13) mediante la desinfección de ropa, objetos, instrumentos y casas por medio de la fumigación, el lavado o la ignición (Lev 20,26; Lev 14,32- 47).

I.2. Sin embargo, la injusticia o lo inhumano de una ley como ésta se explica, porque todo el mundo sabe que esta enfermedad siempre ha sido una enfermedad de marginación, o como hoy diríamos, tercermundista. Es verdad que siendo contagiosa podía afectar puntualmente a otras personas. De hecho, en la Biblia tenemos el caso sintomático en Naamán el sirio (2 Re 5,1-27), que quizás no era técnicamente lepra, al que se acerca el profeta Eliseo para mostrar que para Dios no hay distinción, en lo que se refiere a las miserias, entre los que pertenecen al pueblo de la Alianza y los paganos. Es ahí donde debemos incidir a la hora de leer este relato de hoy que ha de ser clave para la interpretación del evangelio.

II Lectura: I0 Corintios (10,31-11,1): La fuerza de los débiles en la comunidad

II.1. La comunidad de Corinto era una comunidad compleja, lo sabemos. Pablo tuvo que combatir en muchos frentes, ante muchas situaciones: es el caso de los que eran fuertes, abiertos, capaces de compartir su fe y su vida con no cristianos sin darle mayor importancia. Los otros, los "débiles" no lo entendían o no lo querían entender. El contexto de este texto en el que Pablo mismo se presenta como "modelo" de inculturación pastoral es muy sugerente. Está enmarcado en 1Cor 8,1-11,1 que ha dado pie a muchas opiniones, ya que trata de la postura que han de mantener los cristianos en una ciudad pagana como Corinto, con sus templos, sus dioses, sus sacrificios y otras cosas. Cómo tienen que vivir los cristianos en esta situación, )"a lo corinto" o, por el contrario, con un puritanismo rayano en el fundamentalismo del gueto?

II.2. El texto de hoy insiste sobremanera en la actitud de Pablo de ser predicador del evangelio. Frente a su mensaje liberador, no se entiende que los hombres estemos divididos y asustados por preconcepciones y actitudes que reflejan las divisiones de la sociedad; esas divisiones que consagra este mundo no pueden mantenerse frente al evangelio. Pablo sabe que hay débiles en la comunidad, pero se extraña, y mucho, que esos débiles, luego sean fuertes para las cosas que no merecen la pena en lo que se refiere a lo religioso y a lo sagrado. La lectura más en sintonía es que muchas veces nos escandalizamos de cosas que afectan a lo sagrado, y nos mantenemos indiferentes frente a injusticias, envidias y frente a los pobres.

Evangelio: Marcos (1,40-45): Liberar a los marginados, praxis del Reino

III.1. Es el último episodio de la "praxis" de la famosa jornada de Cafarnaún, antes de pasar a las disputas (Mc 2,1-3,6). Quiere ser como el "no va más" de todo aquello a lo que se atreve Jesús en su preocupación por los que sufren y están cargados de dolor, de miseria y de rechazo por una causa o por otra. En cierta manera es un milagro "exótico" por lo que implica de que, quien fuera curado de una enfermedad como la lepra, tenía que presentarse al sacerdote para ser "reintegrado" a la comunidad de la alianza. Los leprosos son "muertos vivientes", privados de toda vida de familia, de trabajo y de religión. El leproso cae de rodillas delante de Jesús (genypetéô). Es verdad que nos encontramos ante un hecho taumatúrgico sin discusión, pero es mucho más que eso. Incluso en razón de las exigencias de Lev 13-14, no basta con ser curado, sino que este hombre debe ir al sacerdote, es decir, al templo para que de nuevo recupere la identidad como miembro del pueblo elegido de Dios. Pero Jesús, con su "acción", ya está haciendo posible todo ello; ha ido más allá de lo que le permitía la ley; se ha acercado a la miseria humana, la ha curado, pero sobre todo, la ha acogido.

III.2. El relato evangélico está planteado, con mucho acierto, al final de la actividad de Jesús en esa jornada de Carfarnaún que nos ha venido ocupando los últimos domingos. La narración sigue un proceso liberador, en el que se ponen de manifiesto las actitudes de los hombres y los pensamientos de Dios. Un leproso, como ya hemos dicho, estaba excluido de la asamblea del pueblo de la alianza y debía presentarse al sacerdote, en el templo, en Jerusalén, el centro del judaísmo y de las clases poderosas. Aunque todo comenzara siendo una "ley de sanidad", como en Israel todo se sacralizaba, se llegó a dogmatizar de tal manera, que quien estaba afectado por ella, era un maldito, pasando a ser una "ley de santidad". Ya hemos dicho que esta es una enfermedad de pobres y marginados. Nadie, pues, se acercaba a ellos: su soledad, su angustia, sus posibilidades) quién podía compartirlas? Es el momento de romper este círculo infernal.

III.3. Jesús, que trae el evangelio, va a enfrentar a los hombres de su tiempo con todo lo que significa marginar al los pobres en nombre de Dios. Jesús se acerca a él, le toca (expresamente se dice que extendió la mano y le tocó, lo que implicaría que desde ese instante Jesús también quedaba bajo la ley sagrada de la contaminación); pero le cura y, con una osadía inaudita, le envía al sacerdote (a los que representan lo sagrado y el poder) para que sea un testimonio contra ellos y contra todo lo que pueda ser sacralizar las leyes sin corazón. El evangelio es un escándalo y pone de manifiesto eso de que los pobres nos evangelizan. Dios, pues, se hace vulnerable. No encontramos, pues, ante la fuerza poderosa de un "sistema" que debe ser vencido por la debilidad del evangelio. Lo lógica del sistema que está detrás de esa ley de santidad-sanidad, es la de autoconservación, hasta el punto de ser inexorable. Con esas realidades se encuentra Jesús en su vida y tiene que hacer opciones como las que aquí se muestran. La fuerza del Jesús taumaturgo, o médico, pasa a un segundo plano frente a su opción por los que viven día a día la miseria a que son reducidos todo los desgraciados.

III.4. En este relato de Marcos no es menos sugerente el mandato de Jesús de que no diga nada a nadie y el poco caso que hace de ello el "leproso" curado. El "secreto a voces" lleva la intencionalidad de este evangelista, porque pretende poner de manifiesto que más importante que la aceptación por parte del sacerdote de su curación, es proclamar (se usa, incluso, el verbo kêrýssein, que es propio del anuncio del evangelio en el cristianismo primitivo) que ha sido Jesús, el profeta de Galilea, quien le ha llenado el alma y el corazón de gratitud y de acción de gracias a Dios. La ley, aquí, frente al evangelio, también queda mal parada y, en cierta forma, anulada. Y si queremos, podemos ver que el "leproso" curado, ni siquiera va al templo, al sacerdote (el texto, desde luego, no lo explicita y yo opino que intencionadamente); no le hace falta, porque el evangelio que Jesús trae en su manos es más que esa religión que antes lo ha marginado hasta el extremo. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).